Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

viernes, 25 de febrero de 2011

OSHO: EL GURÚ-TORO

 

Para Gerabad Pérez, amigo y buen lector de Osho
1
Lo primero, su nombre verdadero: Basho. Nacido en una empobrecida casta de brahmanes, campesinos y criadores de gallinas. La gente misma con el tiempo comenzó a llamarlo Osho, simplemente, en referencia al Budismo Zen, aludiendo a la sabiduría conseguida como maestro.
Criado por sus abuelos maternos, quienes inculcaron en él, respeto hacia diversas religiones de caminos aparentemente distantes: hinduismo, cristianismo, jainismo, budismo, etc. Le leían en voz alta, lo mismo el Bagadgita que la Biblia, el Corán, los Evangelios apócrifos. A pesar de tratarse de ancianos campesinos, le enseñaron a recitar poco a poco los libros sagrados e iniciáticos en sesiones nocturnas, antes de irse a la cama: desde la  Odisea y la Iliada, hasta los Evangelios y el Libro Tibetano de los Muertos.
La lectura consistía en un rito, una forma de alimento del alma. Se trataba de paladear y saborear cada letra y cada palabra de aquellas escrituras antiguas y sacras. El mismo Osho recomendaría más adelante a sus alumnos, de ningún modo leer por leer, no hacerlo compulsivamente, no memorizar por nada del mundo conceptos ni almacenar teorías. La mecanicidad de la memoria en la educación occidental, según este maestro hindú, es la peor enemiga del verdadero conocimiento. La memorización mecánica crea máquinas almacenadoras de datos y palabras, computadoras, monigotes que repiten ideas sin cesar, de ningún modo hombres sabios ni despiertos.
Este tipo de lectura alimenta en falso ego y pierde al hombre aún más, leer de tal modo resultará seriamente nocivo para alguien.
Por ello deducimos, acerca de los modernos métodos y cursos de lectura veloz, que no llevan sino a una mecanicidad y automatismo de los hombres cada vez mayor. Seguramente ninguno de estos métodos agradaría al buen Osho.
Probablemente los peores enemigos del buen hábito de la lectura son los mismos profesores y sus ignominiosos métodos.
De esta misma mecanicidad de la lectura se logra deducir mucho acerca de por qué existe tanta gente en los tiempos actuales que detesta la leer y aborrece los libros. Y los pocos lectores que aún abren algún libro, son meros recitadores y repetidores de ideas, no exentos tampoco de obesos egos.
Se debe leer despacio, contemplar los párrafos, un poquito cada día. Respirando al mismo tiempo, relajado al máximo, disfrutando lentamente el sentido profundo del texto. Imaginar luego al autor y encontrar su intención, ubicarse frente a su pensamiento y degustarlo sin prisa. Comerse despacio al autor, según sus propias palabras. Esto es dejarse poseer por la sabiduría de un escritor ya difunto, un maestro de otra época, o un libro sagrado e imperecedero. Desde los Vedas y la Biblia hasta el Quijote o Freud.
Se trata de leer los textos sagrados no sólo con el intelecto, sino con las emociones en las manos. Sabiendo lo que se está sintiendo y experimentando a cada paso de la lectura. El verdadero conocimiento y la lectura consciente implican a todo el ser del lector en el acto mismo y en el instante de leer, no únicamente a su razón.
Convertir a la lectura diaria en un disfrute, un verdadero acto de contemplación y meditación. Tal como lo fue para los antiguos. Por ello, en tiempos perdidos, algunos maestros dedicaban toda una vida a leer un solo libro.
Osho dirá en una de sus pláticas, en sus Charlas sobre los Nueve Toros del Zen, que el libro más sabio y más antiguo que conocía, era un inmemorial texto tibetano, cuyas páginas, todas, se encontraban completamente en blanco. Al leerlo, el iniciado únicamente contemplaba y meditaba sobre la blancura de su vacío.
Y esto podría llevar a una de las meditaciones más hondas y a la experiencia de aprendizaje más profunda que alguien pudiese conocer.
 
2
Lo mismo con la escucha y el diálogo. No es posible aprender de alguien si en todo momento se encuentra interviniendo la razón y el análisis hipotético y lógico. No se puede escuchar en verdad a nadie imponiéndole conceptos, prejuicios y experiencias previas que nublan la imagen del presente.
Osho advertía a sus discípulos que toparían con un doloroso y áspero muro si pretendían relacionarse con él mediante la vía del intelecto. Que él no era un intelectual de ningún modo. Para llegar a ser alumno de Osho debía renunciarse al intelecto y en cambio sumergirse en el camino del alma y del corazón.
Y vaya que conocía métodos psicológicos para destruir el falso ego y los esquemas intelectuales de quienes se acercaban a él.
De ahí que utilizara la metáfora del Toro para aludir al Espíritu. El Toro habitaba en las profundidades del ser humano desde el inicio de los tiempos.
El joven iniciado, al comenzar la meditación o la práctica espiritual de cualquier escuela (incluyendo el psicoanálisis) comienza a intuir la presencia de aquel ser hasta ahora desconocido. El Otro Yo, al cual vislumbraron demasiadas tradiciones psicológicas y místicas de Occidente y Oriente. El Otro Mí.  Pero el Toro, según Osho, no se encuentra en un principio domesticado ni está de ningún modo acostumbrado al contacto manso con los hombres. Mucho menos dispuesto a permitir a nadie que se le aproxime. El joven novicio de cualquier tradición psicológica o espiritual, deberá acercarse lentamente a su Toro. Paso a paso, avanzando tan sólo un poquito cada día, tal como lo hizo el Principito al domesticar al huidizo y desconfiado Zorro. Siendo disciplinado y constante a la hora de vislumbrar a la Bestia, pero tampoco temeroso ni dubitativo. Porque el animal gusta de la adrenalina y saborea el miedo.
El Toro es capaz de propinar poderosas embestidas, sacudir, estremecer y espantar a la mayoría. Bastante gente huye en los primeros pasos de experiencias psicológicas profundas o místicas. Algunos se sumergen un poquito nada más, y luego se asustan tanto que se alejan para siempre de la búsqueda. Perdiendo del todo, debido al miedo causado por el Toro, cualquier oportunidad de conocerlo y domarlo.
Pensamos en estos momentos en los síntomas mentales de diversos trastornos psicóticos y neuróticos, donde el individuo comienza a percibir al Toro, al Otro Yo, pero como ajeno a sí mismo. Una proyección, desde luego externa de lo que habita en el interior. Entonces comienza la ansiedad,  la paranoia y las persecuciones delirantes, pues no puede llegarse a ningún lado ni esconderse de sí mismo.
No son pocos quienes huyen para siempre, espantados ante los primeros pasos en el abismo de la inmersión en la meditación profunda, el psicoanálisis o la terapia con sustancias psicoactivas.
Con paciencia, un poco de no excesiva disciplina, la ayuda de un maestro experimentado (no sólo teórico) llegará el día en que se pueda tocar y acariciar el lomo del Tauro. Con algo de suerte quizá  se encuentre el momento de saltar sobre él y montarlo, volviéndolo amigo y aliado.
Quizá no exista hombre más congruente que aquel quien ha logrado convertirse en el mejor amigo y aliado de sí mismo. Una unidad con su Inconsciente o su Yo profundo. La coherencia más absoluta dentro de la incoherencia del flujo de la vida.
Como cualquier bestia del reino animal y espiritual, el Toro acabará acostumbrándose al trato cotidiano. Del mismo modo que el Zorro del Principito, aprenderá a gustar de las caricias, también de los latigazos imprescindibles, si es que el iniciado, ya con cierto grado de desarrollo, se ha tomado en serio su búsqueda. El Toro entonces ya no es un extraño, sino un colaborador y amigo.

 
3
Los sueños de gran cantidad de hombres están plenos de Toros, Perros, Ratas, Dragones, Vacas, Mulos u otros seres quienes se manifiestan, representando en el mundo onírico la parte espiritual indómita de cada cual, según se temple y temperamento. Muchos los temen y rehúyen durante toda la vida. Comprensiblemente, pues no es sencillo, como se ha descrito, de ningún modo, acercarse, mucho menos domar al Toro. Perdiendo no obstante la oportunidad de experimentar y aprender quizá el único conocimiento que vale la pena en esta vida: el conocimiento de uno mismo.
Se aprende con demasía de los animales. Es muy probalbe que quien no se ha tomado la molestia ni el sobreesfuerzo de criar y educar a algún animal, experimente mayores y severas dificultades para encontrar y entrenar a su propio Toro.
Concluimos, quizá un poco tajantemente, que quien no respeta ni mucho menos sabe tratar ni domar a los animales, (aunque sea las cucarachas y los ratones de su casa) difícilmente podrá intuir siquiera la presencia del Toro en su propia alma. No hablemos siquiera de cómo educarán a sus niños y tratarán a sus semejantes, aquellos quienes se sienten superiores o desprecian a los animales.

miércoles, 23 de febrero de 2011

NUESTROS AÑOS JÓVENES: Los viajes psicoanalíticos de Erik Erikson

 


Todas las ideologías de nuestros años jóvenes albergaban algún plan salvador que dominaría para siempre después de tan sólo otra guerra, tan sólo otra revolución, tan sólo otro new deal.
(ERIK H. ERIKSON –Infancia y Adolescencia)


Antes de llegar a convertirse en psicoanalista se formó como pintor autodidacta. Era solitario, la mayoría del tiempo andaba sin compañía, cargando sus libros y sus dibujos en un portafolio de cuero. Siempre se resistió a las escuelas oficiales y a la educación formal. Más bien las evitaba por todos los medios.

Realizó largos viajes de días en bicicleta a través de Europa. Viajó pidiendo aventón, durmiendo a la intemperie bajo algún árbol o puente.   También a pie: fue un buen caminante hasta sus últimos días, cuando ya vivía en Nueva York y había conseguido convertirse en un reconocido escritor-psicoanalista.

Su familia también era completamente inusual, su padre biológico fue un noble austriaco quien abandonó a su madre -de origen obrero- antes que naciera el niño.

Ella terminaría casándose con el pediatra que atendía al chico. Desde entonces Erik Erikson se sentiría como no perteneciente a ninguna parte: con lejanas, perdidas y conflictivas influencias aristócratas, a las que miraba con resentimiento y a la vez nostalgia.

Comportándose como un eterno adolescente, poseedor de una singular e inherente aristocracia del alma, como decía Fedor Dostoievsky. Sin identificarse del todo con el mundo proletario al que perteneció su madre, mucho menos sintiéndose parte del mundo adulto burgués de su padrastro médico.

Por eso elegiría no ingresar jamás a la universidad, y, en cambio, optaría  por aprender de propia cuenta. De su decisión por el autodidactismo, acuñaría el término selfmade man, que utilizaría más adelante en sus obras para describir a las jóvenes generaciones europeas y norteamericanas, que se ufanaban de haberse formado y hecho a sí mismas. En contraposición a las conservadoras generaciones de padres y abuelos que les antecedieron. Deudoras irremediables de las exigencias de la sociedad y el deber ser.


Más tarde, en un artículo autobiográfico, Erikson confesaría haber encontrado en Freud, cuando lo conoció, a la mezcla de profeta, escritor, médico, revolucionario, patriarca, guía y salvador de la humanidad. La figura paterna de la que siempre careció en sus primeros años.

Erikson se autodefiniría como adolescente eterno e inevitable, adulto en lo necesario, también en lo imprescindible, lúdico infante, explorador y curioso de la ciencia, la vida, la cultura y el arte.

Desde una mirada psiquiátrica  severa, podría haberse catalogado a este joven artista como antisocial, inmaduro e inadaptado.

Un buen candidato para internación en el manicomio, según el diagnóstico de pocos comprensivos y tradicionalistas médicos.

2

Comenzó a pintar y a dibujar por propia cuenta, sus únicos maestros los constituyeron las obras de los grandes artistas plásticos de todos los tiempos, a las cuales admiraba y analizaba detenidamente en cada uno de los museos de las ciudades por las que pasaba en sus prolongadas correrías adolescentes.
Por otro lado, tenía la ventaja de que le gustaba bastante la lectura, visitaba las bibliotecas públicas y se nutría principalmente de novela, ensayo, poesía y teatro. Con el tiempo descubrió obras más “serias” y “maduras”: textos filosóficos, de historia y de pedagogía. Así es que nunca, a lo largo de su vida, le faltaron buenos  libros con los cuales alimentar su hambrienta imaginación y su creciente acervo cultural.
No sólo leía, sino que se atragantaba con grandes cantidades de obras que asimilaba en breves períodos de tiempo.


En el camino de su autodidactismo y su búsqueda independiente, llegaría a una escuela creada por Ana Freud, la hija del fundador y patriarca del psicoanálisis. La heredera del psicoanálisis lo elegiría al instante como profesor de pintura de los pequeños pupilos de su escuela. En aquella institución, Erikson descubriría que sus talentos intelectuales iban mucho más allá de la plástica.

Pronto, Ana Freud lo aceptaría como discípulo, invitándolo a sus seminarios, recomendándole lecturas y transmitiéndole la técnica psicoanalítica.
El joven artista tuvo que someterse a psicoanálisis didáctico, es decir, aplicarse el psicoanálisis a sí mismo antes de analizar a otros, bajo la guía de su maestra freudiana.

Así, con el tiempo, sin tener una formación universitaria de base, como se recomendaba e incluso exigía a los candidatos a ser psicoanalistas, Erikson terminó trabajando en psicoanálisis de niños, asesorado y avalado por la tutela de Ana Freud. En unos años se enfocaría también en el estudio de adolescentes y adultos.

3

La niñez se define por su necesidad de obtener seguridad, y que el infante adquiere, según Erik Erikson, de la relación sólida con los padres. O, contrariamente, le es legada en casos conflictivos, una inseguridad que le perseguirá por el resto de sus días. Haciéndolo dudar ante todos y por todo.


El adolescente lleva a cuestas el sino de la crisis de identidad. Debe descubrir quién es, o forjar a brazo partido, en una búsqueda dolorosa e incesante, lo que quiere llegar a ser.

Insertándose cada día en variadas y novedosas ideologías, cambiando de un momento a otro de perspectiva y forma de pensar.

La adultez debe permitirle al hombre y a la mujer conseguir una intimidad e integración sexual, aunada a la capacidad de comprender y solidarizarse con los demás. Ser capaz de conquistar y mantener a una (o unas –según) pareja.

Sin caer en egoísmos y narcisismos, los cuales serían un retroceso a etapas inmaduras de la infancia y la adolescencia.

En la ancianidad se  debe conseguir, por encima de todo, la calma y la sabiduría, templada a punta de golpes y heridas cicatrizadas exitosamente.

Contrariamente, la enfermedad de la vejez la constituyen la desesperación, la parálisis psíquica y la inmovilidad, producto de tanto preocuparse y fallar en esfuerzos erráticos a lo largo de una existencia infructuosa.

Erikson padeció severas crisis durante su adolescencia. Se debatía, entre convertirse en un médico del Alma, como Freud y en cierta forma, un doctor como su padre adoptivo. O continuar el impulso artístico que guiaba su personalidad plástica hacia el dibujo y la pintura.

Al final, justo en la etapa adulta, luego de transitar dolorosamente por las crisis de identidad adolescente, gracias a los diálogos con su esposa, logro crear una poderosa y conciliadora síntesis. Se convirtió en un gran ESCRITOR-PSICOANALISTA.

4

Según insistió Erikson a lo largo de su obra, no es sencillo precisar teóricamente qué es una persona adulta o cuándo consigue serlo.

¿Es adulta por haber contraído un matrimonio civil o religioso? ¿Por conseguir el poder adquisitivo para comprar una casa o auto? ¿Por poseer una cuenta de banco, un puesto en empresa o institución, un traje de etiqueta…?

La respuesta, para este escritor-psicoanalista, depende de la cultura, la raza, la biología, la lengua y su propio desarrollo individual. Mismos que ejercen fuertes variaciones e influencias según la geografía, las prácticas sociales, culturales y psicológicas. Pero también de las decisiones individuales que emprende cada quien para liberarse, madurar, o, contrariamente, continuar en el limbo de la inmadurez, los fanatismos y la dependencia.

5


En los años sesentas, en la prisión de San Quintín, un periodista norteamericano solicitó un permiso para ingresar a las crujías y entrevistar a tres jóvenes prisioneros políticos.

Habían sido arrestados durante una manifestación frente a Washington.

Al entrar a la celda de uno de los jóvenes activistas, un muchacho de color, de veintitrés años, algo llamó de inmediato la atención del reportero: el libro: Infancia y Adolescencia. De Erik Erikson. El cual constituía una de las lecturas de cabecera de los jóvenes revolucionarios, quienes esperaban para ser procesados por rebelarse contra el Sistema Político Norteamericano.
Negándose a toda costa a recibir la benevolencia del FBI y su dudoso perdón.
Constituían la encarnación de lo que Erikson fuera y escribiera pocos años atrás. Los Self Made Man.

PG

El autor: Carlos Filiberto Cuéllar

Carlos Filiberto Cuellar. (Guadalajara, México, 1976). Es escritor y psicólogo. Sus novelas: Tristísima (Deauno.com, 2008) e Histérica y Adorada: Cuentos de Psicoanálisis en México (Deauno.com, 2007), además del libro de testimonios: Hombres de a Pie: Dos Chamanes del Occidente Mexicano, pueden ser consultadas en la página electrónica: www.amazon.com Su correo personal es: carneuro@yahoo.com.mx

miércoles, 16 de febrero de 2011

UN DIOS INTERIOR

UN DIOS INTERIOR


El hombre activo es el que no se borra,
sino que es y sigue siendo él mismo. Se vuelve más maduro, más adulto, crece.
El hombre pasivo en cambio, siempre espera algo que viene de fuera,
es el eterno succionador…
(ERICH FROMM -El amor a la vida)


Existen muchos tipos de cristianos, unos los católicos, que son mayoría aplastante en muchas partes, pero también los bautistas, luteranos, calvinistas, griegos ortodoxos, etc. Todos son cristianos, pero en definitiva, ninguno de ellos cree en lo mismo. Aunque Cristo esté de por medio en el conglomerado de sus creedos.
Quizá hay muchos Cristos, tal vez Jesús de Nazareth no fué un solo personaje, sino varios, poliédricos y múltiples hombres-divinidades.

Una cosa es fe, otra iglesia, otra más religión, como decía el jesuita, teólogo y psicólogo social salvadoreño, Ignacio Martín Baró. Y otra más, por cierto muy rara en nuestros días: la espiritualidad íntima. Aunque el fanatismo bárbaro anexe y entremezcle burdamente cada una de estas dimenciones sin hacer distingos. De ninguna manera iglesia equivale a Dios, o religión es lo mismo que salvación eterna, mucho menos es igual a verdad absoluta dogmática, lista para imponérsele a los otros, quienes piensan distinto.


Y la espiritualidad, el “llamado interior”, la búsqueda legítima de la verdad, parecen elementos rarísimos en medio de todas las discusiones sociales y materiales contemporáneas sobre religión. Las cuales por lo general jamás llegan a buen término.

Dentro de una misma comunidad eclesiástica, es posible observar muy variados tipos de cristianos. En una celebración religiosa de fin de semana, aunque todos escuchen al mismo tiempo similar sermón, se presenciarán tipos de cristianos muy diferentes en su estructura de carácter y convicciones, aunque en apariencia estén reunidos y agrupados bajo idéntico rito católico, ya sea romano, anglicano, ruso ortodoxo; o en el servicio protestante: sea bautista, de la Iglesia de los Santos de los Ultimos días, etc., tanto como individuos diversos convocados en dicha epifanía semanal.

El pensador ruso George Grudjieff, conocedor e iniciado en el Cristianismo Esotérico Primitivo, distinguía tres tipos de cristianos, los cuales podían coincidir en un mismo culto, parroquia e iglesia, muy diferentes en su personalidad, aunque en apariencia todos creyesen que los demás pensaban y creían en lo mismo que ellos:

1. Los cristianos mecánicos: para quienes su credo consiste en la reproducción física de los ritos ordenados por sus autoridades religiosas desde la Noche de los Tiempos. Decimos “reproducción física”, porque para ellos su convicción se reduce a la observación y realización del rito paso por paso, con la respectiva y obligada inclinación ante el altar, quitándose el sombrero, con el número preciso de padres nuestros, etc. Sin fallo en los días ni en el número de palabras de sus oraciones, de sus movimientos y ademanes. Empero, este tipo de creyente, carece a pesar de su estricta rigurosidad motora y fisiológica, del elemento reflexivo esencial en su fé.

Desde el punto de vista de Gurdjieff, se trata de una máquina bien programada para ejecutar ritos y celebraciones que no piensa, ni reflexiona, mucho menos posee el elemento crítico esencial en sus convicciones que caracteriza a otro tipo de cristianos.

El cristiano mecánico literalmente cree que Cristo es la imagen crucificada de porcelana, oro o madera ubicada frente a él en su altar, ante la cual debe hacer una reverencia de cabeza. No hay vuelta atrás.
2. El cristiano caristmático, para quien el núcleo de sus convicciones es emocional, la lucha interna que constituye su fé es de carácter emocional tambien. Vive oponiéndose a sus deséos, pasiones y pulsiones, tratando de subyugarlas. Experimenta sucesivas conversiones y sacudidas internas a lo largo de su tortuosa vida, mismas que él interpreta de origen divino. Pero que algunos psicoanalistas como Freud o Reik pensarían de causa sexual e histérica, al fracasar este cristiano en su ilusión de vencer sus deseos y necesidades sexuales. Creyendo con temor que se tratan de voces diabólicas que le impelen a alejarse del buen camino.


Es fácil que este tipo de cristiano sufra posesiones, por parte de alguna divinidad o demonio. En suma, lo que caracteriza a este tipo de cristiano es su emotividad, gratificante cuando cree experimentar la presencia de Dios en su organismo (especie de orgasmo o catársis divina y oceánica), o demoníaca y enloquecedora, cuando enfrenta aquellos impulsos y pensamientos de origen sexual que él adjudica a la voz del Diablo.
Es fácil manipularle si se ataca al núcleo de su conflicto emocional y sexual, atemorizándole, sugestionándole o proporcionándole la temporal tranquilidad afectiva que como poseso busca.

Al fin y al cabo, sus convicciones religiosas le han servido para todo, menos para adquirir un equilibio o una madurez emocional. Todo lo contrario, retardan su crecimiento psíquico y le alejan de la confrontación consigo mismo, imprescindible para crecer.

3. El cristiano erudito por su parte, siempre tiene una respuesta teórica ante cualquier cuestionamiento. Es posible que muchos cristianos doctos ya estén buscando en este momento preciso la página precisa, el facículo y versículo para rebatir, comparar, acordar o criticar el punto de vista nuestro. Conoce de memoria todos y cada uno de los pasajes de las Sagradas Escrituras, las críticas a su fé y los libros ecuménicos que le son obligatorios dominar.

Tiene un punto débil que le sigue torturando en el fondo: es un tipo de cristiano teórico cuya fé es por demás librezca y plena de conceptos y definiciones. El núcleo de sus convicciones no ha penetrado ni tocará jamás su corazón más allá de su cerebro. No queremos pensar que ocurrirá dentro suyo, cuando el conflicto emocional del cristiano número dos, el carismático y emocional, reprimido con racionales esfuerzos, aflore en él y choque contra la maquinaria teórica que se ha constriuído a lo largo de su vida. La locura.

Cristianos con diferentes estructuras de carácter confluyen en los mismos servicios y ritos. Dialogan como en Babel sin escucharse, ignorando que entre uno y otro, aunque se digan hermanos, no hay un verdadero diálogo ni real entendimiento. Pues cada hombre habla según sus convicciones desde un diferente nivel de desarrollo emocional. No es posible comunicarse de hombre a hombre por entero con alquien que no ha recorrido un camino, cuando menos análogo si no semejante que el de quien quiere darse a entender.


Por ello los sabios, ante tal diálogo de locos, optan por callar.

¿Existe un cuarto tipo de cristianos?

El cristiano número 4, es rarísimo, más aún en nuestros días. Heredero de un cristianismo primitivo perdido. Este cristianismo primitivo sostenía revolucionariamente en los primeros siglos de nuestra era, que Jesús y no sólo Cristo, era un hombre como cualquiera, que llegó a ser Dios. Un hombre ascendido a Dios. Idea revolucionaria en aquella época, pues movilizaba a los hombres a cambiar no sólo interiormente, sino a modificar su contexto y su sociedad para edificar un cielo en este mundo. No había un cielo después de la muerte, sino aquí y ahora, en este mundo cotidiano y se debía luchar por él contra la tiranía que en diversas épocas se ha sentido dueña de Dios.

Diversos concilios vaticanos como el de Nicea, según Erich Fromm, lucharon por modificar esta noción de Jesús revolucionaria. A partir de Nicea, se prohibió creer que Jesús era un hombre ascendido a Dios.
De ningún modo, jamás ningún hombre, según la Iglesia, llegaría a convertirse ni soñaría en volverse Dios. Lo cual conduce a la pasividad y a la espera de algo que viene de fuera para cambiar. Más bien no hay cambio, sino conformidad. Pues Cristo siempre fue Dios, nunca hombre desde el inicio. Y Dios está en manos de una Institución y de quienes tienen el control político de ella.

Pero algunos psicoanalistas como Fromm y Reik y algunos pensadores como Gurdjieff, siguieron sosteniendo, humanísticamente, que los hombres, al igual que una vez Jesús, podrían a partir de su trabajo personal, de la lucha por transformarse y por modificar su entorno social, indefectiblemente llegar a ser dioses.

Y también Marx, aunque son pocos, quienes secretamente sostienen aún la afinidad entre el pensamiento del jóven Marx de 1844 y los Evangelios. Herederos de una misma tradición humanista y libertaria: los proscritos teólogos de la liberación.

Otros, más raros aún, como Gurdjieff, quienes sostienen que Dios y la Virgen María, Sol y Luna, habitan en nuestro interior. Es ahí donde debe iniciarse la búsqueda.

PG

El autor: Carlos Filiberto Cuéllar

Carlos Filiberto Cuellar. (Guadalajara, México, 1976). Es escritor y psicólogo. Sus novelas: Tristísima (Deauno.com, 2008) e Histérica y Adorada: Cuentos de Psicoanálisis en México (Deauno.com, 2007), además del libro de testimonios: Hombres de a Pie: Dos Chamanes del Occidente Mexicano, pueden ser consultadas en la página electrónica: www.amazon.com Su correo personal es: carneuro@yahoo.com.mx

sábado, 5 de febrero de 2011

SIGNIFICADO DE LAS CRISIS EMOCIONALES

QUIEBRE Y RUPTURA CON UNO MISMO:
SIGNIFICADO DE LAS CRISIS EMOCIONALES

Si no estás buscando la verdad,
no eres un hombre,
como mucho, pareces un hombre,
pero no eres un hombre.

(Osho)


1.
Nunca cae mal la ayuda externa para sortear los diversos obstáculos de la vida. En la mayoría de las etapas del desarrollo, no sólo es necesario, sino imprescindible dicho apoyo.
Mientras más jóven se es, sobre todo en la infancia, resulta más necesaria y debe ser más sustanciosa la ayuda exterior por parte de familiares, cuidadores y terapeutas hacia el niño.
Pero también los adultos, sobre todo al pasar precisamente a la etapa de adultez o de madurez., cerca de los treinta años, requieren igualmente ayuda. Quizá las crisis presentadas en esta época puedán ser más agudas y cruentas que en periodos juveniles previos. Aunque existe poca documentación al respecto.
Aquí el psicoanalista y el guía espiritual juegan un papel central.
La experiencia psicológica nos ha enseñado que en la adolescencia los obstáculos, las rupturas y los quiebres son un poco más llevaderos (cuando menos en la superficie). Aunque para nada se pretenda que la adolescencia por sí misma inmunice contra el dolor emocional y el padecimiento de crisis emocionales. Pero sí, las sacudidas existenciales y los quiebres emocionales internos, parecen presentarse en algunos sujetos, no tanto cuando son adolescentes, preparatorianos y universitarios. O no con semejante intensidad. Si no tan sólo un poco después, al enfrentarse y chocar con "el mundo real".
Algunos adolescentes poseen sus sueños, ilusiones, planes, metas, por muy despegadas del piso y de su contexto social que puedan resultar. También tienen sus grupos de amigos con quienes comparten estos sueños y planes. Del mismo modo que sus enervantes y sus distractores con los que se evaden. Y esto ya es tener mucho.
Otros jóvenes ni siquiera tienen ni los sueños ni los amigos. Tan sólo los enervantes.
2.
En otros más, quizá algunos de los que tuvieron la oportunidad de vivir juventudes con algo de menos carencia económica, se presenta el afán enfermizo  de aferrarse a periodos de la vida ya perdidos y pasados. Aquí es donde comienzan las crisis a las que pretendemos describir. Queriendo permanecer en una infancia o una adolescencia pretéritas. O más bien: todo en derredor, en el entorno propio y en uno mismo indica que es hora del cambio, de madurar. Pero hay una sordera de oidos, sobre todo, una sordera emocional.

Igor Caruso (1988) indica que el único enfermo mental es el que se niega a transitar de un periodo al otro de su vida. Empeñándose en permanecer en medio de una etapa anterior y la siguiente de su desarrollo. Literalmente a medias entre su pasado y su presente. Queriendo gozar, por ejemplo, de los privilegios del hombre o la mujer adultos, pero evitando por sobre todas las cosas, renunciar a las comodidades y fantasías de la infancia y la adolescencia.
Fantasías e imaginaciones que regocijaron y alumbraron periodos tempranos de su historia personal, pero que luego resultan inajustables a las etapas actuales vividas. Sobre todo si dichas fantasías no se han reformulado y actualizado a la luz de las exigencias reales vividas por el sujeto en su desarrollo. Flexibilizándose cuando resultan demasiado rígidas, evitando convertirse en actitudes dogmáticas y totalizadoras. Nada sanas y menos benéficas para la propia persona y para quienes conviven a diario con ella.
Como menciona Raúl Páramo (1985), las formas de totalitarismos y dictaduras, personales, familiares, ideológicas y políticas, se remontan en su orígen a etapas muy primitivas e infantiles del ser humano. Resultando al mismo tiempo manifestaciones enfermizas de permanencia en la infancia.
En suma, un adulto que no ha relativizado sus sueños de infancia y adolescencia (de ningún modo que los haya perdido o renunciado a ellos, porque eso es otra manera de enfermedad y de muerte en vida); es decir, que no se ha cuestionado a sí mismo ni a su historia vital, de ningún modo es adulto. Tampoco es un hombre en el sentido completo y total del término. A lo mucho, se parece externamente a un hombre.
Nos acomoda aquí un término escuchado en alguna película de Guillermo del Toro (El Espinazo del Diablo), se trata en estos casos de "príncipes sin reino". Individuos con obesos narcizos y sobrepasados egos quienes sufren serias dificultades de adaptación.

3.

De ahí que el significado psicológico de las crisis emocionales seal el de la obligatoriedad de volver a uno mismo. De revisar los fundamentos  de la propia persona. Plantear preguntas fundamentales en las que el único interlocutor posible es el sí mismo.
Sería reiterativo  insistir que cualquier búsqueda que aleje a la persona quien enfrenta una crisis emocional de su ámbito interior y de sí misma, resultará infructuosa y a la larga dañina, sino hasta mortífera. Ya que existen paleativos y distractores para atenuar el dolor psíquico en cantidad por estos días.
Un adulto quien ha llegado a la etapa que nombramos como adultez o madurez, más allá de los veinticinco de edad, cerca o pasando los treinta años, pero que se ha negado a asumir los quiebres y las rupturas emocionales necesarios, es apenas un fantasma de hombre, un espector social, una marioneta animada por fuerzas culturales ajenas. Funciona en la apariencia y en lo externo, quizá hasta con éxito. Puede tener familia, incluso alguna jerarquía política o institucional. Desde luego dinero y relaciones. Pero en ningún momento, nada de esto le sirve para dejar de ser una entidad incompleta, un despojo humano bien adaptado y hasta triunfador en apariencia.
Las crisis emocionales, a partir de aquí, son grandes oportunidades para sacudir todo lo supérfluo y limpiar al hombre de aquello que no le pertenece. ¿Pero qué es lo que realmente le pertenece al hombre...?
Con las crisis emocionales nace la posibilidad, quizá única en la vida de alguien, de que aquel remedo de niño o adolescente prolongado y trasnochado, llegue a convertirse en un hombre en el sentido más completo posible para el término hombre.
Pero hoy en día todo hace casi imposible el volver hacia uno mismo y mirar en el interior. Todo pretende perpetuar y prolongar la infancia y la adolescencia de manera antinatural.
De ahí que la pregunta acerca de ¿qué es lo que realmente le pertenece al hombre? sólo la pueda contestar cada cual a partir de sus propias experiencias y búsquedas.
CURACIÓN DE RECUERDOS DOLOROSOS Y HERIDAS EMOCIONALES

Crecer a partir de la propia depresión y ansiedad.
Profundizar, conocer y mitigar las heridas emocionales y recuerdos dolorosos.
Trabajo grupal para sanear la memoria emocional y las experiencias dolorosas.
Todos los Martes a las 7 pm a partir del 22 de Febrero de 2011.
Costo: 200 pesos por sesión.

Lugar: López Cotilla 862. A un costado del Templo Expiatorio. Guadalajara Jalisco.
Tel. 38 38 85 86