Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

sábado, 8 de enero de 2011

EL DOGMA DE LA SACIEDAD


El estar solo lo entiendo a sí mismo como la capacidad
de desarrollar un Superyó menos dependiente de los valores impuestos
por la organización social.
(RAÚL PÁRAMO -Sentimiento de Culpa y Prestigio Revolucionario)

Todo individuo que realmente quiera desarrollarse y progresar
debe tomar como una de sus principales atenciones
el reconocer su narcisismo, tratar de reconocerlo despacio,
poco a poco, y a cada pasó será un gran paso,
porque siempre mejoramos al reconocerlo un poco más.

(ERICH FROMM -El Arte de Escuchar)

Sin duda la solidaridad y la capacidad de estar solo
provienen de una simbiosis superada.
(RAUL PÁRAMO -Sentimiento de Culpa y Prestigio Revolucionario)

1
La consigna era tragar hasta reventar. Los escuché agitarse y revolotear una y otra vez a lo largo de toda la noche. Era una periquera, no, un nido de murciélagos en una caverna a la hora de la entrada/salida de estos animales para realizar sus rituales alimenticios. Más precisamente: una madriguera de roedores, tal vez superpobladoras ratas de ciudad, acaso nutrias o martas advenedizas, que se inquietaban espasmódicamente, una y otra vez, cayendo en letargos momentáneos. Volviéndo a alzar el vuelo descontrolado, entre risotadas, tragos de cerveza y tequila barato que extraían de un tonel arrimado previamente durante la tarde. Cucharadas convulsas de pozole, pavo, tamales, pierna al horno. Sorbos de ponche, aguamiel y más tequila. No todo lo ingerían, bastante lo escupían, arrojaban al piso, se les escurría de las fauses o lo abandonaban los restos sobre la mesa saturada de desperdicios. Siempre acompañados por el coro, más bien la ejecución atronadora de su rocola, también recolectada durante horas previas al ritual celebratorio de su cena navideña. Misma que ya escupía piezas de mariachi, rock, baladas comerciales y el regaetón más perreador. Las melodías se sucedían si ton ni son, no terminaban de ser escuchadas cuando las interrumpia alguien con violencia para iniciar una nueva pieza. Al fín y al cabo se puede manipular a placer las nuevas rocolas computarizadas.

La cuestión era que nadie parecía realmente escuchar, ni la música estruendosa y de mal gusto ni las conversaciones o pedazos de monólogos que fluían sin fín hacia un ombligo metafísico.


Se escuchaba el crujido del papel navideño para regalos arrugándose al desenvolver los osequios. Las hojas de tamal volando hacia el cesto saturado por otros miles de residuos.

Un viejecito inverosímil sonreía ante las ocurrencias de cada uno de los invitados, a ratos coreaba repitiendo en voz baja la última frase de un mal chiste, siempre sonriendo, o un “que dios los bendiga y les traiga paz” recitado por algún pariente alcoholizado, más bien pronunciado para sí mismo. Era el abuelito de todos, aunque nadie se dirigía a él.

2

Algunos psicoanalistas y terapeutas gestalt, recomiendan tomar un bocado de alimento y masticarlo con los dientes con sumo cuidado, sin dejar un solo elemento sólido. Hasta convertir la mezcla que otrora fué un sandwich de pepino y jamón o un taco de huevo, en líquido, que luego deberá ser bebido a paso lento. Siempre saboreando y catando con la lengua cada sorbo.

Muchas de nuestras experiencias, la mayoría de hecho, aún no han sido digeridas emocionalmente. De modo que en nuestra memoria racional, corporal y emocional se encuentra una gran cantidad de recuerdos, imágenes, conceptos, episodios perdidos, cadáveres, putrefacciones y carroñas que siguen causando malestar e indigestión. Desde pequeños se nos obligó a tragar sin protestar miles de escenar, valores y acciones de los otros. Fueron engullidas casi enteras, sin masticar ni remoler ninguno de sus elementos.

Partimos del presupuesto, mismo que cada quien deverá comprobar al repetir el ejercicio prescrito anteriormente, de que mientras mayormente masticamos, degustamos, ensalivamos y remolemos la comida, el conocimiento y las experiencias, mejor será nuestra digestión, nos alimentaremos mejor y aprenderemos más conscientemente.



Nuestra manera de comer revela de modo muy vívido la manera en que asimilamos nuestro mundo personal y las experiencias diarias. Cómo vivimos y nos comportamos. También el modo en que leemos tragando un libro tras otro, en que compramos irreflexivamente en los molls y centros comerciales, saturando nuestras tarjetas de crédito y extinguiendo nuestros de por sí raquíticos aguinaldos.

3

Psicoanalistas como Erich Fromm proponen una antigua relación entre la etapa oral en el desarrollo del ser humano, y la compulsión a saciarse hasta el máximo, hasta morir de llenos, o de vacíos.
La otra cara de la saciedad, según nos comenta Fromm, es el temor inconsciente a morir de hambre, quedar desamparado o volverse el ser más pobre del mundo. Se debe tener la cuenta bancaria con los ahorros más gordos posibles, el estómago más repleto de alcohol, comida o droga, el guardarropas más basto que se pueda.

La drogadicción, la obesidad moderna y el consumismo y la acumulación innecesaria de bienes materiales, según este psicoanalista, tienen bases comunes que se hunden en periodos antiguos de los primeros meses y años de vida en el niño. Los padres y madres repletamos a nuestros hijos de comida, objetos y estímulos desde tempranas edades para que no nos molesten. O con las mejores intenciones, creyendo que los niños gorditos son los más sanos. De ningún modo los más inseguros, temerosos, acomplejados y codependientes.



La codependencia emocional, la afición a las drogas, a los pasteles y las grasas saturadas, el comprar sin paras hasta agotar el último peso, las ansias mortíferas de poder y dinero parecen remontarse a orígenes comunes en las primeras etapas de desarrollo humano.

4

Al día siguiente contemple varias veces al abuelito barrer la calle y el jardín de su casa, donde habían tenido su fiesta. Probablemente pensaba en los extintos aguinaldos de sus hijos, nietos y bisnietos que aún dormían.
Probablemnete todavía coreaba un mal chiste de la noche anterior.

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