Como
analista debe lograr
que
el análisis le afecte a sí mismo,
que
sea un fragmento de vida auténtica
y
no un método que se pueda aprender de memoria
¡En
el sentido literal!
El
médico o terapeuta que no incluya esto
en sus análisis teóricos
tendrá
más tarde que pagarlo caro.
(CARL GUSTAV JUNG –Recuerdos,
Sueños, Pensamientos)
1. Un
anciano psicólogo, demente, pero muy sabio:
El viejo psiquiatra se encontraba agitado por duros
golpes internos de angustia. Llevaba días aislado en su estudio de la casa de
Zurich, a orillas del Lago. En donde se refugiaba, siendo fiel a su personalidad
introvertida, embebiéndose con sus antiguos libros de alquimia y budismo. Experimentando enorme culpa por abrir desde
años atrás las puertas hacia una parte de la mente arcaica, olvidada y
peligrosa de la humanidad: el Inconsciente Colectivo.
En algún momento de la tarde, la
ansiedad resultó insoportable. Se levantó de su escritorio, donde trabajaba en
un par de manuscritos de carácter teológico y alegórico, mismos que condensaban
muy buena parte de sus investigaciones de los últimos años sobre el estudio de
los símbolos, los arquetipos, las religiones ancestrales, las mitologías de
diversas culturas y la Mente Colectiva.
Últimamente, sus escritos y su
habla cotidiana se plagaban de metáforas oscuras, abstractas e incomprensibles,
de alegorías a las que sólo sus más íntimos lectores y alumnos podían tener
acceso, al ubicar su a veces indescifrable obra y conocerlo a fondo, mediante
sus escritos. Su lenguaje, hacia su
senectud, lo acercaba en la etapa de la
vejez a sus más grandes maestros e influencias en su vida: el viejo Nietzsche, el
testarudo Emanuel Kant, el férreo médico, Paracelso, los trágicos profetas del Antiguo Testamento: Abraham
y Job.
Algunos entre quienes lo conocían,
señalaban que se trataba de una depresión endógena que le perseguía desde sus
años de juventud, contra la que ya se había cansado de luchar, fruto de un amor
fatídico mal sanado. Otros, más duros y quizá certeros, decían que era el
inicio de una insipiente demencia.
El anciano Carl Jung se incorporó
de golpe, presa de taquicardias y dificultad para respirar. En los últimos
meses sus trabajos lo habían hecho alcanzar la hipótesis de la Sincronicidad: el emparejamiento entre
los sucesos y explosiones de la energía de la mente, con los fenómenos
materiales del mundo externo. La coincidencia inefable entre la mente
inconsciente y los fenómenos paranormales. El fin definitivo de la separación,
proclamada mucho tiempo antes por magos, parapsicólogos y alquimistas, entre el
observador y lo observado.
Ignoraba que en breves minutos
experimentaría una de las más fuertes e impactantes sincronicidades de su vida.
2
La Sincronicidad como concepto de uso
común, utilizado indistintamente con todo aquello a lo que se le quiere dar un
carácter de “milagroso”.
Sincronicidad: Una
coincidencia significativa,
Patrones de la
causalidad relacionados significativamente.
(DAVID
PEAT –Sincronicidad)
En la actualidad la Sincronicidad es un concepto de
cambio y uso común, moneda de bajo costo, centavo barato que todos tiran sin
reflexionar. Mucha gente lo utiliza para adjudicarle los más sorprendentes y
variados matices semánticos. Lo aplican para nombrar cualquier tipo de
coincidencias ocurridas en sus vidas, cualquier suceso sorprendente, al que se
le quiere dar, forzadamente, un matiz milagroso o mágico. Desde las impresiones
sobre un bello amanecer, hasta un encuentro entre novios que no durará mucho
tiempo, más allá de la euforia del momento. Todo entra en la Sincronicidad y no
existen matices, pues.
Se utiliza la Sincronicidad para
explicar la embriaguez, no siempre sana del enamoramiento; o cuando alguien se
ha salido con la suya en una situación ventajosa respecto a los demás, incluso
se dice que es fruto de la Sincronicidad o una Sincronicidad en sí misma.
Pero
la Sincronicidad es un concepto muchísimo más complejo que hace coincidir los
más importantes logros de la psicología junguiana y la física cuántica. Si se le
analiza con más detalle desde un enfoque psicológico analítico más serio.
Para que una Sincronicidad pueda
ocurrir, se requiere una coincidencia de muchísimos factores, internos y
externos. No por nada, Carl Jung señalaba que con la Sincronicidad estaban
relacionados fuertes fenómenos de vida, tales como un cambio de fe o religión,
el encuentro con el verdadero amor, un cambio de profesión por propia decisión,
etc. Cosa que vuelve más compleja y rara la Sincronicidad de lo que se cree, en
un tiempo donde la gente muere o prefiere enloquecer antes de renunciar a sus
creencias e ideologías. En pocas palabras, que para lograr una verdadera
experiencia sincrónica era menester una violenta ruptura de esquemas mentales
que obligasen a la personalidad a reestructurarse.
David Peat, un físico cuántico
oriundo de Canadá, describe el ejemplo del enfermo desahuciado, o del loco
desesperado por encontrar la luz en medio de sus laberintos mentales. En un
momento dado, esa situación limítrofe lo puede colocar al alcance de una
experiencia sincrónica, donde es muy probable que logre conseguir lo que busca:
sanar de un malestar físico, encontrar la iluminación o la solución a un serio
problema de creatividad.
Las sincronicidades a
menudo se relacionan con períodos de transformación;
por ejemplo,
nacimientos muertes, el enamoramiento, la psicoterapia,
la
obra creadora intensa e incluso un cambio de profesión. Es como si
esta
reestructuración interna produjese resonancias externas
o
como si una explosión de “energía mental”
se
propagase hacia fuera en el mundo físico.
(DAVID PEAT –Sincronicidad)
De tal modo que no todas las
coincidencias y casualidades que se experimentan en la vida caen en el terreno
de la Sincronicidad. Si nos fijamos con detalle, es muy probable que la Sincronicidad,
aunque verdadera, ocurra como un fenómeno más bien raro, debido a los
requisitos principalmente psicológicos que hemos mencionado. Para ello debe
distinguirse también claramente entre casualidad y Sincronicidad. La primera es
un fenómeno aleatorio en que dos sucesos, por mero azar o circunstancia
fortuita, coinciden. Para el segundo, la Sincronisidad, hubo un trabajo
psicológico previo muy arduo de búsqueda, un camino interior largo y
disciplinado, el despojo de los esquemas anteriores y de su pasado, una labor
de cambio profundo y reestructuración de la personalidad.
La casualidad es un fenómeno del
azar y de apariencias externas, en contraste, la Sincronicidad es un fenómeno
de apareamiento de patrones a partir de un estado psicológico logrado tras un
trabajo mental arduo, no exento de disciplina. Sincronicidad es ya un nivel de
magia, de materialización en el mundo objetivo por medio de los poderes de la
mente que comienza a despertar. Causalidad es una ilusión de coincidencias para
las mentes dormidas que sueñan con milagros y actos mágicos.
Carl Jung relata un claro ejemplo
de Sincronicidad muy interesante, cuando una paciente le narraba en su
consultorio un sueño, cuyo protagonista era un escarabajo rinoceronte. En el
momento en que ambos discutían sobre el mismo, se escuchó un fuerte golpe en la
ventana del psicoanalista. Jung acudió hacia el lugar, y un insecto de la clase
del sueño de la paciente, se había estrellado en el cristal de su consulta.
3
La Ley de la Recurrencia como contraparte de la Sincronicidad:
La primera lección que
debemos aprender,
lo primero que nos
impide escapar, es que ni si quiera comprendemos
la necesidad de conocer
nuestra posición.
Quien quiera la
conozca, ya está en una posición mejor.
(PIOTR
D. OUSPENSKY –El Cuarto Camino)
Bastante relacionada, pero con sus matices distintos,
tenemos la Ley de la Recurrencia, descrita por el psicólogo ruso Piotr
Demianovich Ouspensky. Inspirado tanto en sus estudios de física cuántica y
biología como en su trabajo espiritual de la mano de George Gurdjieff.
La Recurrencia hace referencia a la
Ley del Eterno Retorno de Hermes Trimegisto, misma que más tarde reapareció, a
finales del siglo XIX, reintroducida en el pensamiento occidental por
Nietszche, en donde todos los fenómenos del universo tienden a repetirse
inequívocamente, hasta que sus circunstancias evolucionan a partir de las innumerables
vueltas sobre el mismo tópico. Todo en el universo se repite de manera
geométrica: el vuelo de las parvadas de aves, las ramificaciones de un árbol,
la anatomía de los seres cuadrúpedos o los insectos, los patrones de
personalidad de alguien, los temas repetidos por un escritor en un ensayo.
La Recurrencia sugiere la
posibilidad de la reencarnación de las vidas, más no su evolución automática,
como comúnmente se piensa. Según Ouspensky, al morir alguien, de acuerdo con la
Recurrencia, renacería, pero en su mismo papel, o en uno análogo al que
desempeñó en su última vida. Para ello, el psicólogo ruso realiza un
interesante análisis psicológico de los Evangelios. En el cual se plasma la
repetición de todas las personalidades posibles: el mentiroso, el tibio, el
rastrero, el endemoniado. También el profeta, el justo, el maestro, el mártir,
la prostituta. No todas las personalidades tienen la posibilidad de encarnar en
algún papel para el que aún no estén preparados, como el de alguno de los 12
apóstoles, mucho menos el de Cristo. La mayoría de nosotros encarna
constantemente el papel de los judíos que condenaron al mecías gritando: “crucifíquenlo”.
Aunque nos cueste trabajo reconocerlo. Debido a nuestra tibieza, mediocridad y
búsqueda constante de la comodidad. Existen almas tan perdidas, cuyo perfil es
ya tan bajo en la rueda de las reencarnaciones, que ¿qué otra cosa podrían
gritar además de “crucifíquenlo”? Se pregunta el psicólogo Ouspensky.
Pero algo muy distinto ocurre con
los apóstoles, quienes si siguen esforzándose por trabajar en sí mismos, a la
vuelta de las reencarnaciones quizá podrían un día representar el papel de
Cristo.
Dentro del mazo del Tarot, por
ejemplo, la carta conocida como la Templanza, representa el proceso de un alma
vieja, que a lo largo de varias reencarnaciones se ha ido perfeccionando y
purificando, trabajando y confrontándose con su karma. Encarnado en cada uno de
los problemas que se le representan en su vida y con los cuales debe luchar y
resolverlos del mejor modo.
Si contrariamente, aquella alma va
en proceso de degeneración, cayendo cada vez, en cada oportunidad con más
fuerza, sucumbiendo ante sus tentaciones, vicios, defectos, agrandando sus
debilidades y cultivando únicamente los aspectos negativos de su personalidad,
sus posibilidades de renacer se reducen cada vez más. Las repeticiones se dará,
pero en caída, para hundirse más y más en cada nueva reencarnación. Hasta
llegar el punto en que sea absorbida por la naturaleza y sacada del juego de la
Rueda de las Reencarnaciones. No volviendo a tener la oportunidad de nacer más.
Esto correspondería a lo que en la
escuela del Cuarto Camino se le denomina como volverse alimento de la Luna,
acabar en un lugar del universo donde se ha perdido toda posibilidad de
crecimiento interior. Este es realmente el infierno.
De acuerdo con Ouspensky, en la
medida que un alma es capaz de recordar, aunque sea por momento, ciertos
episodios importantes de sus vidas pasadas, acrecentará su conciencia como
fruto del trabajo interior para desarrollarse y lograr la unidad interna. Si
recuerda en esta vida su misión espiritual, esto quiere decir que en otras
vidas anteriores ya venía luchando por evolucionar y había estado tras la pista
de su verdadero camino interior.
4.
Sincronicidad y Recurrencia en las
cartas del Tarot:
La creación de la
unidad
es el resultado de la
lucha con el conflicto.
Somos muchos y queremos
ser uno solo:
esta es la formulación
de nuestro objetivo.
(PIOTR
OUNSPENSKY –El Cuarto Camino)
La totalidad de
los arcanos del Tarot se encuentra plena de ejemplos de Sincronicidad y
recurrencia.
Son innumerables los elementos que
se repiten sobre todo en los arcanos menores y en algunos de los primeros
arcanos mayores: la oposición masculino-femenino, los cuatro elementos: tierra,
fuego, aire, etc. La lucha contra las tentaciones, la necesidad de hacerse
fuerte en cada obstáculo, la aparición de un maestro o maestra más aventajado que
nosotros en el camino espiritual, quien nos puede brindar guía y protección si sabemos
escucharle y encontrarlo.
Llamaríamos a todas estas
repeticiones incesantes recurrencias, y si se repiten es porque su misión es
enseñarnos que mientras no resolvamos la raíz de nuestros conflictos, nos
seguiremos enfrentando en la vida con los mismos problemas cada vez.
En el Tarot las sincronicidades
también están a la orden del día. Por ciertas razones desconocidas nos aparecen
las cartas necesarias para enseñarnos en cada lectura, hasta si nos salen invertidas.
Encontrar al tarostista apropiado que nos enseñara a leer el Tarot, o la lectura
precisa que en el momento adecuado, sincrónicamente, nos arrojó luz sobre aquellos
aspectos de nuestra vida que requeríamos iluminar.
5.
La invasión de los duendes y las hadas:
Se replegó hacia su cuarto de baño, provisto de una
hermosa tina de porcelana que era llenada con baldes desde el pozo en el jardín
y una tarja de mármol, para lavarse las manos. En ella, el viejo Jung sumergió
los dedos, formando un cuenco, se mojó la cara y el cabello copiosamente, desesperado,
tratando de tranquilizarse. Pero le resultó inútil.
De pronto, los objetos de sus
repletos libreros y su antigua cocina de leña comenzaron a desplomarse. Se
escuchó un estruendo ensordecedor. Su apreciado trinchador de roble con más de
doscientos años de antigüedad, fue partido a la mitad por una fuerza descomunal
e invisible.
El anciano psicólogo estuvo a punto
de morir de miedo. Poseído por temores asfixiantes, atinó a preguntar,
enloquecido:
“¿Quiénes son
ustedes, seres que se atreven a
perturbar la tranquilidad de mi estudio y de mi hogar, viniendo desde el Más
Allá…?”
La respuesta que obtuvo lo perturbó
aún más:
“¡Somos los pastorcillos que venimos de Belén, donde
no encontramos, aquello que andábamos buscando, y hoy venimos hacia acá…!”
Y una multitud de duendes, hadas,
troles y seres del Inframundo, se precipitó a plagar su casa para no irse nunca
más.
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