CRISTÓBAL JODOROWSKY, EN SANTA SANGRE.
Cada uno es responsable del mundo
en que quiere vivir
y decide cómo vivirlo, con milagro
o con pesadilla, lúcido o dormido,
como un ser de negatividad o como
un ser de reluciente magia.
Claro que la pesadilla es más
fácil, puesto que ésta
nunca nos parece una creación
nuestra
y no nos sentimos responsables.
(CRISTÓBAL
JODOROWSKY –El Collar del Tigre)
Dedicado
con muchísimo amor a mi hermano Rodolfo: tarotista, violinista,
cantante,
compañero de charlas y caminatas, queridísimo
ángel, ya elevado.
1.
Sobrevivir
la muerte de un ángel
“El tiempo de paz es cuando los hijos entierran a
sus padres. El tiempo de guerra es cuando los padres entierran a los hijos”.
Dice Cristóbal Jodorowsky, el hijo de Alejandro y de Valerie, en su libro: El Collar del Tigre. Mismo que se encuentra
gratuito y disponible para su descarga en la web.
Es demasiado triste cuando la gente
más vieja se ve obligada a enterrar a sus familiares jóvenes: cuando los hijos
y los nietos fallecen a los diez y tantos de edad, a los veinte y poco más. O
aún más jóvenes e inexpertos de la vida. Estos son los momentos de guerra,
según Jodorowsky hijo. Desde épocas muy
antiguas no es lo esperado, empero, en un mundo antinatural, es lo natural, a
veces. Ello indica que algo no está bien, sobre todo a nivel del árbol genealógico y la estructura
familiar. La gente que muere demasiado joven, sin haberse enamorado, o sin
haber conocido casi nada, en ocasiones se encuentra poseída por el fantasma de
un ancestro, repitiendo inconscientemente la biografía de un pariente lejano,
quien también desapareció a temprana edad. Presumiblemente de la misma
enfermedad o en un siniestro análogo al de su predecesor. De hecho casi todos
nosotros nos encontramos poseídos por nuestros ancestros, dominados por
voluntades que en realidad no nos pertenecen. Gastando nuestras energías en
vivir la vida de otros. Aunque soñemos
ilusamente que nuestras decisiones son libres y nuestra visión del mundo única
e irrebatible. De aquí que técnicas terapéuticas actuales como las Constelaciones
Familiares, la Psicomagia, la Psicogenealogía y el Psicochamanismo, vayan
dirigidos a la sanación del árbol genealógico.
Según estas perspectivas, a la vez novedosas y milenarias, el hombre sano,
el iluminado, es aquel quien ha conseguido liberarse de las voces internas de
sus padres y ancestros que lo controlan y que de ningún modo son suyas.
Exorcizando a su verdadero Ser Esencial.
Sin formularlo conscientemente y
sin proponérselo, los rituales de la magia y el chamanismo ancestral, en parte
iban también dirigidos a la expulsión de demonios, a disolver maleficios y
maldiciones familiares. Rescatar al iniciado de la influencia nociva de su
familia y su sociedad, poniéndolo en el camino de sí mismo, de ser
verdaderamente él. En esto consistía el despertar.
Si Alejandro Jodorowsky es el
creador de la Psicomagia, Cristóbal, como buen hijo suyo, no sólo es un gran
psicomago, sino que por su propia cuenta ha acuñado el Psicochamanismo. Es un
moderno ciberchamán, un psychochaman, del mismo modo que Alan
Moore y Grant Morrison: dos Merlines contemporáneos. Entendiendo a estos
últimos, como herederos de toda una tradición muy antigua de curanderos,
espiritistas, sanadores, artistas y actores de la sabiduría perenne, pero que
hacen uso de la tecnología y otras herramientas de la vida actual: la música
electrónica, el cómic, el cine, la Internet, la cibernética, los teléfonos
móviles, etc. Para orquestar tanto sus actos de sanación y su arte, como para
difundir su trabajo y obra. De hecho Cristóbal dedica varias horas a la semana
de su tiempo para realizar consultas terapéuticas gratuitas en un foro virtual
frente a una webcam.
Alejandro y Cristóbal Jodorowsky en
algún punto de sus vidas debieron sobrevivir la muerte de un ángel.
Teo era el miembro más joven del
clan Jodorowsky. Tenía veinte y tantos
de edad, era actor, boxeador y atleta. Se encontraba trabajando para una
importante firma teatral en Europa, viviendo en unión libre con su novia.
Cuando lo encontraron muerto de una sobredosis en su apartamento, su pareja
llevaba un par de meses de embarazo, preñada con su simiente. Cuando menos les
quedaría un ángel como recuerdo del primero.
Cristóbal se había ido hace más de
un año para Chile a emprender una carrera como actor. Al enterarse de la muerte
de su hermano más joven, quedó destruido.
Es difícil superar la muerte de un
ser amado. Sin embargo, posee un grado de dificultad extra, cuando el ser amado
era mucho más joven que los deudos, casi un niño. Un ángel en realidad. En
aquel momento, el padre, Alejandro, se atormentaba y culpabilizaba a sí mismo
hasta la muerte. Casi en todos nosotros resurgen añejos sentimientos de culpa
en el momento del duelo afectivo, lo bueno y lo malo de nuestros recuerdos
junto al ausente.
Tras varios meses de encierro y
depresión, Cristóbal salió de su casa, dispuesto no sólo a asumir el dolor,
sino a sanear de golpe y finalmente, su árbol genealógico enfermo, de donde
provenía la causa de la muerte de su hermano. Proponiéndole a su padre un acto
psicomágico definitivo para limpiar de una vez por todas la historia nociva de
su familia. No estaba dispuesto a permitir que siguieran falleciendo
injustamente ángeles, querubines y jesucristos entre sus parientes, debido a
una genealogía enferma.
2.
Convertirse
en ángel.
Mi hermano murió igualmente joven, a los 22. Tenía
una habilidad nata para leer el Tarot y otra tanta para la música, también era
un gran atleta y poseía una hermosa voz de bajo, se preparaba para ser cantante
de ópera y violinista. Lo internaron debido a un tumor en los lóbulos
frontales, sin cuestionarse si quiera un poco los médicos, acerca de la
posibilidad de un tratamiento alternativo. El tumor no era cancerígeno en lo
absoluto, pero los médicos, porque no eran doctores de ningún modo como en el
sentido antiguo, ignoraban cualquier otra opción que no fuese la violenta
intervención quirúrgica. Y lo operaron. Durante los catorce meses posteriores a
la cirugía cerebral, que culminaron en su deceso ya inevitable, cada que lo
visitaba en casa de mis padres y lo veía postrado en su cama eléctrica, siempre
pensé en el libro de Lobsang Rampa: El Tercer Ojo. Si acaso aquella glándula calificada
como anómala en su cerebro, no sería más bien parte de los poderes artísticos y
espirituales que caracterizaron a mi hermano. Rampa dice que en la India y el
Tíbet, los iniciados eran sometidos a una operación secreta, en donde se les
injertaba una pequeña estaca de madera, precisamente en la frente, para
estimular su visión del otro mundo y sus poderes psíquicos. Mi hermano Rodolfo
había ido desarrollando con la ayuda de su guía espiritual, una poderosa
intuición: era capaz de hacer parpadear las bombillas de luz y las lámparas tan
sólo haciendo un esfuerzo de concentración mental. Tenía amplias facultades
para conectarse con la Güija y para leer el Tarot. También se iba convirtiendo
en un magistral cantante y violinista. Su Tercer Ojo fue visto bajo la luz del
paradigma médico dominante, siempre como un intruso y como algo patológico. Así
mismo, Rodolfo era homosexual, y en nuestro árbol genealógico al parecer hay
una larga tradición de homosexuales, locos
y artistas incomprendidos. No era el primero que moriría siendo gay,
artista marginal y de un tumor en el cerebro dentro de mi familia.
CRISTÓBAL JODOROSKY EN SU ESTUDIO EN PARÍS.
Aprendí que el argumento médico siempre
consiste en el miedo y en el terror con fines de control, para quebrantar y
someter a las personas a su visión súper tomista y minúscula. Si no se hace lo
que ellos prescriben, según ellos, sobrevendrá la muerte y el agravamiento de
las enfermedades. Rodolfo murió de cualquier manera, a pesar que mis padres,
atemorizados por las advertencias y amenazas de los cirujanos, hicieron al pie
de la letra todo lo que se les indicó.
Observé que cuando menos en mi país,
existía una siniestra complicidad entre el gremio de los médicos, los
políticos, los clérigos y religiosos, para someter, quebrantar, adaptar y reeducar
a los pocos individuos que se atrevían a ser distintos y emprender el camino de
ser ellos mismos. Si el infierno había sido abolido por decreto papal en los
años ochentas, el VIH y la homosexualidad serían los nuevos Avernos y demonios
para castigar o perseguir a los que se atrevieran a vivir la totalidad de su
ser: sexual, creativa y espiritual.
El Collar del Tigre de Cristóbal
Jodorowsky, cayó en mis manos en el momento más intenso de mi duelo por la
perdida de Rodolfo. A pesar de la tristeza y el enojo hacia mis familiares por
haber permitido y sido cómplices inconscientes de su muerte, comprendí que al igual
que Cristóbal, yo mismo debía emprender la tarea de sanación, perdón y armonía hacia
todo mi árbol genealógico, de donde provenía la causa principal de la muerte de
mi hermano: de la vergüenza por asumir el verdadero ser, el odio a la
homosexualidad, a la sexualidad misma y debido al rechazo total hacia los
artistas y los seres libres. En el fondo era un cáncer que no involucraba
únicamente a mi familia, sino a toda una sociedad caníbal, represora, castrante
y doble moralista.
Lo esperado no es que los viejos
entierren a sus hijos, como señalé arriba, citando a Cristóbal, sino que éstos
lo hagan con los primeros. Hasta el ángel, enviado por Dios, detuvo la mano de
Abraham antes de asesinar a su hijo por órdenes suyas en el Antiguo Testamento.
Incluso es una obligación ética desobedecer a Dios, si éste ha ordenado un acto
injusto y se encuentra de por medio la vida de un inocente o de un cordero. Y
esto también se encuentra en la Biblia, sobre todo en los Evangelios.
Pero al igual que Teo, el hermano
de Cristóbal, mi hermano se había convertido en un ángel, no sólo por su
belleza física y espiritual, sino por el férreo y doloroso trabajo de haberse
atrevido, en su corta vida, a ser él mismo, y de luchar contra lo que fuese, por
tal de lograrlo. Hay quien en toda una vida, muchísimo más larga y estéril, no
ha hecho ni siquiera un uno por ciento del trabajo y las decisiones que mi
hermano asumió para convertirse en un ser auténtico.
Existe una tradición iniciática
antigua, la cual indica que los ángeles no fueron creados por Dios mediante
generación espontánea, sino que ellos se hicieron a sí mismos a través de un
duro trabajo de perfeccionamiento y purificación. Acercándose gradualmente en
cada reencarnación, a su amado Creador. En el Tarot, por ejemplo, la Carta
denominada La Templanza, que corresponde al arcano número catorce, habla
precisamente de alguien quien mediante un dificultoso trabajo de
perfeccionamiento y sanación, se ha convertido en un ángel.
Transformarse en ángel es uno de
los trabajos más difíciles, que puede conllevar el esfuerzo no sólo de una
vida, sino de varias reencarnaciones más para purificar y templar la misma alma
a lo largo de su larga peregrinación transmigratoria.
La finalidad de algunas tradiciones
esotéricas muy viejas, consistía precisamente en preparar al hombre para la
verdadera evolución y el abandono de su condición terrena, para convertirse en
ángel. El estado actual del ser humano tal como lo conocemos, no es más que el posible
principio de una vida mucho más amplia, plena y rica. Del mismo modo que la
crisálida es la antecesora de la mariposa. Aquellos que nombramos ángeles, son
el siguiente estadio de la verdadera evolución espiritual.
Algunos seres como mi hermano, como Teo y como
Cristóbal, se encuentran en ése camino. Enriqueciendo y nutriendo la vida de
aquellos quienes tenemos el privilegio de haberlos conocido, coincidido en
nuestras vidas o contactado con su obra.
3.
La
muerte del Toro
Cristóbal casi se muere de miedo al coger la pistola
eléctrica para matar reces, en aquel rastro de algún barrio en París. Había
acudido expresamente para realizar un acto psicochamánico: asesinar de un golpe
a un toro, con la ayuda de un antiguo compañero de escuela, carnicero y actor. La
finalidad era recuperar metafóricamente su propia virilidad y resarcirse a sí
mismo de las crueldades inconscientes de su padre hacia él durante la infancia,
así como de todos los pecados cometidos por sus ancestros.
Previamente habló con el inocente
animal, le pidió permiso para matarlo y comérselo, explicándole que la
finalidad de todo ello era la curación de su árbol genealógico. Dice que entonces
comprendió que en realidad no es malo matar a un animal para comérselo: había
sido vegetariano casi toda su vida.
Al accionar el gatillo y ver
desplomarse la bestia, estuvo cerca del desmayo. Una vez muerto se dio un baño
con su sangre, cortó sus testículos para realizar una ceremonia. Los cocinaría
para su padre y los comería junto con él, asumiendo en nombre de todos sus
ancestros, una virilidad espiritual sin precedentes y un respeto por todos los
seres que le antecedieron. Era un poderoso y efectivo acto terapéutico y
teatral.
Al
terminar de escribir las últimas frases de este trabajo, también yo medito y
envío desde mi corazón, las mejores energías y rayos de amor para mi hermano
Rodolfo, para mis padres, tíos, abuelos y todos aquellos quienes estuvieron
antes que yo. Trabajando cada día por purificar mi árbol genealógico, esforzándome con todo mi
ser para que tampoco vuelva haber ángeles, querubines, serafines ni
jesucristos, desaparecidos o asesinados prematuramente dentro de mi propio clan.