Mis labios desean saborear… (http://www.profondeurdelame.blogspot.com/)
El sufrimiento físico o mental
es parte de la existencia humana
y el experimentarlos es algo inevitable.
El rehuir la pena a toda costa solo puede lograrse al precio
de un aislamiento total, el cual excluye la capacidad
de experimentar la felicidad.
Lo opuesto a la felicidad no es, por consiguiente, el pesar o el dolor,
sino la depresión que resulta de la esterilidad interior
y de la improductividad.
(ERICH FROMM –Ética y Psicoanálisis)
Entonces el padre del príncipe pregunto:
“¿Qué cosas verá mi hijo
que le harán abandonar la vida de hogar?”
que le harán abandonar la vida de hogar?”
“Los cuatro signos”, fue la respuesta:
“un hombre gastado por la edad,
“un hombre gastado por la edad,
un enfermo, un cadáver y un ermitaño”.
(ANANDA COOMARASWAMY -Buddha y el Evangelio del Budismo)
Si yo soy lo que tengo,
y si lo que tengo se pierde, entonces
¿Quién soy?
Nadie, sino un testimonio frustrado, contradictorio,
patético, de una falsa manera de vivir.
(ERICH FROMM –¿Tener o Ser?)
1
En sus últimos días, Erich Fromm solía decir que encontrar al terapeuta o al psicoanalista idóneo para cada quien, era una tarea tan ardua y tan seria como el encontrar pareja o un buen amante. Innumerables recomendaciones por parte suya acerca de la importancia del autoanálisis, el preguntarse y escucharse a uno mismo, así como la elección acertada del maestro o el psicoterapeuta correctos, aparecen en su obra tardía, así como en sus textos póstumos.
Minusvalorar o hablar mal del trabajo de colegas dedicados al estudio de la psique, no nos corresponde para nada. Más bien consideramos, siguiendo la idea frommiana, misma que es una de nuestras venas cavas preponderantes y vitales, que la elección de psicoanalista o el terapeuta adecuado es parte esencial de la búsqueda de uno mismo. Que quien se anda buscando a sí mismo, también debe, necesita y requiere encontrar a una persona acorde con su personalidad y necesidades, quien le oriente.
Si se supiese desde el inicio quién es el mejor maestro para enseñarnos piano, guitarra, pintura, matemáticas, yoga, ajedrez o feng shui, entonces la búsqueda jamás comenzaría, pues implicaría de facto que ya se sabe y conoce todo a priori. Con razón mayor, si supiésemos desde el principio quién es el psicoanalista más ad hoc para nosotros, entonces no iniciaríamos ninguna búsqueda de maestro alguno. Pues nos constituiríamos desde el inicio en nuestro propio maestro o nuestro propio psicoanalista. Y esto es una fase posterior de toda terapia o psicoanálisis: que uno pueda autoanalizarse, observarse e incluso curarse a sí mismo. Llegar a ser el propio gurú. Desde un principio sabríamos pues, quiénes somos. Pero no es así por lo general.
Queremos decir que el ponerse a buscar, ya de por sí el inicio de la terapia y parte también de la puesta en marcha de la cura y del aprendizaje vital.
Y lo que se vaya a encontrar en el camino, con respecto al terapeuta o psicoanalista y con respecto a la búsqueda de uno mismo, nada se puede garantizar en lo absoluto. Sostenemos, al contrario de las denominadas “nuevas tendencias” en educación, las cuales pretenden definir con precisión los objetivos y métodos de aprendizaje, que en psicoanálisis nada hay seguro al final del camino. Lo importante es el proceso, el sendero y la búsqueda. Mismos que lo hacen más parecido en el fondo, a las iniciaciones dentro de antiguas escuelas sagradas de diversas culturas: como el Tantra, el Nahualismo y el Cristianismo Primitivo. En la educación formal contemporánea debe siempre saberse a dónde se va y cuáles son los objetivos que se tienen con cualquier proceso. Cosa insostenible para el psicoanálisis y otras tradiciones humanistas, en donde lo que se consiga y aprenda depende de cada quien y es por demás incierto.
Nunca se sabe, decía Don Juan Matus a Castaneda, a dónde nos llevará el camino, y hay muchos caminos.
2
Una vez identificado el psicoanalista idóneo para cada quien, habrá que desarrollar un proceso de fe mutua. Fe por parte del psicoanalista en que lo que le diga el buscador o paciente, es hasta cierto punto verdadero y no mentira. Fe por parte del analizando, de que aquel médico del alma tiene los tamaños (testículos u ovarios, dependiendo) para ayudarle a salir, o por lo menos alumbrar alguna visión en medio de la nebulosa (Platón la llamaba Caverna y los hinduistas Maya) en que todos habitamos y a la que denominamos, como podemos, “realidad”.
Nuevamente Fromm, nos dice que existen dos tipos de fe. Una autoritaria o irracional, en la cual el iniciado se vuelve discípulo ciego y esclavo del que supuestamente sabe. Y este es un peligro evidente al cual se debe eludir a toda costa en cualquier tipo de búsqueda espiritual o psicoanálisis.
Y un segundo tipo de fe, racional y humanista, en la cual el maestro no es de ningún modo superior que el alumno, el paciente, el iniciado o el buscador. En ella desde luego hay una transformación interna de ambos.
En el oriente antiguo se hablaba de “tragar al gurú”. En el sentido de olvidar al propio ego y a todo lo que se había aprendido en la vida previa, antes de conocer y encontrar al maestro adecuado.
Tragar al gurú significa permitir que el sabio o el más experimentado, literalmente penetre en la subjetividad de quien en verdad quiere aprender. Lo cual requiere un alto grado de fe real, y el riesgo de caer esclavizado, víctima de diversos gurús tramposos y sádicos.
Lo primero que enseña el verdadero gurú o el verdadero maestro, e a desaprender lo previamente adquirido. Que todo lo que nos dijeron, no era así.
En el hebreo antiguo se entendía por Fe algo muy distinto a lo que hoy en día. Fe significaba “firmeza”. Era más un rasgo de carácter, una cualidad de la gente poseía; un ángel o una orientación interior, voluntad, fuerza emocional y de personalidad. Según nos cuenta precisamente Fromm.
Hoy en día es sinónimo de mojigatería, borreguismo y sumisión absoluta a iglesias, sectas o instituciones cualesquiera.
Tragar al gurú, tragar al psicoanalista, en el correcto sentido, permite desarrollar una fe plena en los otros, en este caso en la figura del psicoanalista, quien junto con su paciente, se rehumaniza en el proceso de diálogo terapéutico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario