Act
passionately,
think
rationally;
be
Thyself.
(ALEISTER CROWLEY –The Book of Toth)
El Tarot Terapéutico no cura,
el Tarot Terapéutico ayuda a la persona
a reconectarse con su esencia.
(Veet
Pramad –Las Cinco Llaves del Bienestar)
1. Dos paradigmas casi opuestos
El Tarot de Toth, creado por Aleisteir
Crowley y el Tarot de Marsella, son la encarnación de dos paradigmas muy
diferentes de concebir al hombre, la historia y el origen del Universo, la
sexualidad y la dualidad masculino-femenina, así como el frágil hilo conductor
entre el mundo humano y el Plano Divino. Los dos poseen un nivel de complejidad
que los hace de difícil acceso: bastante abstractos, sobre todo para quienes
apenas se acercan al conocimiento de las cartas y los arcanos. No
recomendaríamos que un tarotista neófito iniciara su aprendizaje con alguno de
ellos. Para los estudiantes y recién iniciados tenemos el Ryder White, por
ejemplo, el cual es bastante gráfico y explícito, prácticamente guía por sí
mismo y conduce a la interpretación de cada símbolo. De hecho, casi cualquiera
podría aprender por su propia cuenta a leer el Tarot, tan sólo con una
observación cuidadosa de las cartas y un estudio disciplinado diario con el
White.
En el Tarot de Marsella, particularmente
el de Jodorowsky-Camoin, predomina la idea de que las cartas conforman en conjunto
un todo armónico e indisoluble. Los personajes de la realeza de los Arcanos
Menores y los entes y deidades de los Mayores, dialogan entre sí apenas abrimos
una tirada o lectura. Se sostienen la mirada, se coquetean, agreden, reclaman,
inician discusiones, construyen conocimientos, se perdonan y aspiran a resolver
sus conflictos. Hablan entre sí, tan sólo con sus miradas: conversan sobre el
drama de la Historia del Universo, así como del meollo de la vida de cada ser
humano.
Para los adeptos del Marsella, la
historia del Tarot comienza en la Edad Media, con el ocaso de una secta
cristiana desviacionista. Supuestamente la inquisición persiguió a cada uno de
sus miembros, mandando a la hoguera a muchos de ellos y haciendo exiliarse y
huir lejos de Francia a los restantes.
Los sobrevivientes organizaron una
especie de concilio esotérico, tratando de fusionar en los arcanos, los
conocimientos secretos del cristianismo primitivo, el Corán y la Cábala. A
través del Tarot lograrían proseguir sus enseñanzas e investigaciones sin ser
detectados por los espías de la Iglesia Católica. De ahí el carácter hermético
de los símbolos, al cual no cualquiera puede acceder sin la guía adecuada.
Varios siglos después, Jodorowsky se
reuniría con Philippe Camoin, un descendiente del primer editor del Tarot de Marsella.
Juntos reconstruirían y popularizarían el modelo prototípico del primer Tarot,
que supuestamente se originó en la ciudad de Marsella.
Pensar que el primer Tarot en el mundo
fue el de Marsella, resulta una afirmación bastante discutible y nos pone a
pensar si no es una idea maquiavélica, con fines mercadológicos, formulada por
la creativa mente de Jodorowsky. Un llamativo mito que ayuda a atraer las
ventas de su Tarot.
Por su parte, los estudiosos del Tarot de
Toth, de la mano de su creador, el mago, investigador y poeta, Aleister
Crowley, consideran que el Tarot es muchísimo más antiguo. Con ellos, por
cierto, coincide el psicólogo ruso Piotr Ouspensky y unos pocos más, quienes se
dedican al estudio del Tarot desde la escuela del Cuarto Camino y las
enseñanzas de Gurdjieff.
Según Crowley y Ouspensky, el Tarot se
remonta hasta Egipto Primitivo, antes de las arenas y previo a las dinastías
faraónicas. En la época que se construyeron las grandes pirámides y la esfinge.
Cuando anidaban en su seno sociedades esotéricas de las que se dice que Hermes Trimegisto
o Toth, precedió.
El primer modelo de Tarot habría sido
transmitido a los hombres por Hermes, o Toth, cuyos 2 nombres pertenecen a la
misma entidad o semidiós. Al inicio era un conjunto de tablillas de roca,
impreso mediante el método cuneiforme, cuyos secretos se transmitían de
generación en generación a través de escuelas tarotísticas, semejantes a las
que han estudiado la Cábala y los Evangelios durante siglos. Varios de estos
Tarots, presuntamente se encontraban en la Biblioteca de Alejandría y
sucumbirían en el momento de su incendio y destrucción a manos de un emperador
católico romano.
En el Tarot de Toth apreciamos una
perfección en cada arcano, una belleza que roza lo artístico hasta casi
resultar sublime. A diferencia del de Marsella, desde nuestro punto de vista,
sus cartas son bastante individualistas e independientes una de otra, cada
carta es un universo en sí mismo, dirigiendo su energía hacia el interior. Poco
dialogan entre ellas mismas, o por lo menos lo hacen en menor medida que el
Marsella. Empero, cada uno de los arcanos de Toth es una puerta que nos
arrastra en una sola tirada hacia abismos incognoscibles. Una lectura con el
Tarot de Toth, siempre da la impresión de resultar mucho más mágica que en el
de Marsella, la cual se aprecia más psicológica e incluso literaria. Más no
menos interesante.
Plantearse la teoría, tal como lo hacen
Ouspensky y Crowley, de que el Tarot fue transmitido por un ser mitad humano y
mitad deidad, puede resultar por una parte fantástico, incluso esquizofrénico.
Pero basta profundizar a conciencia no sólo en cada uno de sus símbolos, sino
en el orden perfecto que con que logran embonar y dialogar las cartas cuando se
trabaja con él, para considerar que no fue concebido por una mente común y
corriente, por una psicología perteneciente a este mundo. Todo ello nos hace
pensar cuán profundo y global era el razonamiento de los hombres más
antiguos y cuánto nos hemos alejado
nosotros de ellos. La misma sensación de encontrarse frente a un sistema
concebido por mentes de otro mundo, nos produce sumergirnos en los diferentes
niveles de significados que poseen los Evangelios, El Libro de los Reyes o los
Salmos, por ejemplo.
No es que el Tarot de Toth pretenda ser
un modelo preciso del Tarot de Hermes o Toth, que fuera destruido en Egipto en
los primeros años nuestra era. Cuando lo creó, el mago Aleister Crowley
pretendió reconstruir la energía del más antiguo Tarot de Toth por una parte,
adaptándolo a la Era de Acuario, que estaba a punto de iniciar cuando él
trabajaba. El propósito era crear un Tarot que conectara con los conocimientos
milenarios más antiguos y herméticos, y brindar una visión del Tarot menos
machista, más andrógina y más emparentada con lo femenino.
Hasta entonces el panorama de los
estudios del Tarot era dominado por modelos que brindaban poder absoluto a la
energía masculina, por sobre todas las cosas, como el propio Marsella, del que
hemos hablado. Pero sobre todo era acaparado por los Tarots de la Golden Dawn:
una logia dedicada al estudio del Tarot y otras artes ocultas. De la cual
Crowley en algún momento formó parte. En estos modelos clásicos, la figura del Rey
tiene un papel central dentro de los Arcanos Menores. Por otra parte, números de
carácter francamente femenino como el cinco y el diez, son mostrados como
negativos, incluso dudosos y hasta perjudiciales y temibles. Lo cual lleva hacia
una desconfianza y temor absoluto hacia todo lo femenino, tal como se muestra
con otros arcanos mayores, como la Papisa o la Sacerdotisa y la Luna. A quienes
se les brinda una connotación que va de ser misteriosa, a enloquecedora y
perturbadora.
De ahí que en el Tarot de Toth no exista
la figura de los Reyes en los arcanos menores, a diferencia de todos los demás.
Quien es el centro del ciclo de los menores es la Reyna, ella es quien manda y
domina. Su esposo no es un Rey, obviamente, sino un Caballero: un ser quien va
ganando la lucha contra sus propios demonios y que de ningún modo tiene
conflicto con el poder femenino. Los Caballeros de Crowley poseen la fuerza de
la energía masculina, pero también la gracia y la elegancia de lo femenino.
De su matrimonio o de sus constantes
acoplamientos sexuales surgen sus hijos: las Princesas y los Príncipes. De los
cuales ambos son principiantes, precisamente. Van comenzando en las diferentes
áreas de la vida descritas por los Arcanos Menores, son vanidosos, narcisistas,
demasiado centrados en sí mismos. Pero habilidosos, inteligentes, bellos y
soñadores, con cierta experticia de la cual presumen, a veces demasiado.
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