UN DIOS INTERIOR
El hombre activo es el que no se borra,
sino que es y sigue siendo él mismo. Se vuelve más maduro, más adulto, crece.
El hombre pasivo en cambio, siempre espera algo que viene de fuera,
es el eterno succionador…
sino que es y sigue siendo él mismo. Se vuelve más maduro, más adulto, crece.
El hombre pasivo en cambio, siempre espera algo que viene de fuera,
es el eterno succionador…
(ERICH FROMM -El amor a la vida)
Existen muchos tipos de cristianos, unos los católicos, que son mayoría aplastante en muchas partes, pero también los bautistas, luteranos, calvinistas, griegos ortodoxos, etc. Todos son cristianos, pero en definitiva, ninguno de ellos cree en lo mismo. Aunque Cristo esté de por medio en el conglomerado de sus creedos.
Quizá hay muchos Cristos, tal vez Jesús de Nazareth no fué un solo personaje, sino varios, poliédricos y múltiples hombres-divinidades.Una cosa es fe, otra iglesia, otra más religión, como decía el jesuita, teólogo y psicólogo social salvadoreño, Ignacio Martín Baró. Y otra más, por cierto muy rara en nuestros días: la espiritualidad íntima. Aunque el fanatismo bárbaro anexe y entremezcle burdamente cada una de estas dimenciones sin hacer distingos. De ninguna manera iglesia equivale a Dios, o religión es lo mismo que salvación eterna, mucho menos es igual a verdad absoluta dogmática, lista para imponérsele a los otros, quienes piensan distinto.
Y la espiritualidad, el “llamado interior”, la búsqueda legítima de la verdad, parecen elementos rarísimos en medio de todas las discusiones sociales y materiales contemporáneas sobre religión. Las cuales por lo general jamás llegan a buen término.
El pensador ruso George Grudjieff, conocedor e iniciado en el Cristianismo Esotérico Primitivo, distinguía tres tipos de cristianos, los cuales podían coincidir en un mismo culto, parroquia e iglesia, muy diferentes en su personalidad, aunque en apariencia todos creyesen que los demás pensaban y creían en lo mismo que ellos:
1. Los cristianos mecánicos: para quienes su credo consiste en la reproducción física de los ritos ordenados por sus autoridades religiosas desde la Noche de los Tiempos. Decimos “reproducción física”, porque para ellos su convicción se reduce a la observación y realización del rito paso por paso, con la respectiva y obligada inclinación ante el altar, quitándose el sombrero, con el número preciso de padres nuestros, etc. Sin fallo en los días ni en el número de palabras de sus oraciones, de sus movimientos y ademanes. Empero, este tipo de creyente, carece a pesar de su estricta rigurosidad motora y fisiológica, del elemento reflexivo esencial en su fé.
Desde el punto de vista de Gurdjieff, se trata de una máquina bien programada para ejecutar ritos y celebraciones que no piensa, ni reflexiona, mucho menos posee el elemento crítico esencial en sus convicciones que caracteriza a otro tipo de cristianos.
El cristiano mecánico literalmente cree que Cristo es la imagen crucificada de porcelana, oro o madera ubicada frente a él en su altar, ante la cual debe hacer una reverencia de cabeza. No hay vuelta atrás.
2. El cristiano caristmático, para quien el núcleo de sus convicciones es emocional, la lucha interna que constituye su fé es de carácter emocional tambien. Vive oponiéndose a sus deséos, pasiones y pulsiones, tratando de subyugarlas. Experimenta sucesivas conversiones y sacudidas internas a lo largo de su tortuosa vida, mismas que él interpreta de origen divino. Pero que algunos psicoanalistas como Freud o Reik pensarían de causa sexual e histérica, al fracasar este cristiano en su ilusión de vencer sus deseos y necesidades sexuales. Creyendo con temor que se tratan de voces diabólicas que le impelen a alejarse del buen camino.Es fácil que este tipo de cristiano sufra posesiones, por parte de alguna divinidad o demonio. En suma, lo que caracteriza a este tipo de cristiano es su emotividad, gratificante cuando cree experimentar la presencia de Dios en su organismo (especie de orgasmo o catársis divina y oceánica), o demoníaca y enloquecedora, cuando enfrenta aquellos impulsos y pensamientos de origen sexual que él adjudica a la voz del Diablo.
Es fácil manipularle si se ataca al núcleo de su conflicto emocional y sexual, atemorizándole, sugestionándole o proporcionándole la temporal tranquilidad afectiva que como poseso busca.
Al fin y al cabo, sus convicciones religiosas le han servido para todo, menos para adquirir un equilibio o una madurez emocional. Todo lo contrario, retardan su crecimiento psíquico y le alejan de la confrontación consigo mismo, imprescindible para crecer.
Tiene un punto débil que le sigue torturando en el fondo: es un tipo de cristiano teórico cuya fé es por demás librezca y plena de conceptos y definiciones. El núcleo de sus convicciones no ha penetrado ni tocará jamás su corazón más allá de su cerebro. No queremos pensar que ocurrirá dentro suyo, cuando el conflicto emocional del cristiano número dos, el carismático y emocional, reprimido con racionales esfuerzos, aflore en él y choque contra la maquinaria teórica que se ha constriuído a lo largo de su vida. La locura.
Por ello los sabios, ante tal diálogo de locos, optan por callar.
¿Existe un cuarto tipo de cristianos?
El cristiano número 4, es rarísimo, más aún en nuestros días. Heredero de un cristianismo primitivo perdido. Este cristianismo primitivo sostenía revolucionariamente en los primeros siglos de nuestra era, que Jesús y no sólo Cristo, era un hombre como cualquiera, que llegó a ser Dios. Un hombre ascendido a Dios. Idea revolucionaria en aquella época, pues movilizaba a los hombres a cambiar no sólo interiormente, sino a modificar su contexto y su sociedad para edificar un cielo en este mundo. No había un cielo después de la muerte, sino aquí y ahora, en este mundo cotidiano y se debía luchar por él contra la tiranía que en diversas épocas se ha sentido dueña de Dios.
De ningún modo, jamás ningún hombre, según la Iglesia, llegaría a convertirse ni soñaría en volverse Dios. Lo cual conduce a la pasividad y a la espera de algo que viene de fuera para cambiar. Más bien no hay cambio, sino conformidad. Pues Cristo siempre fue Dios, nunca hombre desde el inicio. Y Dios está en manos de una Institución y de quienes tienen el control político de ella.
Y también Marx, aunque son pocos, quienes secretamente sostienen aún la afinidad entre el pensamiento del jóven Marx de 1844 y los Evangelios. Herederos de una misma tradición humanista y libertaria: los proscritos teólogos de la liberación.
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