Vivir de manera tan completa,
en un estado tal de felicidad –que
implica,
desde luego, meditación-
es realmente el problema
fundamental que nos concierne.
Y también lo es el descubrir si
podemos comprender esta vida
no en fragmentos, sino
completamente: si podemos estar completamente involucrados
en la vida, y no comprometidos con
alguna parte de ella
-estar implicados en el proceso
total de vivir,
sin conflicto alguno, sin desdicha,
confusión ni dolor.
Ese es el verdadero problema.
Porque sólo entonces podemos dar
origen a un mundo diferente.
Esa es la verdadera revolución, la
interna revolución psicológica
de la que emerge una inmediata
revolución externa.
Hagamos pues, el viaje juntos.
(JIDDU
KRISHNAMURTI –Usted es el Mundo)
No le temo a nada, por lo tanto
podré verme a mí mismo…
(Don
Juan Matus)
1.
EXIT
HUMANITY
Edward
Yong es el nombre de un brillante poeta de los tiempos de la Guerra Civil
Norteamericana. En vida no conocerá la fama como literato, de hecho no conocerá
fama alguna, pero sus escritos, versos, anotaciones y sobre todo su diario de la Guerra, le harán
ser recordado muchas décadas más tarde.
No es poeta académico: jamás fue a la escuela, pero
es gran lector y aprendió a leer y escribir por su cuenta. Todos los días, al
terminar las labores en la pequeña granja
en Tennessee que heredó de sus padres, en donde ahora vive con su esposa e hijo de siete años,
a quienes adora, se tiende sobre su mecedora bajo un zaguán a disfrutar de su
Shakespeare, su Cervantes y su Petrarca. También a realizar anotaciones, versos
y dibujos de todo lo que ve cotidianamente.
La Guerra Civil lo sorprenderá de lado de la causa
abolicionista y de Abraham Lincoln. No le interesa ninguna ideología ni causa
política específica, pero se verá enrolado en una tropa como soldado raso por meros compromisos
familiares, por tal de conservar los derechos de su granja.
A causa de un milagro, precaución extrema y
cuidados, o sólo por casualidad, jamás es tocado por ninguna bala a lo largo
del conflicto. Las páginas de su diario se llenan con abundantes párrafos,
descripciones y dibujos que ilustran todo aquello de lo que es testigo en
aquellos años y que no es poco. No hay
día que no añore abandonar un conflicto en el que no cree, para regresar a su
granja con su familia.
Pero el horror contemplado durante las batallas no
será nada en relación con aquello que irá apareciendo a lo largo del fin de la
Guerra Civil, cuando se supone que los confederados sean desarmados y
enjuiciados.
Personas comunes y corrientes de ambos bandos,
deambulando sin consciencia alguna, produciendo gritos, chillidos y sonidos
guturales, con los rostros y los miembros descarnados, la piel pálida como
cadáveres ambulantes. No tienen más entendimiento que el de comer carne humana
fresca, morder víctimas y convertirlos en criaturas aberrantes similares a
ellos, o devorar si es posible, a alguien hasta dejarlo en los huesos.
El diario de Yong registrará como testigo directo
cada detalle, dando un giro, de diario de guerra a novela de horror.
Se trata del filme de zombis: Exit Humanity, dirigido
por John Geddes y lanzado en 2011. Es curioso que una película tan interesante,
entretenida y bien amarrada de un género que por cierto está de moda, no haya
sido apenas mencionada en algunos círculos estrechos de especialistas en cine
independiente y blogs de fanáticos del cine de horror. Filmada en Canadá con un
irrisorio presupuesto, no tuvimos noticia de que apareciera en las salas mexicanas,
ni siquiera en la piratería. Debimos haberla descargado de la Red para poder
admirarla en inglés, al descubrir en Youtube un tráiler del que no se podía uno
despegar, añorando contemplar y saber el resto de la historia cuanto antes.
2.
LAS
CAUSAS ETIOLÓGICAS DE LA ZOMBIFICACIÓN
La
película plantea algo que es un hecho a medias: que el miedo y la fascinación
por los zombis son antiquísimos. Datando de una época en que los rituales de la
magia y la brujería eran practicados para apoderarse de la voluntad de otros y
con el fin de convertirlos en esclavos mentales. Exit Humanity no es el primer filme en señalar a la brujería y el
vudú como el origen del fenómeno de los muertos vivientes. Tendríamos que
remontarnos hasta 1988 con la magnífica, The
Serpent and the Rainbow, de West Craven, donde un antropólogo viaja hasta
Haití en la época de la dictadura con la finalidad de descubrir una presunta
sustancia con la que se puede devolver los muertos a la vida. En lugar de un
elixir para la vida eterna, el investigador se verá atrapado en un asfixiante laberinto
que casi le cuesta la vida y el alma, en donde se mezclarán la política de
ultraderecha y la brujería afrocaribeña.
Con los años, la industria
cinematográfica propuso distintas etiologías para el síndrome zombi: virus
letales, experimentación con armas biológicas, holocaustos de zombis de diversa
índole, invasiones zombis sin ninguna causa lógica, etc. Como 28 Days Later (2002) de Dany Boyle,
hasta llegar a la afamada serie televisiva The
Walking Dead (2010), basada en el comic de Robert Kirkman. Sin olvidar el
clásico de G. A. Romero, La Noche de los Muertos Vivientes, de 1968, con
un agudo trasfondo de crítica política y social, que es la mamá de todos los
filmes sobre zombis.
Sin embargo, el origen del término o
del fenómeno zombi se remonta hasta el vudú o la brujería afroantillana, que
planteaba dos posibilidades para la zombificación, o la acción de convertir a
alguien en zombi: regresarlo a la vida cuando ya había muerto, o convertirlo en
zombi estando en vida, apoderándose de su voluntad y transformándolo en un
esclavo psicológico al servicio de quien dirigió el conjuro.
Psicológicamente hablando, un zombi
es un ser humano quien habiendo poseído todas sus facultades mentales, las
pierde de pronto, producto del contagio de una enfermedad, virus, la ingesta de
algún veneno desconocido o por la intermediación de un conjuro mágico. Desde el
punto de vista neuropsicológico se trataría de la muerte de las funciones de la
corteza superior del cerebro, las encargadas de la consciencia, la reflexión,
el pensamiento y el lenguaje. Quedando desprovista de la actividad de su
corteza cerebral superior, la víctima se verá reducida al funcionamiento
exclusivo del cerebro primitivo o del cerebro animal: agresividad, hambre,
violencia, ira, etc. Los cuales serían procesos básicos de sobrevivencia,
compartidos con el reino animal. Un zombi sería un ser humano bestializado, reducido
a reacciones reflejas agresivas y de búsqueda de alimento. Al perder su
humanidad, en el zombi reaparecerían funciones arcaicas superadas en la
evolución de la especie humana, como el carroñerismo y la antropofagia. Mismas
que en los humanos normales eran inhibidas o reprimidas sobre todo por la
acción de la corteza frontal del cerebro, en donde se encuentra la personalidad
humana y las funciones culturales y sociales.
En Exit Humanity todo comienza con el inocente conjuro de una aprendiz
de hechicera, quien tratando de devolver la vida a su hermana asesinada y
violada por unos maleantes, la convertirá en zombi por accidente. La zombificación
masiva se esparce por contagio, a partir de mordedura entre unos hombres y
otros. Pronto, todo el sur de los Estados Unidos se encuentra casi despoblado,
habitado tan sólo por muertos vivientes que deambulan en busca de la poca carne
humana fresca no infectada que queda en los sobrevivientes.
Al regresar a su granja, Edward Yong
encontrará a su esposa y su hijo convertidos en zombis. Se verá obligado a
matarles, contra todo su amor por ellos, aprendiendo por cierto que los zombis
sólo mueren mediante un tiro en la cabeza. Caerá en una profundísima depresión,
abandonándose por la perdida de su familia. Pero del mismo modo que durante la
Guerra Civil, nada consigue matarle.
Incinerará a su pequeño y se
propondrá llevar sus cenizas hasta unas cataratas. Esta será, según él, su
última misión en este mundo.
Convirtido en un mercenario
solitario, cazador de zombis, portando una capucha, en compañía de su caballo
Sombra, con un rifle y dos revólveres, emprenderá un largo viaje a través del
Sur de los Estados Unidos para cumplir su cometido final.
3.
NUESTRO
AMOR POR LOS ZOMBIS
¿Pero
que será lo que produce en nosotros tantos sentimientos encontrados hacia los
zombis: amor, atracción, fascinación y temor por otro lado? Es claro que a
nadie nos gustaría que se hiciera realidad un holocausto zombi, empero, no
podemos dejar de mirar las películas del género y pocos nos perdemos los
últimos capítulos de The Walking Dead en
Fox, ya muy cerca del desenlace.
Hace unos
seis meses, cerca de mi consultorio psicológico, asistí como testigo ocular a
un desfile de fanáticos de los zombis. Había muchos contemporáneos míos, desde
luego, quienes asistimos al estreno de Exterminio
1 en los noventa y su continuación: 28
Weeks Later, por cierto no tan buena como la versión de Dany Boyle. Pero también
había muchos no adultos: niños hasta de seis o siete años en compañía de sus
padres, con sus playeras alusivas a la temática en cuestión. Una de las plazas
públicas que hay por ahí estaba casi llena, con no pocos fans de los zombis de
todas las edades.
¿Acaso será que el holocausto zombi está más cerca
de lo que pueden nuestras imaginaciones alcanzar? Quizá el resultado de la
cultura de masas y de un capitalismo despiadado es la zombificación por medio
de los medios de comunicación, el enrolamiento en el consumismo del que
aquellos que se niegan a ser parte, son mirados como raros, como no zombis por los
propios zombis, quienes añoran volverlos como ellos. Si seguimos la hipótesis del
origen del fenómeno zombi, no por brujería, ni magia, ni por contagio de virus alguno,
sino por lavado de cerebros, en instituciones educativas, religiosas y laborales
que en realidad son enemigas del ser humano y en el fondo desean homogeneizar a todo el mundo, e incluso liquidar
a quien piensa distinto, pareciera que el holocausto zombi hace mucho que se ha
instalado en nuestro mundo.
Tal vez nuestra fascinación por ellos no es más que una
proyección de unos seres quienes nacieron y nunca dejaron de ser zombis, aunque sueñan con ser hombres despiertos,
vivos y reales.
Hace pocos años un paciente me contó que cada
día se sentía más libre, pues había logrado tomar una decisión sustancial en su
vida: entre elegir un juego de video último modelo o unos rines de lujo para su
Volkswagen. La zombificación está dada y no hay cura.
La psicología del Hombre Despierto de la que Jiddu Krishnamurti
y George Gurdjieff son dos grandes pilares, plantearía que en cierto modo la mayoría
de nosotros estamos dormidos, es decir, vueltos zombis. Y que la cura o la clave
para sanar y despertar de la muerte en vida se encuentra dentro de nosotros.
En un momento dado, tras arrojar las cenizas de su pequeño
a una catarata, como misión final, Edward Yong encontrará a otros dos jóvenes sobrevivientes:
Isaac y su hermana Sahra, quien ha sido mordida en varias ocasiones pero nunca se
convirtió en muerto viviente. Gracias a ellos Yong recobrará las esperanzas. De
hecho, Exit Humanity es un filme que es
un homenaje a un poeta de la Guerra Civil que sí existió y quien también enfrentó
un holocausto, más no del tipo zombi sino de otra índole.