Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

jueves, 21 de abril de 2011

EL MAMBO, EL BUDÚ Y LA BRUJERÍA

He conocido gente que ha optado por emplear sus poderes
–no por motivos económicos o de avance tecnológico-
en pos de la supervivencia cultural y espiritual.
He vistito los efectos de las fuerzas extrañas y misteriosas
que una persona es capaz de utilizar para controlar su destino
y conservar vivos su identidad y sus sueños;
sueños que todos tenemos, sueños de libertad, de alcanzar un vínculo
entre nosotros mismos, el universo y un Dios.
(DOUCHAN GERSI –Sabidurías de lo Invisible)

1


Si me pongo a pensar al respecto, la brujería siempre estuvo presente en mi familia. Pero yacía oculta, latente, de una forma más bien callada e impronunciada. Como la muerte en el poema de Jaime Sabines, que se escondía sigilosa en los pliegues del alegre vestido de la novia. Esperando su turno para tomar su lugar, o asignarnos el que nos corresponde a nosotros más tarde o más temprano bajo la fresca cama de tierra del camposanto.

Es probable que en muchas familias, valdría la pena preguntarse si casi en todas, la brujería y la magia posean un lugar considerable, sino preponderante, sí discreto, moderado y callado. Pero ahí está. Me parece que la magia y la consiguiente brujería son parte del mundo humano, aunque la razón y la vida moderna hayan querido expulsarlas a toda costa. Pero son un reflejo del lado, por decirlo de un modo, “primitivo” o mágico de todos los seres humanos. Sea que algunos hombres o mujeres estén más en contacto con el suyo que otros.



Mircea Eliade, el historiador de las religiones, decía que no existe experiencia humana que no sea religiosa de un modo u otro. Pero por religión él no entendía  a la institución con intenciones de dominio, control y poder, como algunos hoy en día lo comprenden únicamente.

El historiador rumano hablaba de religión como vínculo con la divinidad. Manera de estar precisamente “ligado” con los poderes que trascienden lo humano. Una forma de  buscar unirse y “ligarse” o “re-ligarse” con el  universo y no sentirse ajeno, alienado o amputado del mismo. Que nada de lo que hacemos los hombres modernos deja de ser una experiencia mística de algún modo. Que todos nuestros rituales, y no hay quien no tenga rituales en su vida diaria, tienen algún tipo de conexión, por lejana que sea, con tipos de actividades religiosas milenarias practicadas por grupos humanos desde la Noche de los Tiempos. En un intento, a veces más acertado y a veces menos, de ganarse el favor de los espíritus o de Dios.

2


El explorador checo Douchan Gersi vivió su infancia en África oriental. Sus padres lo llevaron de niño huyendo de los nazis. Ahí, a los siete años, entró en contacto por primera vez con la brujería. Moduku, un brujo africano, le hablaba todos los días de la fascinante manera en que la gente de “poder” del Continente Negro veía la vida. El niño checo, refugiado y la mayor parte del tiempo solitario, cayó bajo el encanto de las conversaciones del anciano brujo. No podía dejar de ir a buscarlo para conversar con él y pasársela haciéndole preguntas y escuchándolo todo el tiempo(1).

En una ocasión Moduku le pidió ayudarlo a realizar un encantamiento. El niño debía robar de la granja de sus padres un pollito y llevárselo a las tres de la mañana al brujo. Se trataba de un hechizo para combatir a un enemigo de Moduku. Douchan se decidió a robar el animalito, y a la hora fijada por el anciano llegó a su choza. Ahí lo contempló realizar con sus manos un muñeco de trapo y atarle una serie de hilos y clavarle alfileres. Luego, en medio de cánticos desconocidos, el brujo arrancó con sus dedos la cabeza del animalito y salpicó de sangre el suelo y al muñeco previamente fabricado. Al finalizar el rito, Moduku enterró la figura de trapos debajo de las cenizas de su hoguera.

Al día siguiente, el niño despertó en su cama sobresaltado por un alboroto general en la aldea donde vivía con sus padres y una serie de nativos de África de diversas tribus que trabajaban como granjeros. Douchan corrió a escuchar a escondidas las conversaciones de los adultos, pues no se le permitía oír las pláticas de los mayores.

Entonces supo que un hombre de la aldea vecina había muerto repentinamente de causas desconocidas. Lo encontraron tieso y sin signos vitales, de pié, recargado en la puerta de su choza. Era el enemigo de Moduku. Del brujo no volvieron a saber nada, había abandonado su cabaña y desapareció para siempre llevándose a su perro y todas sus pertenencias. El hechizo funcionó.

3


Al escuchar hablar del vudú haitiano y caribeño siempre sentí un escalofrío en la piel. Mis referentes se limitaban a la inolvidable película, una de mis predilectas que miré una y otra vez: The Serpent and the Rainbow, de West Craven. Donde un antropólogo investiga en Haití la manera de confeccionar un polvo que supuestamente puede hacer regresar a los muertos del Más Allá. Después de la película, que a pesar de aterradora resulta espiritualmente bellísima, por el viaje iniciático y de madurez emocional que describe, no dejaba de asustarme al escuchar hablar del vudú.

Otra descripción de Umberto Eco en el Péndulo de Foucault también me impresionaba, cuando la antropóloga brasileña, Dolores, novia del personaje principal de la novela, se transforma de una marxista férrea y racional, en una sutil adepta del vudú al ser poseída por una poderosa deidad afrocaribeña.

Más tarde, en un puesto de libros usados encontré una buena parte de la colección de la Biblioteca Fundamental Año Cero.  Los fui leyendo paulatinamente todos en un lapso de poco más de dos años. El libro, Sabidurías de lo Invisible de Douchan Gersi estuvo cerca de un año empolvándose en mi cubículo de la universidad. Me prometí leerlo, pero muchos otros tomaban su lugar por una cosa o por otra antes que él. Amén de las actividades académicas “formales” que debía realizar diariamente para sobrevivir en un mundo universitario neoliberal.

Sus descripciones del vudú haitiano hicieron que esta práctica espiritual del Caribe se humanizara sobremanera ante mis ignorantes ojos, prejuiciosos y educados por influencia del cine hollywoodense. Me sentí conmovido, vulnerado y fascinado ante lo que descubría.

Douchan Gersi señala que el vudú se creó por una mezcla incomprensible entre el cristianismo pagano llevado por los sacerdotes maniqueístas y esotéricos, expulsados de Europa a América por la inquisición. Luego, éste cristianismo pagano se fusionó con rituales de las tradiciones indígenas mesoamericanas, así como con la religión de los esclavos africanos traídos a América durante la conquista, la colonia y más. Una verdadera coctelera, como dice Umberto Eco en la anteriormente aludida novela de su autoría.

4


El iniciado, antes de convertirse en sacerdote o hougan, como se dice en el dialecto de los adeptos al vudú, debe pasar por una serie de ritos y pruebas. Primero aprende la tecnología básica de los rituales de brujería. Deberá adquirir de su maestro las fórmulas para realizar los preparados, venenos, pócimas, amuletos y demás. Pero el vudú no se reduce a fórmulas mágicas, abracadabras aprendidos de  memoria y recetas de cocina. De lo contrario, se trataría de un aprendizaje meramente técnico o mecánico, mismo que no resulta útil ni efectivo sin los poderes espirituales emanados de manera natural por la personalidad fortalecida y cultivada con mucho esfuerzo del sacerdote.
En suma, sin el trabajo personal realizado por el propio brujo en el devenir de su vida, canalizado más que nada hacia el bien de su comunidad y de quienes lo consulten, se trataría de un charlatán o un farsante. De un brujo negro sin más, como dicen los adeptos.
Lo que pretendo decir, siguiendo las palabras del explorador Douchan Gersi, es que el vudú es un conjunto sistematizado de conocimientos de una profundidad espiritual sin precedentes, que se nos escapa a los ignorantes y neófitos. La finalidad del proceso que recorrerá el iniciado será, más que aprenderse las fórmulas mágicas, purificar su corazón.

Sin las cualidades de humildad, justicia, servicio a los demás, pureza del alma y sentido del bien común, el brujo no es nada. Correrá el peligro de ser víctima de los poderes que él mismo desencadene. Deberá aprender a despojarse de sus sueños y ambiciones de poder y riqueza.

En la mayoría de las ocasiones, la efectividad del trabajo de un brujo no se mide exclusivamente por la precisión de sus fórmulas, oraciones y encantamientos, sino por la buena voluntad, sinceridad y carisma de su persona.  Y esto no se compra en ningún mercado, ni nadie lo regala como se regala un auto o un amuleto, sino que se gana a pulso, con muchos trabajos, aprendiendo a enfrentar la vida y los problemas espirituales que ésta nos presente.

5


Las pruebas finales que deberán asumir los hougan tenderán principalmente a templar su corazón, vencer sus miedos, frenar sus impulsos de poder, riqueza y posesión. Al igual que en muchas otras tradiciones espirituales de todo el mundo, donde se busca el ideal de abstinencia o cuando menos moderación, sencillez, pobreza, alegría del alma por encima de las adversidades, valentía, fortaleza físico-espiritual y mesura.
Si al final un hougan cede ante las tentaciones materiales y monetarias, utilizando los poderes que le fueron rebelados para buscar hacerse rico, lastimar a los demás o acumular riquezas vanamente, se convertirá en lo que se conoce como un brujo negro. Alguien sin dueño, sin rumbo fijo, que trabaja para el mejor postor, al servicio del Dios del Dinero. Buscando no el bien de su comunidad, sino el suyo propio. Capaz de hacer daño a inocentes o a quienes no le han hecho nada por tal de enriquecerse. No por nada y si se pone atención, en muchas sociedades, incluyendo las nuestras, donde se practica secretamente la brujería, las muertes de algunas personas relacionadas con ella resultan horrorosas.

Si, contrariamente, el hougan puede hacerse cada vez más humilde y mesurado, será capaz de ponerse al servicio de Dios, que es el único y poderoso. Llegando a ser capaz de canalizar poderosísimas fuerzas espirituales para curar enfermos, brindar consejo a los desvalidos y cuidar de sus ayudantes y de su comunidad.

Sorprendería ante nuestros ojos, acostumbrados a sufrir, padecer y no obstante buscar ejercer a toda costa las jerarquías de poder social, saber que la estructura de las comunidades vudú no es piramidal. Es decir, que no hay un jefe que detente el poder y lo ejerza sobre los demás. Aquí se encuentra la concepción de “poder” tan diferente a la de las sociedades occidentalizadas que se tiene en las comunidades vudú. El hougan o brujo, tras un largo esfuerzo de preparación espiritual se vuelve responsable de una aldea o núcleo, a su vez inmerso dentro de un barrio o favela. Tal como las vemos sin percatarnos del todo en las colonias y barrios de países del Caribe y en general donde hay presencia del vudú.

Una vez que un joven iniciado adquiere los conocimientos, la templaza y madurez para ejercer como hougan, queda a cargo de una comunidad que se erige a su alrededor. O que pertenecía a su maestro antes de su muerte y de que él le sucediera. Será entonces responsable de todos sus miembros, de alimentarlos, asesorarlos espiritualmente, aconsejarlos, curarlos y guiarlos. Muchos hougan poseen animales a los cuales crían y cuidan en su comunidad, administran escuelas y negocios, cultivan o manufacturan productos diversos, de donde obtienen recursos para mantener a su comunidad. Sin embargo, no se trata de una posesión en el sentido capitalista que conocemos la inmensa mayoría, sino de un bien que sirve a todos.

6


La palabra Mambo en el dialecto vudú significa mujer. No por nada los rituales mágicos del vudú en su mayoría están acompañados de tambores, cánticos y percusiones. El tambor, la tumba y cualquier tipo de percusión recuerdan la época en que vivimos en el útero de nuestra madre, los insustituibles latidos de su corazón retumbando cerca de nuestro oído, tranquilizándonos y regocijándonos con su amor infinito. El golpeteo del corazón materno cuando nos amamantaba en su pecho izquierdo.
Cuando los asistentes de hougan comienzan a golpear el tambor o las percusiones, acompañando los cánticos y las oraciones del líder espiritual, pareciese haber un regreso a tiempos biológicos maternos reconfortantes e inmemoriales. La música cura y es mágica también. Las deidades vudú resultan bisexuales ante nuestra percepción unilateral. Un regreso a la Noche de los Tiempos, cuando Dios era a la vez masculino y femenino.
  1. GERSI, Douchan.  Vudú, Magia Negra y Brujería. Sabidurías de lo Invisible. Ediciones Martínez Roca. Biblioteca Fundamental Año Cero. Buenos Aires Argentina. 1994. []
PG

El autor: Carlos Filiberto Cuéllar

Carlos Filiberto Cuellar. (Guadalajara, México, 1976). Es escritor y psicólogo. Sus novelas: Tristísima (Deauno.com, 2008) e Histérica y Adorada: Cuentos de Psicoanálisis en México (Deauno.com, 2007), además del libro de testimonios: Hombres de a Pie: Dos Chamanes del Occidente Mexicano, pueden ser consultadas en la página electrónica: www.amazon.com Su correo personal es: carneuro@yahoo.com.mx

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