Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

domingo, 27 de marzo de 2011

PRÍNCIPE SIN REINO: La orientación sexual subdesarrollada




¡Qué soledad, la del príncipe sin reino, la del hombre sin calor!
(GUILLERMO DEL TORO:  El Espinazo del Diablo, 2001)

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Aquel día Narciso se inclinó para mirar su propio reflejo sobre las aguas, fascinado ante su imagen, embebido consigo mismo. Olvidando el peligro que yacía entre los juncos y al fondo de las corrientes heladas. Se fue de cabeza. Precipitándose de golpe y perdiéndose para siempre  al caer sobre el río. Desde entonces la gente, en su sabiduría coloquial, hablará de Narciso para referirse a aquellos individuos poseídos por una perspectiva excesivamente centrada en sí mismos; enamorados de su imagen. Devorados por ella. Incapaces de ponerse, aunque sea por un instante, en el lugar de los demás.

Muchos siglos más tarde, Freud y algunos de sus seguidores hablarían del narcisismo, retomando el mito griego, como periodo de la infancia temprana, cuando la energía libidinal del niño es dirigida, más que nada hacia sí mismo. Es lo que conocería el psicoanálisis como narcisismo primario. Nada existe para el pequeño más que su propio mundo interior.

Cosa natural y necesaria en los primeros meses y años de vida. Pues todo es a partir de uno mismo, hasta cierto punto.

El caso del adulto narcisista, incapaz de orientar sus procesos mentales y su energía psíquica hacia otra cosa que no sea él mismo, sería conocido por los mismos psicoanalistas como narcisismo secundario. O sea, a lo largo del crecimiento mental y del desarrollo humano, la perspectiva del hombre adulto debe “des-centrarse” y descubrir el horizonte de los otros. De lo contrario sufrirá serios trastornos mentales y de adaptación al mundo. Algunas formas de esquizofrenia y de psicosis en general, consistirían según la visión analítica, en graves manifestaciones de energía psíquica dirigida no hacia el exterior y hacia los demás, sino hacia sí mismo.

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Funcional, es decir, fuera del manicomio, suelta y libre por el mundo, existe la personalidad narcisista. Mucho más común de lo que pudiese apreciarse desde un punto de vista no analítico.

Según algunos psicoanalistas (Caruso, Fromm, Lacan, Reich, etc.) todos poseemos un cierto narcisismo latente o manifiesto en nuestra personalidad. Aunque existe también la orientación de personalidad cuyo predominio es el narcisismo. Bastante diseminada y extendida en culturas individualistas como las nuestras: la orientación de personalidad narcisista pulula y se generaliza crecientemente en un mundo donde los triunfos personales y la vida vuelta espectáculo, aunque efímera, son lo más valuado.

Aunque no padece una enfermedad mental en el sentido estrictamente clínico que la incapacite del todo. Pero sí sufriendo, más que nada ni nadie, ella misma, la orientación de personalidad narcisista causa incesante dolor a quienes se encuentran cerca de ella.  La incapacidad de ver el punto de vista del otro, va empalmada con la ceguera ante los sentimientos ajenos. Siempre considera merecer bastante más de lo que posee en el presente. Sintiéndose por supuesto, mucho más talentosa, enigmática, interesante y lista que sus contemporáneos. A quienes aborrece y odia interiormente, aunque los tolera y se finge su amiga en ocasiones, por conveniencia y necesidad, volviéndolos simples medios para obtener lo que cree que un día, la vida, la Justicia Divina o el Buen Dios, de un modo u otro, le proporcionarán en recompensa por sus inmensos dotes. Por desgracia, decepcionándose en la mayoría de las ocasiones al no sentirse retribuida a cambio de aquellos  conocimientos, talentos y acciones tan anunciados. En algunas de las  formas de existencia humana más tristes y estériles que pueda haber.

Es tan poco lo que posee de verdad la personalidad narcisista. Ya que su rasgo característico es la mencionada perspectiva en exceso centrada en sí misma.

La orientación narcisista, sobre todo, es incapaz de darse cuenta que lo suyo es la verdadera miseria mental y cultural. Nadie puede aprender realmente nada ni crecer  en ningún sentido, si no supera su propio punto de vista para encontrarse con el de los otros. Y siempre existe alguien más experimentado, más diestro, más sabio y docto en cualquier área de la cultura, la ciencia, el arte o la vida. Alguien de quien se puede aprender sin lugar a dudas.

La narcisista es una orientación que se vuelve así cada día más pobre.

Para aprender es menester reconocer que el aprendizaje es necesario. Que los conocimientos y experiencias propias son insuficientes en un momento dado para resolver un problema o perfeccionar el propio desempeño. Que todos requerimos algún tipo de ayuda en ciertos momentos de la vida. La orientación narcisista se encuentra recubierta por una poderosísima coraza afectiva que le impide reconocer cualquier cosa. En el último de los casos, tenderá a atacar, intentar minimizar, incluso destruir y defenderse hasta el infinito antes de reconocer sus errores, miserias, debilidades y estertores psíquicos. Es una pésima paciente en el consultorio psicoanalítico.

La orientación narcisista se revuelca en su pequeñez cotidiana. Sufre la paradoja, por un lado, de experimentar lapsos de omnipotencia y superioridad; el mundo y los otros no son más que cosas a su alcance que ella puede manipular y moldear a antojo para su beneficio. Cayendo en otros momentos de igual intensidad emotiva, en ataques de inferioridad, negatividad, autodestrucción y reproche hacia el Universo, al no sentirse de ningún modo recompensada por todas aquellas virtudes, dotes, atributos y talentos innegables que cree poseer. Es ahí cuando se manifiesta su odio innegable hacia los demás y principalmente a sí misma. Y su envidia, porque aunque dice poseer todas las riquezas personales y aquellos talentos insuperables, la narcisista es una orientación dominada en grado sumo por una envidia bien disfrazada. No podemos evitar el recordar a Alejandro Magno, ya emperador, experimentando envidia en la ciudad de Corinto hacia el humilde Diógenes: filósofo socrático y limosnero. ¿Envidiar el emperador de Grecia a un modesto vagabundo? Dicen algunos que Alejandro el Grande fue uno de los hombres más infelices que hayan pisado la tierra. Cuando Alejandro le pidió al viejo maestro si le enseñaba parte de sus conocimientos, el buen Diógenes le dijo que lo aceptaría como su discípulo siempre y cuando abandonara sus tropas, sus pertenencias y su reinado para seguirlo. “En mi otra vida le pediré a Dios que me haga reencarnar en Diógenes”. Dijo el emperador antes de continuar su marcha a Oriente. Dejando al anciano con sus perros callejeros, bañándose en el río y burlándose de él.

El narcisismo es incapaz de abandonar pues, sus corazas. Cree que el mundo y la vida son sus pensamientos.

3

En la antigüedad decían que Narciso estaba enamorado de sí mismo. La gente suele creer que la orientación de personalidad narcisista se quiere por sobre todo a sí misma.

Bajo la óptica psicoanalítica, como se ha insistido, queda descubierto que la narcisista es una orientación la cual experimenta demasiado dolor emocional a su paso por este mundo. Es incapaz de descubrir que jamás será recompensada por lo que en realidad de ningún modo posee ni hace. No ama a nadie, mucho menos se ama a sí misma. Tampoco logrará nada mientras no abandone sus defensas poderosamente autoerigidas.

Todos deberíamos reconocer hasta cierto punto y hacernos conscientes lo más posible de nuestro narcisismo. Recomienda Fromm, si es que queremos aprender en verdad algo y crecer emocionalmente.

El androginismo, por otro lado, es uno de los rasgos característicos de algunas personalidades narcisistas. No se encuentra definido del todo en tanto a su orientación sexual. Puede oscilar de la asexualidad absoluta y el comportamiento de eunuco: auto-castrado, hasta la promiscuidad desenfrenada. No trata a sus amantes y parejas ni siquiera como objetos de deseo. Hemos dicho, lo que busca de los otros es el reconocimiento y la admiración sin fin.


En ocasiones se disfraza de Don Juan y juega a conquistar gran cantidad de mujeres u hombres. Pero no ama a ninguna de ellos, los disfruta poco, desde luego, tampoco los aprecia como amantes ni a su belleza exterior, menos a la interior. Lo que requiere es la constante confirmación de su supuesto atractivo personal, de sus talentos para seducir y de sus cualidades presuntamente amatorias y conocimientos de la vida. 


Por lo general son aburridas, dependientes y vacuas las parejas en turno quienes caen en sus garras. Las envuelve y se las lleva a la cama sólo en la búsqueda de sus halagos y admiración. Para aburrirse inevitablemente de ellas, desecharlas o ser desechado, e iniciar la búsqueda inagotable del mismo molde pasivo que lo alabará y admirará durante un cierto y breve tiempo.


Existen muchos tipos de mujeriegos, seductores y seductoras quienes no son narcisistas. Algunos bastante sabios, experimentados y apreciados por quienes han yacido con ellos. Ciertos amantes y buscadores promiscuos de amor, quienes aprecian por sobre todo los talentos y las cualidades, tanto físicas como emocionales de quienes se acuestan con ellos. 


En contraparte, el narcisista es incapaz de ver y menos apreciar a sus amantes: no siente a los otros, apenas los contacta. Lo que busca, repetimos, es la admiración sin cesar a su persona, la recordación sin fin de sus encantos y aptitudes por encima de todo.


Ni siquiera en el ámbito del arte, la cultura, la ciencia y el conocimiento, es capaz de amar lo que hace. Aunque aparente dedicarse a estas áreas humanas. Por lo general también las utiliza para captar las miradas, halagos y reconocimientos ajenos. Para conseguir variedad en sus compañías sexuales. Es triste, bajo la lupa psicoanalítica, descubrir que el verdadero y profundo motor de muchos presuntos artistas, pensadores, académicos y creadores, no es más que la búsqueda insaciable de fama, reconocimientoy poder. El perfil típico del Principe sin Reino quien es incapaz de querer a alguien o algo, ni siquiera a una idea, menos a sí mismo y a lo que hace. Menos aún de sentirse realmente cómodo con alguien o en algún sitio.

Al final, tristemente, Narciso será devorado por su propio reflejo insaciable; estrangulado por su propia coraza psico-afectiva. No podrá amar a nadie jamás, mucho menos a sí mismo, no podrá tampoco desarrollarse sexual ni afectivamente. Aunque vista el disfraz de hombre culto, refinado, experimentado y de cualidades arrolladoras.


miércoles, 23 de marzo de 2011

EL TATOO Y LA CONFESIÓN


Trival Eagle Tatoo (4bp.blogspot.com)

Durante muchos años culpé a mi familia de mis fracasos, 

de mi dolor, de mis angustias, pesadillas, crisis de pánico, 

cleptomanía, depresiones, etcétera.
Poco a poco me fui dando 
cuenta
de que nadie que no fuese yo era responsable 

del hecho de no encontrar el amor profundo en mí.

(CRISTÓBAL JODOROWSKY –Entrevista: El periódico.com 2009)


1

Lo apodaban el Monster Tattoo desde hace más de dos décadas, tiempo de experiencia que ostentaba como consagrado tatuador. Casi cumplía los cuarenta y cinco de edad, poco más de la mitad de su vida también dedicándose a perforar y trazar sobre la piel de sus clientes. Causándoles dolor y placer.

El primer tatuaje se lo hizo él mismo, utilizando una aguja calentada con encendedor y tinta, extraída furtivamente de un bolígrafo cuando estaba en sexto de primaria. Comenzó a perforarse jugando, creyendo que no le saldría bien la imagen de aquella calavera diseñada por él mismo sobre el dorso de su púber mano izquierda. Imaginando se borraría con agua y jabón más tarde. Tras mucho dolor y limpiarse la herida en el baño, se dio cuenta que el tatuaje sí le había salido bien. Nunca más podría quitárselo. Con los años iría cubriendo sus muñecas, brazos, piernas, tobillos y antebrazos con nuevas imágenes trazadas sobre su epidermis. Además de tatuar a otros, como adepto fiel al tattoo, gozaría con el placer hiriente del pequeño taladro, la aguja y la tinta en su propio cuerpo. Se dejaría crecer el cabello largo y la barba de candado. Amante de la cerveza, de platicar con sus amigos y escuchar el rock de los noventas: Pearl Jam, Cranberries, Creed, Guns and roses. Su predilecto por encima de cualquier música.

2

Esperé cerca de una hora por los servicios del Monster Tattoo, mientras en su estudio, ubicado a una cuadra de la Catedral de la ciudad de Zacatecas, en pleno centro colonial de aquella hermosa urbe, una chica de dieciséis años se tatuaba bajos sus diestras manos la imagen de una mariposa en la muñeca izquierda. Un bello y diminuto insecto color azul, negro y amarillo de alas y antenas prolongadas.

Se escuchaba el sonido de su taladro, como el instrumento de un cirujano dentista desarticulando y moliendo el hueso de un maxilar enfermo, o perforando una muela putrefacta para realizarle la endodoncia. Uno que otro quejido o ay de su cliente. La chica se comportó valiente y a la altura de la prueba iniciática, a pesar de ser joven y de tratarse de su primer tatuaje. Por otro lado, su madre se encontraba a su lado, paciente y observadora, pues el Monster Tattoo exigía a los menores de edad ir siempre acompañados de sus padres o tutores.

¿Llamaríamos pacientes, consultantes, clientes, solicitantes, a quienes acudían a su estudio para perforarse la piel en la ciudad de Zacatecas? Los psicólogos nombran “pacientes” a su clientela, los tarotistas como Jodorowski les dicen “consultantes” a quienes acuden con ellos. El escritor busca “lectores”, el santo o el gurú se dirigen a sus “seguidores” o “adeptos”. En su caso, el tatuador, lejos de aliviar una herida física o psicológica, produce más dolor en sus seguidores y deja una secuela de vistosas pero ardorosas cicatrices que permanecerán por el resto de la vida en aquel cuerpo. ¿Cuál sería el nombre más adecuado para los fanáticos o jóvenes recién iniciados en el rito del tatoo? Por otro lado: ¿Qué es lo que atrae a la gente al consultorio o estudio de un tatuador?

Le dije al Monster Tatto que buscaba la imagen de un izcuintle: un perro de las culturas precolombinas para imprimirlo en la cara interna de mi brazo. En mi haber llevaba ya dos tatuajes más acumulados en el cuerpo. Cada uno tenía una historia de sufrimiento y pruebas de la vida sorteadas no sin mucho esfuerzo por parte mía. El primero fue un Buda que prometí tatuarme en el hombro derecho tras superar una depresión que me persiguió desde la adolescencia. Luego el rostro de un Jesús de Nazaret nada sufriente, sino aguerrido y a la vez noble. Mandado tatuar sobre mi hombro izquierdo cuando me salí de mi casa y aprendí a vivir solo y a torearme la vida por mi cuenta, sin culpar a nadie de mis fracasos. Ese año cumplí los 33 de edad.

El Monster Tatto comenzó a tatuarme un perro totonaca, extraído de una colección de imágenes tribales veracruzanas. Un lazo emocional y espiritual se consumaría entre mí y el espíritu de los canes a partir de entonces. El perro poseía una alta carga de virilidad y simbolismo sexual masculino. Muchos años estuve conflictuado con mi imagen paterna y erraba en mis relaciones con las mujeres. Finalmente conseguía en los últimos tiempos consolidar una relación estable con una chica. El tatuaje del perro indígena condensaba bastante de mi esfuerzo por hacerme realmente hombre y conseguir el amor sincero de una mujer.

A diferencia de los otros tatuajes, el del perro no dolió tanto. Mi consciencia no evadió en ningún momento la experiencia punitiva. Curiosamente, el dolor y el monótono chirrido del instrumento punzocortante y motorizado, activaron los sentidos hasta el punto de rememorar otros pasajes de mi vida en que experimenté con meditación profunda, ayunos y plantas psicoactivas como el peyote o la cannabis, donde el despertar de los órganos sensoriales hacía funcionar a mi cuerpo y mi cerebro con una lucidez poco usual.

El dolor y el autocastigo parecían proporcionar una perspectiva de la experiencia consciente, en la cual como iniciado, parecía transitar hacia un nuevo periodo de la vida. El tatuaje era la constancia de aquel tránsito ritual, físico y espiritual. Asistía y me sometía a la repetición de un rito milenario practicado por celtas, vikingos, esquimales, australianos, brahmanes, navegantes de las Islas del Pacífico y muchas otras culturas ancestrales.

Cuando los tatuajes que alguien se instaura en su epidermis carecen de una experiencia de vida que les sustente, así como de un simbolismo ritual que les brinde andamiaje vital, creo encontrarme ante una seria dificultad. Mucha gente entra en conflicto consigo misma tras tatuarse, pues resulta que la nueva imagen ya forma parte definitiva del cuerpo y puede convertirse en una entidad invasora. Algunos ingenuos piden borrarse los tatuajes apenas se los han colocado, otros llegan a entrar en fuertes depresiones y crisis existenciales al darse cuenta que el tattoo no era lo que querían. El tatuaje comienza a actuar igual que una entidad independiente, ejerciendo un poder real, que de no resultar bien direccionado y canalizado, puede producir consecuencias perjudiciales para un alma confundida que no se encontraba del todo convencida o emocionalmente preparada antes de ingresar al estudio de un tatuador como el Monster.

Por el contrario, cuando el tatuaje trazado es bien comprendido y asimilado por el adepto, su emocionalidad y su organismo, tras un proceso de sufrimiento e introspección, aquel nuevo ente puede actuar a favor de su portador. Igual a los “aliados” y los espíritus protectores, quienes fungían como guardianes de los iniciados en las culturas ancestrales.

3

Todo rito de paso de un período de la vida a otro conlleva un cierto grado de dolor, sufrimiento físico y mental. Para los antiguos, si no había dolor, el rito no servía. Se suponía que tras superar extenuantes pruebas, en las que algunos iniciados morían, huían, se arrepentían o retractaban, aquel quien salía victorioso había mutado y se convertía en un ser distinto, ya no era el mismo quien ingresó previamente a la prueba de vida. Se le asignaba un nombre nuevo, un nombre de miembro adulto de su comunidad, o finalmente, tras un largo peregrinaje, conseguía convertirse en brujo, maracame, hombre de conocimiento, tlamatini, hombre de poder, hombre medicina, hombre sabio. Ganaba el favor de algunos cuantos espíritus protectores o aliados, quienes le ayudarían en su labor espiritual y cotidiana.

Al experimentar el dolor físico ejercido por el tatuaje, la gente comienza a hablar y a confesar sus intimidades ante el Monster Tattoo. Él señala, ceremonioso, que de ningún modo acepta trabajar con gente que llega demasiado ebria o drogada a su estudio.

Sobre su mesa de trabajo descansa una inmensa colección de frasquitos con tintas de las más variadas tonalidades, con las que colorea los diseños de sus clientes. También hay decenas de agujas perforadoras de distintos calibres y grosores, las cuales intercala según lo requiere la fineza del diseño.

Ante el dolor comienzo a hablar compulsivamente yo también. En un inicio creía que su trabajo no dolería tanto, pero sí… No puedo evitar acordarme de una parte de las ceremonias asistidas por maracames de la etnia wirrarika, en los confines de la sierra entre Jalisco y Nayarit, donde cada uno de los brujos asistentes debe confesarse durante horas frente a los otros, antes de ingerir la planta sagrada, centro del ritual supremo. De lo contrario, el rito fracasará irremediablemente, pudiendo dañar no sólo a los asistentes, sino a la gente de la comunidad que cree y depende de ellos.

El Monster Tatto parece encontrarse bastante familiarizado con las confesiones y el hablar compulsivo de sus consultantes ante el dolor del proceso. Al mismo tiempo que me escucha con interés, mirándome fijamente a los ojos, frunciendo sus cejas gruesas y oscuras sobre su piel del mismo color o comentando lo que le digo, no deja de perder el hilo preciso y diestro de su arte sobre la imagen en mi brazo que casi está terminada.

De pronto irrumpe en el estudio su asistente, obligándonos a una pausa inevitable: una chica de edad preparatoriana con algunos tatuajes pequeños en los brazos. Es su secretaria y auxiliar, también está aprendiendo a tatuar bajo su tutela. Le trae un vaso repleto de cerveza hasta el tope con tapadera y un popote. Disfrazado de chocomilk.

“¡Es que ando bien crudo!”, dice el Monster Tatto. Y de pronto suelta una carcajada ronca, proveniente de lo más hondo de sus entrañas, como producida por el mismísimo Belcebú, acompañada de una aliento a éter y azufre extraído de los lugares más recónditos del Averno. “¡Anoche estuvo bien cabrona la fiesta!”, vuelve a decir el Monster.

Ahora soy yo el que no puede evitar carcajearse junto con él.


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sábado, 19 de marzo de 2011

KEN WILBER: PARA TODOS LOS AUTODIDACTAS DEL MUNDO



 
                    KEN WILBER (www.descifrandolaexistencia.blogspot.com)


La iluminación consiste precisamente, en salir de la película de la vida, despertarnos y despabilarnos. Porque uno es, y siempre ha sido –como ocurre en el cine-, el Testigo.  Pero cuando nos tomamos la vida demasiado en serio –cuando creemos en la realidad de la película- nos olvidamos de que, en realidad, somos el Testigo puro y libre y acabamos identificándonos con el pequeño Yo.

(KEN WILBER –Diarios)


1.

Los Diarios de Ken Wilber inician con una observación matinal en la cual narra que desde el amanecer, sus horas han transcurrido leyendo, estudiando y contemplando desde la terraza en su casa de campo la ligera brisa nevada, como una capa azucarada sobre los pinos en el bosque. Se levantó previamente a las cinco de la mañana y meditó durante una hora en la oscuridad, practicó algo de pesas y ejercicios aeróbicos, tomó un baño y un ligero desayuno vegetariano. Para luego transcurrir la mayor parte del resto del día leyendo, estudiando y practicando la contemplación.

Si se sigue con sus diarios, el lector puede darse cuenta que llegar a ese punto de la vida del escritor, en el cual puede dedicarse por completo y con tranquilidad, exclusivamente a lo que le gusta, no fue cosa sencilla. Antes debió renunciar a la tentación de la fama. Una fama que pudo seducirlo, alimentando su narciso, pero también secuestrar su privacidad y su vida independiente. Legiones de sus fans y lectores, así como miles de seguidores de la Nueva Era, se congregaban donde quiera que Wilber impartiera alguna charla, conferencia o presentara algún nuevo libro. El autor tuvo que reflexionar mucho sobre el rumbo que en delante debía seguir su vida, decidirse y ser tajante. Cuando sus libros comenzaban a hacerlo popular, prefirió dejar de dar conferencias, entrevistas y cursos, para dedicarse con exclusividad a lo que más le gusta: estar solo en su casa de campo, contemplar la naturaleza, cuidar de su jardín y de sus palomas, meditar, estudiar, escribir y leer. Recuperar en concreto, su vida privada.

2.

Demandas internas y externas a mí mismo, de un modo u otro, desde años atrás, pretendían maniatarme y obligarme a inscribirme como alumno de un doctorado. Desde que estudiábamos la licenciatura, existía el presunto deber de pasar apresuradamente a lo que seguía: una maestría. Terminé mi licenciatura en el año 2000. Siguiendo el camino amarillo establecido por las instituciones y los organismos reguladores de la educación y los colegios de profesionistas, ingresé en una maestría. En esos años, entre el 2001 y el 2003, mis compañeras de postgrado (yo era el único psicólogo entre ellas), principalmente docentes de la enseñanza del inglés, estudiosas de las letras, semiólogas, lingüistas y filósofas, se apresuraban por terminar lo más pronto posible con esos estudios e inscribirse en un doctorado, preferentemente en un país de habla germana o inglesa. No disfrutábamos el presente, no hacíamos más que pensar en el futuro y en lo que seguiría. Yo era parte de ese banco frenético de peses, sardinas y arenques ingenuos que se arrojaba a los abismos submarinos de una tentadora convocatoria para un posgrado de excelencia o una red de apoyos académicos. Con la promesa de que  a mayor preparación académica, gozaríamos de mejores ofertas laborales. ¡Cuán ilusos éramos!

Con la finalidad de prepararme para lo que seguía, afiné mis habilidades en el inglés, traduje muchos artículos y practiqué estudiando en voz alta en el idioma de Dylan Thomas y Charles Sanders Pierce, incluso con una Biblia anglosajona y un profesor particular muy talentoso y paciente.  Quien por cierto, también intentó secuestrarme para su iglesia bautista. Hasta estudié algo de portugués con unos discos y programas. Mis opciones apuntaban entre los Estados Unidos, Brasil o el Salvador.

Sobrevino en mí una insoportable oleada de tedio, malestar, insatisfacción y tristeza. Los artículos que escribí por aquellos años carecían de vida y de corazón. Reflejaban mi vacuidad y falta de experiencia vital. Eso sí, con la ayuda de algunos de mis profesores del postgrado, aprendí a plantearme problemas, a investigar, leer concienzudamente, analizar y sistematizar información. Mi voz de escritor, aunque hipnótica y sin alma, conseguía cada vez un poco más de claridad. Cuando menos había aprendido a darme a entender de manera escrita, aunque para mi pesar, aún con un lenguaje demasiado libresco.

Por otro lado comencé a decepcionarme ampliamente de la vida académica. Me alejé de ella y resolví tajantemente, hasta hoy en día, renunciar a la posibilidad de ingresar a un doctorado. Estudié vocalización y solfeo, comencé a cantar en cafés y restaurantes en compañía de algunos desilusionados sin rumbo, semejantes a mí. Llegué a profundizar en el género del bolero, Álvaro Carrillo y Manzanero fueron mis gurús durante esos años. Por nada del mundo abandoné el rock and roll. Escribí un libro de autoayuda y conseguí publicar algo por primera vez en una editorial comercial. Experimenté noches psicotrópicas: la cannabis índica se convirtió por aquellos días en una adorada llave, muy habitual, en la búsqueda de  conocimientos sorpresivos y novedosos, relajación fácil y carcajadas. Retomé la escritura de cuentos y novelas, abandonada desde mi adolescencia, cuando comenzaba la carrera de psicología. Aprendí a tocar nuevos acordes en mi guitarra, a cantar, a dibujar, a practicar yoga, a leer el tarot. Descubrí la lectura de Jodorowsky, Krishnamurti, Castaneda y Ken Wilber.

3.

Ken Wilber es hijo de un militar norteamericano. Se desilusionó del mundo académico institucional mucho antes que yo. Se inscribió en la carrera de medicina y desertó, después ingresó a la de química y también la abandonó. Dándose cuenta que en delante se erigiría en su propio profesor. Estuvo casado en una ocasión, se divorció. Durante nueve años trabajó como lavaplatos, sin abandonar una carrera autodidacta como escritor de filosofía y psicología transpersonal. Leyendo por las noches acerca de todos los temas posibles, copiando  a mano, palabra por palabra cada una de las obras del psicólogo inglés Allan Wats, con la finalidad de convertirse en escritor. Volvió a casarse con Treya, una chica elegante y delicada a quien conoció en una cena en casa de amigos. Para entonces comenzaba a ser un escritor cada vez más popular. Tenían apenas unas semanas de conocerse cuando resuelven casarse. A los diez días de su boda le diagnostican a ella un cáncer de mama. El escritor y psicólogo resuelve consagrar su vida a cuidarla. En delante comenzará un doloroso proceso en el que a la vez estudia, escribe, cuida a su esposa convaleciente y lucha por fortalecerse física y mentalmente. De dicha experiencia surgirá el libro: Gracia y Coraje, donde Wilber relata el proceso de la enfermedad de su mujer, mismo que desencadenará en la muerte de ella.

4.

En estos momentos de mi vida me impresiona mucho la biografía y la obra de los científicos y los artistas autodidactas. Sobre todo aquellos que han logrado evadir las trayectorias académicas que todos conocemos: licenciaturas, maestrías, doctorados, pos-doctorados, dentro de alguna institución oficial.

Wilber lee, investiga y redacta sus obras bajo un plan preciso y planeado con meticulosidad. Pasa hasta seis meses leyendo toda la bibliografía posible sobre un tema, ejercita su cuerpo, que es envidiablemente fuerte y esbelto para los poco más de sesenta años de edad con que cuenta. Practica la meditación con unos electrodos instalados sobre su cráneo calvo. Pretende explorar no sólo por experiencia personal los niveles profundos de la actividad eléctrica cerebral, sino generar evidencias concretas sobre los estados alterados o inusuales de la mente.

En sus años como asiduo de escuelas de yoga, misticismo, sufismo y demás, así como del fruto de sus riquísimas e incontables lecturas y viajes, ha formulado la teoría del Testigo. El Testigo es un contemplador activo-pasivo que vive en cada uno de nosotros, estando presente en todos los estados de conciencia de cada persona, desde que amanece hasta que anochece, incluso a lo largo de cada una de las fases biológicas del sueño. El Testigo es un observador amoral, amoroso y calmado que existe en lo más profundo, por debajo de la basura cognitiva y de pensamientos que nos abruman al 99% de los mortales, quienes no estamos acostumbrados a aquietar y brindarle direccionalidad a la mente. Quienes vivimos llevando a cuestas la acompasada y molesta carga de nuestras vivencias personales y de una experiencia del día a día con la que nos es imposible dejar de identificarnos.

Mediante años de práctica en la meditación, llega un punto, según se lee en los diarios personales del autor, en que se deja de vivir en medio de un divorcio entre la vigilia y el sueño, la conciencia y lo inconciente. El meditador experto, quien vive en contacto incesante con su Testigo, deja de sentirse identificado con el dolor, el placer, la indiferencia o el sufrimiento. El resultado de ello no es una apatía general ante las emociones, sino una capacidad de vivirlas a mayor plenitud, pues se deja de creer que uno es lo que siente. Conectándose por el contrario con un estado de vacuidad serena y calmada, un Silencio, como el de Budha. Sabiendo que todos los estados emocionales y las circunstancias personales, por problemáticas que lleguen a parecer, son transitorias. No quedando más que el No Nacido, el Silencioso, el Testigo. Gracias al cual el iniciado se convierte en invulnerable,  en sutilmente indestructible porque no tiene nada que perder, porque se da cuenta que en el fondo no puede poseer nada, porque así nadie puede causarle ningún daño.


5.

En mi experiencia de vida y en mi trabajo como psicólogo, he colectado observaciones de personas, quienes lograron trabajosamente independizarse y emanciparse de sus padres, familias, así como de las instituciones a las cuales deberían estar ligados: iglesias, escuelas, empresas etc. Desarraigándose por completo, rebelándose, optando por vidas no convencionales en pareja, formas alternativas de fundar familia, de sobrevivir, de crear y obtener ingresos. Mediante la autogestión, el autodidactismo, el trabajo libre e independiente. El arte y el trabajo por fuera de cualquier institución.

Paradójicamente, conforme estos individuos a quienes conocí lograban superar sus ataduras a la madre, al padre, fuese real o simbólico, personal o institucional, se ponían en un camino de crecimiento y fortaleza sin precedentes. Mientras más independencia emocional y fortaleza espiritual se ganase, mayores eran los frutos recogidos en la esfera de lo personal y afectivo. En el ámbito del espíritu, inabarcables. En lo monetario y financiero: suficientes, sino cuantiosos e incesantes.

6.

Ken Wilber terminó de redactar su libro Gracia Y Coraje a fines de un mes de Mayo. En el momento del último respiro de Treya, su esposa, caía una lluvia que de tan intensa parecía derrumbar el cielo. El proceso había sido por demás doloroso: más de cuatro años cuidando a su mujer convaleciente. Todos los rincones de su casa de campo en el estado de California fueron invadidos por el cáncer. Por otro lado, el escritor se había fortalecido mental y físicamente, sus libros le permitían vivir de las regalías sin depender de un salario institucional; se tenía principalmente a sí mismo. Colectaba cada vez un mayor número de lectores, leía sin parar, meditaba, escribía durante todo el día; practicaba la contemplación.


martes, 15 de marzo de 2011

JACK LONDON: PERRO SALVAJE HIPERACTIVO

Jack London de niño con un perro amigo suyo: (http://www.jazzvocesyfronteras.blogspot.es/)
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Se consideró amigo de los animales desde la infancia. En sus libros defendió no sólo a los seres del mundo animal, sino a los niños, a los obreros, a la gente de cultura afroamericana.
Aunque ya maduro, despotricó en tónicas fascistas contra la inmigración china de fines del siglo XIX, llamándola “la invasión amarilla”, como una enfermedad social según sus prejuicios. Hasta escribió un ensayo completo y lo publicó, atacando en él a los inmigrantes asiáticos. Participando, contradictoriamente durante su juventud, en innumerables huelgas que buscaban la creación de empleos tanto para nativos desocupados de Norteamérica como para ilegales de cualesquiera orbes en los Estados Unidos.
Críticas no dejaron de lloverle desde el lado feminista, acusándolo de misoginia, machismo, brutalidad literaria hacia el sexo débil y de brindar un papel más bien pobre a la mujer en sus historias. Empero, en vida no cesó de ayudar a sus ex esposas y ex amantes, tanto económica como moralmente, así como para que publicasen sus obras, en el caso de cónyuges escritoras.
Las especialistas en literatura de corte feminista no le tenían en muy buen concepto, regodeándose en el odio y la repulsa hacia sus libros. Por otro lado, sus parejas no parecen haberse quejado demasiado de él. Sus libros desbordaban una virilidad aventurera excesiva, rara en estos días en algún artista de hoy. Misma que debía producir cierta urticaria en las sensibilidades femeninas. Sería interesante conocer la opinión contemporánea de lectoras mujeres sobre la obra de Jack London en general.
Hijo bastardo de un astrólogo. Leyó una biblioteca completa en San Francisco durante su infancia y adolescencia. Fue su única escuela. Se embarcó en cargueros, trasatlánticos japoneses, balleneros franceses y barcos cazadores de focas. Buscó oro en Alaska; extrajo ostras del Pacífico de manera ilegal en un barco adquirido con los ahorros de su madre. Luego, al perder su precaria embarcación, se pasó del lado contrario, haciéndose policía naval y persiguiendo a los piratas de mariscos a quienes otrora idealizara.
Nunca en toda su vida cesó de leer. Caótico, anárquico, oscilante y desordenado lector. Marca de su autodidactismo. Lo mismo simpatizaba con Nietzsche, que con lecturas aparentemente opuestas al nihilismo, como Marx, Engels y Bakunin. Tanto socialista como fascista; creyente en un Superhombre, del mismo modo que en la emancipación del proletariado. Colaboraba en huelgas y sindicatos, a la vez que devoraba el Anticristo y Así hablaba Zaratustra. Individualista y ególatra, escribió muchos de sus libros sólo por dinero; del igual modo amigo de las masas y los trabajadores. Escritor amado por el pueblo; admirado por lectores de todas las edades. Iniciador a la lectura: muchos jóvenes y niños lo reconocerían como su primer autor de cabecera. Al mismo tiempo metafísico que un espíritu científico y fanático del conocimiento comprobable y empírico. Conocedor del darwinismo y el positivismo. Creyente místico en la sabiduría de la Madre Naturaleza. Titularía a una de sus obras más laureadas: El Llamado de la Selva, y no de otro modo. La historia de un perro cruza de San Bernardo y pastor alemán: Buck, quien tras ser secuestrado y vendido en Alaska, se convertiría en líder de una manada de lobos y perros salvajes.
Escribió su primera obra con intereses meramente comerciales, con la única y pragmática idea de vender sus pensamientos y hacerse rico con ellos. Y lo conseguiría. El bagaje de aventuras acumuladas en sus viajes y correrías de vagabundo, le serviría para poblar sus libros de personajes enigmáticos y originales, con quienes resultaba a sus lectores imposible dejarse de identificar. Así como de situaciones apasionantes para quienes vivían en las ciudades de Europa y los Estados Unidos, los que pronto agotarían las inacabables ediciones, tirajes  y reediciones de sus libros.

 
Jack London (www.hola.com)

2
Se imponía jornadas de escritura de más de doce horas al día. Redactando sin cesar una nueva obra tras otra.
Sus héroes sobradamente contradictorios al igual que él. Como aquel grumete en su novela El Lobo de Mar, quien es secuestrado por el Capitán Wolf Larsen en un barco cazador de focas. Viéndose forzado a abandonar una apacible vida como crítico literario en Londres, teniendo que aprender a defenderse y conservar su vida a toda costa al interior de aquel barco: El Fantasma, comandado por un hombre brutal. También Dragoninof, de Asesinatos L. S., un filósofo y asesino profesional quien funda una sociedad de matones a sueldo, discretos y silenciosos, capaces de escribir tratados científicos y de armar sofisticadas armas. Su ideal de hombre no era de ningún modo el intelectual universitario, el investigador de cubículo ni el roedor de biblioteca. Contrariamente, en sus historias se mofaba de los seres librescos. Su hombre prototípico sería una mezcla de filósofo, terrorista, viajero, inventor, líder sindical, empresario, trampero, novelista y agricultor. Alguien pulido en la batalla por la sobrevivencia diaria, al mismo tiempo que pensador, cultivado y reflexivo.
Intuía que bajo la lucha cotidiana por la vida y la superación de obstáculos aparentemente infranqueables, los seres, incluyendo a los animales, quienes fueron personajes protagónicos imprescindibles en sus libros, pulirían sus almas y las fortalecerían. Surgiendo de tal modo en ellos el amado Superhombre nietzscheano. Fusión plena de intelecto, acción y corporeidad.
3
En su etapa de madurez compró un rancho en California que ahora es museo. De manera autodidacta aprendió agricultura japonesa, abrevando, como sabía hacerlo, por su propia cuenta, en manuales y tratados de botánica y cultivos orgánicos orientales. Los especialistas dicen que fue incomprendido en su época, que el proyecto de su rancho se encontraba adelantado a su tiempo. Hoy en día hubiera sido bien calificado como productor sustentable o empresario consciente.
Le dolía que sus libros produjesen mucho más ganancias que sus cultivos y crías de ganado.
También gustaba de la bebida. No se sabe si la suya fue una muerte por alcoholemia o suicidio. Con prisa vivió, trabajo, viajó, bebió, leyó, escribió y amó sin tomar descanso alguno.
Dicen que cuando fue a Piamonte para una entrevista, portaba, expresamente, una camisa de franela a cuadros de minero. Destacando entre los aristócratas y artistas europeos por su rudimentario atuendo. Siempre supo mantener su imagen de hombre del pueblo y vagabundo, aunque sus libros ya le producían miles de dólares. Para dolor suyo, mucho más de lo que nunca obtendría por la producción de su fallida granja.

 Carlos Filiberto Cuéllar. Psicoanalista y escritor. Tiene publicadas: Histérica y Adorada: Cuentos de Psicoanálisis en México (Ed. El Aleph, 2006), Tristísima (El Aleph 2009), y Hombres de A pié: Dos Chamanes del Occidente Mexicano (El Aleph 2010). Su sitio web es. www.carlosfilibertocuellar.blogspot.com

jueves, 10 de marzo de 2011

EL PSICOANÁLISIS LIBERTARIO: Cortar el lastre del pasado


   Erich Fromm (laletradigital.com)

Todo desarrollo verdadero es un acto de rebelión personal.
Significa liberarnos de los que quieren gobernarnos la vida.
Siempre llega un momento en que el ser uno mismo
es cuestión de liberarse. Este es el meollo de todos los problemas:
si uno no lo  afronta, por haber capitulado, se dejará mangonear
 y manipular para siempre.

(ERICH FROMM – El Arte de Escuchar)


Para el doctor Raúl Páramo Ortega
Para el doctor Alejandro de Jerusalem
Dos psicoanalistas libertarios

1
Algunas especies animales, cuando se ven heridas en una parte de su cuerpo o sus miembros, instintivamente tienden a lamerse, morderse e incluso arrancarse el órgano dañado. Saben interiormente que aquella parte de su corporeidad, pese al dolor insoportable y mortal, debe ser retirada a toda costa. De lo contrario se infectará y podrá matarlos si envenena su sangre al descomponerse. Prefieren seguir viviendo por sobre todo, incluso a pesar de quedar lisiados o discapacitados para siempre. Todos hemos visto algún animalito cojo: un perro o gato, quien logra adaptarse exitosamente pese a la pérdida de una parte de su cuerpo. Los animales son fuertes ante el dolor y la muerte. Su actitud puede enseñar bastante a quienes saben observarlos y convivir con ellos.
Alguna vez tuvimos la oportunidad, tristemente, de contemplar a un fiero mastín, hermoso en todos los sentidos, quien al verse fracturado en su cadera tras ser arrollado por un auto, se echaba quieto y valeroso a esperar la muerte en medio de la carretera, aguardando a ser rematado por otro “animal” automovilista.
Otras especies, principalmente entre los reptiles: saben arrancarse la cola o una pata completa cuando ha sido dañada, y luego crecerla y desarrollarla nuevamente.
Ni qué decir desde el punto de vista emocional. Muchos animales se conduelen de las pérdidas psicológicas, sin dudas. Hemos visto pichones machos o hembras, refugiarse durante días, engrifados en sus nidos, sin moverse, cuando han perdido a su pareja, cazada por algún halcón o gavilán. Es común que las palomas permanezcan toda su vida con la misma pareja y probablemente la pérdida de la misma les afecte.
Los perros son bastante expresivos cuando pierden a su amo o algún amigo canino.
Bastantes especies animales se adaptan a las pérdidas con facilidad, los perros encuentran nuevos amos cuando fueron abandonados por sus crueles y antiguos criadores, y llegan a quererlos igual o más que a los primeros. Aprenden en muchas ocasiones a sobrevivir por su cuenta en la calle o el campo, encontrando su alimento y luchando por la vida. Sin ayuda humana alguna. Del mismo modo que los gatos, quienes a diario brindan sobradas muestras de independencia y adaptación.
Hemos observado por otro lado, a bastantes seres humanos morir de miedo o enfermar, nada más sacudirse un poco el tinglado de sus creencias, rutinas, dineros e inversiones materiales y emocionales.
El ser humano, por sus condiciones neuronales, psicológicas y socioculturales reacciona de manera no siempre “natural” del mismo modo que  logran hacerlo los animales ante el dolor. El dolor emocional se encuentra condicionado por la cultura en la que nacen los sujetos. Está de por medio lo que se valora y sobrevalora en las sociedades, que no siempre es lo mejor para la gente aunque esté dispuesta a morir por ello.
 En algunas culturas, la pérdida de un ser querido o de un amor, implican la muerte psicológica literal de sus “deudores”. Se llora en demasía la ausencia de sus semejantes. Todo en la cultura refuerza dicho dolor y recuerda la perdida irrecuperable.
Ni qué decir de las posesiones materiales, el dinero y las jerarquías de poder y política. En nuestra experiencia laboral en diversas instituciones, observamos a bastantes individuos languidecer y arrastrarse de miedo y sumisión cuando sabían que podrían perder sus puestos de funcionarios junto con la posibilidad de mandar y gobernar por sobre las voluntades ajenas. La pérdida de poder político y material asusta a algunas personas aún más que el perder la propia vida. Por eso venden la suya con facilidad a cambio de favores y posiciones en la empresa y la burocracia.
Luego se lamentan por sentirse enfermos espiritualmente y estériles por dentro. ¿Qué tipo de psicoanálisis podría servir a esta gente para curarla de ninguna otra enfermedad más que de sí misma? ¿Qué tipo de exorcista o reencarnación freudiana, de Buda o Sócrates puede ayudar en estos casos crecientemente numerosos?
El esperar milagros, para muchos pacientes, es lo mismo que esperar la solución imposible y la callada resignación a continuar por siempre iguales.
Dudamos que en el reino animal exista alguna especia capaz de intercambiar su vida por nada.
La gente parece ir cargando un lastre de rencores, amarguras, apegos, pérdidas, duelos, llantos silenciosos y muertes en vida de los cuales no le resulta nada sencillo desprenderse. Según Freud, incluso habrá que preguntarse si siquiera querrían liberarse de su cargamento de defecación emocional.
2
Algunos sujetos, en este caso, humanos, parecemos mucho más ciegos hacia el dolor emocional y físico. Más torpes emocionalmente, como retrasados desde el punto de vista de la inteligencia sentimental. No percibimos, o nos negamos a darnos cuenta cuando algo ha terminado, se ha perdido irremediablemente, se finalizó un proceso o etapa de la vida.
Es curioso como al cuestionarlas o preguntarles al respecto, algunas personas no saben precisar en lo absoluto cuándo se ha finalizado una relación de amistad, amorosa, fraterna o de trabajo. Normalmente siguen permaneciendo cerca de personas cuyo vínculo se rompió hace mucho tiempo, inscritos en instituciones de donde hace mucho debieran haberse salido, incluso huido, por su bien y el de todos. Pero no sabemos perder, no podemos arrancarnos fácilmente el lastre de relaciones y personas que nos hacen daño o a quienes lastimamos por no sabernos distanciar a tiempo.
¿Cuándo es el tiempo preciso para despedirse de alguien o de algo, cómo saber el momento justo en que una relación, proceso o etapa de la vida terminó por sí misma y es menester finiquitarla de la mejor manera y despedirse?
Una gran cantidad de gente ignora cuándo y cómo despedirse. Siguen unidos a relaciones matrimoniales, amorosas y amistosas durante décadas. Sabiendo interiormente, en el Inconsciente, que algo se acabo, pero permaneciendo a pesar de todo superpuestos, apegados, fusionados o anexados a lo que está muerto.
En alguna ocasión contemplamos a una paciente esquizofrénica quien se aferraba a su bebé, el cual llevaba más de una semana muerto. Arrullándolo, tratando de alimentarlo y cantándole nanas, aunque el olor de la descomposición del cuerpecito infectaba todos los rincones de aquel manicomio.
Por lo menos era el cuerpo de su hijito. Pero es una representación de lo que mucha gente atesora aunque ya no sirve, ya no es lo mismo, incluso apesta de tan muerto y podrido. Así se adhieren desesperados a los hijos muertos o ya adultos y casados. A los  propios padres aunque ellos mismos son padres de familia hace mucho tiempo, incluso abuelos. A amistades cuyo lazo se fragmento hace décadas, pero ahí siguen, lastimándose o aburriéndose. En matrimonios cuyos miembros simplemente ya no son ni buenos compañeros y cero amantes. En instituciones cuya dinámica funesta acabará desarrollándoles un cáncer o enviándoles al manicomio a mediano plazo.
IGOR CARUSO (CÍRCULO BRASILEIRO DE PSICOANÁLISIS)
3

En el psicoanálisis es lo mismo. Hemos conocido casos de pacientes que llevaban literalmente décadas asistiendo con el mismo psicoterapeuta o analista sin que la terapia les sirviera para transformar en lo absoluto sus relaciones sociales.
El caso de hombres  y mujeres quienes llevaban años con el mismo analista, pero sin romper en lo más mínimo una relación enfermiza con la progenitora o el padre. ¿Entonces qué hacían en la psicoterapia durante tantas horas, beber té y discutir poesía, intercambiar timbres postales? Y luego volvían a casa, hacían un berrinche a sus treinta años o más y permitían que mamá les lavara los calzones y los mandara a la cama.
Erich Fromm instaba a sus pacientes a rebelarse de sus padres y de las instituciones a toda costa.
Debe llegar, por lo menos alguna vez en la vida de todos en que debamos empacar las maletas, quemar las naves como hizo Hernán Cortés y largarse de muchos lugares porque no hay marcha atrás. Y es el único modo de crecer y ser congruentes.
Un buen psicoanalista es un insurrecto, un rebelde no sólo en la teoría sino en su vida personal. Ha tomado decisiones que lo convierten en consecuente con su teoría y con lo que predica. ¿Qué clase de resultados logrará un psicoterapeuta o psicoanalista quien aún no se ha rebelado de sus propios padres, es manipulado por su pareja e hijos, o vive como parásito institucional de alguna burocracia educativa o de salud? Seguramente este tipo de psicología sólo fomentará más dependencia y proporciona tranquilizadores paliativos. Probablemente hay muchas lágrimas y palmadas en su consulta y en el diván, pero pocos rompimientos necesarios, rupturas y adioses imprescindibles.
En estos casos el psicoanálisis no será más que teórico y quien lo padecerá, para empezar será el propio analista.
Igor Caruso, uno de los grandes psicoanalistas de izquierda así como Erich Fromm, anunciaban que ninguna revolución ni movimiento social serían verdaderamente propositivos, si las personas no se revolucionaban primero a sí mismas. De lo contrario, cualquier tipo de cambio social no sería a corto plazo más que una repetición de la misma dominación, la misma dependencia y decadencia, pero con nuevos y tiránicos protagonistas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

EL YO COLONIZADO

A mis amigos de la Zona Norte de Jalisco y Sur de Zacatecas.
Con cariño y gratitud. Always-forever-now.

Al niño se le impone ser otro ser. Desde sus cinco, siete, diez años, se le quiere amoldar al sarcófago social predeterminado a la mala. Se le obliga a realizar cosas que actuan contra él, a comer alimentos que odia. Deberá tragarlos sin degustarlos, aunque los mastique poco y desee luego vomitarlos.


No es el simple deber comer los vegetales y la sopa de habas, o realizar los ciertos deberes escolares y religiosos: apegarse a los ritos familiares y eclesiásticos, desgastados hasta la ignominia por la repetición sin sentido centenares, millones de veces sin que nadie los cuestione. Hasta el punto que ya nadie sabe porqué se realizan, en un teatro triste que nadie en el fondo se cree.

Las reuniones familiares los sábados en la tarde, cuando nos dan ganas de asesinarnos entre hermanos y primos; la misa robótica los domingos ante el cura andrógino y los sermones imprácticos e ininteligibles.

El besito a la tía abuela momificada; tener que dar la mano, como saludan los hombres, a los tíos que luego se reiran a sus espaldas porque el niño tiene una cabezota. Ignorando los antropófagos parientes, que las cabezas grandes, las frentes amplias y las orejas extendidas, son signo biológico de una inteligencia elevada y un sistema nervioso más evolucionado que el de sus huidizas frentecillas de cromañones y australopitecus. Las vacuas tareas escolares para entregarlas al profesor que abrió su último libro hace décadas: cansado y derrotado, quien ya no cree en absoluto en las posibilidades de desarrollo de sus estudiantes. Bajo la cómoda complicidad del siniestro funcionario educativo, quien es más una máquina insaciable de poder que un verdadero servidor de todos.

Se trata sobre todo, no de que coma por comer, de que asista a las fiestas y celebraciones de cualquier tipo, porque se le estima o deséa su presencia en ellas. Debe hacerlo porque todos lo hacen. No es de otro modo. Todo este montaje consiste en el calculado rito de iniciación, no para convertirse en un cazador hábil y astuto, adulto casadero, hombre de poder o caballero espiritual, al igual que en antiguos tiempos. Tanto como para que aprenda a tragar sin rechistar, ya no la simple y forzosa sopa de lentejas, sino la añeja mierda, largamente retenida y excretada en el intestino sus superiores en la oficina, el partido político, la asociación, la escuela, la universidad, la iglesia, la secta, la empresa y anexos.



La brillante psicoanalista Karen Horney, discípula de Erich Fromm, durante la década de los sesenta realizó detalladas observaciones sobre la manera como los adultos imponen a sus niños cosas sin sentido. Horney anotaba en repetidas ocasiones en su interesante estudio “La Sociedad Neurótica de Nuestro Tiempo”, que durante la infancia, los pequeños que ella psicoanalizó, sí alcanzaban a ser conscientes hasta cierto grado, de la incongruencia, necedad y locura de las imposiciones que les intentaban endilgar sus padres sin descanso. Varios menores, durante breves vistos de iluminación, consideraban a sus padres, con razón, tontos o estúpidos al observar cómo eran cómplices de tanto rito esquizofrénico y obligaciones sin sentido ante la lógica del sentido común más simple.

Y es que los adultos somos verdaderamente más estúpidos que muchísimos niños.

Pero esta consciencia es temporal. En pocos años, conforme su cuerpo y personalidad ceden ante los prefabricados moldes del sarcófago social, será imposible para él percatarse de que aquello que se le ofrece como pastel de las tres leches o pay de manzana, no es más que el producto de la defecación añejada de alquien quien considera tener un estatus social superior al suyo.

Con el tiempo, la incongruencia, la locura y la estupidez, a fuerza de tanta cucharada obligatoria y trago amargo, se vuelve parte de su Yo. Si no era malo como los adultos, comienza a comportarse y ser como ellos, hasta el grado de tener la potencia de superarlos y ser peor. Al fin, la venganza es dulce y nos amarga y mata al gestarla e idearla en nuestro interior.

Llega el punto en que el propio Yo ya no es mío, pero como los ritos de iniciaciòn fueron efectivos y las cucharadas de sopa y mierda numerosas e incesantes, se encuentra pleno de voluntades y fuerzas externas que le dominan, lo controlan y dirigen desde fuera.

El proceso de luchar contra aquellas fuerzas invasoras y colonizadoras y liberar al Yo, es arduo, tortuoso y mucho más grande que el número de palabras que pueda costar describirlo.

PG

El autor: Carlos Filiberto Cuéllar

Carlos Filiberto Cuellar. (Guadalajara, México, 1976). Es escritor y psicólogo. Sus novelas: Tristísima (Deauno.com, 2008) e Histérica y Adorada: Cuentos de Psicoanálisis en México (Deauno.com, 2007), además del libro de testimonios: Hombres de a Pie: Dos Chamanes del Occidente Mexicano, pueden ser consultadas en la página electrónica: www.amazon.com Su correo personal es: carneuro@yahoo.com.mx

jueves, 3 de marzo de 2011

El Miedo al Desempleo

El individuo aterrorizado busca algo o alguien a quien encadenar su yo;
no puede soportar más su propia libre personalidad,
se esfuerza frenéticamente por librarse de ella y volver a sentirse seguro una vez más,
eliminando esa pesada carga: la libertad.

(ERICH FROMM –El Miedo a la Libertad)
A la memoria de Rockdrigo González

1



El objetivo del individuo sádico es someter a los otros, anhela el poder como circunstancia ventajosa que le permita colocarse por encima de los demás y gozar de estas ventajas. El sádico busca humillar y destruir a sus semejantes, estrujarlos, jugar con ellos, poseído por impulsos internos cuyo origen él mismo desconoce,  pero que  dominan su voluntad. Nunca se satisface del todo, a pesar de obtener lo que pretende de su víctima o de  conseguir destruirla.

Una tendencia caníbal, ancestral, le urge a despojar a sus presas humanas de sus cualidades únicas y particulares, prohibiéndoles ser ellos mismos, robándoles su gracia y poderes personales, impidiéndoles principalmente su libertad. Quiere descuartizarlos psicológicamente, vejar sus emociones y reducir su esencia hasta desaparecerla, engulléndola por completo. El peor insulto para alguien, en el fondo, resulta al prohibirle ser lo que mejor puede ser. El sádico es un experto en impedirles ser a los otros.

En las hordas primitivas, el canibalismo arrastraba la creencia de que al devorar al enemigo, una vez sometido y vencido, se adquirían sus poderes por el mero acto de la antropofagia.


En la brujería negra o maligna, se buscaba apropiarse del alma de un contrincante, aprisionándola en ánforas de barro selladas o encerrándola en el cuerpo de un animal al que se sacrificaba.

El caníbal se atragantaba con la totalidad de su rival: músculos, huesos, vísceras, incluso cabellera y vestimentas. Le cortaba la cabeza y luego la secaba, conservándola como trofeo de guerra. Así soñaba con volverse más fuerte e inteligente.

Con el surgimiento de la capacidad humana para el diálogo y la asimilación de experiencias ajenas, los grupos humanos descubrieron que podían crear escenarios benignos para el intercambio verbal entre los hombres.

El canibalismo quedo restringido y se volvió  tabú. Apenas un vestigio lejano,  conservado en la envidia y el cuchicheo malévolo sobrevivió en las habladurías de familias e instituciones, buscando devorar al semejante al hablar mal de él a sus espaldas, criticándolo, volviéndolo objeto de escarnio y vituperio sin que se diera cuenta. Aunque frente a él se mostrara la gélida sonrisa de la amabilidad políticamente correcta. En toda crítica ardorosa se alberga un oculto deseo por poseer y engullir al otro.

Con el lenguaje humano fue quedando claro que podía aprenderse de los más sabios y experimentados, tan sólo dialogando o simplemente preguntando la manera más adecuada de proceder y hacer las cosas.
Ya no era necesario tragárselo o matarlo si se quería adquirir sus poderes, podía consultársele y preguntársele cómo hacer para conseguir las cosas. Aclarar con él las dudas, las confusiones y los malentendidos. Incluso volverse su aprendiz o discípulo. Dando a cambio u otorgando al otro las propias experiencias y conocimientos a través del diálogo.

Aunque siempre sobrevivió la sombra del canibalismo verbal, refugiándose como espíritu maligno en los más oscuros rincones de la comunicación familiar e institucional. La antropofagia por vía de la palabra mal intencionada.

2

El masoquista por su parte quiere por sobre todas las cosas someterse ante una autoridad o poder superior.
¿Cómo es posible, se pregunta Erich Fromm, que existan individuos capaces de buscar aquello que las personas sanas y libres evitan a toda costa: sujetarse a la voluntad de alguien que no sólo les hace daño, sino que les sobaja su libertad y quiere apoderarse de su voluntad?


Los masoquistas existen, y pueden llegar a ser mayoría por sobre los sádicos.

En algunas instituciones el masoquismo parece un rasgo de personalidad deseable por su aparente maleabilidad y fácil sometimiento.

Parece requisito imprescindible para encontrar empleo, tanto el masoquismo y el servilismo hoy en día, si es que se quiere ser contratado y tener acceso al interior de algunas instituciones.

Pero aquella docilidad y servilismo resultan sólo una máscara del astuto masoquista. Es muy fácil que el masoquista adquiera, a la menor oportunidad, el papel de sádico, imitando a su otrora opresor.

Él ha asimilado  en carne propia las técnicas psicológicas, verbales y físicas para  conspirar y hacer daño a sus semejantes, sin importar que estos  hagan o no lo que él quiere. El objetivo es  el uso utilitario del ser humano al fin y al cabo.

Sigmund Freud reflexionó acerca del carácter sexual y autodestructivo del masoquismo.

Si podía existir un impulso violento y destructor dirigido a los demás, la violencia podía volcarse directamente hacia uno mismo, pensaba Freud, y un ejemplo de ello eran el suicidio y la autoinmolación.

Con una visión muy distinta, Erich Fromm descubrió que en el fondo del masoquismo subyacía un temor a la vida más general y de mayor alcance.


El miedo a la soledad es lo que impulsa a los masoquistas a buscar el cobijo de alguien o algo aparentemente más fuerte para ponerse a su disposición.

Llámense a estas fuerzas protectoras y todopoderosas: religión, escuela, empresa, secta, alma mater, burocracia, universidad, negocio, gobierno, etc., junto con todos sus súbditos, derivaciones y vasallos.

Es sumamente difícil pensar por uno mismo, mucho más lo es enfrentar los propios miedos, superar los lazos insanos hacia la familia y las instituciones. Caminar por la vida y subsistir más que con los recursos psicológicos que se tienen. Tomar las propias fuerzas personales, junto con los defectos y las vilezas, sin rehuirlas en lo más mínimo, y avanzar, haciéndose responsable de  lo que le toca a uno.

El seno de algunas familias e instituciones laborales constituye un semillero donde las personalidades sádicas y masoquistas se encuentran y desencuentran, se atraen y repelen, copulan, se distancian y conceden el perdón imprescindible, como el del alcohólico crónico o el cocainómano desesperado que juran: “¡Está es la última vez…!”. Constituyendo algunos de los climas sociales más nocivos que por desgracia, nos  son tan familiares.

Finalmente, el esquema en el cual la personalidad sádica y la masoquista se mueven, resulta irrisorio de tan simple y pobre: su única manera de relacionarse con los demás consiste en: o someterse a los otros cuando creen que son más fuertes y listos, o, hacerles daño en cuanto tienen la oportunidad.

¿Es posible concebir al individuo sano en nuestros días, libre de los lazos enfermizos y esquizofrénicos hacia su familia y las instituciones en donde estudia y labora?

3

En los años setentas llegó a la ciudad de México un rockero-trovador, portando tan sólo su guitarra acústica, su armónica y algunos libros. Había nacido en la ciudad de Tampico, en el norte del país. Comenzó a tocar en la calle y en autobuses urbanos, con la única y consciente finalidad de “ver qué pasaba, a nivel vivencial, siendo músico callejero”.


Según cuentan en su página de Facebook.  De las calles del Distrito Federal dio un salto hacia las Peñas, las cuales consistían en escenarios públicos donde los cantautores de los años setentas y ochentas daban a conocer su obra en diversas ciudades de México.

Al inicio, su estilo era criticado por su presunto parecido con el de Bob Dylan. En su haber portaba fructíferas lecturas: dominaba la antropología de James George Frazer, la psicología de Carl Gustav Jung y a varios de los grandes poetas y novelistas de todos los tiempos. Lector y músico autodidacta, de sobremanera ecléctico.

Con el tiempo se convertiría en creador de un género musical propio y hasta entonces desconocido en México: el Rock Urbano, catálogado por otros como Rock Rupestre. Interpretado sólo con guitarra acústica, voz y en ocasiones, armónica. Bastantes músicos resultarían deudores de su legado.
Sería conocido como Rockdrigo González para la posteridad.

¿Qué se necesita para que un individuo se atreva a romper los lazos incestuosos con la familia y las instituciones, atreviéndose a vivir lo vivible, experimentar por experimentar lo sensitivo que se encuentra al alcance, libre y simplemente, sin la seguridad y el cobijo de la chichi  o le teta institucional?

El sádico y el masoquista forman una unidad indisoluble en la que es muy difícil distinguir a uno del otro, pues como se ha dicho, muy fácilmente el sádico se torna sumiso y masoquista en cuanto pierde la circunstancia ventajosa que le permitía sentirse poderoso y abusar de los demás. El masoquista por su parte, en tan sólo  un parpadeo se vuelve sádico vengativo.

A menudo, algunas instituciones intentan infundir al individuo el sentimiento de deber estar agradecido por habérsele otorgado un empleo.


El carácter masoquista padece constante miedo a quedarse desempleado, se le ha enseñado a permanecer contento con poco, y agradecido de cualquier manera aunque se le pisotee, al cabo que hay miles de sujetos más sin trabajo.

Rockdrigo González murió en Septiembre de 1985, víctima del derrumbamiento del condominio donde vivía con su esposa y su hija, por los efectos del terremoto en la Ciudad de México en aquel año.
Tras regresar de un viaje a través de Francia en compañía de su esposa, dejó las drogas definitivamente, dedicándose a hacer ejercicio, leer, tocar su guitarra y prepararse para la etapa de madurez en su producción artística.

Fue una “sobredosis de concreto la que le mato” , dicen los seguidores que continúan escuchando sus discos e interpretando sus canciones.


PG

El autor: Carlos Filiberto Cuéllar

Carlos Filiberto Cuellar. (Guadalajara, México, 1976). Es escritor y psicólogo. Sus novelas: Tristísima (Deauno.com, 2008) e Histérica y Adorada: Cuentos de Psicoanálisis en México (Deauno.com, 2007), además del libro de testimonios: Hombres de a Pie: Dos Chamanes del Occidente Mexicano, pueden ser consultadas en la página electrónica: www.amazon.com Su correo personal es: carneuro@yahoo.com.mx