“Lo que ahora me preocupa, fundamentalmente,
es el problema de la libertad psicológica personal”.
(ALDOUS HUXLEY –El Arte de Ver)
“El ojo con el cual Dios me ve
es el mismo ojo con el que yo veo a Dios.
Su ojo y mi ojo son un solo ojo.
Si Dios no fuera, yo no sería.
Si yo no fuera, Dios no sería”.
(MEISTER ECKHART –Sermón sobre el Hombre Pobre)
es el mismo ojo con el que yo veo a Dios.
Su ojo y mi ojo son un solo ojo.
Si Dios no fuera, yo no sería.
Si yo no fuera, Dios no sería”.
(MEISTER ECKHART –Sermón sobre el Hombre Pobre)
1.
Sus profesores le pronosticaban una prometedora carrera científica, igual que la de su padre, su abuelo y su hermano: un premio Nobel en ciencias naturales, imagínense. Todos involucrados con la biología. Todos eminentes y celebrados científicos.
Sería precisamente la enfermedad: una incapacidad visual adquirida en su época estudiantil, la que dictara un rumbo distinto –en parte- al de la rama paterna ascendente de su árbol genealógico. Alejándolo en principio de las ciencias naturales, arrastrándolo, aparentemente, hacia la literatura y las humanidades. Inclinándose sin quererlo hacia el lado materno: una rama genealógica habitada por mujeres amantes de las letras: novelistas, poetisas, traductoras y políglotas.
Digo en parte y en apariencia, pues el pequeño escolar, dotado de una memoria absolutamente fuera de lo común, sería capaz de involucrarse con los temas más variados y difíciles, apropiándose de información de cualquier naturaleza a velocidades impresionantes. Incluso, aunque fuese neófito o recién iniciado en alguna materia, sea artística, literaria, científica e incluso mística o religiosa. Tal inteligencia le sería demasiado útil más tarde, cuando se dedicase profesionalmente al periodismo, profundizando en tan sólo media hora en las temáticas más variadas, sin importar la lejanía de sus campos de conocimiento entre sí: arquitectura, moda, el código genético, diseño de interiores, antropología, poesía, la percepción visual, el sistema digestivo, el yoga y el budismo, las teorías sobre el aprendizaje y la educación, las drogas alucinógenas, etc. Redactando con avidez una serie de artículos sobre tópicos por demás heterodoxos, en periódicos y revistas londinenses con los que comenzaría a darse a conocer.
De niño su abuelo tenía un laboratorio en casa, al cual se acercaba con sus hermanos para jugar y realizar experimentos. Su padre fue un célebre biólogo, su hermano llegaría a ser un conocido científico y difusor de la ciencia. Todos apellidados Huxley, desde luego, si hablamos de similar rama genealógica.
A inicios de la adolescencia, Aldous Huxley, el joven de la ramita genealógica y biográfica a la que vuelvo y me enfoco, sufre una afección en los ojos: una queratitis punteada. Enfermedad consistente en una fauna diversa de virus que se alojan, crueles e insidiosos, directamente en la córnea de los órganos visuales. Deformando su visión, cegándolo casi por completo. Dicen que las colonias de organismos invasores pueden ser apreciadas al someterse el ojo infectado al microscopio.
La disfunción visual hace a Huxley detenerse antes de ingresar a la carrera de medicina, suspendiendo temporalmente su formación académica. En la misma época muere su madre, uno de sus seres más cercanos, políglota y extraordinaria lectora. Una de las primeras mujeres inglesas en asistir a la universidad.
Gracias a su tía, la escritora Mrs. Humphry Ward, quien se convierte en su mentora, incluso una madre sustituta, no desvía el buen camino ni deja de aprender cosas nuevas. Con ella se sumerge en la literatura y los libros, también en la música. La tía le lee en voz alta novelas y poesía, le enseña a tocar el piano guiándose exclusivamente por el oído y el tacto. La escritora le transmite la habilidad de descifrar libros en el alfabeto Braille. Adquiere el francés como segunda lengua con un ministro cascarrabias y malhumorado.
2
En su libro El Arte de Ver, Aldous Huxley se lamenta por una parte, pero muy mínima parte, de haber sufrido la disfunción en su vista y desviar el rumbo, dejando de lado los estudios científicos y abrazando la literatura, el periodismo y la filosofía. De no haber perdido la vista a esa edad, hubiese sido médico o biólogo como su familia. Por un lado, insiste en echar de menos una formación científica con la que contaban muchos ingleses universitarios de su generación. Pero por otra parte, ostenta una portentosa cultura literaria, filosófica y artística que le dará para vivir de sus libros y conferencias por el resto de su vida. No obstante, según sus palabras, dicha formación humanística lo hace figurar más como un romántico del siglo XVII que como un gentleman inglés, igual que sus contemporáneos: conservadores en sus juicios, objetivos en sus opiniones y creencias, pragmáticos y materialistas. De algún modo, la enfermedad lo salvaría de la mediocridad de la clase media y la burguesía europea, guiándolo hacia el encuentro de su camino como novelista, poeta, periodista y místico.
Siendo aún muy joven y estando al cuidado de Mrs. Humphry Ward, Huxley es llevado por su tutora ante una maestra particular, quien presuntamente conoce un método para corregir la visión defectuosa, el cual promete, incluso, ayudar a abandonar definitivamente los anteojos. El tal método fue creado por un oftalmólogo norteamericano, el doctor Bates, quien, avergonzado de los insufribles y contraproducentes métodos de sus colegas para corregir la visión defectuosa, decide crear una serie de ejercicios que comienzan a generar resultados impresionantes en los pacientes, sin necesidad de tratamientos médicos, intervenciones quirúrgicas ni la prescripción de anteojos. Mucha gente comienza a dejar para siempre sus lentes tan sólo de practicar los ejercicios creados por el doctor Bates. Las sociedades oftalmológicas y las fábricas de anteojos de diversas partes del mundo se encuentran preocupadas e incluso se oponen a la difusión de los métodos del “arte de ver”.
De inicio Huxley es escéptico ante la inusual fama de aquel método. Para su sorpresa, la maestra encargada de entrenarlo en el “arte de ver”, lo enseña, primero que nada, a respirar profundamente y de manera lenta, y a relajarse.
3
En su libro, El Arte de Ver, escrito por Huxley como agradecimiento al doctor Bates y la señora Corbett, su maestra en el “arte de ver”, plantea que una mente enturbiada por las preocupaciones, los temores y la inquietud, tiende a deformar la visión de manera temporal. En pocas palabras, que quienes se encuentran estresados, sufren alguna problemática emocional o depresiva y tienden a emplear por consiguiente de forma incorrecta sus órganos visuales.
Si un niño, por ejemplo, en algún momento y por razones emocionales comienza a forzar la vista para aclararse los objetos, inmediatamente es llevado por sus padres o canalizado por sus profesores al oftalmólogo. Luego, este especialista comprueba que el chico, aún en estado de estrés, quizá por las exigencias de la escuela o falta de atención de su familia, percibe borrosamente a la distancia o distorsionadamente las cosas.
Al prescribírsele anteojos, los vidrios brindarán una claridad de visión aparente, pero de ningún modo ayudarán de manera natural a recuperar un hábito relajado y correcto de usar los ojos. Contrariamente, someterán a aquellos órganos visuales permanentemente, en delante y para toda la vida, a una perspectiva visual defectuosa controlada por los gruesos cristales. Es igual a imponerle para siempre muletas a alguien que sólo se torció el tobillo, una imposición que resultará definitiva. En lugar de rehabilitarle el pie y la pierna, fortalecérsela y permitirle recuperarse y caminar por sí misma.
4
Aldous Huxley comienza a trabajar con su maestra en el “arte de ver”. Se habitúa a realizar respiraciones profundas y a sincronizarlas con la lectura. Según nos señala Huxley, la mayoría de los lectores hacemos más superficial la respiración cuando estamos leyendo. Es decir, incorporamos menos oxígeno a nuestros pulmones cuando leemos o trabajamos con los ojos. Esto debería ser al contrario: respirar profundamente más mientras se descifra las letras y enunciados. Huxley presupone que la respiración adecuada oxigena no sólo todos los órganos corporales, sino que facilita la circulación sanguínea. Unos ojos que son sometidos a trabajo duro y sin descanso, reciben poco oxígeno, tanto por la falta de respiración como de movimiento. Es el mismo principio del movimiento para todos los seres vivos: el movimiento es la vida, la otorga y la anima. La ausencia de movimiento mata. Aquello que se inmoviliza se muere. El uso de respiraciones profundas que oxigenen hasta el último rincón del organismo, coincide con la prescripción del respirar hondo para curar la impotencia sexual y la pérdida de erección. Así como es útil dicha forma de inhalación y exhalación para tratar la frigidez y la anorgasmia en las mujeres. El modo correcto de usar los pulmones beneficia a todos los órganos del cuerpo, los cura y los revive cuando no se encuentran sanos.
Entonces, el primer paso en el aprendizaje del “arte de ver” es respirar profundamente, hacer irrigarse los ojos y coordinarse con la respiración profunda, llenando la totalidad de los pulmones mientras se lee, mira algo con detenimiento o utiliza la vista para trabajar.
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Posteriormente, Huxley fue entrenado con técnicas de imaginación visual activa. Se le pedía cubrir sus ojos durante tiempos moderadamente prolongados, envolviendo intencionalmente su vista en la oscuridad.
Cualquiera que tape sus ojos, si tiene hábitos deficientes en la visión, no encontrará la negrura absoluta, sino que aparecerán destellos, manchas luminosas, luces distorsionadas producto del cansancio ocular, etc.
Entonces, al mismo tiempo que Aldous Huxley cubría sus ojos, debía imaginar algo en movimiento: encontrarse por ejemplo en un tren que recorría la campiña y dejaba atrás casas y ciudades, ir caminando en un paraje rodeado con flores y contemplar sus colores arrastrados por el viento. Esto permite descansar la vista tras forzarla a trabajar en una lectura durante lapsos amplios, después de conducir el automóvil por horas, escribir en la computadora, dibujar o cualquier actividad que involucre un trabajo a conciencia de nuestros órganos visuales. Al desarrollar la imaginación visual kinésica, es decir, con los ojos cubiertos poder crear imágenes en movimiento, se relajan por completo los órganos de la vista, permitiéndoles descansar, recuperar un movimiento natural e incluso una forma adecuada, en el caso de las deformaciones funcionales, como el astigmatismo, que hacen contraer los músculos oculares al buscar un enfoque visual supuestamente claro.
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Sin embargo, según nos revela con discreción Huxely, el secreto del “arte de ver”, además de la paciencia implacable al practicar los ejercicios y el amor al propio organismo, es la ejercitación de dicho arte sin un fin determinado. Nadie debe pretender aliviar sus dificultades visuales de la noche a la mañana, a toda costa. Así como no es recomendable forzar los ojos, como hacemos la mayoría de nosotros por ningún motivo para aclarar la visión. Dice Huxley que la mayoría de nosotros utilizamos nuestros ojos como si “buscáramos perlas”, dejando de parpadear, restándoles oxígeno y movimiento.
El parpadeo es fundamental para mantener unos ojos sanos. Huxley recomienda hacer ejercicios de parpadeo cada cierto tiempo, haciéndolo como si nuestros párpados fuesen unas alas de mariposa aleteando.
A partir de este comentario del sabio inglés, de mi parte comencé a observar que las personas con déficits visuales de los que fuese, prácticamente no parpadean o no lo hacen en lo absoluto. Me di cuenta que la gente que goza de una buena vista, de hecho parpadea bastante. Encontré la combinación de un par de ojos bonitos, activos y sin anteojos, que se movían incesantemente y parpadeaban de modo natural y constante. El parpadeo también relaja los ojos, los lubrica y ayuda a aclarar las imágenes.
7
Huxley fue recuperando paulatinamente la vista con ayuda de los ejercicios del “arte de ver”. Primero tuvo que utilizar gafas gruesas. Su gradación fue disminuyendo conforme profundizaba en el “arte de ver”. Su libro el Arte de Ver dice casi hacia el final, que lo más importante es practicar dicho arte como no queriéndolo.
“Encontrad el reino de los cielos y todo se os dará por añadidura”, señala el novelista y místico inglés aludiendo a los textos bíblicos. No utilizar de ningún modo los propios ojos como si se estuviese “buscando perlas”. Despojarse de egoísmo y avaricia, incluso al ver y al mirar. Purificar el corazón a toda costa y así se purificarán los ojos, la mirada y la vista.
He conocido a experimentados yoguis, chamanes y sabios de la vida cotidiana que sin haber leído a Huxley prácticamente no necesitaban anteojos, o los utilizaban muy poco. Un anciano maracame de la etnia wirrárica me reveló una vez que tras experimentar la iluminación no volvió a necesitar sus lentes ni para leer. Y vaya que practicaba la lectura y tenía en la sierra su cabaña, infestada de libros.
Hacia el final de su vida Huxley prácticamente no requería el uso de anteojos. Había leído y escrito muchísimo, cualquiera que indague en su biografía se sorprenderá por la cantidad de las obras creadas por el escritor inglés, las cuales abarcan desde el ensayo, la poesía, el teatro, la novela y la biografía. ¿Cómo las hubiese escrito con una deficiencia visual que prácticamente lo tenía ciego durante su adolescencia, sin haberse sometido nunca a intervención quirúrgica alguna?
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