Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

lunes, 25 de julio de 2016

Gregory Corso contempla un tigre en el Zoológico de Chapultepec



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Sus ojos eran opacos y la mirada de muerte. El espíritu emigró lejos del cuerpo desde hace tiempo. La boca entreabierta, abandonada a sí misma, mostraba un colmillo astillado con el que otrora derribó y descuartizó  grandes presas en las planicies africanas.

El poeta se encontraba ubicado del otro lado del enrejado, tras una valla de alambres y arbustos y de un foso con agua pestífera que separaba la jaula de los visitantes. Algo se retorció en su estómago y aguijoneó su pecho. Un sentimiento inmisericorde. Nostalgia por sus varios años de condena en dos de las prisiones más violentas de los Estados Unidos cuando aún era menor de edad. Dolor ante un ser que ni siquiera anhelaba ya la libertad, sirviendo de diversión a niños y adultos quienes eran incapaces de entender porqué estaba ahí. ¿Porqué terminó sus días confinado en un exhibidor de bestias si nació libre y anduvo, recorrió, cazó y se reprodujo a su antojo?

En la cárcel conoció a muchos convictos quienes se hacían cuestionamientos semejantes.
Gregory Corso desconocía si el felino dormía o estaba en algún tipo de trance. Los cuencos mortecinos se dirigían con indiferencia hacia el vacío, sin importarle la prisión que le rodeaba ni los mirones que no le quitaban los ojos de encima. Mucho menos aquel  poeta, considerado el más joven de los escritores beats, quien lo estudiaba con detenimiento y se esforzaba en vano en reconstruir su vida anónima.

El escritor ladeó su rostro para intentar colocarse dentro de los ojos del tigre y mirar lo que estaba mirando. Hizo un enorme esfuerzo de atención y concentración en la bestia, intentando ubicarse dentro de su perspectiva de animal cautivo. Unas gotas de sudor rodaron por su frente, su corazón comenzó a latir a toda máquina.
Por un segundo tuvo la certeza de que el felino ya no respiraba.

2

Llegó desde Nueva York haciendo autostop junto con su mejor amigo, el gran poeta beat: Allen Ginsberg. Acababan de recorrer juntos casi todas las universidades estadounidenses y algunos países de Europa leyendo alocados y vanguardistas versos, organizando performances y siendo protagonistas de duraderas fiestas. Ginsberg lo desenterró de un bar de lesbianas en San Francisco, donde trabajaba como cuidador y escribía poemas sobre una mesita en sus ratos libres. Quiso ligárselo desde un inicio y fracasó una y otra vez. Empero, se hicieron enormes amigos y compañeros de viaje. Recién terminaba una condena de tres años por robo en la frontera con Canadá, donde conoció a los más temidos mafiosos italianos, quienes lo acogieron y patrocinaron sus estudios autodidactas en la biblioteca de la prisión.

En Ciudad de México se reunieron con Jack Kerouac, el cual muy pronto los abandonaría para recorrer Europa y Marruecos, dejándoles abierta la invitación de reencontrarse con él en el Norte de África, donde los esperaba el padre de todos los beats: William Burroughs.
Gregory Corso logró apreciar las cualidades más íntimas de la piel del felino: las comisuras de donde brotaban los bigotes, el tono amarillento de los dientes desgastados, la sinuosidad con la que sus rallas negras surcaban la piel rojiza y majestuosa a pesar de los años y el cautiverio.

Estaba haciendo un profundo estudio de todos sus detalles fisiológicos y psíquicos, diseccionando su anatomía y su espíritu.

En prisión, el escritor estuvo a punto de ser violado en las regaderas, hasta que un gorila de Lucky Luciano le salvó el culo al defenderlo y despedir a sus agresores. Quedando con esto comprometido definitivamente con la mafia italiana. Le presentarían al Padrino: Lucky, quien lo recibiría como a un hijo y lo adoptaría igual que a mascota. Incitándolo a que leyera y escribiera, aprovechando las largas horas en la prisión.

3

El sonido metálico del candado de la jaula sonó. Un cuidador del zoológico arrojó los despojos de un aborto de becerro. El animalito casi palpitaba todavía, probablemente habría sido sacado apenas hace un par de horas del vientre de su madre, sacrificada en el matadero. Una tensión desgarró el aire y el ambiente como un cuchillo muy fino, como los colmillos casi en hoz del felino.

Cierta cantidad de gente al rededor de la jaula y en torno a Corso se congregó, a la expectativa de lo que haría el gran depredador con el becerro. Todos querían un espectáculo. El poeta se sintió compadecido, ahora por el pequeño bobino. Molesto contra aquel publico bestial que añoraba ver sangre.

Su primer libro se lo patrocinaron sus amigos de la Universidad de Harvard, en donde transcurrió un par de años haciéndose pasar por estudiante, durmiendo en los apartamentos de sus compañeros, colándose en el comedor tres veces al día, seduciendo a las muchachas, escribiendo poesía y obras de teatro, devorándose sin piedad la biblioteca completa, metiéndose de oyente a las clases sobre literatura y filosofía grecolatinas. Hasta que no fuera descubierto por el decano y este desistiera de echarlo cuando leyera su bella obra. Convirtiéndolo en un poeta visitante.

El público ni siquiera se dio cuenta cómo ocurrió. En un instante en que los niños y las señoras ya estaban gritando asustados y los varones y muchachos decían "¡Oh!". Y el poeta se precipitaba a  extraer su libreta del saco de terciopelo para tomar apuntes mientras parpadeaba.

El tigre se incorporó de un saltó, apoderándose del cuerpo entero de la trémula cría, para trepar en otro segundo imperceptible a su nido fabricado con troncos por sus cuidadores,  masticándolo a placer hasta convertirlo en nada.





jueves, 21 de julio de 2016

Krishnamurti: La Muerte del Observador





1

Casi siempre sus escuchas y seguidores eran extranjeros, más que nada de origen europeo o norteamericano, los menos consistían en orientales de castas elevadas y clase social alta. Principalmente indios, nepalíes, chinos y sirios provenientes de familias acomodadas.

Ese verano lo pasó en el norte de la India, en un valle empobrecido donde se elevaban penosamente una serie de chozas de campesinos demasiado humildes: criadores de búfalos, cultivadores de arroz e índigo.

A pesar de su austeridad y de lo famélico de sus habitantes, la belleza de los bosques y campos en derredor era fastuosa.

En el centro del valle, al pie de unas montañas bellísimas, se erigía una escuela para niños y adolescentes sustentada por una fundación que llevaba su nombre. Tal como él lo señalara al inicio de sus charlas ese día, hace más de cincuenta años que  visitaba aquel lugar, desde mucho antes de convertirse en un popular orador de  nivel mundial, guía espiritual y maestro. Cuando era apenas un pre-púber  de clase baja que jugaba en las playas y bosques de la India sin preocuparse por nada. 

Poco antes que los miembros europeos de la Sociedad Teosófica lo encontraran vagando en la costa y creyeran ver en su presencia infantil, la reencarnación del nuevo mesías.

 No pasaría mucho antes de que los decepcionara, disolviendo aquella pretensiosa sociedad, donando sus cuentas bancarias a las familias más necesitadas de India y dedicándose para siempre a la reflexión independiente y a la prédica por completo libre de todo credo, iglesia o institución. Decisión que lo convertiría en uno de los personajes a la vez más peligrosos e influyentes del siglo XX. Como él mismo lo señalara: no existe peor enemigo del sistema que aquel que no necesita del propio sistema: quien ha conquistado su libertad interior.

Pero hoy su público constaba principalmente de niños indios, tibetanos y nepalíes, algunos que otros occidentales, asistentes diarios de la escuela fundada bajo su nombre y enseñanzas.
Causaba un fuerte contraste contemplar a los estudiantes bien alimentados y de buen color, aunque también indios en su mayoría, quienes contaban con el privilegio de recibir una buena educación inspirada en la filosofía de vida del maestro que hoy les hablaba, además de sus infaltables tres comidas. En comparación con los escuálidos campesinos, quienes se afanaban desesperados por conseguir el sustento diario para su familia.

Aquella escuela en el Norte de la India estaba financiada con presupuesto de la ONU y de diversas organizaciones europeas sin fines de lucro. Krishnamurti viajaba periódicamente desde su casa en el Desierto de Mojave, en los Estados Unidos, hasta su natal India para dictar conferencias regulares a estudiantes y docentes. Cerciorándose  que en verdad se alentara en aquella institución, no sólo el desarrollo del intelecto, sino el de un espíritu sano, criado en la tolerancia, la sencillez y la pureza interior.

2

Aquella mañana uno de los más jóvenes asistentes lo increpó, sin ningún temor, con una sola pregunta de lo más directa:
“¿Porqué queremos vivir…?”

Su interlocutor tenía apenas seis años.

El resto de los estudiantes y docentes estallaron en risas, mofándose de la candidez del chico, pero molestando sobremanera al maestro con sus burlas.

Este tipo de preguntas que no buscaban darle vuelta al asunto principal y que no se perdían en laberintos ni pretendían ensalzar un ego falso, carentes de toda malicia y presunción, eran las que más gustaban a Krishnamurti. Por ello confrontó al resto de su público, rescatando y valorando en justa medida la intervención del niño.

Le dolía muchísimo que un niño tan pequeño, casi un bebé, se preguntara la razón por la que los hombres quieren vivir. Si alguien hacía esa pregunta, señaló Krishnamurti a sus numerosos escuchas, sobre todo de acuerdo a su corta edad, era porque ya desde entonces le parecía que la sociedad mostraba a sus miembros más jóvenes sus lados más bestiales y monstruosos. Que un niño tan pequeño percibiera el sinsentido de la vida era una cuestión grave, de suma preocupación.

Otros niños lanzaron entonces nuevas preguntas:

“¿Cómo puede acabarse con la violencia, la guerra y los males del mundo…?”

Pregunto ahora otro, unos dos años mayor que el primero.

“Debe eliminar la violencia y el mal que hay en usted mismo. Uno no puede arreglar el mundo ni a los otros si no se ha vuelto él mismo un ser realmente pacífico en primer lugar…”

Respondió Krishnamurti.

Ahí estaba gran parte del núcleo de sus enseñanzas. No era posible buscar ningún cambio en lo exterior, ni político, ni religioso, ni revolución social alguna,  mientras no se procurara un cambio interior primero. Es lo más fácil voltear hacia los males externos, los errores de la sociedad y de los otros. Señalar las desviaciones y vicios de los demás. Lo más arduo y difícil es acceder hacia el interior de uno mismo y erigir un orden interno. Percatándose de las propias bajezas, asumiendo las contradicciones con el corazón. Empero, sin esta calma y paz personales previas, no es posible pensar si quiera en un mundo distinto.

Sin la revolución interior, todos los cambios y movimientos sociales estarían destinados a fracasar o convertirse en potencialmente más nocivos que los regímenes u órdenes viejos a los cuales pretendían desbancar para imponerse.

3

Krishnamurti recomendaba en primer lugar ser capaz de borrar al Yo, al Observador incesante del Ego, que lo analiza, reflexiona y categoriza todo de manera sistemática. ¿Es posible eliminar al Observador imparable que vive dentro de nosotros? Se pregunta el maestro indio.

Cuando somos capaces de perdernos y dejarnos absorber por nuestras actividades más sencillas y 
vivificantes: descansar en un jardín, contemplar la tarde, escribir, cantar, dibujar, acariciar a otro ser: sea animal o humano. Sin estar más que simplemente realizándolas, olvidándose del Ego analítico, del Observador, fusionándose sencillamente con las cosas del mundo, sus sucesos y fenómenos. Entonces se capta algo fundamental de la existencia: la no diferencia entre nosotros y el mundo.  Entonces se está bastante cerca de experimentar aquello que se conoce como la verdad, dios o lo que sea que está más allá de lo personal.

4

Cuando llegó la tarde, a la hora de comer, el maestro se sintió algo acongojado y triste. Pensó en todos aquellos jóvenes, niños y entusiastas profesores antes de despedirse y mirarlos por última vez ese día. ¿Cuántos de ellos no perderían su ánimo y vitalidad en breve tiempo, cuántos no eran ya ancianos por dentro, a pesar de contar apenas con poca edad, debido a la ambición de éxito, a la búsqueda de reconocimiento y ascenso social, a la cual contribuían los sistemas educativos tradicionales con su adoctrinamiento?

Alguien le hizo una última pregunta, muy certera y precisa, bastante ad hoc con sus últimas y silenciosas reflexiones. Era una niña:

“ ¿Porqué tememos la muerte…?”

“Tememos a la muerte física, porque en el fondo nos aterra la muerte del Ego, que es el fin del dejar de pensar. Si pudiésemos silenciar al observador o al Ego, no temeríamos la muerte, porque conoceríamos desde antes la eternidad… Veríamos que la muerte no existe…”

Respondió el maestro, sereno.

Al finalizar la última sesión de preguntas, los chicos corrieron porque era la hora de la comida. Olvidándose de sus enseñanzas por el momento.


Krishnamurti contempló las montañas y los bosques que rodeaban la escuela. Un silencio sin nombre lo regocijó, siendo su principal alimento de aquel día. 

Igor Caruso: Don Gato y el Psicoanálisis en México









Todo revolucionario auténtico es un representante de la forma social pasada, de lo contrario no sería revolucionario: la revolución  ya estaría hecha. Se olvidan de que el revolucionario debe, en primer lugar, cumplir la revolución  de una manera aparentemente idealista en su propia persona, antes de llevarla al mundo de una manera realista y plenamente consciente.

(IGOR CARUSO – El Psicoanálisis: Lenguaje Ambiguo)





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 Sus alumnos le apodaban Don Gato sin que se diera cuenta, pero no lo hacían con ironía ni resentimiento, como ocurre con otros profesores menos apreciados, sino todo lo contrario, con bastante cariño. Le llamaban Don Gato por la nariz ganchuda que parecía elevar cuando miraba a un paciente a quien psicoanalizaba, o cuando escuchaba a sus alumnos y colegas en un seminario psicoanalítico, atendiendo a sus argumentos con sumo cuidado, antes de rebatirlos y confrontarlos con otros mucho más eruditos y fundamentados, o  antes de apoyarlos y enriquecerlos con su sabiduría.

Caruso se quedó al frente del Círculo Psicoanalítico en Viena, que tenía relación directa y reconocía la paternidad de Freud, después que los analistas judíos huyeran principalmente a los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, perseguidos por los nazis. Aunque durante la ocupación alemana de Austria, el psicoanálisis estaba prohibido, Igor Caruso continuó estudiándolo, practicándolo con discreción y formando jóvenes analistas de todo el mundo.

Luego de la liberación de Viena y tras la derrota de Hitler, los psicoanalistas europeos fieles a la escuela de Freud consiguieron reagruparse alrededor de la figura de Igor Caruso, puesto que para entonces también existían ya muchas escuelas deudoras del pensamiento freudiano. Algunas de ellas disidentes de las enseñanzas de  Freud, otras en franca oposición al patriarca, pero sin dejar de deberle demasiado todas, aunque lo negaran.

Don Gato fue de los primeros freudianos en recibir estudiantes de América Latina: jóvenes psiquiatras y psicólogos de Argentina, México, Brasil, Colombia acudían en oleadas hasta la capital del psicoanálisis no sólo para estudiar en los seminarios del Círculo de Psicología Profunda que Don Gato presidía, sino para psicoanalizarse bajo su tutela.

Caruso provenía de una antigua familia noble de Sicilia, emigrada luego a Rusia a inicios del siglo XIX y emparentada con príncipes y condes rusos. Su padre fue secretario de la nobleza zarista y su madre descendiente de aristócratas sicilianos. Gracias a sus relaciones, el padre de Don Gato ocupo varios cargos como diplomático en España, Francia y Alemania, por lo que desde niño tuvo la oportunidad de aprender muchos y diversos idiomas, y desarrollar un poliglotismo natural. Luego de diferencias con los zares y la nobleza, su padre se trasladó con su familia hasta Viena dejando definitivamente su vida rusa, tiempo antes del estallido de la Revolución de Octubre.

Se formó en Viena como psicólogo infantil con intereses espirituales y religiosos, herencia de su familia cristiana ortodoxa. Colaboró muy de cerca con jesuitas y teólogos protestantes reformadores, quienes planeaban dar un giro al cristianismo en general, para permitir a las iglesias una apertura hacia el evolucionismo de Darwin, el psicoanálisis freudiano, las tesis de Teilhar de Chardin, de Carl Jung y de Jean Piaget. Pero luego su pensamiento dio un giro intelectual hacia la izquierda, incorporando el existencialismo de Jean Paul Sartre, los postulados marxistas y las nuevas aportaciones de los teóricos sociales de izquierda como Geoerge Lukacs y Adam Schaft.

Poco a poco, gracias a su propio análisis didáctico, a sus lecturas de Marx, Engels, Sartre y Lukacs, se modificó su actitud teórica y práctica, hasta llegar al convencimiento de que el psicoanálisis no podía ser terapéutico ni revolucionario, mientras no develara ni denunciara mediante la práctica analítica, el papel de las falsas ideologías en los padecimientos mentales de los hombres modernos.

Su contacto con alumnos y pacientes de Asia y América Latina lo sensibilizó enormemente ante las realidades del Tercer Mundo y le hizo luchar por superar su eurocentrismo y acercarse a ésos otros continentes. Las lecturas del pensamiento marxista le hicieron encontrar una conexión natural entre las contradicciones de clase social de los hombres, y sus padecimientos emocionales. De modo que para la mitad de la década de los cuarentas, llegaba a la conclusión de que el objetivo del psicoanálisis, apoyado en los avances del marxismo, la antropología, las ciencias sociales y la etología, era el análisis y la crítica de las falsas ideologías que enfermaban y alienaban a los seres humanos.          
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Caruso se aclaraba la garganta antes de proseguir con sus seminarios, dirigidos a jóvenes estudiantes latinoamericanos y europeos, bebía un poco de agua kina en una breve pausa. En esta ocasión trataban el tema del inconsciente. Sus alumnos lo escuchaban con un silencio expectante, a la caza de cada frase que deshilvanaban sus palabras sabias y enciclopédicas.

Para Don Gato el inconsciente no era tan sólo un inconsciente individual incluido en cada persona, como lo era para los psicoanalistas ortodoxos, inspirados en el fisicalismo biológico de Freud, sino que era el inconsciente, la energía sexual vital que animaba el universo entero, del cual los seres humanos formaban apenas una minúscula parte. Todos los seres vivientes, incluso los hermafroditas y aquellos microorganismos que se auto-reproducían por bipartición celular, se encontraban divididos entre lo masculino y lo femenino, en la necesidad de  buscar su contraparte sexual opuesta, aquella que les faltaba para complementarse. O de lo contrario, permanecer en el aislamiento total y el no-desarrollo.

La vida en todas sus expresiones era una lucha por separarse de los progenitores, padres y madres, por adaptarse a su medio ambiente y trascenderlo. Pero también una búsqueda para complementarse sexualmente con el otro. Los corales marinos machos que eyaculaban para que la marea transportase su semen a sus correspondientes especímenes hembras ubicados a lejanas distancias oceánicas, la reproducción de las plantas fanerógamas y criptógamas, los peces, los reptiles, las aves, los mamíferos, el hombre. El inconsciente era el patrimonio energético y biológico que animaba lo viviente y lo no viviente en el universo entero, y lo guiaba caóticamente a través de la cópula, el acoplamiento sexual en todas sus formas e intercambios, y el amor.

Para don Gato, al igual que para Confucio, Buda, San Agustín y Freud, a quienes leía devotamente todos los días, los sentimientos humanos se reducían si se les desnudaba hasta sus últimas consecuencias, al miedo y el amor. Una manifestación de lo más mundana y cotidiana de Eros y Tánatos. Todas las formas de comportamiento humano se desprendían de aquellas dos formas básicas de emoción. Era el miedo y el temor lo que llevaba a los hombres hacia el crimen, la envidia, la esclavitud y la alienación. Era el amor el motivo y el fin último de liberación y emancipación de todo ser viviente.

Caruso tomó sus ideas biológicas y antropológicas del padre Teilhar de Chardin, el jesuita quien fue su mentor y maestro. La evolución de la vida, contrariamente a lo que pensaba Darwin, no dependía tan sólo de la adaptación pasiva al medio ambiente por parte de los organismos, sino que era guiada por una finalidad superior. En cada estadio más desarrollado y complejo de las especies, la vida se hacía más perfecta y a la vez inacabada, para transitar nuevamente hacia una etapa de mayor trascendencia.

La conciencia humana y el hombre eran el triunfo de la evolución que había acercado cada vez a la vida misma hacia el estadio máximo del Espíritu Absoluto. El hombre era la personalización de ése último estadio, a la vez cercano al Espíritu Universal y anclado en la tierra, un ser enteramente biológico pero también cultural y social. Dividido entre elevados ideales de amor, y destructivos sentimientos de egoísmo y aniquilación.

Pero Caruso no era creyente, su propuesta no era teológica. Era por completo marxista, partidario de un ateísmo místico, de un judeo-cristianismo crítico sin Dios. Precisamente el fin del psicoanálisis para él consistía en ayudar a los hombres a liberarse de la idolatría, de sus falsos Dioses para hacerlos plenamente responsables de sus acciones. Despojarlos de sus falsas ideologías y sueños enfermizos que les trastornaban. El hombre inventaba a Dios para justificarse, lo utilizaba  para atribuirle sus propios defectos y virtudes, engañándose al creer que sus más bajas actitudes y acciones eran desviaciones de Dios. Atribuyéndole a Dios la intención de juzgar sus actos más ruines, y en la pueril creencia de que sólo él le redimiría. Dejándole perezosamente a Dios la tarea de su propia liberación, en lugar de iniciarla como debía, por sí mismo.

Para Don  Gato el triunfo del psicoanálisis consistiría en hacer consciente al hombre de su lugar como especie biológica en la tierra y el universo, al mismo tiempo que de sus contradicciones culturales y sociales en las que se dividía. Despojado de las deidades que utilizaba para justificarse.

Aquellos alumnos conservadores quienes creían encontrar en Caruso al psicólogo cristiano, creyente, humanista e ingenuo católico, sufrían un fuerte impacto. Los que buscaban al psicoanalista freudiano ortodoxo, burgués y poco crítico se desconcertaban al igual que los otros, al encontrar en Don Gato a un ateo-místico, quien utilizaba el método dialéctico materialista de Marx, pero también  las categorías y técnicas freudianas del psicoanálisis.

Sus alumnos, quienes también tenían que psicoanalizarse con él al aceptar asistir a sus seminarios de formación, sufrían en el proceso analítico una transformación y conversión ideológica nada ausente de dolor y traumatismo psíquico. Un psicoanálisis desideologizador.

Caruso afirmaba una y otra vez sin cansarse, que el hombre revolucionario no podría serlo auténticamente mientras no efectuara la revolución primero en sí mismo, liberándose de sus vínculos incestuosos con la madre y el padre. Para luego aplicar plenamente la revolución en el mundo. De lo contrario toda revolución sería pervertida y estaría condenada al fracaso. La revolución acabaría esclavizando a los hombres en lugar de liberarlos.


Bukowski era un Buda



1

Cass era mitad india navajo y mitad irlandesa. Tenía los ojos verdes, la piel trigueña y el cabello muy negro. Una mañana encontró al viejo Bukowski tomando una cerveza y escribiendo un poema tras otro sobre servilletas de papel en la barra solitaria de un bar.
-¿Porqué no me invitas una cerveza?

Le gritó desde el otro lado del salón, interrumpiendo su trabajo.

-¡Soy Henry Chinaski...! Por si te interesaba...

Respondió aburrido el poeta.  Muchas eran las chicas que se le acercaban con la esperanza de beber gratis a sus costillas, o de interesarlo con sus tristes vidas para ver si las convertía en personajes de sus cuentos y novelas.

Cass se dejó caer sobre el sillón que estaba a su lado, y Hank descubrió que no sólo era bellísima. En sus ojos y su rostro de ángel  había un poco de inocencia y sinceridad, pero sobre todo un mucho de locura.

Esto lo fascinó.

Llevaba un vestido de seda casi transparente, muy pegado a su cuerpo esbelto de gacela. Hank presintió sus caderas delicadas y unos pechos como cisnes diminutos que rosaron su hombro. Cass no llevaba ropa interior debajo.

En la cama descubrió sus múltiples cicatrices en las muñecas, antebrazos y garganta. Algunas realizadas por clientes maniáticos sexuales. La mayoría trazadas por ella misma a punta de navaja.

Unas lágrimas asomaron de los viejos párpados de Hank. Se estaba enamorando poco a poco de ella. Cass era hiperactiva, se entregaba enterita a él: le hacía el amor sin pedirle nada a cambio, cocinaba deliciosos platillos, cortaba el cabello y diseñaba sus propios vestidos para ella y sus amigas.

2

Nuevas lágrimas brotaron de los hinchados párpados de Bukowski-Chinaski. Al abrir recostado en la cama de su ruinoso apartamento en un suburbio de Los Ángeles, la carta donde se le informaba sobre la muerte de uno de sus amigos de toda la vida. Ramón Vásquez, el actor jubilado, apareció muerto en la sala de su mansión en Mohave. Un par de hermanos: Linconl y Andrew, ex militares desempleados y buenos mozos tocaron el timbre de la casa de Ramón. Conociendo de su gusto por los muchachos de tipo atlético, le ofrecieron sus servicios sexuales a cambio de unos sándwiches y tragos. En cuanto ingresaron a su casa lo maniataron y torturaron, forzándolo a que les rebelara el escondite donde presuntamente se encontrarían sus dólares y joyas. En un momento dado, cuando se dieron cuenta que Ramón no poseía nada de lo que buscaban, lo violaron y procedieron a arrancarle su miembro con un gancho, dejándolo morir desangrado en la madrugada.

Hank estalló en sollozos incontrolables, él y su viejo amigo Ramón se conocieron en el hipódromo, eran apostadores empedernidos. El actor intentó seducirlo las primeras ocasiones, renunciando al darse cuenta que Chinaski no cedía ni un milímetro. No tenían nada en común, aunque a Bukowski le agradaba la manera absolutamente transparente con que se relacionaba Ramón, sin negar en lo más mínimo que se lo quería coger a cada momento. El actor jamás se compadecía a sí mismo y esto encantaba al poeta, además de aguantar largas jornadas de bebida juntos sin parar.

Cass lo abrazó para consolarlo, acallando sus sollozos con sus senos desnudos y diminutos, precipitándose a montarlo de un golpe con sus caderas habilidosas.

3

Bukowski cerró sus viejos párpados extenuados. Eran muchas las penas que aquejaban un tiempo su corazón. para luego dejarlas partir a través de su espíritu impecable, sobreviviente de treinta años como empleado del Servicio Postal Norteamericano e innumerables palizas por parte de su padre cuando niño y adolescente. Llevaba semanas sin tener noticia de Cass, hasta antes que el dubitativo cantinero  le rebelara no sin hacer cierto esfuerzo: "...siento mucho lo de tu amiga...".

Hank pensó de inmediato en las cicatrices de su garganta e ingle. Por fin lo consiguió la muchacha. Era violenta y amorosa, demasiado impulsiva, sobre todo cuando se liaba a golpes con sus clientes  menos apreciados o trataba de matarse a cuchilladas.

Tan sólo un mes antes Chinaski le propuso que se fuera a vivir con él. Pero Cass se negó.

"...Un par de años de abstinencia sexual..." Pensó, secándose dos o tres lágrimas.

De la misma manera que el escritor Jack Kerouac, Henry no tenía prejuicios ni problema alguno con las indias como Cass, ni con las mexicanas ni las afroamericanas. Lo volvían loco todas por igual. Amaba a los perros y sobre todo a los gatos, de los cuales tuvo bastantes y le dolía mucho, como si fueran sus hermanos, cuando alguien les hacía daño. 

No tenía ningún problema con los homosexuales, ni con los latinos ni con inmigrantes de ningún género. Llegaba a quererlos a todos ellos y se lamentaba con el mismo dolor por unos y otros cuando partían.

martes, 27 de enero de 2015

LOS SIGNOS DEL ZODIACO Y ALGUNOS ARCANOS MAYORES DEL TAROT






Hay todavía una emanación del Sol más atenuada.
Se nos presenta esta como la Luz Zodiacal,
un débil resplandor que se proyecta
desde aquel a la lejanía…
La Luz Zodiacal evidentemente representa
 una nube de forma de lente
de alguna materia muy rarificada,
que aparece como una segunda aura
o aura exterior del Sol
que se extiende hasta tan lejos
que alcanza la órbita de la Tierra.

(RODNEY COLLIN –El Desarrollo de la Luz)


A mi amigo Javier de la Torre, quien me introdujo en la Astrología.


1.  De los primeros pasos en el Tarot, hacia la Numerología y después a los Contenidos Astrológicos de los Arcanos

Aprendí a leer el Tarot desde los 22 años de edad. Nunca tomé curso alguno, además de los innumerables libros y artículos electrónicos asimilados con la finalidad de profundizar en su historia y el significado de cada carta. Desde entonces no he dejado de interpretarlo, tirar sus cartas y enseñar a otros a manejarlo. El Tarot es un maestro que te  enseña cada día cosas nuevas, produciendo una experiencia íntima que permite avanzar en niveles profundos de significación de las imágenes, a partir del progreso en el conocimiento de uno mismo. Imagino que una experiencia semejante deben sentir quienes dedican su vida completa al estudio de la Kabalah, de antiguos sistemas de Magia Ancestral, o de las escrituras del Nuevo Testamento, pues todos ellos, incluyendo el Tarot, constituyen Libros Sagrados, es decir textos que prácticamente se encuentran vivos y dialogan, cobran vida, realizan nuevos planteamientos cada vez a quienes se dedican con devoción a ellos. Cuyo estudio no finaliza jamás.

El primer Tarot que tuve en mis manos fue un Rider White, producido por un sabio inglés  y una de sus alumnas más allegadas a finales del siglo XIX. Este mazo de cartas fue popularizado enormemente en los Estados Unidos por la New Age y la moda Hippie de finales de los sesenta e inicios de los setentas. Sus miembros experimentaban con drogas psicodélicas, arte, yoga y algunas disciplinas esotéricas como el Tarot, las Runas, el I Chin. Suerte semejante tuvo la astrología, de la cual se hablará en seguida, quien vivió un proceso de enorme popularización junto con el Tarot luego de la oleada hippie y los movimientos orientalistas y psicológicos en Norteamérica, sobre todo en ciertos sectores de Palo Alto California, desde donde se extendió hacia el resto de la Unión Americana. Después por toda América Latina.

A tal grado fue popularizado el Tarot de White en esos años, que en la actualidad, para una inmensa mayoría de personas y del imaginario colectivo, el único modelo genérico de Tarot es el de Rider White.

El Rider fluyó en mis manos desde los primeros días y me permitió desarrollar la habilidad de manejar las cartas y entender sus símbolos casi de inmediato, como si lo supiera de antemano.

Siempre recomiendo a quien se va a iniciar en el conocimiento del Tarot  o a quien no tiene antecedentes previos en él, comenzar primero con el estudio del White, antes de pretender sumergirse en otros tipos diferentes de mazos. Debido a su sencillez y a la explicitud de sus símbolos. Los cuales prácticamente le indican por sí solos al aprendiz, la dirección de la lectura y sus contenidos.

Durante 10 años el Tarot White fue mi instrumento de trabajo, mi confidente, a veces mi único amigo.

Luego surgió mi interés en el valor psicológico y secreto de los números. El Tarot Rider White no daba para más: su concepción numerológica es demasiado pobre. Se había terminado con él una etapa importante de mi vida, entre los 20 y los treinta y un años de edad. El Tarot White posee una limitada concepción numerológica, aunque algunos de sus defensores, pues hay quien toda su vida trabaja con él, sostengan lo contrario. Números como el 5, 6, 8, 9 son abiertamente negativos en el antiguo sistema en que se basa su cronología. Lo cual constituye más bien un prejuicio conceptual e incluso sexista por parte de sus estudiosos. Una visión muy machista, en detrimento de la energía femenina que tanto hombres como mujeres poseemos es la que rige el valor numérico de sus cartas. Probablemente porque los principales especialistas de la Golden Dawn, a dónde pertenecía White, eran varones.

Entonces llegó a mis manos el Marsella y un nuevo lenguaje para entender los rostros y las miradas se abrió. También con los números, pues el Marsella le brinda el valor justo a números que son francamente femeninos como el 5, el 8 y el 10.
Cuatro años de trabajo con el Marsella, que aún me sigue pareciendo un gran maestro que puede enseñar bastante, y llegué al Tarot de Toth, creado por Alesiter Crowley, el cual le brinda bastante énfasis a los números cinco, a los Caballeros y a las Reinas. Pero sobre todo a los aspectos astrológicos del Tarot.

De tanto darle al Toth, en los últimos meses del 2014 comencé a sentir un interés mayor en la Astrología en los últimos tiempos. Jamás había prestado demasiada atención a los signos del Zodiaco.

La astrología es sumamente antigua, sus orígenes se pierden en los imperios más antiguos de la humanidad: sumerios, persas, mayas, chinos.  Durante la inquisición fue prohibida y desapareció prácticamente de Europa, para luego ser reintroducida en el Renacimiento por algunos sabios como Paracelso, Giordano Bruno, Eliphas Levi, etc.

2.  Correspondencias psicológicas y simbólicas de los signos del Zodiaco y algunos Arcanos del Tarot

Desde los más antiguos interpretes del Tarot se había observado correspondencias indiscutibles entre el sistema de la astrología y algunos de los arcanos del Tarot, si no es que la mayoría de ellos. Particularmente, con los arcanos mayores del Tarot existe un paralelismo indudable, sobre todo entre los signos del Zodiaco y algunos de sus símbolos. Otros de ellos, de los que no hablaremos hoy ni en este espacio corresponden también con el lenguaje de la Astrología pero particularmente están relacionados con los planetas: el Sol, la Luna, etc.

A continuación presentamos la correspondencia entre los 12 signos zodiacales y algunos arcanos mayores, para los interesados:
1.    Aires=El Emperador: Autoridad Espiritual, Equilibrio Mental, Liderazgo, Dominio del Mundo Material y Económico
2.    Tauro=El Papa: Abridor de Puertas para Sí mismo y otros, puertas del mundo material y 
espiritual. Es un Guía Espiritual, un Chamán, equilibrio entre materia y espíritu.
3.    Géminis=Los Enamorados: Autoconocimiento, Auto-amor, Gran Intelecto, Viajero, interior y externo. Reconciliador consigo mismo
4.    Cáncer=La Luna: Muy Emocional, Tradicionalista, Fecundidad. Tranquilo, Espera con paciencia.
5.    Leo=La Fuerza: Autocontrol, Equilibrio Mente-Cuerpo, dominio del Animal Interior, Superador de Grandes Obstáculos con éxito
6.    Virgo=El Ermitaño: Introspección, Cierra Ciclos internos, rompe con el pasado, cierra puertas, ayuda a otros a cerrarlas, sana el pasado. Racional.
7.    Libra=La Justicia: Comunicadores a más no poder, saca por medio de la palabra todo lo interno.
8.    Escorpio=La Muerte: Emociones intensas, barre todo lo que no sirve, prepara el terreno para los cambios.
9.    Sagitario:=La Templanza: Armonización y Equilibrio de fuerzas, a veces opuestas, horizontes lejanos, filosóficos y estudiosos.
10. Capricornio=El Diablo: Profesional, responsable, se deja llevar por las apariencias, leal, cariñoso, arriesgado, rebelde.
11. Acuario=La Estrella: Humanitario, tranquilo, sereno, emocional

12. Piscis=El Colgado: Sacrificio, arriesgado, tiene una meta a largo plazo y sabe que la conseguirá.

martes, 11 de noviembre de 2014

EL MUNDO QUE CONOCEMOS: La Historia del Psicotarotista



El Hombre o el Microcosmos, la Unidad,
Es el principio de todos los mundos.

(GÉRARD DE PAPUS –El Tarot de los Bohemios)



1.

Las dificultades debidas a su situación económica y la desesperación de los últimos tiempos, le hicieron acudir de nueva cuenta a su viejo Tarot: un Ryder White medio despintado de tanto uso que guardaba dentro de una bolsita hecha con un calcetín. Cuando niño lo pidió a su padre como regalo en un cumpleaños y aprendió a leerlo por su propia cuenta, con una facilidad sorprendente, tan sólo admirando las imágenes en las cartas. Más tarde descubrió que desde tiempos antiguos los especialistas las llamaban arcanos, porque cada una de ellas poseía un secreto, el cual era preciso develar.

Las imágenes de los arcanos lo sedujeron e inquietaron, pero sobre todo en sus números, encontró desde la edad de diez años, una magia desquiciante de la que ya no podría desprenderse. Sin quererlo y sin saber, se encontraba en el umbral de una antiquísima ciencia, practicada por Pitágoras, Platón, Gérard de Papus, Aleister Crowley, Piotr Ouspensky y muchos otros desde los albores de los tiempos.

Se las leía a sus tías abuelas, medio brujas, cuando menos en la apariencia: mujeres hoscas y burlonas, con los ojos brotados por el hipertiroidismo, la nariz deformada debido a los trastornos del corazón y los riñones, verrugas y manchas en sus rostros y manos, producto de la senectud. Eran muy buenas con él a pesar de su aspecto tenebroso:

“Léenos las cartas hijo…” Le pedían cada que una nueva reunión familiar congregaba a todos los miembros del clan. Sus padres nunca estuvieron del todo de acuerdo, debido a su catolicismo, que prohibía por decreto, todo cuanto se pareciera a los juegos de azar, las mancias y la brujería.

Y él procedía a extraer su calcetín  color rojo y blanco de rombitos con líneas azules que siempre llevaba consigo. Mostrando en su rostro un tono severo que a veces atacaba de risa a sus familiares y en otras ocasiones también los asustaba por la precisión de sus predicciones y la habilidad con que podía exponer el alma de aquellos que se atrevían a solicitarle una consulta de Tarot.

Con los años y sobre todo con su ingreso a la Facultad de Economía, el viejo Tarot White quedó almacenado y relegado en el fondo de su cajón del escritorio. La pasión por los números se había transmutado en toda una vocación y un carisma que le arrastró a querer dedicar su vida entera a ellos. Leía, hacía ejercicios  de cálculo y practicaba todos los días en su desgastado libro de Álgebra de A. Baldor, el cual adoraba con toda su alma. Gracias a su habilidad numérica pudo ingresar con el primer lugar en el examen de admisión a la escuela de Matemáticas y Economía.

Mientras aún era estudiante fue llamado por el Banco Nacional  para trabajar como asesor financiero. Se enfocó en realizar fuertes cálculos matemáticos que pretendían anticipar crisis económicas o decidir el rumbo de las inversiones a las que se dedicarían los capitales del país.

En todos esos años nunca tocó el Tarot.

2.

Su amor por los números tan sólo era superado por el amor que sentía por Heréndira. Se conocieron en la video sala de la biblioteca de la Universidad mientras asistían a la proyección de una película muda en blanco y negro. Ella lo miraba de reojo y fingió dejar caer su bolso cuando pasó cerca de él, para obligarlo a interactuar y derretir su congelamiento.

El joven Psicotarotólogo quedó prendado de ella con una fuerza análoga e incluso más fuerte que la que le unía a sus números.

Con ella compartía el gusto por el ajedrez, el cine y la música de los Beatles. Heréndira estudiaba negocios internacionales, pero nunca se encontró demasiado interesada por las materias de la Universidad. A ella le gustaba mucho pasar las tardes con él jugando al ajedrez, mirar películas y escuchar una y otra vez el álbum Rubber Soul de los Beatles, sobre todo las pistas Nowhere Man e In My Life. Solía decir que entró a la Facultad tan sólo para encontrarse con él en uno de aquellos eventos culturales.

Se casaron apenas pocos meses de haber terminado la facultad. El trabajo con que ya contaba el Psicotarotista les permitía darse una vida bastante relajada, se dedicaron a viajar, a escuchar música y a ir al cine durante los primeros años de casados. Sus dos hijas mayores llegaron y todo parecía estar tranquilo y estable.

Pero las  vicisitudes económicas no tardaron en presentarse. Uno de sus jefes resultó implicado en un enorme desfalco financiero, el Psicotarotista no fue culpado, pero al ser juzgado su jefe, se le obligó a presentar declaración ante el juez y de ahí a una escalada de eventos que le llevaron a quedar desempleado sin justificación.

Hasta entonces había dedicado todas sus fuerzas a trabajar de una manera honrada y sin adjudicarse un solo peso o dólar que no fuera de su pertenencia. Aunque las tentaciones económicas estaban a la orden del día por la naturaleza de su trabajo y las cantidades estratosféricas de dinero que manejaba, hubiera sido fácil hacer desviar una insignificante parte de todo el capital que ayudaba a movilizar todos los días. Sin que jamás nadie se diera cuenta.

Del último embarazo de Heréndira nacieron las dos hijas pequeñas: dos gemelas bellísimas, con ellas se fueron también los últimos ahorros. El resto del dinero se había invertido en pagar las mensualidades de una amplia casa que Heréndira adoraba. El Universo entero parecía conspirar para encerrarlo en una trampa sin escape. Por una parte se sentía bendecido al tener a su lado cinco hermosas mujeres, por otra, las posibilidades económicas y de trabajo se esfumaban a cada palmo.

El Psicotarotólogo pensó que sólo era una crisis temporal, juraba que a las semanas se estarían peleando por él diversas empresas e instancias gubernamentales para darle un nuevo trabajo. Su perfil y su currículo como experto en matemáticas no tardarían en llevarle incluso una oportunidad laboral mucho mejor.

Los meses transcurrieron y nadie lo llamó para darle ningún trabajo, tampoco hubo respuesta a las solicitudes que todos los días enviaba a diversos organismos de la iniciativa privada y pública.

Pensó en emigrar a Australia, tenía un dominio superior de los idiomas, particularmente del inglés y el italiano.  Aprobó los exámenes de conocimientos y fue admitido para un programa de enseñanza del español, álgebra, cálculo e inglés a inmigrantes, pero pronto desistió del proyecto. Cuando todo se encontraba prácticamente listo para su viaje a Sídney, se enteró que no podría llevar a Heréndira ni a las niñas consigo, pues el programa se restringía tan sólo para personas solteras o sin familia. La posibilidad de permanecer en un continente tan lejano más de cuatro años, en un programa sin su esposa e hijas ni siquiera existía. Prefirió asumir el periodo de crisis económica con valentía con tal de estar cerca de su familia.

3.

Sin embargo, aquel que conoce la ley espiritual
no se deja engañar por las apariencias y se regocija
mientras está “todavía en cautividad”.
Esto quiere decir que persiste en la verdad
y que da gracias por todo aquello que se ha cumplido,
por todo lo que ya ha recibido.

(FLORENCE SCOVELL SHINN –El Juego de la Vida y Cómo Jugarlo)


Entonces desempolvó su viejo Tarot de White. Hizo sus primeras lecturas en años en la terraza del café de una amiga de Heréndira. Doscientos pesos limpios cayeron en su bolsillo en las dos horas iniciales, cosa que no sucedía desde hace meses; la cantidad se triplicó en la segunda hora. Contó poco más de un año desde la última vez que recibiera algún ingreso a cambio de sus conocimientos. Desde entonces habían vivido estirando los últimos ahorros de su trabajo en el banco.

La gente comenzó a buscarlo no sin cierta premura, en poco tiempo tenía todas sus tardes ocupadas en la terraza del café, leyendo el Tarot a diferentes personas.  Y es que desde niño, el Psicotarotista poseía gran sensibilidad para captar los rincones más oscuros del alma de sus consultantes, tan sólo al extraer una sola carta. Sus ingresos no eran muchos, pero sí suficientes para sustentar los múltiples gastos que representaban la manutención de su mujer y las cuatro niñas, que crecían cada vez más todos los días.

La dueña del café, al ver el éxito del Psicotarotólogo, decidió buscar y contratar a dos tarotistas más, aumentó la cuota por el costo de lectura y transformó su negocio en todo un centro para lectura de mano, cartas y restos de café.

El Psicotarotólogo se encontró en apuros económicos de nuevo, al tener que competir con otros lectores de cartas y adivinos de poca monta, los clientes que llegaron tuvieron que dividirse entre tres o cuatro expertos. Sus ingresos recién logrados se redujeron hasta una cuarta parte.

Decidió comenzar a leerlo por su propia cuenta anunciándose por Internet y repartiendo tarjetas por doquier. Renunció definitivamente al café, era la segunda vez en poco tiempo que se veía obligado a saltar en el vacío y la incertidumbre económica y psicológica, sin la seguridad de un sueldo fijo.

4.

Se le ocurrió, como por inspiración divina, dar el primer golpe importante y certero en su pequeño negocio. Como tenía bastantes conocimientos de matemáticas y lógica avanzada, decidió programar una página electrónica para leer el Tarot desde su computadora, en la comodidad de su casa. Continuó leyendo el Tarot a algunos clientes que lo siguieron del café en una pequeña oficina adaptada en la biblioteca de su sala. Con las ganancias logró sobrevivir algunas semanas más.

En un punto de su trabajo, decidió que no se conformaría con una simple página electrónica, de las que proliferaban en la Internet, la mayoría de ellas sin un sustento psicológico ni matemático adecuado. Patrocinadas por estafadores, mercachifles y gente que sólo deseaba engañar e ilusionar a los demás, enriqueciéndose con su ignorancia.

Debía ir mucho más allá, programando todo un sistema automatizado que leyera el Tarot, utilizando al mismo tiempo todos los Arcanos Mayores, todos los Menores, la totalidad de los símbolos y la Numerología completa del Tarot. Sin la necesidad de una persona que interpretara y emitiera respuestas al cliente.

Se puso manos a la obra y avanzó muy rápido. Con las primeras pruebas de inicio, el Sistema pudo realizar lecturas e interpretaciones por sí mismo a quien quisiera, a tal punto que igualó y casi sustituyó, según la perspectiva del Psicotarotólogo,  al mejor tarotista o experto en las cartas.

 Para construirlo utilizó modelos de Lógica Difusa, Teoría del Caos, Matemáticas Infinitas, Pensamiento Complejo, Sistemas de Mundos posibles de la filosofía y la lingüística, incluso retomó y aplico la Psicología Profunda de Carl Gustav Jung y la Teoría de los Mitos de Joseph Campbell. Se propuso crear un sistema numérico único y preciso que sustituyera en la computadora o el teléfono móvil del cliente, al mazo de cartas real y la interacción cara a cara con el tarotista.

Orgulloso por su logro, bautizó a su sistema: Tarotpsidra, en honor a uno de los geniales conceptos de Joseph Campbell de su libro: El Héroe de las Mil Caras.

5.



La primera gran tentación. La cual podría simbolizarse con el arcano XV, El Diablo, símbolo  y energía universal perteneciente al Tarot. El cual representa las pasiones que pueden esclavizar a los hombres.

De más está decir que el sistema tarotístico computarizado fue todo un éxito. Desde que lo instaló en su página y lo montó en la Internet, comenzó a atraer clientes y a trabajar para su creador.

 Los consultantes sólo debían oprimir con el cursor de su computadora o con el dedo en la pantalla de su teléfono móvil, nueve botones que correspondrían a nueve cartas que Tarotpsidra luego procesaba automáticamente, para elegir de forma aleatoria nueve arcanos correspondientes. Sustituyendo con un modelo virtual, las leyes del azar.

Tarotpsidra emitía primero una interpretación preprogramada de cada carta, la cual siempre resultaba breve, concisa y contundente. Luego hacía una síntesis de la combinación de los nueve arcanos elegidos por el consultante, incluyendo consejos y recomendaciones personales, psicológicas, financieras e incluso espirituales que eran enviadas a su correo electrónico mediante un mensaje automático privado.

El sistema era simple en apariencia, pero muy efectivo.

Los clientes pagaban con tarjeta de crédito y los ingresos iban a parar a una cuenta en un país extranjero, perteneciente a un ex profesor suyo de la Universidad, que alguna vez le había permitido utilizarla para realizar ejercicios financieros. Cuando el profesor falleció, al Psicotarotólogo se le ocurrió depositar sus ahorros desde su cuenta nacional para aprovechar que en aquel país la economía le permitía lograr mayores ganancias por inversiones, aunque fueran pequeñas. Al parecer en aquel banco no se habían enterado de la muerte del profesor y creían que éste continuaba haciendo inversiones y guardando dinero en ella.

En aquella cuenta sus ingresos, que cada vez eran mayores, podrían rendir mayores frutos, además de que nadie detectaba los capitales que realmente entraban y salían de sus finanzas. Su finalidad también era evadir los mayores impuestos posibles.

Cada noche, a la una de la mañana, descargaba una cantidad moderada de capital de la cuenta en Suiza y la vaciaba en otra cuenta nacional, a nombre de su esposa. Un monto lo suficientemente discreto como para no llamar la atención del gobierno, pero bastante como para solventar todas sus necesidades y algunos lujos de su mujer e hijas. Cada mañana Heréndira retiraba el dinero que había llegado durante las madrugadas y procedía a dividirlo para realizar las compras y cubrir los gastos enteros de la casa.

Una noche, desde Suiza, que era donde se encontraba la cuenta virtual del banco de su profesor, cambiaron el código de acceso para ingresar o extraer dinero. Era un ejercicio habitual del banco para evitar el jaqueo y el uso indebido de las cuentas. Parte de sus políticas cotidianas. El Psicotarotólogo no estaba preparado, todos sus ahorros quedaron herméticamente encerrados, sin un posible acceso a ellos. La desesperación se apoderó de nueva cuenta de él.

Si el cliente deseaba recuperar su NIP, era preciso hacer una llamada telefónica o enviar unos datos muy personales. El psicotarotólogo no deseaba arriesgarse tanto,  intentando suplantar la identidad de su maestro muerto y exponiéndose a ser descubierto. Empero, necesitaba su dinero para sostener a su familia. De manera que utilizó a Tarotpsidra por primera vez para descifrar la clave de acceso a la cuenta suiza.

Escribió una pregunta en la página de inicio de Tarotpsidra: “¿Cuál es el número de acceso para la cuenta del profesor…?”

El Sistema procesó la entrada y tardó no más de diez segundos, emitiendo como respuesta seis números que aparentemente no tenían nada que ver el uno con el otro.

El Psicotarotólogo los copio e insertó en la página de acceso a la cuenta suiza. El sistema no tardó en ser vulnerado por Tarotpsidra y en segundos permitió su entrada a la cuenta del maestro y al dinero, como una prostituya hermosa y accesible que abría sus tentadores muslos, mostrando su sexo obsceno y antojable e invitándolo al pecado.

Se dio cuenta que Tarotpsidra podría ser usada, si se quisiera, para vulnerar cualquier cuenta o código de acceso, bancario o gubernamental.

Cabe aclarar que antes que el Psicotarotólogo comenzara a utilizarla y a guardar dinero, la cuenta se encontraba inactiva y sin un solo euro o dólar en ella. Al morir el profesor, sus familiares habían viajado hasta Europa para retirar el dinero personalmente, dejándola vacía. De manera que el Psicotarotólogo se cuidó bastante de no robar a nadie ni tomar un solo peso, dólar o euro que no fuera suyo.

6.

La idea de la resurrección es que la cantidad de fuerza
que tendría que haber sido utilizada erróneamente, y que fue sacrificada
desde nuestra más honda voluntad, reaparece en una forma superior
-esto es, en otro nivel- y empieza a crear otra forma de percepción interior,
de comprensión, de sentimiento, de pensamiento, del mismo modo
que un huevo puede convertirse en una cosa muy diferente,
en un nivel totalmente diferente.

(MAURICE NICOLL –Comentarios Psicológicos sobre las Enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky)


El mundo tal como lo conocían el Psicotarotista, su esposa y sus niñas, estaba a punto de cambiar.

El mundo que los albergó durante esos años se precipitaba a derrumbarse de nuevo.
Como Tarotpsidra trabajaba para él y se encargaba de atender a los clientes y cobrar por sí solo, el Psicotarotista se dedicó a leer todos los libros de su biblioteca, a disfrutar las mañanas y las tardes con Heréndira y las niñas. Su única responsabilidad era contabilizar las ganancias que producía el Sistema día con día y movilizar más allá de la media noche parte de ellas a la cuenta de su esposa para poder retirarlas.

Sobrevino un prolongado tiempo de tranquilidad que la familia supo aprovechar bastante. Se fueron diez años de holgura y relajación, sustentados por Tarotpsidra. Las niñas estaban muy contentas, estudiaban en un colegio privado y usaban ropa bonita, Heréndira tomaba clases de idiomas y de pintura. El Psicotarotólogo compraba todos los libros de matemáticas, cálculo avanzado, esoterismo, espiritualidad, teología, psicología, semántica y lógica  que deseaba, adquirió un hermoso piano de madera y procedió a estudiar música. Cada seis meses tomaban vacaciones, comían y compraban todo lo que deseaban.

Entonces llegó el momento de ingreso a la Universidad de su hija más grande. Decidieron que lo mejor era que la hija mayor estudiara en la Universidad Pública, del mismo modo que él y Heréndira lo habían hecho. La muchacha se preparó bastante, pero la carrera de medicina a donde deseaba ser admitida exigía un promedio del examen de ingreso bastante elevado. Demasiados aspirantes de todo el país hacían de la carrera de medicina un objetivo cada vez más inaccesible al que cada semestre había menos probabilidad de ingresar.

Su nombre no apareció en la lista de nuevos admitidos. La chica cayó en una profunda depresión y Heréndira desconocía la manera de consolarla.

El Psicotarotólogo recurrió de nueva cuenta a Taropsidra: por medio de ella encontró un código de acceso para las bases de datos privadas de la Universidad, ni si quiera lo pensó más de dos veces. Ingresó al banco de información exclusivo de la casa de estudios y por orden alfabético modificó los datos de los recién admitidos. Su hija quedó inscrita de manera automática.

A ellas les dijo que había establecido contacto con un antiguo cliente del Banco Nacional que tenía bastantes influencias y movió algunos papeles a favor de ellos. La muchacha y su esposa estuvieron muy contentas. El futuro de la hija mayor quedaba asegurado.

A Heréndira se le ocurrió comentarlo a una de sus amistades, cuyo hijo tampoco fue admitido a la carrera de derecho. Le pidieron el favor al Psicotarotólogo y este no pudo negarse a ayudar a aquellas gentes que no tenían recursos económicos para costear la carrera en una escuela privada.
Fue el inicio de todo.

Surgió en él un descontento con los gobiernos y las empresas trasnacionales por acaparar los recursos, el conocimiento y el dinero de todo el mundo y generar grandes cantidades de pobres  y analfabetas por doquier. Un enojo contra todo tipo de autoridad, institución, estado o iglesia.

Se dio a la tarea de ingresar a las bases de datos y cuentas  de diversos organismos nacionales e internacionales: bancos públicos, cuentas de empresas, magnates, trasnacionales, el Vaticano, petroleras, etc. Extrajo poco a poco grandes cantidades de capital de sus cuentas y con mucho cuidado las repartió en las cuentas bancarias de instituciones dedicadas a la beneficencia, la caridad y a repartir medicina y alimentos en todo el mundo.

7.

Aunque el juego de tomar el papel de San Nicolás y repartir obsequios para los más pobres le gustó de inicio, no tardó en sufrir también sus consecuencias.

Transcurrió otro año más sin que aparentemente nadie se diera cuenta de sus movimientos. Por las noches lo asaltaban terribles pesadillas en donde hombres vestidos de negro y azul con cascos militares venían por él y su familia. El miedo fue haciendo mella en su corazón, sobre todo empezó a preocuparse por la seguridad de Heréndira y las niñas, nadie sabía a lo que él  realmente se dedicaba.

Un buen día decidió cerrar a Tarotpsidra. Canceló los códigos y la página fue borrada de la Red.

De cualquier manera el Psicotarotólogo era difícil de localizar, nada estaba a su nombre, utilizaba un servidor virtual que cada diez minutos cambiaba la localización de su computadora y su identidad, como todo jáquer. Aún así, corría el grave peligro de que la Policía Cibernética o el FBI lo localizaran, grandes cantidades de jáquers, defraudadores y estafadores cibernéticos eran cazados todos los días y consignados.

Canceló todas sus cuentas de correo electrónico, tiró a la basura su ordenador y cambió su teléfono celular, era preciso tomar todas las medidas posibles. Para sobrevivir regresó las lecturas de Tarot cara a cara en su biblioteca. Tenían bastantes ahorros en la cuenta de Heréndira y él había desarrollado su clientela en vivo  en los últimos años. En ciertos medios era un reconocido consultor de Tarot, no necesitaba anunciarse ya en ningún lado, pues los clientes acudían a él  por sí solos, recomendando su trabajo. Nadie sospechaba que él había sido el creador de Tarotpsidra ni para qué lo utilizó durante un año entero.

Para entonces eran demasiados los movimientos ilegales que había hecho a diversas empresas, gobiernos del primer mundo e instituciones financieras de países desarrollados.
A los seis meses de haber clausurado a Tarotpsidra y cancelar todas sus cuentas electrónicas, creyendo que todo estaría ya olvidado, mientras acompañaba a su mujer a un cajero para retirar dinero e ir de compras al supermercado, varias patrullas se detuvieron repentinamente a su alrededor mientras intentaban subir a su camioneta. El Psicotarotista fue detenido, no sin cierto lujo de violencia, separado de su esposa y llevado en calidad de detenido.

8.

Apenas se le permitió hacer una llamada a Heréndira y sus hijas, explicando con breves palabras algo de lo mucho por lo que le inculpaban. A los tres días fue extraditado a los Estados Unidos, al parecer el FBI había conseguido rastrearlo hasta su ciudad y encontrarlo a través de la dirección de la cuenta de Heréndira.

Lo interrogaron durante meses en Washington, en una cárcel de máxima seguridad para prisioneros políticos y terroristas. El Psicotarotólogo no tardó en descubrir que la finalidad de su cautiverio  y detención no consistía en castigarlo por los desfalcos y las violaciones a la seguridad cometidas durante meses, tanto como por obligarlo a rebelarles los secretos de su Sistema. El gobierno americano deseaba utilizar a Tarotpsidra para violar la seguridad electrónica de otros países a su vez y para espiar a terroristas y enemigos de sus intereses.

En un momento dado, cuando el Psicotarotólogo presintió que si no colaboraba con ellos tomarían represalias contra su familia, les entregó el control de su Sistema, ya nada le importaba más que su esposa y sus niñas estuvieran bien.

Lo mantuvieron aislado durante cuatro meses, apenas pudo hacer un par de llamadas a su familia para hacerles saber que estaba bien.

Después de permanecer incomunicado muchas semanas, finalmente lo trasladaron a una prisión federal en California, acusado de fraude, robo y suplantación de identidad. De cualquier manera su sentencia sería solamente de tres años y medio. Pensaba para consolarse a ratos.

Se miró al espejo del baño de su celda y descubrió que su cabello había encanecido bastante en los últimos meses. Lo pusieron con los presos comunes, con el peligro de ser asaltado, violado o asesinado. Su hábil mente y su inteligencia prácticas pronto se pusieron a trabajar para lograr sobrevivir en ese medio nuevo y hostil. Debía encontrar también la manera de generar recursos económicos para mandarlos a Heréndira y sus hijas, su papel como esposo y padre no terminaba con el confinamiento.

La preocupación por la manutención de su familia siempre estaba presente, sus hijas seguían estudiando y desarrollándose, de ningún modo le alcanzarían a Heréndira los ahorros del banco por más que los estirara. Solicitó acceso a una computadora para trabajar leyendo el Tarot a través de una cámara virtual y reunir algunos fondos para emplearlos a su familia. El gobierno no le permitió ni siquiera tener acceso a ningún Tarot, ni a ordenadores, ni teléfonos móviles. Lo consideraban un sujeto de alto peligro que podría generar un verdadero caos con cualquiera de esos instrumentos.

Con páginas de papel reciclado procedió a dibujar de memoria un Tarot White, tal como lo recordaba, pues este era parte de su cerebro y sus células. En poco tiempo, sin que las autoridades de la prisión se dieran cuenta, comenzó a leerlo a sus compañeros de cárcel, no tardó en hacerse famoso dentro de ella y a ser solicitado por los más peligrosos individuos para una lectura.

Releía todos los días una Biblia, que era el único libro que le permitían tener en prisión. Para pasar desapercibido y ganarse el respeto de sus compañeros criminales, recitaba todo el tiempo pasajes de los Evangelios, de los Salmos y el Cantar de los Cantares, mostrándose ante los demás como un místico medio loco, con visiones religiosas que podían leer el Tarot con gran habilidad. De ese modo, trabajosamente, consiguió que nadie se metiera con él.

Logró con su trabajo reunir algunos recursos económicos nada despreciables de manera clandestina y los envió por correo a su esposa para sostener los gastos de la familia. Pronto hizo migas con los mafiosos rusos y estos le ayudaron a conseguir un teléfono inteligente. Con él trabajó todas las noches diseñando un nuevo sistema incluso superior a Tarotpsidra, uno de los capos rusos le ofreció un millón y medio de dólares a cambio del control del sistema con el fin de efectuar robos y fraudes electrónicos.

A través de sus mismos medios virtuales de siempre, logró recuperar la vieja cuenta suiza de su profesor, de la que nadie más que él y Heréndira tenían conocimiento. Cuando los rusos le pagaron lo acordado por el nuevo sistema, logró transferir sigilosamente toda la ganancia al banco suizo. Y cada noche, a través de su teléfono inteligente, descargar ciertas cantidades discretas de capital a una nueva cuenta de su esposa, para continuar con la manutención de la casa y la escuela de las niñas.

9.




Dos años y medio transcurridos dentro de la cárcel y sin ver a su familia, y la sentencia fue reducida por buen comportamiento. El gobierno norteamericano tenía planeas para el Psicotarotólogo. Le ofrecieron dejarlo salir de inmediato por tal de que colaborara con él en el FBI. Sería empleado de la institución a la que él había extraído un par de millones de dólares años atrás.

La oferta era bastante tentadora, sobre todo por el deseo de ver cuanto antes a su familia. Pidió una noche a los oficiales para poder pensarlo. Al mismo tiempo tenía otra oferta de un grupo de estafadores rusos y ucranianos para colaborar con ellos, desarrollándoles nuevos sistemas basados en numerología y lógica avanzada para vulnerar sistemas de seguridad. Si se decidía a trabajar con los últimos, recibiría una paga mucho mayor de la que pudiera darle el gobierno americano, aunque su condena se alargaría a casi diez años dentro de aquel lugar.

Pasó la noche meditando si por fin se pasaba del lado bueno y de los ganadores de este mundo, o si permanecía con los marginados y creadores de caos como hasta ahora había vivido. Lo primero significaba capitular por completo a lo que había sido durante años.
Las horas se hicieron larguísimas. El mundo tal como lo conocía estaba a punto de cambiar por completo de nuevo. Cogió su teléfono celular, desde ahí tuvo acceso a un correo electrónico bajo otro nombre, con el que se comunicaba con su esposa. Escribió un mensaje corto, bien redactado, preciso y contundente. Pulsó la opción de enviar y cerró como siempre su cuenta. Al día siguiente podría leerlo Heréndira. Apagó el teléfono y escuchó pasos aproximándose a su celda.

Una escolta de tatuados rusos, serbios-croatas, y prisioneros de origen eslavo lo esperaba en su entrada sonrientes y animados. Se puso de pie, guardo su teléfono en su bolsillo y se unió a ellos.

“Hoy te vamos a poner tu primer tatuaje, eres ya uno de los nuestros…”

Escuchó decir a uno de los cabecillas en un inglés cortado y rudo con acento croata. Siempre le atrajeron los tatuajes, pensó, aunque nunca se dio tiempo para ponerse uno.
Caminaron juntos  y descendieron una escalera hasta que sus pasos se perdieron en la oscuridad de la crujía, en la madrugada que aún no finalizaba.