A mis amigos de la Zona Norte de Jalisco y Sur de Zacatecas.
Con cariño y gratitud. Always-forever-now.
Con cariño y gratitud. Always-forever-now.
Al niño se le impone ser otro ser. Desde sus cinco, siete, diez años, se le quiere amoldar al sarcófago social predeterminado a la mala. Se le obliga a realizar cosas que actuan contra él, a comer alimentos que odia. Deberá tragarlos sin degustarlos, aunque los mastique poco y desee luego vomitarlos.
No es el simple deber comer los vegetales y la sopa de habas, o realizar los ciertos deberes escolares y religiosos: apegarse a los ritos familiares y eclesiásticos, desgastados hasta la ignominia por la repetición sin sentido centenares, millones de veces sin que nadie los cuestione. Hasta el punto que ya nadie sabe porqué se realizan, en un teatro triste que nadie en el fondo se cree.
Las reuniones familiares los sábados en la tarde, cuando nos dan ganas de asesinarnos entre hermanos y primos; la misa robótica los domingos ante el cura andrógino y los sermones imprácticos e ininteligibles.
El besito a la tía abuela momificada; tener que dar la mano, como saludan los hombres, a los tíos que luego se reiran a sus espaldas porque el niño tiene una cabezota. Ignorando los antropófagos parientes, que las cabezas grandes, las frentes amplias y las orejas extendidas, son signo biológico de una inteligencia elevada y un sistema nervioso más evolucionado que el de sus huidizas frentecillas de cromañones y australopitecus. Las vacuas tareas escolares para entregarlas al profesor que abrió su último libro hace décadas: cansado y derrotado, quien ya no cree en absoluto en las posibilidades de desarrollo de sus estudiantes. Bajo la cómoda complicidad del siniestro funcionario educativo, quien es más una máquina insaciable de poder que un verdadero servidor de todos.
Se trata sobre todo, no de que coma por comer, de que asista a las fiestas y celebraciones de cualquier tipo, porque se le estima o deséa su presencia en ellas. Debe hacerlo porque todos lo hacen. No es de otro modo. Todo este montaje consiste en el calculado rito de iniciación, no para convertirse en un cazador hábil y astuto, adulto casadero, hombre de poder o caballero espiritual, al igual que en antiguos tiempos. Tanto como para que aprenda a tragar sin rechistar, ya no la simple y forzosa sopa de lentejas, sino la añeja mierda, largamente retenida y excretada en el intestino sus superiores en la oficina, el partido político, la asociación, la escuela, la universidad, la iglesia, la secta, la empresa y anexos.
La brillante psicoanalista Karen Horney, discípula de Erich Fromm, durante la década de los sesenta realizó detalladas observaciones sobre la manera como los adultos imponen a sus niños cosas sin sentido. Horney anotaba en repetidas ocasiones en su interesante estudio “La Sociedad Neurótica de Nuestro Tiempo”, que durante la infancia, los pequeños que ella psicoanalizó, sí alcanzaban a ser conscientes hasta cierto grado, de la incongruencia, necedad y locura de las imposiciones que les intentaban endilgar sus padres sin descanso. Varios menores, durante breves vistos de iluminación, consideraban a sus padres, con razón, tontos o estúpidos al observar cómo eran cómplices de tanto rito esquizofrénico y obligaciones sin sentido ante la lógica del sentido común más simple.
Y es que los adultos somos verdaderamente más estúpidos que muchísimos niños.
Pero esta consciencia es temporal. En pocos años, conforme su cuerpo y personalidad ceden ante los prefabricados moldes del sarcófago social, será imposible para él percatarse de que aquello que se le ofrece como pastel de las tres leches o pay de manzana, no es más que el producto de la defecación añejada de alquien quien considera tener un estatus social superior al suyo.
Con el tiempo, la incongruencia, la locura y la estupidez, a fuerza de tanta cucharada obligatoria y trago amargo, se vuelve parte de su Yo. Si no era malo como los adultos, comienza a comportarse y ser como ellos, hasta el grado de tener la potencia de superarlos y ser peor. Al fin, la venganza es dulce y nos amarga y mata al gestarla e idearla en nuestro interior.
Llega el punto en que el propio Yo ya no es mío, pero como los ritos de iniciaciòn fueron efectivos y las cucharadas de sopa y mierda numerosas e incesantes, se encuentra pleno de voluntades y fuerzas externas que le dominan, lo controlan y dirigen desde fuera.
El proceso de luchar contra aquellas fuerzas invasoras y colonizadoras y liberar al Yo, es arduo, tortuoso y mucho más grande que el número de palabras que pueda costar describirlo.
Hola justo te acabo de enviar un correo que te pedía informes a cerca de tus horarios por que me interesaba ir a terapia contigo, y vi que venía la dirección de tu blog y me puse a leerlo y ahora en vd me interesa terapia contigo :) espero tu respuesta del mail, saludos.
ResponderEliminarJulissa.