El
amor conquista el mundo y todos sus temores,
cuitas
y ansiedades.
Habla
de algo que puede ser despertado en nosotros
y que
es más fuerte que toda otra cosa en la vida.
Habla
de algo que invierte los signos en nosotros
y lo
hace de tal modo que lo que era activo
se
vuelve pasivo y lo que era pasivo se vuelve activo.
Un
hombre debe experimentar una inversión
dentro de sí
para
que su Esencia se vuelva poderosa.
MAURICE NICOLL –Comentarios Psicológicos
sobre las Enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky Vol. 2)
1. Plantas de Café en la Rivera de Chapala
Lo
primero que nos sale al paso en su casa es el olor del desayuno que ya está
listo. Nos desmañanamos tomando el autobús de las 7:00 am en la Central Vieja
para llegar a la hora de nuestra cita. Son las 9:30 y nuestros estómagos nos
reprochan con gemidos la ausencia y el vacío infame de la mañana. La
combinación de la canela con el café, conforma un aroma muy atrayente que se
distingue desde media cuadra de distancia. Ella lo sirve con un chorrito de
leche condensada y azúcar mascabado. Nuestras glándulas segregan saliva nada
más al pensarlo, anhelantes. Ya casi no podemos esperar.
Nos
acordamos cuando Enedina nos platicó que se trajo su primera mata de café de
Chiapas, hace diez años, envuelta en periódicos y abrazada en el camión desde
San Cristóbal de las Casas. Después vivir casi medio año y estudiar con don
Lauro: un chamán muy famoso, aprendiendo el Masaje con Piedras y la Acupuntura
Mexicana. Ahora ya tiene más de ciento ochenta plantas en su jardín, en plena
Rivera del Lago de Chapala. El café que obtiene de ellas es para el autoconsumo
de su restaurante, aunque siempre queda algún kilito de tostado artesanal para
sus familiares o amigos.
“Hoy
tenemos costillitas en chile pasilla, bistec a la mexicana, carne asada, frijolitos
y torta de huevo con salsa de tomate…”
Nos
dice Enedina al recibirnos sonriente en el zaguán de la entrada de su casa, donde
atiende a sus clientes, ofreciéndonos su mano delgada y fina. Nos decidimos por
la opción de costillas con la obligada porción de Frijoles de Boda. Alguna vez
nos explicó ella que en la mayoría de los pueblos de la Rivera les llaman
Frijoles de Boda, porque cuando los
fríen con manteca, les revuelven salsa de birria para darles más sabor. Resultan
tan sabrosos que hay quienes sólo piden frijoles para el almuerzo, y no andan
nada equivocados.
Su
nuera: Cristy, una morena gordísima y de sonrisa bondadosa, quien se encarga de
tortear, nos saluda también y promete mandarnos una generosa dotación de
“calientitas”.
En
las pequeñas mesas de madera ya hay instalados bastantes comensales de la más
diversa ralea: pescadores, jornaleros, albañiles, burócratas, profesores y muchos
empleados de la Comisión Federal de Electricidad. Al mirarlos echar el diente a
una tortilla con frijoles y huevo con chile o de pancita en salsa verde, una de
sus especialidades, nos acordamos también del esposo de Enedina, quien trabajaba
en la Comisión.
Hace
casi treinta años que Enedina enviudó, su marido reparaba unas instalaciones de
alto voltaje en Mezcala cuando resbaló
de una de las más altas y peligrosas
torres. Quedó agarrado por la pierna de un cable, rostizándose. Su cuerpo
permaneció colgado toda la noche, recibiendo descargas fortísimas de la
corriente eléctrica con la que alimentaban la zona entera del Lago. Lo
encontraron hasta el día siguiente, achicharrado e irreconocible.
Enedina
dice que la experiencia de identificar su cadáver carbonizado fue la cosa más
espantosa que haya vivido. Sus niños estaban muy pequeños cuando todo eso pasó.
Ella nunca trabajó antes, fue muy consentida desde niña, primero por sus padres
y luego por su marido, quien la adoraba y siempre se esforzó para que nada le
faltara. La experiencia, según sus palabras, casi la vuelve loca. Duró casi
tres años en una depresión profunda. Pero también fue la oportunidad para
descubrir, una vez sorteada la crisis, su misión en la vida: sus dotes como
cocinera y sanadora.
2.
La Discípula de la Húngara
A
las doce del día, luego del desayuno, nos reunimos sus alumnos de Masaje,
Herbolaria y Acupuntura. Enedina enseña la Acupuntura Mexicana, la cual todavía
no es tan conocida. Ella dice que don Lauro, su Maestro, les explicaba que los pueblos
mayas y toltecas la practicaban desde la misma época que los chinos. Con ella
curaban y atacaban casi cualquier enfermedad. Enedina no utiliza agujas, como
en la técnica oriental, sino punzones de madera, jade, obsidiana o cuarzo de
distinto calibre. Luego de dar un masaje con sus dedos por las partes
principales del cuello, cráneo, espala, brazos y coxis, relajando al paciente, oprime
con sus punzones cuidadosamente diversas áreas de los huesos y músculos, las
cuales corresponden a los distintos órganos internos del cuerpo: hígado,
riñones, páncreas, vaso, etc.
Somos
cerca de doce personas, que nos reunimos una vez al mes, en una sesión de todo
el día. Hay gente que viene desde la Ciudad de México, exclusivamente para estudiar
la técnica que ella enseña. Entre sus alumnos nos encontramos psicólogos,
médicos internistas, terapeutas físicos, tanatólogos, psiquiatras, gente común
que viene a aprender, etc.
Enedina
no cobra una cuota definida por sus clases, dice que la cooperación es
voluntaria:
“Lo
que quieran darme, lo que gusten…”
Tampoco
tiene un costo fijo por sus terapias, masajes y limpias. Hay quienes damos cien
pesos, de acuerdo a nuestras posibilidades, aunque percibimos que debe haber
quien le paga por su cuenta hasta más de mil.
Se
nos ocurre pensar que su casa se sostiene con las ventas de su restaurante, que
tampoco es caro: los desayunos cuestan 30 pesos e incluyen café y frijoles con
refile y todas las tortillas que se pueda comer. Sabemos también que a mucha
gente no le cobra por sanarla y realizarle limpiezas energéticas. A nosotros
nos alivió de un dolor lumbar que según algunos especialistas, requería
intervención quirúrgica. Nos acordamos siempre de la manera tan delicada en que
sus dedos suaves nos aflojaban los músculos de la cara y el cráneo, para luego
lancear los meridianos de los brazos, plantas de los pies y hombros con unos
punzones de jade que le trajeron de Guatemala. Tras cuatro sesiones de terapia
no volvimos a sentir jamás molestias de ningún tipo.
Los
gringos la buscan para que los cure porque sabe hablar bien el inglés. Enedina
es muy discreta y jamás presume de sus conocimientos de medicina tradicional ni
idiomas, aunque sabemos que viene gente del extranjero sólo para tratarse con
ella:
“…A
mí me enseñó a leer el café una húngara cuando yo era muy niña. -Nos platica en
esta ocasión-. Me dijo que si yo la enseñaba a tejer con gancho y agujas, ella
me enseñaría a leer los restos del café. La señora era del Líbano, no hablaba
muy bien español, pero también sabía leer las cartas y usar el péndulo para
curar y hacerle consultas, duramos casi dos años enseñándonos mutuamente. Desde
entonces comencé a interesarme por todos estos rollos…”
Al
mismo tiempo que habla, narrándonos fragmentos de su vida, se encuentra
insertando semillas de caléndula en la oreja de un voluntario, para mostrarnos
la técnica de auriculoterapia utilizada por los toltecas desde tiempos
inmemoriales.
3. El Automaestro
Un joven chamán en potencia
empieza por ser considerado en la
comunidad como un “enfermo”,
atrapado en una abrumadora crisis
psicológica
que se expresa en una profunda confusión
mental
e incluso en enfermedad física.
Si se puede curar, entonces puede ser un
chamán…;
enloquecer o morir. Sus opciones son
limitadas.
(SHELDOM
B. KOPP –Gurú, Metáforas de un Psicoterapeuta)
A
don Joaco lo conocimos por Enedina. Ella nos mandó con él, nos contó que fue su
maestro de Tarot y de otras técnicas de magia y medicina ancestral. Llegamos la
primera vez por una consulta de cartas y una limpia. Desde entonces no hemos
dejado de venir cuando menos dos veces al mes a visitarlo y estudiar con él.
Un
autobús suburbano nos lleva a lo largo del todo el Periférico Sur de la Ciudad,
hasta la parte donde el camino está más descuidado y la placa del pavimento necesita
mayor mantenimiento. Es un poblado pobre y echado en el olvido, ya casi nadie
habla de él más que para mencionar sus malas noticias. Anteriormente era un
rancho muy famoso por su Viacrucis y sus fiestas patronales, aunque éstas casi
se perdieron con el paso de los años y la intromisión de las costumbres urbanas.
La
pequeña comunidad prácticamente fue absorbida por el crecimiento impío de la
ciudad, más allá del periférico. Muchos fuereños llegaron a vivir alrededor y
transformaron forzosamente la vida cotidiana de la gente con sus costumbres
nuevas, no necesariamente positivas. Abundan la drogadicción, el alcoholismo y
los asaltos. Una pequeña sociedad que antes presumía de ser muy comprometida
con sus celebraciones de Semana Santa, la Bendición de los Animales y las
Pastorelas de Diciembre. Ahora se encuentra casi en vías de extensión.
Atravesamos,
no sin tomar ciertas previsiones, la Plaza Principal con su kiosco oxidado y
basuriento. Después de las 6 de la tarde ya no es tan seguro transitar para los
que no somos de por allí.
Caminamos
hasta la última calle, la cual lleva a las afueras del pueblo, donde comienza
el Río, que antaño proveía de carpas tilapias, bagres, culebras, ranas,
salamandras, tortugas y patos para la dieta de los lugareños. Antiguamente su
remanso surtía de agua potable buena parte de dos municipios del Oriente de la
Ciudad. Hoy está completamente contaminado por las empresas cercanas y las
colonias nuevas de interés social, que desaguan su pestilencia sobre él. Ya no
vive nada en su lecho, más que peligrosas larvas de moscos, cucarachas de agua
y otras sabandijas acuáticas, portadoras de enfermedades, y un olor muy difícil
de sobrellevar.
Nos
cuesta trabajo imaginar las historias que nos narra don Joaco, de cuando el
pueblo era famoso por su río y su Viacrucis. Cuando las familias
organizaban días de campo en la orilla, pescando
con anzuelo y tarraya, friendo carpas en aceite con papas sobre discos de arado, con carne
asada en las brasas y tacos de frijoles recalentados. Dicen que venía gente de
la Ciudad y de más lejos a pescar y a convivir.
La
casa de don Joaco es de adobe y se encuentra justo frente al río. A pesar del
olor de los contaminantes y desagües, muchísimos fuereños vienen a atenderse
con él y a consultarlo. A sus pacientes no parece importarles ni la suciedad
del río, ni los objetos de desecho, ni animales muertos que ahora transportan
sus aguas.
Se
abre la pesada puerta de tablones de su entrada, aparece la mano fortísima y
bonachona de don Joaco. Emergen sus ojos aceitunados y observadores. Al
atravesar el pasillo de su sala, nos va envolviendo el concierto a todo volumen
de decenas de periquitos australianos, canarios, palomas habaneras, calandrias,
loros, cardenales y gorriones que viven en sus jaulitas, en el corral de don
Joaco. Muy pronto comienza a hablar el brujo, es un grandísimo y animado conversador:
“…Hace
veinte años me dijo don Lauro que mi mujer me estaba embrujando…Don Lauro me
aconsejo: -¡Vete hasta el fondo de tu patio a buscar en tal maceta de tal
rosal…! ¡escarbas, y en el fondo vas a encontrar el mal…!- Y ahí estaba
justamente aquello…”
Nos
dice don Joaco mientras tomamos asiento en su chiquigüite, como llama a un
pequeño cuartito en donde realiza sus limpias, lecturas y trabajos energéticos.
Don Joaco tuvo que aprender magia y
brujería casi a la fuerza, cuando descubrió que su mujer le estaba haciendo
trabajos de magia negra para dañarlo y quedarse con su casa y su dinero. Hasta
entonces había llevado la vida común y corriente de un albañil. Tuvo que
aprender a defenderse en un plano por completo invisible, al que casi nadie
voltea a mirar en estos días.
Un
día encontró en un libro de rituales mágicos una rara invocación al Maligno, la
realizó a la media noche con las instrucciones que venían en ella y desde
entonces su vida cambió. Al poco tiempo conoció a don Lauro, también maestro de
Enedina y se fue a vivir a San Cristóbal de las Casas más de tres años para
estudiar con él.
“¡…No…! Una vez don Lauro nos pidió a un grupo de
alumnos suyos que nos acostáramos en el suelo, entonces se sentó de repente arriba
de mi barriga. Y yo, como lo respetaba mucho, no me moví para nada. Apenas
podía respirar, pero no era capaz de pedirle que se quitara de encima, aunque
me estaba lastimando. Entonces don Lauro nos dijo a todos: -¿Saben por qué éste
está así de jodido…? Porque permite que cualquiera haga lo que quiera con él,
porque es un dejadote, cualquiera se le puede sentar encima-. Entonces salté
como un resorte y boté a don Lauro. Entendí que tenía que darme a respetar y
aprender a defenderme yo solo de cualquiera…”
Parte
de lo que nos han enseñado don Joaco y Enedina en estos años, es la necesidad
de enfrentar nuestros temores, a curarnos y resolver nuestros problemas por
nosotros mismos. En un mundo donde impera el dominio, la manipulación y el
control externo de las personas a partir del miedo y la sugestión, la necesidad
de ser el propio maestro, el automaestro, es una señal de que algunos brujos y
sanadores como ellos no andan tan perdidos.
Un
automaestro, tras haber adquirido una enseñanza espiritual, sigue por su cuenta
su camino, tomando a la vida ahora como su única maestra, enfrentando sus
obstáculos y peligros y haciéndose más fuerte cada vez que los sortea.
4. Un Artesano en Europa
“Estuve
viviendo en Chiapas varios años con don Lauro, con él me acerqué por primera
vez al Tarot y la verdad me hice muy bueno para interpretarlo, desde entonces
es mi principal instrumento de trabajo. También aprendí masajes, la limpieza espiritual
con huevo, chile seco y ramas de mezquite, a correr temascales y a usar la
Acupuntura Mexicana. Pero a los tres años me echó de su casa, ya no quería que
yo dependiera de él. Todo lo que podía aprender con él ya lo había aprendido.
Ahora tenía que atender a mis propios pacientes. Yo todavía no me sentía seguro
para curar personas, necesitaba una señal…”
Don
Joaco abandonó su oficio de albañil, se fue de Chiapas y retomó su gusto
adolescente por la música. Se hizo de una guitarra y tras recordar un par de
acordes, se unió a un mariachi tradicional, compuesto por huicholes y mestizos.
Anduvieron tocando en todas partes. Por cosas del destino, como él dice, los
invitaron a presentarse en un festival de música folclórica en Barcelona, en
España. Cuando iban a regresar, aprovechando un permiso de la Unión Europea,
don Joaco se separo de sus compañeros músicos y viajó hasta Alemania, Holanda y
Suiza, viviendo de tocar su guitarra en trenes, plazas públicas, fabricando y
vendiendo huaraches y pulseras que los europeos supieron valorar muy bien. Se
dio tiempo para leer bastante, cuanto libro caía en sus manos sobre diferentes
temas, también conoció a muchas personas en el camino. Visitó la ciudad natal
de uno de sus grandes maestros: el médico y mago Teofrasto Paracelso.
Fue
en una plaza de la ciudad de Colonia que se animó a realizar su primera lectura
de Tarot en una banca, a una muchacha que según sus palabras, era muy bonita y
estaba muy necesitada de ayuda. Don Joaco se comunicaba en un inglés mocho,
pero suficiente para darse a entender con los alemanes. Entonces trabajaba con
un antiguo Tarot Egipcio, editado por un tal Dr. Moore, que le obsequió don
Lauro, el cual es ya muy difícil de conseguir, según nos platica en cada
oportunidad.
Ese
primer trabajo resultó un éxito. Gracias a él comprendió que debía regresar a
México, reconstruir su casa frente al río y atender a la gente de su comunidad,
que lo necesitaba más que nunca.
5. Cuando su Mano se convirtió en Cuchillo
Don
Joaco arroja un leño en la hoguera que realizamos en mitad de su patio. Son
casi las doce de la noche. A nuestro alrededor impera el total silencio y una
calma completa. Apenas se oyen algunos ladridos que se pierden en la lejanía.
El río no parece descansar ni siquiera a esta hora, incluso su cauce se escucha más activo que en la
tarde.
Algo
al interior del fuego estalla en el momento en que don Joaco nos describe sus
conversaciones y diálogos con espíritus del Bajo Astral y con el Maligno. Suelta
una ronca carcajada y las llamas parecen calmarse, amedrentadas con el poder de
su voz de bajo. Sus ojos verdosos y revolcados, nos recuerdan siempre una
imagen de Pancho Villa. Ambos deben
parecerse un poco, o uno podría ser la reencarnación del otro. Según nosotros.
Sus
manos se vuelven igualmente poderosas que su voz, cada que arroja los maderos a
la hoguera, avivándola, también cuando extraen las cartas de sus dos mazos de
Tarot: el Egipcio del Dr. Moore y el Ryder White. Con los que trabajamos ahora.
Sus manos parecen cortar como dos cuchillos, los poderes de la noche, en el
momento en que abren las cartas y las parten para volverlas a unir de nueva
cuenta. Es todo un maestro con las cartas.
En
esta ocasión, tras hablar largo y tendido sobre los últimos Arcanos Mayores del
Tarot, especialmente sobre el arcano XX: El Juicio Final, y sobre El Sol y La
Luna, nuestra clase deriva hacia la necesidad de aprender a orar adecuadamente.
Don
Joaco nos enseña a rezar el Padre Nuestro con una fuerza del corazón tremenda,
de una manera conmovedora, llena de ímpetu y amor. Nos indica que si es rezado
con la suficiente convicción y alma, puede convertirse en un sortilegio
poderosísimo capaz de alejar todos los temores, espantar los males y ayudar a
proveer cualquier tipo de necesidad. Según él, el Padre Nuestro originalmente
era una oración dirigida al Dios del Sol: el Dios Padre.
“El
Padre Nuestro es la única oración que le dio Dios directamente a los hombres…”
Pronuncia
categórico, con una voz que resulta más ronca que en cualquier momento de la
noche. Luego pega un profundo trago a su botella de mezcal.
De
pronto, nosotros caemos en la cuenta que tanto don Joaco como Enedina, son
entre otros, brujos y chamanes, representantes de un antiguo y hermoso orden de
valores que reaparecen cada cierto tiempo. Cuando las comunidades necesitan de
ellos más que nunca, para ayudar a la gente a plantearse de nueva cuenta
aquellas cosas que son importantes: la necesidad de voltear hacia sí mismos y
mirar en sus corazones.
Sus
centenares de aves se encuentran bien dormidas en las jaulas a esta hora, uno
de sus cinco perros comienza a ladrarle a la nada. Un estridente coro de
grillos inicia sus chirridos de manera ensordecedora. Don Joaco dice que aquí
los grillos, cucarachas y ratas, mutaron y se desarrollaron sobremanera, debido
a los contaminantes que segrega el río. Aunque nunca nos encontramos hasta
ahora con ninguno de ellos, la verdad es que esos grillos y ratas gigantes nos
asustan más que las invocaciones de don Joaco dirigidas a los seres del
Inframundo.
Ambos
nos ponemos de pié tras largas horas de charla, estudio y de buen mezcal. Guardamos
en nuestro morral de lana un mazo nuevo del Tarot Egipcio del Dr. Moore, que el
brujo nos obsequió el día de hoy.
Don
Joaco nos brinda un abrazo muy cálido. Pronto nos iremos a dormir a su chiquigüite,
como él lo llama, donde nos permite pernoctar cada vez que tenemos la
oportunidad de venir a estudiar con él. Nos retiramos y sólo se queda la fogata
en su patio, encendida y murmurante.