Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

martes, 27 de diciembre de 2011

LA PARADOJA MAESTRA

                                                                 GREGORY BATESON



La paradoja no sólo puede invadir la interacción
y afectar nuestra conducta y nuestra salud mental,
sino que también pone a prueba nuestra creencia en la congruencia y,
por ende, en el sentido final de nuestro universo.
(PAUL WATZLAWICK –Teoría de la comunicación humana)

Lo semejante cura lo semejante.
(HIPÓCRATES)

Don´t cross the valley of dead.
(JEREMIAS –Citado por John Hillcoat en la película The Road)

1
Algunos patrones, funcionarios, jefes y directivos no están de acuerdo con el hecho de que el empleado renuncie y se vaya por su propio pie de la institución que alguna vez le contrató de buena gana.
Pareciera que está mal visto que la gente haga las cosas bien y pueda concederse a sí misma el privilegio de decidir cuándo, de qué manera, a qué horas y cómo irse del empleo.
A veces es posible observar el gesto discreto de sadismo en la mirada del directivo, quien hará firmar su renuncia al trabajador, acosado previamente con toda clase de artilugios de la psicología terrorista: desde el silencio brutal y la indiferencia, las habladurías por debajo del agua; hasta la espera enloquecedora afuera de la oficina de su jefe. Así como el entorpecimiento malintencionado pero al mismo tiempo disimulado, de sus derechos como trabajador; incluyendo la retención de sus ingresos, escondiéndole los documentos y trámites que legítimamente le pertenecen y de los cuales probablemente viven él y su familia.
Algunos jefecillos quisieran tener siempre la iniciativa de ser ellos quienes corren al humilde subalterno.
Otras veces ni siquiera se le avisa que ya está fuera y no pertenece más a la institución de la cual come. (Alguna vez nos ocurrió –en una institución de presunta inspiración cristiano democrática, donde no éramos de ningún modo los primeros en ser “desaparecidos” de la nómina de profesores, sin razón alguna y sin haber ningún comunicado previo, ninguna despedida, ni por lo menos unas palabras que le indicaran a uno que se debía ir o que su presencia ya no era grata). Entonces uno se quedaba con la incómoda sensación de que faltaba por lo menos algo para llevarse y rumiar mentalmente durante su obligatorio duelo emocional, en lo que encontraba otra fuente de ingresos. Porque siempre sale otra cosa y ninguna vida termina con el despido o la renuncia a ningún empleo.
Con el fin de las instituciones no acaba de ningún modo la vida humana. Aunque una inmensa cantidad de individuos sienta que es al contrario, y por ello soporta las peores y más humillantes circunstancias, con tal de conservar cierta relativa seguridad.
Lo paradójico del asunto es la molestia implícita cuando no es el empleador quien despide al trabajador, sino éste el que le da una patada al primero. Pareciera, repetimos, que está mal trabajar bien y hacer todo lo que le corresponde a uno para mantener su trabajo. De tal modo, que haciendo bien las cosas, puede hacer uso de su libertad y un buen día alzar el vuelo y partir, justo cuando lo ha decidido.
Esto si es que la mente del trabajador está más o menos sana y ha conservado algo de cierta coherencia interna.
Una vez un triste funcionario educativo insultó nuestra manera de vestir y nuestra apariencia física cuando no tenía ninguna otra cosa que reprocharnos en el momento de despedirnos nosotros para siempre de él. Habíamos trabajado de manera excelente, en lo que al puesto desempeñado correspondía. Tal vez no a sus expectativas infantiles, desde luego. Estaba enfurecido de no haber sido él quien tomase la iniciativa de la separación, y no tenía mayores argumentos que los ataques personales y la descalificación de las apariencias y las formas. 
Otra vez, más reciente, una directiva reaccionó con un berrinche que se vio sobre todo afectarle emocionalmente a ella más que a nadie, cuando le avisamos que todo el trabajo estaba a buen término, pero que ya nos íbamos para siempre de su institución. No sé si le habría dado más gusto que hubiéramos trabajado mal y por consiguiente tuviese ella los argumentos para que nos fuéramos. O tal vez a ella era a quien le pesaba quedarse en aquel triste trabajo.
Dicen que al término de cualquier relación afectiva le duele más al que se queda, al que es abandonado, que a quien está listo para partir e inequívocamente se marchará.
2
La paradoja, desde el punto de vista de la psicología y la psicoterapia, consiste en una comunicación que es perfectamente clara en el sentido lógico racional, pero se contradice desde el punto de vista afectivo.
Miles de comunicaciones que vivimos cotidianamente poseen estas características: en las familias, en las instituciones laborales, religiosas, de gobierno, etc. “Sé tú mismo… Eres libre… Te puedes ir cuando quieras… Hay que ser institucional… Te amo… Sé independiente…. Trabajemos en equipo” Casi todos sabemos que estas comunicaciones, afectivamente, significan todo lo contrario.
Entonces, en un nivel que calificaríamos como lógico racional, la paradoja suena bastante coherente: el funcionario y el patrón indican todo el tiempo que debe trabajarse bien y serse institucionalmente correctos. El padre de familia o la madre comunican que el hijo debe hacer las cosas por sí mismo y ser independiente e irse algún día; también que le aman, desde luego. Y esto corresponde con lo que se espera escuchar de alguien con la envestidura de autoridad, trátese de los hijos hacia sus padres o los subalternos con sus jefes.
Pero aunque no nos lo crea nadie, existen tantos padres y madres que en el fondo, verdaderamente, no aman a sus hijos. Por algo existen la psicología clínica y la psiquiatría. ¿No creen?
En un nivel racional se le dice a alguien algo que no puede desobedecer de ningún modo, pero en un nivel afectivo, llamado por algunos como Watzlawick y Bateson como analógico, se le dice implícitamente todo lo contrario. ¿Cómo es posible decirle a alguien al mismo tiempo que debe a la vez obedecer y desobedecer, que debe hacer su trabajo bien, pero hacerlo mal para que le puedan correr cuando a las autoridades se les antoje; que se le odia, cuando precisamente se le está diciendo que se le ama?
Este tipo de comunicación que ha sido calificada como esquizofrénica, se encuentra muchísimo más enraizada de lo que usualmente se ve. Precisamente, todo está hecho para que nadie se percate de las contradicciones comunicacionales e institucionales que se pretende ocultar. ¿Cuántos “te quiero”, cuántos “todo va bien…”, cuántos “hagámoslo juntos”, significan exactamente lo contrario: “te odio, nunca podrás irte de mi lado, jamás escaparás de aquí”; “te exterminaré aún a pesar de que hagas todo lo que yo diga…”, etc.?
Gregory Bateson observó que la comunicación se da en diversos niveles, los cuales no siempre coinciden entre sí. Que es posible comunicar al mismo tiempo dos cosas que son totalmente contradictorias entre sí. Primero observó la comunicación sonora de delfines en el océano y de ahí saltó a estudiar la interacción entre los pacientes diagnosticados con esquizofrenia y sus madres. Le helaba la sangre de sorpresa el ir descubriendo que las principales causas de los trastornos mentales de los hijos se encontraban etiológicamente en el presunto “cariño” y en las “buenas” intenciones de sus madres hacia con ellos.
3
Romper los efectos psicológicamente catastróficos de las paradojas enfermizas no es nada sencillo. Según los teóricos como Watzlawick, Bateson y Haley, la exposición prolongada a una comunicación afectivamente paradójica, de la cual no se puede escapar y a la cual no puede tampoco desnudársele sus verdaderas intenciones, tiene efectos mentales devastadores. La cordura y la coherencia de la mente y la personalidad de alguien están de por medio.
La propuesta de la teoría de los sistemas y del pensamiento complejo al respecto consiste en analizar los diferentes niveles de la comunicación y captar la contradicción y la insolubilidad de las paradojas. Reconociendo que se está atrapado en un laberinto de contradicciones que uno mismo alimenta y del que se es parte.
La vida plantea constantes e incesantes paradojas como a Edipo, a Jesús de Nazareth y a tantos otros: crecer o estancarse, desarrollarse o morir, etc.
En nuestra experiencia no basta tan sólo con el análisis y la comprensión intelectual de las contradicciones de la vida. Debe encontrarse la manera de penetrar en los niveles analógicos y afectivos propios para encontrar la solución a las paradojas dentro de uno mismo.
Pensamos que solamente encontrando las soluciones a las diversas contradicciones vitales por sí mismo es que puede salirse más o menos bien librado de la locura y la esquizofrenia.
Aunque a los jefes, los funcionarios y los padres de familia, paradójicamente les cause malestar el que uno parta y se desarrolle.

lunes, 21 de noviembre de 2011

OUSPENSKY: UN PSICÓLOGO DESPIERTO

P. D. OUSPENSKY


1.      

Piotr Ouspensky renunció en diversas ocasiones a varios privilegios. Primero al bachillerato, cuando tenía quince años y marchó  a San Petesburgo con un puñado de coetáneos suyos, soñadores e idealistas de la misma edad  para unirse al ejército. Serían rechazados debido a su juventud y Piotr se vería obligado a regresar a Golosnovska, un modesto pueblito muy lejano de la capital rusa, en donde sus padres se dedicaban a la agricultura y a la cría de conejos y gallinas.
Nunca rehusaría desempeñar labores físicas y manuales, por lo que posteriormente referiría en sus escritos, incluso amaba la agricultura y respetaba sobremanera el trabajo de los campesinos. También tendría que renunciar a su premura por entrar al ejército y esperar durante varios años más antes de ser admitido en el servicio.
Durante los casi cinco años que se dedica al campo con su padre, cultiva no sólo la tierra, sino que por su propia cuenta desarrolla el estudio de la filosofía, las religiones, las matemáticas, la psicología y la química. Llegando a tener un dominio muy importante de ellas sin jamás pisar un aula escolar.
A los diecinueve años, siendo ya un ateo declarado, renuncia de nueva cuenta, ahora a la posibilidad de ir a la universidad. Y esto es del todo una renuncia consciente. En uno de sus textos autobiográficos señala que en delante se dedicaría por completo a estudiar y aprender por sí mismo. Al parecer desde entonces, su búsqueda iría mucho más allá de lo que  las instituciones educativas oficiales podrían brindarle.
A los diecinueve años consigue unirse por fin al ejército, sin dejar jamás las investigaciones personales realizadas durante las noches, tras extenuantes jornadas de entrenamiento y labor militar. Ahondando al mismo tiempo en los campos del saber en apariencia más distantes: biología, yoga, psicología,  medicina, física, química, lógica, esoterismo, epistemología.
Aprovechando sus conocimientos por demás bastos, es asignado a una unidad de exploración durante la guerra ruso-japonesa, primero como chofer, posteriormente como artillero, experto en explosivos, mecánico, enfermero. Durante una incursión cerca de la costa del Pacífico, cuando es evidente que los ruso perderán frente a los japoneses, Ouspensky es capturado  por el ejército enemigo junto a varios de sus colegas. Recluido en un campo de forzados en el frente de Siberia durante meses.
Es durante su reclusión, contando con apenas veinticinco años, ante el peligro de ser fusilado por los japoneses, que tiene su primera experiencia mística. Algo que más tarde calificaría él mismo como el inicio de su despertar.
2
En la propuesta de evolución humana del Cuarto Camino, de la que Piotr Demianovich llegaría a ser uno de los principales representantes y divulgadores, el despertar va ocurriendo no sin un trabajo psicológico previo muy especializado e intenso. Primero se trata de pequeños vistazo de iluminación, en donde el iniciado logra verse tan sólo durante un minuto, acaso algunos segundos a sí mismo. Con el tiempo y la práctica, el estudiante del Cuarto Camino logra gradualmente que las experiencias de concientización sean más intensas y prolongadas. Creciendo en el conocimiento de sí mismo y en el ensanchamiento de su percepción. Hasta que el estado de atención suprema y el despertar se vuelven permanentes e inamovibles en el adepto. Convirtiéndose él mismo al fin en maestro.
Al punto de ser fusilado junto con algunos de sus camaradas, Ouspensky es liberado junto con un grupo de prisioneros, tras la firma por parte de los zares rusos de la rendición ante el emperador japonés. Suerte semejante sufrió su compatriota, el escritor Fedor Dostoiesvsky varias décadas atrás, al ser liberado minutos   antes de su ejecución frente a un pelotón de fusilamiento. Cambiando este hecho en definitiva el rumbo de sus vidas, debido a la cercanía con la muerte.
Cuando regresa del frente ya no es el mismo, sus padres, amigos y su recién esposa no le reconocen más.
Iniciará una intensa búsqueda espiritual. Abandonará definitivamente la vida militar, se convertirá en periodista, psicólogo, conferencista y escritor independiente. 
Esta búsqueda lo llevará por viajes en distintos orbes: India, Persia, Turquía, Afganistán.
No será sino hasta su regreso a San Petesburgo, en su propia patria, donde encontrará a su verdadero y definitivo maestro.
3
El encuentro entre el psicólogo Ouspensky y el mago Gurdjieff es legendario. Equivale al encuentro entre el racionalismo y la intuición.
Ouspensky era un ferviente seguidor de Emanuel Kant, Wilhelm Wundt y Albert Einstein, creyente en la fuerza legítima del pensamiento racional. Empero, la búsqueda del lado oculto de la vida y lo “milagroso” nunca le había dado tregua. Antes de conocer a Gurdjieff había deambulado entre monasterios, sectas y escuelas esotéricas de cualquier tipo en busca de un maestro que le iniciara en una nueva percepción de “otros mundos”.
 Gurdjieff por su parte, había desarrollado poderes mentales, aprendido no sólo en la teoría, sino en el dominio práctico y corporal de diversas tradiciones sufís, hinduistas y cristianas esotéricas. En compañía de un grupo de amigos interesados en el conocimiento de sí mismos, habían dado con la pista de una escuela antiquísima cuyas bases se asentaban en el desierto de Afganistán.
En un monasterio ancestral llamado Sarmug, ubicado en las ruinas de una ciudad abandonada, encontrarían las claves que les permitirían hacer resurgir de nuevo la escuela del Cuarto Camino.
 Hasta aquellas ruinas, según cuentan, fue guiado Gurdjieff en compañía de sus amigos buscadores, por jinetes enmascarados a través del desierto.
Desde el inicio Gurdjieff actuó con Ouspensky como un maestro ante su alumno, transmitiéndole poco a poco su conocimiento. Estaba claro que el acceso a la enseñanza del cuarto camino únicamente podía ser gradualmente. Esto quiere decir que el estudiante o iniciado era guiado por Gurdjieff poco a poco, a veces pareciendo que el objetivo o fin de un determinado ejercicio o práctica no estaba claro o no existía. Contrastando con la educación formal en occidente, misma que lucha por tener siempre objetivos claros y planeaciones educativas en apariencia muy bien prediseñadas. El Cuarto Camino por su parte, encuentra imposible definir objetivos de aprendizaje, tal como se entienden por los pedagogos modernos. Nunca se sabe, como indica Don Juan Matus, otro gurú, a dónde llevará o en dónde terminará un proceso de aprendizaje. En eso coincide con Gurdjieff.
Cinco años anduvieron juntos Gurdjieff y Ouspensky, a lo largo de todo Rusia, evadiéndose de las guerras civiles y la Revolución Comunista. Luego por Asia Central, Europa, incluso América. Intentando abrir escuelas del Cuarto Camino y buscando dar a conocer su enseñanza. Teniéndose que mover constantemente y reiniciando cada vez de nueva cuenta en un nuevo país debido al momento de entreguerras que les tocara vivir.
Gracias a Gurdjieff, Piotr conseguiría no sólo ampliar su conciencia y establecer contacto con lo “milagroso” como tanto anhelaba. Sino también brindarle un giro por completo distinto a toda la cantidad de conocimientos enciclopédicos que había acumulado hasta antes de conocer a su maestro. Aterrizándolos, encontrando conexiones entre los conceptos, equiparando teorías y sobre todo volviendo más reales y concretas tantas definiciones teóricas que llevaba a cuestas.
Según Gurdjieff, existe una diferencia fundamental entre saber y comprender. El saber es acumulativo, expansivo, cuantitativo, se define por la cantidad de conceptos, explicaciones, verdades sustentadas y demostradas. Tal como han hecho la mayor parte de sabios y científicos de Occidente.
Por su parte la comprensión, en apariencia sencilla, consiste en mantener una misma verdad durante años, e ir profundizando en ella de diferentes modos con el paso del tiempo.
Sabemos que hemos comprendido algo y que no sólo lo hemos aprendido o memorizado mecánicamente, cuando caemos en la cuenta después de años incluso, que hasta ahora hemos podido comprender algo que era evidente y que por alguna razón antes no podíamos entrever ni elucidar.
4
A inicios de la Segunda Guerra Mundial, Ouspensky comenzó a experimentar desazón ante las nuevas iniciativas y el rumbo que tomaban las enseñanzas de Gurdjieff.
Piotr señala en sus escritos autobiográficos que por primera vez pudo separar el pensamiento de Gurdjieff, con el cual se identificaba tremendamente y al cual comprendía cada vez más y le era crecientemente más útil, de la persona del maestro.
Esta era por cierto, justo una de las enseñanzas promulgadas por el Cuarto Camino: aprender a desidentificarse de las personas y las circunstancias.
No era que tuviese algo en contra del mago, o que considerara erróneo su proceder. Se trataba de que simplemente Ouspensky necesitaba seguir otro rumbo, iniciar su propio camino, ser él mismo ahora un maestro.
A inicios de 1940 su separación fue definitiva. Piotr Demianovich dejó Francia, donde se había encontrado el Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre hasta antes de ser cerrado, fundado por su maestro y los seguidores.
Ouspensky partió hacia Inglaterra, donde iniciaría sus propias conferencias y grupos, con sus correspondientes alumnos. Quienes nada tenían que ver ya directamente con Gurdjieff.
Por su parte, el maestro y mago partiría hacia América, en donde encontraría gran cantidad de alumnos y seguidores. Convirtiéndose en un tremendo hablante del inglés y degustador de la comida norteamericana.

domingo, 13 de noviembre de 2011

AUTODECAPITACIÓN DEL PADRE

Patria Acéfala -Christian Pacheco (Perdiendo la Cuenta: Exposición Fotográfica por la Paz en México, Zacatecas.



Haber perdido la cabeza:
decapitado, castrado, enloquecido
a sí mismo.
Es perder al propio padre
a lo masculino que debe haber en cada uno.

Un águila sin cabeza
es un hombre sin voluntad propia,
una mujer engrandecida de ego y furia
pero sin límites en lo absoluto.

Es un pueblo sin huevos
ni virilidad,
un árbol hueco
que no puede florecer
y perecerá.

Dice San Lucas el evangelista
que cuando Roma se encontraba en la decadencia
los romanos otrora aguerridos
se volvieron feminizados y comodinos
flojos y corruptos.
Por no decir impotentes
también.

Una cultura sin cabeza
ni intelecto ni patriarcas
se encuentra saturada de su propia madre:
sobreprotectora y enviciada por ella misma:
alcohólica, drogadicta, consumista,
obsesionada con el estatus quo.
Del poder como opio.
Necesitadora de armas
para hacerse respetar,
de automóviles lujosos, cargos políticos,
caciquismos de todo tipo
que la distraen de su disfunción sexual.

Detrás de cada madre castrante
 y sobreprotectora,
hay un vicioso, un malandrín,
un cobarde listo para apuñalar
por la espalda,
un político supervoraz,
un funcionario rastrero
y un padre olvidado, flácido y empequeñecido.

domingo, 6 de noviembre de 2011

HÍKURI

BULLET (INVESTIGATION # 6 WITH BULLET 7.62MM BULLET - Amber Stucker,
 (United States), 2011 on True Vellum Manuscript paper - Calf Skin)



Híkuri: abuelo,
te bautizaron los huicholes,
porque eres antiguo y sabio,
 jugoso y amargo; fibroso, como órgano viril,
pero complaciente y dúctil
como tallo de rosa en los veranos.

Puerta hacia el otro mundo:
cactácea, hongo, excremento.
 Abono para todas las vidas de este mundo
 y para todas las eras que sobrevendrán
y nos sobrevivirán. 

Los occidentalizados te nombramos peyote,
 ingenuos,
 y nuestros hermanos los wirras se sonrieron al escucharnos.

Banco de coral en el fondo del lecho marino, 
que haces el amor contigo mismo:
 tu parte macho eyacula todas las primaveras
 fertilizando el océano.
 Tu parte hembra engulle aquel semén
 en la misma proporción para autocrearte y perpetuarte.

A veces no te vemos
 olvidándonos también de nuestra propia alma.
 ¡Ay, qué tristeza oceánica...! ¡Qué dolor submarino tan hondo!

Preñado de tí mismo:
 hermano, padre, hijo, bisnieto, amigo de toda la vida,
 ancestro por venir:
ojalá pudiésemos amar a nuestro propio ser
 tanto como consigues acoplarte con tu misma esencia.

Aunque el ángulo más pronunciado de una bala
 penda todo el tiempo sobre tu más frágil apariencia,
 nada matara las horas, ni los besos,
ni los temblores, ni los ayes
 de nuestros más dichosos días y noches.

sábado, 15 de octubre de 2011

YO A LOS 27 AÑOS, CUANDO ME FUÍ A VIVIR A COLOTLÁN

                                                                     (yo a los 27 de edad)


A los 27 años me fuí a vivir desde Guadalajara a Colotlán.

sábado, 8 de octubre de 2011

GURDJIEFF: EL TORTUOSO SENDERO DEL CUARTO CAMINO

EL MAGO


1.LA LUCHA DE LOS MAGOS

“La Lucha de los Magos”: anunció esa mañana el conservador diario moscovita.

Era 1914. Rusia sufría las embestidas de la Primera Guerra Mundial.

Crisis internas y externas en su sociedad preparaban el escenario para la Revolución de Octubre que sobrevendría.  No sólo una cruenta ruptura económica y social  agitaba al País Blanco, también las hambrunas y el descontento.

Sectarias y subversivas ideologías nacían y se propagaban, ya sea confundiendo o encendiendo al pueblo. Los errores estratégicos y militares cometidos por el Zar, su ingenuidad y prepotencia, en breve le costarían el trono, su vida y la de su familia.

Los valores de los grupos sociales oscilaban entre un materialismo ramplón, consecuencia de nocivas lecturas de Marx y Engels, un cristianismo místico primitivo; nuevos mesías, hipnotistas, líderes revolucionarios, anarquistas, espiritistas, conspiradores políticos. Todos confluían, se enfrentaban, copulaban, en una densa y explosiva coctelera.

Al joven Ouspensky le desagradó el título del espectáculo: “La Lucha de los Magos”. Escuchó que la dirigía un hindú, luego alguien le dijo que se trataba de un griego del Cáucaso. Pensó que sería un nuevo mercachifles, un farsante, uno más de los múltiples estafadores que visitaban San Petesburgo, anunciando que venían de la India o del extraño Oriente para transmitir y mostrar profundas enseñanzas, con la oscura finalidad de engordar sus bolsillos, aprovechándose de la curiosidad e ignorancia del público.
Todo lo que sonara misterioso y oriental era muy rentable.

Recortó el anuncio del periódico, y por alguna inexplicable razón lo guardó entre sus cuadernos. Acababa de llegar de la India, había buscado maestros, escuelas, quería algo más. Así que el anuncio de un nuevo místico en su ciudad no lo entusiasmó demasiado.

 

2 El Hombre del Mostacho


Lo encontró a los pocos días en la terraza de un café de San Petesburgo. Lo impresionó a la distancia el amplio y prolongado mostacho, su estatura y la corpulencia de su dorso. El brillo de su cráneo por completo rapado. Luego una voz gruesa y cristalina, límpida, atrapó sus oídos. Acento caucásico.

Resultó imposible no escucharlo sin fascinación. Se sentaron en la misma mesa. El joven Ouspensky era escéptico, desilusionado de los misticismos y las escuelas esotéricas. No quería nuevos maestros, ni prometedoras enseñanzas. No creía ni esperaba ya nada. Tras una búsqueda espiritual de años, luego de su regreso de la India, se volcaba de nuevo en el raciocinio y el análisis científico.



La guerra había trastornado sus jóvenes nervios, se encontraba desilusionado, nervioso, deprimido. Leía sin parar, abrevaba de los avances de las ciencias exactas en busca de un asidero. Sin proponérselo, su encuentro con el mago cambiaría el rumbo de su vida y su trabajo.

Gurdjieff lo escuchó atentamente, enfocó con interés su mirada, y luego refutó tranquilamente cada argumento del joven periodista. Bebiendo una tras otra, decenas de tazas de café turco. Hablando despacio y sin perder un solo instante la calma. De las arraigadas creencias del novel Ouspensky acerca de todo, no quedaría absolutamente nada.

Gurdjieff había nacido en Armenia. Huérfano pero con una curiosidad insaciable, sería educado por un Pope de la Iglesia Ortodoxa, de quien devoraría toda su biblioteca.

Durante la adolescencia emprendería viajes por la Ruta de Seda, Persia, Jerusalén, Palestina, India. Ya como tratante de alfombras, sanador e hipnotista. O como maestro de danzas y organizador de espectáculos orientales. Aprendería de artesanos, alquimistas, cazadores, criadores de animales, cocineros, médicos tradicionales, incluso de los ladrones del Cáucaso, quienes le ayudarían a desarrollar una paciencia de santo, al permanecer durante días y días acechando en la estepa con un rifle y sin moverse.

 

3 Del Camino del Faquir al Camino del Hombre Real


Gurdjieff explicó a Ouspensky que el desarrollo del ser humano para él consistía en cuatro estadios básicos, pero a la vez fundamentales.

De ellos, los primeros tres se caracterizaban por una lucha encarnizada consigo mismo.

El primero: El Camino del Faquir. Los hombres que se encontraban en este nivel luchaban por dominar su propio cuerpo. Lo sometían a duros ayunos, a mortales ejercicios, dietas, series físicas. Incluso ingerían extrañas sustancias con la idea de manipularlo físicamente. Era el camino del fisicoculturista, del atleta y el deportista sin corazón y sin mente.

Era el camino de los que lastimaban su cuerpo con rutinas físicas inhumanas, dietas infames. Empero, las personas atrapadas en este escalón, no desarrollaban sus sentimientos, ni su pensamiento. Se trataba de un cuerpo sobre ejercitado pero sin alma ni juicio crítico.

Luego se pasaba al Camino del Monje. Si no se moría al asesinar el propio cuerpo con las torturas del Faquir, se llegaba a un nivel en el que la lucha era contra los sentimientos. El Monje luchaba por dominar sus pasiones, deseos, sueños.

La lucha lo podía llevar o a reprimir sus sentimientos, o a desarrollar su corazón aún más. Era el camino del abstemio sexual, del ermitaño, quien buscaba la soledad y eludía el contacto con los otros.

Pero corría el peligro de caer en la vanidad y creer que no necesitaba de nadie más. Esto irremediablemente lo perdería.

Más tarde, si no se había vuelto loco luchando contra sus sentimientos, se pasaba al Camino del Yogui.

Aquí correspondía desarrollar la razón, el análisis crítico y la capacidad de conceptualización. El Yogui leía sin cesar, almacenaba teorías y se la pasaba relacionando unos conceptos con otros.

Era crítico, ciertamente, pero corría el peligro de olvidarse de su cuerpo y de sus sentimientos. Podría incluso remplazar la vida y la experiencia por una imagen teórica de las cosas.

Era un memorístico incansable, un libresco coleccionista de frases, conceptos, teorías y datos. Pero desconectado de su corazón y su cuerpo.

Al fin y al cabo confundido y caótico. También podría acabar loco, muerto al olvidar su cuerpo, o solo y amargado al sentir que nadie comprendería su genialidad.

El Cuarto Camino llegaba finalmente, pero sin buscársele. Sin quererlo, un hombre que había sido faquir, yogui o monje, tal vez en un punto en el que ya no esperaba absolutamente nada, en ocasiones sin haber emprendido ninguna búsqueda particular, se ponía en el Cuarto Camino.

Era el Camino que Gurdjieff llamaba del Hombre Verdadero. En él se encontraba perfectamente conectado con los propios sentimientos, el cuerpo y la mente. Todos eran una unidad indisoluble. Según Gurdjieff la mayoría de la gente no lograba lo que quería porque normalmente querían con la mente algo que su cuerpo y sus sentimientos no deseaban, o a la inversa.

Se trataba de que todo el ser humano fuese un deseo total y armonizado que orientara su vida.

 

4 El Sufrimiento Conciente


Para aliviarlo de sus depresiones, Gurdjieff aconsejó a Ouspensky no evadir en lo absoluto sus dolores emocionales, sino vivirlos a plenitud, sentirlos en totalidad.
Sabiendo de antemano que el sufrimiento lo volvería finalmente un individuo despierto. El Mago señaló que por lo general el hombre dormido, el hombre que se vuelve combustible para la luna, el hombre masa, vive sin querer sufrir, buscando exclusivamente el placer.
Le pidió a Ouspensky que no hablara absolutamente con nadie de sus dolencias espirituales, que al contárselas a otros, las amplificaba y las vivía como más grandes. Esto se llamaba el Sufrimiento Conciente.
Le pidió beber, contra su nervioso temor a la cafeína,  varias tazas de café diarias, asegurándole que estimularía sus nervios e impediría que se deprimiera.

A partir de entonces Ouspensky se convertiría en uno de sus principales discípulos y su secretario. Transcribiría sus enseñanzas en el que más tarde sería el texto: Fragmentos de una Enseñanza desconocida. Estaría con él cuando el Mago fundara en París el Instituto para el Desarrollo del Hombre.

Mismo que Gurdjieff inauguraría tras huir de los comunistas rusos, donde se propondría crear una escuela para enseñar todo lo que no enseñaban en otro tipo de organizaciones educativas: cómo vivir.
Con el tiempo Gurdjieff se interesaría cada vez más en sus danzas curativas, en la terapia individual de enfermedades físicas y mentales y en componer música hipnótica con su armonio.

Viajaría a  Nueva York en varias ocasiones y encontraría ahí su último hogar.

Por su parte Ouspensky continuaría escribiendo, poniendo en práctica y difundiendo las enseñanzas del Cuarto Camino.

domingo, 11 de septiembre de 2011

DEMÉTER

LA DIOSA DEMÉTER CON EL DRAGÓN



Para ELLA.
1
En los inicios Dios era mujer.
Hubo un tiempo, muy prolongado, en que ella reinó sobre el mundo.
Más luego se ordenó que su nombre fuera olvidado, borrado de la memoria de los hombres y los pueblos, de los lugares sagrados donde alguna vez le rindieron culto.
No de los templos ni lar ermitas, porque ella siempre eludió habitar en construcciones suntuosas o en complejos arquitectónicos acorazados. Ella prefería los ríos, los lagos y los bosques para comulgar con sus hijos.
Su imagen femenina, sensual y curvilínea, fue extirpada de los ritos antiquísimos. Sustituida por un dios macho, asexuado, patriarcal, barbudo, solemne y prepotente. El cual promovió la esclavitud y ordenó erigir catedrales y basílicas en su nombre.
Ella era la encargada de la fertilidad: ayudaba a las mujeres a llevar su embarazo hacia buen término, acompañaba a los hombres en las cacerías, les indicaba la manera de domesticar a los perros y los caballos. Les dictaba, mediante sus signos sutiles, cuándo cultivar la tierra, cuándo prepararla y el momento adecuado de cosechar sus frutos para alimentar a las familias.
Cuidaba a las mujeres cuando estas se quedaban solas realizando los trabajos domésticos que ella les había transmitido, y vigilaba a los niños para que no fuesen devorados por los lobos mientras jugaban.
2
Pero él no podía evocar su nombre, aunque lo había leído en algún texto de la biblioteca pública, o escuchado mencionar de pasada en un documental histórico a los que casi nadie ponía atención.
Se recostó sobre la almohada, prometiéndose que no regresaría a la biblioteca de nueva cuenta tan sólo para buscar su nombre. Un nombre que había leído muy rápido, en algún capítulo sobre una cultura matriarcal de los confines de Indoeuropa, perdida en la noche de las Edades de Piedra y Bronce. De quien arqueólogos y antropólogos apenas tenían vagas nociones erróneas: Catalhuyuc, la nombraban los expertos según la lengua turca primitiva.
Demetrio cerró sus ojos para ver si relajando su cuerpo y mente, la memoria podría traer por propia cuenta, de modo involuntario, el nombre de aquella mujer.
Sabía por experiencia propia, que mientras más se forzaba al cerebro y al pensamiento para resolver un problema o recordar un dato, la mente se alejaba de la posibilidad de encontrar la solución o llegar a su meta.
Relajándose, meditando e incluso durmiendo, había logrado encontrar la clave para solucionar muchos de los problemas y enigmas de su vida.
Pero en esta ocasión ni la meditación ni el sueño resultaron efectivos para que la consciencia recuperara aquel nombre perdido.
Despertó tras un periodo de ensoñación de unos minutos, entonces aplicó energía y severidad a su cerebro, luchando por apoderarse de nueva cuenta del nombre tan anhelado: Afrodita, Isis, Diana, Khali, Magdalena… Nada. Nada de nada. Ninguno de ellos.
Llegó a un punto en que el agotamiento tras más de una hora de esfuerzo psicológico lo extenuó sin remedio.
Demetrio sintió incisivas punzadas en las sienes y la nuca. Aflojó su cuerpo en un vano y último esfuerzo de lucha, esta vez por olvidarse de aquella idea y aquel nombre que lo obsesionaba y lo enfermaba.
Luego cayó en un profundísimo sueño.
3
La mayor parte del tiempo en Catalhuyuc fue muy rara la violencia. Los hombres vivían en paz, no porque no se enojaran de vez en cuando o no hubieran tenido armas: mazos y lanzas para defenderse o atacar a sus hermanos.
Lo que ocurría es que la Diosa Madre, como la nombraban con respeto, les ordenaba que ningún hombre fuese superior a los demás. Ni siquiera los adultos fueron nunca más que los niños, aunque tenían que cuidarlos por ser más pequeños. Mucho menos los hombres fueron jamás superiores que las mujeres.
Pero su verdadero nombre sólo lo poseían los magos y las sacerdotisas. Solamente ellos podían pronunciarlo en susurros y en secreto cuando necesitaban evocarla para suplicarle que curara a alguien, que hubiese buen tiempo para las cosechas, el ganado y la cacería. O, en otro plano, que estableciera lazos invisibles entre los hombres y las mujeres, para que luego surgieran las parejas ligadas bajo su bendición y se perpetuase la especie humana en bien de todos.
Gracias a ella, la raza humana mantenía su conexión inalienable con la naturaleza. Cuando el Dios Macho, el Dios de la razón, el Acorazado, se apoderó del mundo, el hombre comenzó a perder su ligazón con la vida.
Catalhuyuc se ubicaba en los límites entre lo que hoy es Rusia, Afganistán, Mongolia y Turquía. Sobrevivió a muchísimos periodos históricos desde la Edad de Hielo. La Diosa Madre les enseñó a sus habitantes a utilizar la piedra como instrumento de trabajo y armamento, más tarde les descubrió los yacimientos de bronce y les dijo cómo fundirlo y forjar lanzas y arados.
Los adeptos de la Diosa Madre llevaron estatuillas suyas, rebosantes de senos y nalgas, que se extendieron junto con las migraciones hacia el Norte de Europa y luego hacia Norteamérica, pero también hacia el Oriente, Persia, India, China y África.
Las migraciones partían de Indoeuropa, desde donde los seguidores de la Madre llevaron no sólo su magia y religión, sino el caballo, el perro y la agricultura. Los movimientos humanos iban, venían, se marchaban y luego regresaban a los mismos puntos de donde habían partido hace cien años, tal vez más, retroalimentando a los pueblos con nuevos cúmulos de conocimientos adquiridos en cada viaje. Diseminando la cultura humana por doquier, surcando el Estrecho de Bering.
En Europa sus magos y sacerdotisas se hicieron llamar Druidas, en la India, adoradores de las diosas Khali y Shiba. En América nahuales, tlamantinis y maracames.
4
Demetrio se precipitó en el cuarto piso de la biblioteca pública, sujetándose de uno de los libreros para no caer hacia el vacío de más de diez metros que lo llevaría hacia una muerte segura. Había tropezado con un bulto de libros en el suelo durante su búsqueda desesperada.
La frente le sudaba, las palmas de las manos y plantas de los pies se encontraban húmedas. Su corazón latía desproporcionadamente y el pecho le punzaba como cuchillo a la misma altura de su palpitar.
El libro no se encontraba en el lugar donde lo dejara hace días.
Tampoco había conseguido recordar el nombre de la mujer de ningún modo.
Sin saberlo del todo, pero intuyéndolo de algún modo, ELLA había estado presente en su vida desde la más tierna infancia.
Ahora comprendía el porqué lo aterraban cuando niño las pesadillas plenas de brujas horrorosas y dragones. La razón por la que se despertaba a las tres de la madrugada, temiendo que su alma fuese raptada por genios femeninos y diabólicos.
Su nombre había sido prohibido durante la Inquisición y perseguidos sus adeptos y cualquier seguidor suyo, acusado de herejía.
Empero, sus iniciados no se resignaron pese a las matanzas y represiones, sino que tan sólo se disfrazaron y adaptaron, manteniéndola a ella en secreto.
En la adolescencia, las brujas de Demetrio se transformaron en musas y chicas desnudas con las cuales hacía el amor durante sus mejores sueños húmedos.
Por fin logró dar con el libro: desde el cuarto piso de la biblioteca pudo identificarlo tan sólo con la mirada. Lo hojeaba a la distancia una muchacha de cabello rizado y castaño, a quien por cierto, no era la primera vez que encontraba curioseando a través de los mismos pasillos.
Bajó las escaleras con pasos erráticos y temblorosos. Todo lo rápido que le permitían sus nervios
-¡¿¿Me lo prestas……??!
Suplicó u ordeno con una confusa frase a la chica de rizos, quien a pesar de la impertinencia, no evitó clavar una mirada en los ojos de su pobre alma penante.
Hojeó una página tras otra, sin encontrar el nombre. Lo hizo tan rápido que cuando por fin, tras largo sufrimiento, dio con él. No se percató del todo que finalmente lo había encontrado.
Sintiendo como si leyera el suyo propio: Deméter, una forma griega antigua y femenina de Demetrio.
La joven de los bucles volvió a mirarlo directamente a los ojos y ahora le sonrió desde atrás del libro.
De hecho, Demetrio era un derivado masculino de Deméter: “El hijo de Deméter”, leería para sí mismo aunque en voz alta, en un párrafo más adelante del mismo texto. Encontrando el significado antiguo del propio nombre.
Tomando consciencia de que al buscar el nombre de aquella deidad, más bien se buscaba a sí mismo en el fondo de su mente.
Encontrándose por primera vez, con sus ojos, en los ojos de la muchacha.
Hasta ella había llegado, sin quererlo, escuchando el llamado de Deméter.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Breve Entrevista autobiográfica con Alejandro de Jerusalem

ALEJANDRO DE JERUSALEM EN UNA DISERTACIÓN

En el Silencio surge la Corporalidad: (extracto de una entrevista con Alejandro de Jerusalem en su casa)

Me gusta pensar mi vida de esta manera: ¿Cuándo comenzó mi vida? Mi vida comienza a muy temprana edad. Quizá a más temprana edad que la mayoría de los niños, quienes llevan una vida, digamos: “normal”. En mi caso me acontecen cosas muy fuertes. En un momento dado me veo fuera de mi pueblo natal que se encontraba en Israel. En un momento dado me veo viajando. En otro momento me veo en un silencio. El silencio no hace otra cosa que comenzar a sacar los elementos corporales, los cuales he llegado a desarrollar hasta la fecha, cuando realizo estudios sobre la corporalidad.

En mi infancia llevaba una vida en Israel, en un pueblito que se llama Hebrón, al cual tengo que abandonar por el empuje de los nazis. Se ha escrito tanta película y tanto libro sobre el Holocausto. Pero curiosamente, para mí, no se trata de una película, sino que es parte de mi realidad. Al huir, iba yo de la mano de mis padres, íbamos caminando por el desierto. Sin embargo, yo tenía que caminar por mi propio pié, aunque tenía dos años. Era un caminar que me daba madurez, porque era un caminar en vías de salvación. En vías de salvar la propia vida, en vías del rescate de mi propia personalidad y de mi propio pueblo. A pesar de que aparentemente era yo el que salía, en realidad salíamos miles a través del desierto. No sólo salimos judíos de Hebrón, sino de muchas regiones más de Israel. Todas estas vivencias me permitieron vivir una niñez, pues digamos, no tan infantil. Sin embargo,  era un niño.

De ahí llego a España. Me topo con lenguas diferentes, con gente de características distintas a las mías, la mayoría eran judíos sefarditas. Por una parte vivo un choque al enfrentarme a pueblos diferentes y lenguas nuevas, por otro, se trata de un descubrimiento en donde aprendo demasiado de muchas culturas diferentes. Yo descubro el mundo muy tempranamente.

 Desde joven tenía muchas “corazas” emocionales atoradas en mi cuerpo, y me las tuve que quitar. No había otra forma. Aún no era adulto, ni joven. Aún no había estudiado. ¿Cuál era mi única defensa como judío emigrado en un país extraño? Mi defensa era la espontaneidad. Eso me ayudó a ser espontáneo, me ayudó a aprender a tocar el violín tempranamente. A los siete años comencé a dar conciertos de violín, probablemente no era muy destacado, pero ya andaba en giras con otros músicos, tocando. Esto me enseñó que tenía el deber de lanzarme literalmente a la vida. ¡O te lanzas, o mueres!

A muy temprana edad desarrolle una conciencia de “existencia”, una conciencia de sobrevivencia. No era una conciencia discursiva, ni reflexiva. Era una conciencia que me llevaba a vivir, a caminar, a escudriñar el mundo. Desde entonces aprendí que no había que tenerle miedo al mundo ni a la vida. Desde la infancia guardo esta característica: me puedo ir a cualquier parte del mundo y puedo sobrevivir y adaptarme bien. Cuando llegué a México y Guadalajara no conocía absolutamente a nadie. Y ahora, aquí estoy, con muchos amigos y pacientes. Me puedo ir a cualquier parte del muyo, solamente con una maletita y me adapto a cualquier cosa. ¡A emprenderla!

Soy un niño a quien se le saca de su cuna por la influencia de los Nazis y se le arroja a caminar en el desierto. El desierto tiene una característica: no te puedes esconder en ningún lado. Todo es sol, arena, viento. Eres visible desde cualquier parte. Me veo obligado a huir a través del desierto. Estas vivencias marcan mi conciencia. Yo guardó todos esos elementos desde mi niñez e influyen en lo que actualmente trabajo: la corporeidad, el no-miedo, la necesidad de sobrevivencia como terapia, el concepto de ser capaz de enfrentar distintas situaciones. También me gané algunos miedos y traumas, puesto que nadie está exento de ellos y en realidad sirven para superarse. Más bien me castigaba a mí mismo, me regañaba mucho. Por un tiempo me castigué abandonando el arte: dejo mis estudios de violín y me dedico a estudiar otras cosas. Nunca lo olvidé, nunca me olvidé de él. Pero si cambié mi vida de violinista y me puse a estudiar otras cosas como filosofía y biología, también antropología y psicoanálisis.

lunes, 29 de agosto de 2011

PERRO CIEGO

                                                                León, nuestro perro pastor belga. (Foto: Aurora R. P)






Dedicado con muchísimo cariño para mi perrita Unechi:
chihuahueña fiel y hermosa, a  quien una vez yo salvé del parvovirus.
Ahora muerta recientemente
bajo la impía picadura de un alacrán.
Sintiendo hoy y siempre, que permaneceremos hasta la eternidad,
ligados a todos los perros que nos han tenido.



1
No lo bautizamos “León” en homenaje a ningún vocalista de famélica voz, líder de alguna insigne banda mexicana de moda. Sino en honor a Leónidas: el emperador espartano quien se batió contra a un ejército persa cien veces más grande que sus 300 mejores hombres, que lo seguirían hasta la muerte.
“El hijo de León”, significa su nombre; descendiente de Hércules, según cuenta Heródoto, ensalzando su linaje.  El mismo historiador griego comenta que el monarca fue el último de sus 300 en morir, sin cesar en ningún instante de blandir su espada contra los enemigos persas. Cayendo uno a uno los griegos, abatidos por el fuego de las saetas del emperador oriental Jerjes. No sin antes haberlos rechazado un sinnúmero de veces y arrojado a la mayor parte de las fuerzas invasores a los abismos de las Termopilas.
No lo escogimos nosotros a él, sino que al aproximarnos a la camada de pastores recién nacidos, aquel cachorro ciego fue quien nos eligió a nosotros. Originalmente queríamos una hembra que se adaptara a las otras dos perras que ya teníamos en casa: una pastora alemán y otra cocker. Pretendíamos evitar la responsabilidad excesiva que implica el apareamiento de los animales en las casas, la reproducción y sobrepoblación de canes en la ciudad. Pero aquel macho se desembarazó por iniciativa propia de sus hermanos para recibirnos, aunque no podía vernos de ningún modo. Pero nos sentía y nos olía, y nos eligió ineludiblemente él, corriendo hacia nosotros sin conocernos aún.
Después que lo abrazamos aquella primera ocasión, no pudimos separarnos ya de él. Aunque ahora pesa casi cuarenta kilos y resulta imposible cargarlo, pues puede derribar a cualquiera con un intempestivo saludo de alegría y amor cuando se arroja encima de uno y comienza a lamer.
Pocos perros he conocido tan cariñosos como él.
Todos los cachorros de aquella camada nacieron ciegos por consanguinidad. Al parecer se acoplaron entre primos y luego entre padres e hijos, sus propios progenitores, por lo que León y sus hermanos nacieron sin globos oculares.
En lugar de ojos, mi perro tiene unos diminutos cuencos, que no dejan de resultar expresivos y amorosos a pesar de todo, y unas singulares membranas color marrón que mueve de cualquier manera, conforme cambian sus estados de ánimo: desde la alegría más explosiva al “vernos”, hasta la sumisión y el miedo ante Gris: la pastora alemán quien es la líder indiscutible de la manada que cohabita con nosotros en nuestro patio. La cual es capaz de someterlo y arrebatarle por derecho jerárquico sus huesos, a pesar de que él es mucho más grande y pesado que ella. Haciéndolo chillar y revolcándolo cuando se niega a obedecerla y apechugar ante su liderazgo. En cierto modo, aunque domesticados desde hace miles de años, los canes continúan comportándose bastante instintivamente, como los lobos y los perros salvajes.
Siento a mis perros mucho más éticos en su comportamiento, más estéticos espiritualmente  hablando y bastante más respetuosos de las leyes naturales, más leales y sinceros que la mayor parte de las personas a quienes conozco. Últimamente he caído en la cuenta que realmente, como reza el dicho popular, ahora sí son mis mejores amigos.
Alguna vez un connotado filósofo anunció que mientras más conocía a los hombres, más amaba a sus perros.
2
Durante los primeros siete meses de su vida, León no toleró por ningún motivo que se le pusiera el collar del castigo, ni la correa de entrenamiento, para enseñarlo a caminar por la calle. Cuando salíamos con las otras dos perras adultas, a pesar de no haber dejado nunca que le echáramos encima la cadena, se quedaba llorando solo en el patio. Lamentándose de no poder ir con nosotros, aunque se moría de miedo ante el collar de castigo.
León es igual de valiente que el monarca espartano. Cuando yo lo regaño por alguna travesura, no deja de enseñar los dientes y gruñir levemente, aunque no se atrevería a morder a nadie. Tiene un carácter fuerte por naturaleza. Y me lo demostró en los últimos tiempos aún más.
Poco a poco comencé a aproximarle el collar, de manera que se familiarizara con él. Tardé más de cuatro meses en lograr que perdiera el miedo al metal y a la cadena. Cuando logré colocárselo, el trabajo se complicó aún más, pues León se negaba a caminar y se dejaba arrastrar cuando se le tiraba de la cadena. Dejando caer todo su enorme peso por temor todavía a la correa.
En un esfuerzo verdaderamente sobrehumano de paciencia y psicología animal, ofreciéndole premios cuando daba algunos pasitos dubitativos con la correa, alentándolo, acariciándolo, hablándole (porque los perros entienden muy bien el lenguaje humano), logré que comenzara a caminar a mi lado con su cadena de poco en poco. Y creo que no sólo él, sino principalmente yo junto con él, salimos de un fuerte atolladero emocional en que ambos nos encontrábamos hasta cuando León logró caminar a mi lado. León debido a sus miedos y yo a mi incapacidad de establecer un lazo emocional profundo con él.
La conclusión que saqué en estos días al respecto, fue que no sólo yo lo enseñé, sino que verdaderamente él me enseñó demasiado a mí sobre el control de mi propio cuerpo y el manejo de mi lenguaje emocional. Porque los perros no entienden de racionalizaciones ni elucubraciones mentales, menos aún de masturbaciones teóricas ni mamadas conceptuales. Respetan sencillamente a quien tiene el poder por sobre sus propias emociones y su cuerpo, se inclinan ante quien es dueño de sí mismo, o desprecian sin piedad y se burlan de quien sólo está constituido por un ego burdo e ingenuo, separado sin remedio de su corporeidad.
León se esforzó mucho por salir del estancamiento en que vivía, siendo ya un perro casi adulto que no podía caminar como los otros con su cadena: ciego y abandonado en el patio debido a sus miedos y a su presunta “discapacidad”. Se esforzó tanto durante nuestro trabajo, que me motivó a mí muchísimo más para ayudarlo, enseñarlo y quererlo.
El lazo entre nosotros se acrecentó conforme él daba pasos a mi lado con su collar y yo aprendía de él a ser cada vez más paciente y a controlar mi lenguaje emocional y corporal.
3
A pesar de ser ciego, León puede hoy caminar como cualquier animal con su amo, siempre y cuando yo lo guíe con ciertas precauciones para que no se golpee en los lugares que desconoce, en los postes de luz o las banquetas al cruzar la calle. La gente nunca notaría que es ciego. Sencillamente ven a aquel hermoso e imponente pastor belga y se hacen rápido a un lado, cuando nos ven pasar juntos, en compañía de Gris, la pastora alemán. Custodiado yo, amorosamente por mis dos perros grandes en cada costado.
Recientemente murió Unechi, una perra chihuahuita a quien yo amaba muchísimo y a quien arrebaté del parvovirus cuando apenas tenía tres meses. No la quise traer junto con los otros a la casa, para no separarla de una cohesionada manada de chihuahuas y huskys siberianos de quienes ella era parte indisoluble. Ellos viven con mis padres y me acompañaron durante mi vida de soltero, quedándose en la casa materna cuando yo pasé a otra etapa de mi vida.
He llorado y me he lamentado a lo largo de mi vida por muchos perros: callejeros, mestizos, solovinos, sanbernardos, chihuahuas, rotweillers, dóbermans…. Enanos, medianos, gigantes. Adoptados, comprados, recogidos en la calle, bienvenidos todos...
Desde un punto de vista espiritual, León no está ciego de ningún modo, ni Unechi, la chihuahua, ni ninguno de mis anteriores perros ha dejado de estar a mi lado, aunque hayan partido físicamente.
El día que me toque a mí morir y transitar hacia otro plano, rezo por no ser recibido del otro lado por ningún familiar humano, ni supuesto amigo ni conocido que camine en dos pies. Sino por lo contrario, pido con todas mis fuerzas más que nada, ser custodiado y acompañado hacia el vacío final y los brazos de la muerte esperada, por un séquito cuadrúpedo conformado por todos los perros a quienes he amado y amaré en esta vida.