Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

miércoles, 29 de junio de 2011

TENERME A MÍ MISMO

George Gurdjieff


TENERME A MÍ MISMO:
El autoconocimiento desde la psicología de George Gurdjieff


PRESENTACIÓN:
Lo primero es aprender a poner atención al cuerpo y al flujo automático de la mente. Darse cuenta que vivimos principalmente automatizados, que debemos lograr ser menos máquinas cada vez.

Luego viene el identificar las partes de nuestra personalidad que nos son más perjudiciales y nocivas, aprendiendo a encararlas y luchar contra ellas. Y Gurdjieff, el mago ruso y psicólogo espiritual, era un inmenso conocedor de todos los tipos posibles de personalidades humanas.
La principal batalla por realizar en esta vida, según Gurdjieff, debía llevarse a cabo contra uno mismo, contra las propias debilidades y autocomplacencias. Si es que en verdad quería lograrse algo que valiera la pena.
El hombre que se tiene a sí mismo, en cierto modo lo tiene todo: es su más cercano amigo, su amante más tierno y su compañía más entrañable, pues nunca se encontrará realmente solo.
CURSO TALLER:
Modalidad: Experiencial.
Lugar: López Cotilla no. 862. A media Cuadra del Templo Expiatorio. Guadalajara Jalisco.
Cuota de recuperación: 200 pesos.
Horario: Sábado 9 de Julio de 5 pm a 8 pm.
Impartido por: Carlos Filiberto Cuéllar. (psicoanálisis y psicoterapia transpersonal)

sábado, 18 de junio de 2011

SÓCRATES: MÉDICO DE LO INTERIOR, HIJO DE EROS






Sócrates se convierte en guía de toda la Ilustración y la filosofía modernas;
en el apóstol de la libertad moral, sustraído a todo dogma y a toda tradición,
sin más gobierno que el de su propia persona
y  obediente sólo a los dictados de la voz interior de su conciencia;
es el evangelista de la nueva religión terrenal y de un concepto de la bienaventuranza
 asequible en esta vida por obra de la fuerza interior del hombre
y no basada en la gracia, sino en la tendencia incesante
hacia el perfeccionamiento de nuestro propio ser.

(WERNER JAEGER –Paideia)



¡Jamás, mientras viva, dejaré de filosofar!

(SÓCRATES)


1
Decía sobre sí mismo ser la encarnación del dios Eros. Debido a sus cualidades altamente seductivas, pasionales, astucia en las relaciones humanas y dominio absoluto de ellas, calificaba su persona como digna heredera de aquella sutil deidad. Era costumbre por aquellos tiempos que los discípulos también se fuesen a la cama de vez en vez con algún admirado maestro, Sócrates no debió ser la excepción. A través de los Diálogos de Platón, captamos el amor no únicamente filial, sino de carácter francamente erótico y carnal que conectaba a Sócrates con ciertos alumnos suyos, como Fedón, quienes le despedirían a la hora de su muerte, tras el juicio definitivo, llorando desconsolados y aferrándose a su terminal y humilde existencia. Es probable que no fueran tan solo discípulos suyos, sino quizá amantes del más grande filósofo: el hijo de Eros.
Para no meterse en dificultades terminológicas, Sócrates llamaba a sus discípulos sencillamente como sus “amigos”.
Por aquellos tiempos la línea divisoria entre homosexualidad, heterosexualidad, homoerotismo, fraternidad, hermandad y demás etcéteras interminables, se desdibujaba con facilidad sin causar problema a nadie, transgrediendo sus límites caprichosamente. 
Volviendo al caso de Sócrates, ¿Cómo alguien de tan baja estatura, rostro y nariz achatada, barriga prominente, barba gigantesca y cana, casi calvo, vagabundo y dicharachero, franco y sincero conversador, vestido siempre de manera sencilla, prácticamente sin ningún interés en los bienes materiales ni en el poder terrenal, logró seducir y “corromper” a tantos jóvenes, hombres y mujeres en la Grecia del siglo V antes de Cristo, hasta sacudir el tinglado de todo el Imperio? Al punto de haber sido condenado a muerte, acusado de poco demócrata, de interpretar a su capricho los libros clásicos y de corromper a la juventud. ¿Si los mismos padres de familia y cabezas de la nobleza griega no cesaban de buscarlo para que asesorara y aconsejara a sus hijos?
Nunca quiso dejar nada escrito, otorgándole importancia primordial a la conversación que en el momento presente entablaba con cualquier ser viviente. Lo que nos ha llegado de su persona y pensamiento, ha sido a través de lo que sí escribieron sobre él sus discípulos y seguidores. Como el caso de los evangelistas con Jesús.
Desde los artesanos y esclavos más humildes, hasta jóvenes pertenecientes a la nobleza y parientes de los emperadores, eran dignos sujetos de su interés. Su figura, dignísima hasta la muerte, preferiría beber la cicuta antes de traicionarse a sí mismo y a sus principios: uno de los más grandes argumentadores e investigadores del alma humana de todos los tiempos. Su personalidad no tendría nada que pedir a otros grandes personajes de la envergadura de Jesús de Nazaret y Buda. Aunque Sócrates no pretendiera en ningún momento fundar religiones, y en el fondo nos parece, ninguno de los dos últimos tampoco lo querrían jamás. No faltarían de todos modos los vivales de todos los tipos y orbes, quienes se aprovechasen de los nombres de sus maestros para fundar dictatoriales instituciones, hacer buenos negocios con la venta de ídolos y de boletos de entrada al Paraíso, además de fabricar consignas para guiar a las enceguecidas masas hasta la boca de los abismos.
Al mismo Platón se le ha acusado de malinterpretar intencionalmente y poner en boca de su maestro Sócrates, palabras que éste nunca habría dicho, pero que convenían a la teoría del discípulo.


2
Siendo niño, Sócrates fue entrenado como escultor: un taller en la casa paterna sería su primera escuela. Su padre vivía del oficio de tallar la cantera, el mármol. Notables monumentos de algunas ciudades griegas antiguas fueron construidos por su padre, con la colaboración del pequeño aprendiz en los primeros años formativos. Su madre, partera, tendría sin dudas también importante influencia en el desarrollo del futuro pensador.
Su segundo entrenamiento vino como soldado. Sus contemporáneos señalan que se destacó en diversas batallas, acumuló heridas en su cuerpo e interminables reflexiones sobre las tácticas y el arte de la guerra, anécdotas de las luchas, las derrotas y los triunfos. Siendo niño aún, en Grecia se encontraba muy fresco el recuerdo de la Batalla de las Termopilas y la derrota propinada al hasta entonces invencible Imperio Persa por parte de los espartanos. Un hombre que a la vez era experimentado soldado y filósofo era muy bien visto por aquellos tiempos. Caso de Sócrates. A causa de las guerras en que participó, tuvo la oportunidad de visitar soberbias bibliotecas en importantes ciudades de la antigüedad, dialogado y escuchado a connotados maestros y tenido acceso a gran cantidad de libros y manuscritos. Con los cuales se embebió. La educación militar y el desarrollo físico en tiempos del griego clásico, de ningún modo se concebían de manera separada del ejercicio del intelecto y las cualidades espirituales. Como es el triste caso de la educación en tiempos actuales. A la hora de su juicio, antes de ser condenado, el tribunal griego no podría de  ninguna manera evitar reconocer su valor y desenvolvimiento durante variadas batallas de juventud.
Precisamente, en los gimnasios y los baños públicos donde se ejercitaba el cuerpo de los griegos, era donde el maestro comenzó su prédica y sus enseñanzas. De ahí que sobreviniera el término acuñado por él: paideia. Una nueva forma de gimnasia espiritual e intelectual, un método novedoso para desarrollar el pensamiento y el alma.
3
Los psicólogos académicos suelen mencionar que la denominada ciencia psicológica a las que ellos enarbolan, surgió en el siglo XX, con los primeros laboratorios alemanes y norteamericanos, así como con las cátedras oficiales de psicología en las grandes universidades de Europa y Norteamérica. Dirigidas en sus inicios por psiquiatras, neurólogos y filósofos. Apenas recuperadas, arrebatadas trabajosamente a estos,  a partir de la mitad de aquel siglo por los primeros e incipientes psicólogos de formación.
Pero los antiguos tenían una psicología altamente desarrollada, desde la India milenaria y los textos tibetanos, hasta Mesoamérica. La mayor parte de los comentarios de Baghadgita, por ejemplo, consisten en antiguas descripciones bastante detalladas de los procesos mentales.
El caso griego,  con Sócrates, su pensamiento es primordialmente ético, moral y fundamentalmente psicológico. Una preocupación sin fin por el alma humana estaría presente en todo su sistema y en sus acciones.
El uso de sus conceptos: exhortación e indagación, poseen una intencionalidad altamente psicológica. La exhortación sería la cualidad del discurso y de la mente de dirigirse hacia otros, argumentarles, contra argumentarles, convencerles e incluso persuadirles. Y desde luego que Sócrates era un gran exhortador de la juventud.
En cambio, la indagación, precisamente aludiendo a una daga que penetra, consiste en abrirse paso hacia el interior de los fenómenos y de los significados lingüísticos. El método socrático consiste en una continuidad  de detalladas preguntas y respuestas a las que se somete a un individuo, un autor, un libro, un discurso o un fenómeno. Se llegaría a decir de Sócrates que era uno de los primeros médicos del alma. Su método procedía al igual que el de los antiguos médicos de Egipto y Medio Oriente, de los cuales aprendieron bien los griegos: preguntando con sumo y cuidado detalle, examinando con cautela, deteniéndose, observando, volviendo a preguntar. Escuchando más que nada.
Empero, el objeto de estudio de Sócrates no era el cuerpo, sino su alma. Alma entendida por él como una cualidad moral deseable de la persona, una característica positiva de ella que de ningún modo poseen todos los hombres, no concebida como una entidad separada de su cuerpo. Tal como la definiera Platón y siglos después el cristianismo.
Con la indagación socrática, se comienza por interrogarse a uno mismo antes de partir hacia los demás o hacia el mundo y establecer cualquier juicio. De ahí el postulado: “Conócete a ti mismo…” Que gustaba al maestro. Todo conocimiento partiría de uno mismo. Por ello Sócrates sería conocido como el fundador del método inductivo, que luego se le atribuiría a su alumno Platón. Sócrates: el primer inductivista.
En la indagación, el principal interlocutor no son los otros. No se habla en este caso, o más bien no se piensa indagatoriamente para convencer a nadie, sino para esclarecerse a uno mismo. En el momento en que un conocimiento es sometido al escrutinio de la propia experiencia y del propio juicio en la indagación, es el instante en que un saber emana del lento horno intelectual de la indagación. Nos encontramos ante un trozo de sabiduría. Para convencer a otros, antes debe estarse verdaderamente convencido uno mismo.
4
Cuando se conoció de antemano el resultado funesto en que desencadenaría un juicio maniatado y tendencioso al que fue sometido el maestro, sus alumnos pretendieron convencerlo de huir de Atenas, disfrazarse, ocultarse para evitar la muerte. Ayuda no le hubiera faltado, pues era apreciado y querido por jóvenes pertenecientes al ejército y la aristocracia, cuya influencia hubiese podido aprovechar para salvar el pellejo.
En ningún momento Sócrates hizo caso de aquellos consejos.  No pretendía traicionar sus principios por nada del mundo. Cuando le preguntaron aquellos jueces sí tenía alumnos o en qué escuela impartía clases, mencionó simplemente, que conversaba en los gimnasios y mercados, y que no tenía discípulos, sino amigos. En su filosofía tendría un valor por encima de cualquier posesión material, la amistad. Se preocupó siempre por el bienestar físico y emocional de sus alumnos.



martes, 7 de junio de 2011

EN LA RUTA DE PARMÉNIDES GARCÍA SALDAÑA

Parménides García Saldaña



 

El éxtasis de las buenas almas se había transformado (súbitamente) en tedio.
La droga había dejado de ser efectiva.
El gran cambio de la Flower Generation confirmaba, una vez más,
la pequeña verdad (very earthy) de Karlitos Marx:
las revoluciones burguesas tienen corta vida.

Parménides García Saldaña –En la Ruta de la Onda



Un personaje de singularidades extravagantes que, a veces,
sustituía la cannabis por la coca, para que el olor de la mariguana
no incomodara a la gente del vecindario.

Rosa Carmen Ángeles–Una De Parménides García Saldaña




1

Es difícil negar algo a un amigo. Mucho más si los vínculos y las identificaciones, sean estas afectivas, carnales, ideológicas, homosexuales subconscientes e incluso patológicas hacia él, se encuentran cebados y alimentados por una complicidad silenciosa. Las drogas unen con cierta frecuencia a algunos adictos entre sí mediante un pacto que consiste en no delatar al compañero pacheco, cocainómano o inhalador de crack. Incluso entre  quienes únicamente tienen acceso al  “toncho” o “tonchito”: suerte de bolsa de plástico donde se respirará el célebre y fino pero poco elegante aroma, disecador de neuronas del tonsol. Entre ellos existe un pacto de protección mutua casi sectario.
Está también el adicto solitario, quien prefiere la complicidad de su propia alma para drogarse o embriagarse. Aquel quien quizá fue incapaz de respetar el código de silencio entre sus cuates y otrora fue expulsado de alguna celosa logia de adictos impíos. O el otro más, también solitario, quien ha logrado, mediante un duro proceso de individuación, valerse por sí solo y atenerse únicamente a sí mismo en el infinito camino de auto complacerse y darse sus gustitos.
Quien rompe el pacto al delatar al camarada, también fractura irremediablemente sus vínculos con la tribu y pierde por siempre el amor todopoderoso de su otra familia (acaso la verdadera): los compas y la droga.
Sólo entre ellos entienden sus códigos individuales y saben del pesado y denso humo de la marihuana, del dulzón aroma de la piedra al fundirse: “como de paletas de frambuesa derretidas…” que los extasía. Nadie rebelaría ante el padre o la madre del camarada, del compa, menos delante de la chica a quien éste pretende seducir, ligarse o sencillamente cogerse, su filiación hacia las sustancias.
Según el psicoanálisis, por cierto, existe un componente altamente incestuoso en la vinculación afectiva hacia determinadas drogas: “la María…, la Macoña…” Como nombran cariñosamente y con veneración sus adeptos, sus  hijos, quienes nunca jamás lograrán escabullirse de ella aunque lo intenten infinitamente, “ni que fuera gripa…”, a la cannabis.
En verdad es difícil negar ciertas cosas a un amigo.
La literatura y la filosofía también pueden establecer un vínculo de fraternidades sediciosas. El conocimiento puede producir los mismos efectos que en el opiómano su vicio: un impulso irrefrenable por compartir y contagiar a otros con las verdades recién descubiertas y develadas. Quien se encuentra con un autor o una teoría nuevos y se fascina con ellos, por poco complejos u obvios que estos resulten, busca desesperado compinches a quiénes mostrar sus descubrimientos y a quiénes contagiar de su repentina iluminación.
En el impulso creativo de no pocos escritores, se encuentra bastante latente y a veces de manera franca y descarada, el deseo de seducir, convencer, persuadir, incluso corromper, de apropiarse y secuestrar el alma de sus lectores. De convertirlos en adeptos suyos, en adictos a sus ideas, a sus verdades, a su propia luz y a sus escritos. Alguna vez él también fue seducido, enviciado y convertido a cierto tipo de conocimiento, sea éste esotérico, hermético, místico, poético o filosófico. De modo que al convertirse él mismo en escritor, se constituirá a perpetuidad en iniciador de otros espíritus novicios y neófitos, quienes caigan en sus garras o lean por accidente e infortunio sus textos.
2
A José Agustín le resultó imposible abrir la puerta de su departamento al amigo quien le llamaba e imploraba a las tres de la madrugada.
Primero lo escucho llorar y suplicar como un perrito abandonado desde el pasillo helado de aquel edificio de condominios en la Ciudad de México cerca de Tlaltelolco. Al no recibir respuesta, Parménides García Saldaña, sabiendo que su amigo escritor se encontraba dentro, enfurecido, comenzaría a arrojar insultos y a gritar fuera de sí, pateando la puerta y orinándose sobre ella. Maldiciendo a sus cuates, a su madre, a su familia, a dios y a la sociedad.
José Agustín y Parménides habían compartido muchas experiencias: etílicas, filosóficas, cannábicas y literarias. José Agustín cuenta en su libro El Rock de la Cárcel, que se le partía el alma al saber que no podía de ningún modo abrir la puerta a un amigo entrañable quien había enloquecido. Dentro se encontraba también su esposa, y no le resultaba nada cómodo exponerla a los desvaríos del loco. Dicen que Parménides solía además enamorarse de las mujeres de sus cuates. En distintas épocas pero por motivos semejantes, ambos estarían en la cárcel. Sólo que Parménides recaería varias veces más, no sólo en los penales por posesión de drogas y escándalos, sino en los psiquiátricos por su condición mental crecientemente deteriorada. Nunca tuvo una relación estable con ninguna chica, aparte de los encuentros casuales con otras adictas y bebedoras,  amantes ocasionales igualmente inestables a él y sexoservidoras. El vínculo entre Parménides y José Agustín acabaría fracturándose de cualquier manera. La complicidad estaba rota para siempre.
En sus travesías psicotrópicas y alcohólicas, García Saldaña sufriría más adelante un accidente que lo reduciría a una silla de ruedas durante casi un año. Muchas veces sus amigos lo encontrarían viviendo en la calle y haciendo cualquier cosa con tal de conseguir droga.
Resultaba difícil imaginar que aquel vagabundo y drogadicto casi indigente, había vivido durante diez años en los Estados Unidos becado por su padre; angloparlante como cualquier gringo. Estudiado primero una licenciatura en economía y posteriormente otra en literatura inglesa en la Universidad de Luisiana. Con un puñado de libros publicados en su haber: uno de poesía, dos novelas y un ensayo que se constituiría en el manifiesto legendario de toda una época y de un periodo fundamental de la historia moderna.
Durante sus años en el extranjero Parménides había seguido con detenimiento los movimientos sociales de la década de los sesentas. Rastreado y dado seguimiento a  líderes como Malcom X, Abbie Hoffman y Bob Dylan, leído sus discursos y libros, escuchado sus álbumes hasta el hartazgo y sido testigo indirecto del  asesinato del primero.
En su célebre y actualmente difícil de conseguir manifiesto: En la Ruta de la Onda, Parménides relata que el movimiento cultural de la Onda surgió primero en Europa y los Estados Unidos, entre los aristócratas y adinerados jóvenes de los años veintes, quienes hastiados del establishment, a la vez víctimas, beneficiarios y subproductos del mismo, habían comenzado a abandonar sus vidas de privilegios y emprendido viajes por carreteras y en barcos, escrito poesía, tocado instrumentos musicales y experimentado con las síncopas. Sin dejar por supuesto de beber sendas cantidades de whisky e iniciado la quema de marihuana.


El cannabis en sus orígenes era una droga exclusiva de los afroamericanos y los jamaiquinos. En el momento en que los jóvenes blancos de barrio pobre comienzan a fumar marihuana también, el movimiento de la Onda desciende hacia las clases medias y bajas. La Onda y la mota se popularizan y se vuelven accesibles y al alcance de casi todos. Por primera vez en la historia, dice Parménides, se les concede el permiso a los jóvenes de ser hedonistas.
Parménides es testigo de la amplia politización de los movimientos juveniles, los cuales se extienden cual peligrosa epidemia, susceptibles de contagiar a la sociedad entera con sus esperanzas en un posible cambio, mismos que en sus inicios eran tan sólo drogas, sexo y enajenación.
Los Black Panters son los primeros en politizarse y exigir al gobierno gringo, más que nada, por sobre todas las cosas, respeto a la gente de color y cultura afroamericana.
El psicólogo Abbie Hoffman comienza a politizar a los hippies y a convertirlos en subversivas cabezas pensantes. Los pone a leer a su maestro Herbert Marcuse, el pensador de la Escuela de Frankfurt, también a Aldous Huxley, a Erich Fromm e incluso a Krishnamurti. Los enseña a analizar, a dialogar y a discernir. Despierta en ellos la conciencia social y política, brindándole un rumbo bastante crítico al movimiento hippie. Entonces surgen los Yippies: Fusión de los diestros Panteras Negras y los hippies pensantes.
En el momento en que los Black Panters y la élite crítica del movimiento hippie se unen para luchar por sus derechos humanos, políticos y a protestar contra la Guerra de Vietnam, el Sistema Social Norteamericano siente sacudirse su tinglado. Entonces el hipismo deja de ser un juego exótico y divertido de niñitas y comienzan las persecuciones, las desapariciones y la verdadera represión.
Cuando regresa a México a fines de los sesenta, Parménides es un amplio conocedor de los escritores norteamericanos: Jack Kerouac, William Burroghs, W, Faulkner, Thom Wolf y Norman Mailler. También del rock en todas sus vertientes. Aquí se dedica a iniciar a cualquier cantidad de jóvenes literatos, escritores y rockeros en los autores y grupos musicales de culto que él conoce a profundidad.
Pero Parménides no es de ningún modo un iluso e ingenuo pachequín, enajenado del rock y de la literatura extranjera. Parme, como lo llaman sus amigos, es entonces un depurado escritor, poseedor de un estilo bastante particular y trabajado y de una conciencia crítica y social agudísima y filosa.
De ningún modo se deja seducir por la rebeldía ficticia de los Rollings Stones y John Lennon, cuya música respeta y ama, pero a cuyos intérpretes critica sin piedad.  Si tuviera que elegir, tal como lo confiesa, entre Mick Jagger y Bob Dylan, se quedaría con este último, puesto que mientras él primero se empeñaba en aprenderse de memoria las canciones del blues negro, el buen Dylan se embebía con las lecturas de Kant y Shakespeare.
Por culpa de aquellos rebeldes que en el fondo no se rebelan ante nada y sólo quieren ser millonarios, dice Parménides, el movimiento de la Onda estaría condenado al fracaso al ser convertido irremediablemente en un cliché y un producto comercial.
3
La música también puede estrechar y sellar la complicidad entre sus adeptos. El rockero quiere encontrar oídos para contagiarlos y enviciarlos con sus longplays y su guitarra. En tiempos actuales cada vez le resulta más difícil  encontrar orejas dispuestas y atentas.
Parménides suscitaba entre sus conocidos y amigos una doble y contradictoria reacción emocional: por un lado lo querían y respetaban su erudición, conocimientos y experiencias, y por otro, evadían en lo posible encontrárselo en la calle, como a cualquier borracho o drogadicto inaguantable. Por una parte inspiraba devoción e identificación entre sus jóvenes seguidores y lectores, y por otra, repulsión debida a sus vicios, manías, delirios y obsesiones.
Su cadáver llevaba diez días en descomposición cuando fue encontrado en la azotea de un edificio en Polanco en la Ciudad de México. Fue difícil determinar si se trató de congestión alcohólica, sobredosis, delirium trémens, o una mezcla explosiva de todos ellos.
Previamente, él mismo se había encargado de aniquilar y destruir todos los lazos y vínculos de complicidad con sus cuates pachecos, rockeros y escritores. Sus amigos le sacaban la vuelta a toda costa.

miércoles, 1 de junio de 2011

NOSTALGIA POR EL FALO: El legado de Jacques Lacan

JACQUES LACAN




El falo siempre está más allá de toda relación entre el hombre y la mujer.
Puede ser alguna vez objeto de una nostalgia imaginaria…

JACQUES LACAN –El Seminario IV. La Relación de Objeto.




Fortaleza es la capacidad de decir “no” cuando el mundo querría oír un “sí”.

ERICH FROMM –La Revolución de la Esperanza.




¡Puse ante ti hoy la vida y la muerte, y tú elegiste la vida!

DEUTERONOMIO



1.   El Principio de la Avidez


En mi barrio le llaman “tener huevos”. En otros orbes le nombran: “cojones”, “tamaños”.

Lo mismo vale tanto para los hombres como para las mujeres, que como se verá, las hay bastante “huevudas” o, caso contrario: castradas. ¿No son acaso los ovarios dos formas perfectamente ovoides también?

Los huevos se tienen o no se tienen. No hay intermedios ni medias tintas. Se posee la templanza, como se decía desde el Medioevo con respecto a los caballeros, la decisión ante la vida, o no se tiene nada. Si los huevos brillan por su ausencia, la duda y el titubeo serán los rasgos preponderantes en cada acción, en cada palabra, en cada pensamiento, en cada gesto y  cada situación donde tenga que elegirse entre alguna alternativa y otra, o entre un camino u otro del devenir.

Y existencialmente, a cada segundo debe optarse por lo mejor para el espíritu y para su libertad, o en cambio, por aquello que lo esclavice gradualmente y malbarate la consciencia.  Tomar la segunda opción, siempre la más fácil, no es más que la fachada de una ausencia total de confianza en lo que uno es. La inseguridad permanente ante las pruebas  y las encrucijadas de la vida. La necesidad de muletas, bastones sociales y caminos fáciles. La ausencia total de huevos, pues.

En psicoanálisis diríamos: una franca debilidad de carácter.

Vale aclararlo también: si no se tienen “huevos” o, llamémosle de otro modo: decisión, no se tiene nada. Todos los triunfos aparentes en el ámbito material, social, político, sea de izquierda de centro o de derechas; todos los encumbramientos institucionales, culturales, artísticos, privilegios, premios, acaparamientos de recursos y acumulaciones de poder, no hacen más que enmascarar la ausencia de fortaleza emocional interna y un gran miedo a la vida. Nuevamente, admitámoslo: se trata de la carencia de gónadas (glándulas sexuales –en el sentido metafórico), sean estas masculinas o femeninas.

En el Oriente se habla de una glándula ubicada entre el sexo y el ano: el muladará, el primer chakra del cuerpo humano, el cual es la fuente de la energía primordial (la libido) y cuyo escaso o nulo funcionamiento, se encuentra vinculado con la depresión, la falta de voluntad, de decisión y de valor. De nueva cuenta, encontramos una estrecha relación entre la autonomía psicológica y la potencia sexual.

En otras palabras, el poder de erotización y de sensualidad, la fuerza espiritual y la capacidad de libre de decisión, van estrechamente de la mano.

¿Porqué habría alguien de erigir a su alrededor una serie de barricadas, trincheras, defensas y murallas basadas en objetos materiales: autos, casas, becas, posicionamientos institucionales, poder político, empresarial, con sus obligados perros guardianes para custodiarlos y su ineludible miedo permanente a que alguien con similares ganas de lo mismo se los arrebate, no sin antes haberles cortado la garganta?

¿Para qué construir bunkers internos y cárceles psicológicas e institucionales donde resguardarse, si podría contarse con la propia fuerza sexual y espiritual, la potencia interna que no depende más que de uno mismo?
Es que para obtener estas últimas se requiere mucho trabajo interno y autodisciplina. Cosa nada sencilla.
Reconozcámoslo: a mayor avidez de objetos materiales, de poder y de dinero, mayor será la ausencia psicológica de aquello que pende de la entrepierna, o que se encuentra dentro de ella, en el caso femenino.
El hombre que logra superar la avidez y las ansias de posesividad, evoluciona en contra parte hacia una escala espiritual superior.
A la inversa, el hombre quien pierde la batalla contra el principio de la avidez, opta por la vía de la muerte, la mecanización y la violencia.
No puede exigirse paz ni reducción de la violencia a ningún gobierno en cualquier lugar, si a nivel individual no se es capaz de una renuncia a los privilegios, al exceso de lujo, a los cúmulos de poder, al consumo incesante y la búsqueda de control, si somos incapaces de renunciar a nuestras pequeñas adicciones y lujos. Cuya suma a nivel global se traduce en una sociedad viciosa, débil emocionalmente, autocomplaciente, dormida, infantiloide y castrada.
Se exige paz ejerciendo violencia pasiva y consumista día a día. A cada paso, a nivel personal se generan pequeñas dosis de cruenta violencia mediante un sistema social basado en el consumo y la búsqueda de poder del que todos somos cómplices.
Renunciar a la avidez en pequeña escala, podría ser el primer paso hacia la reducción de la violencia global. Está claro que todos generamos la violencia desde nuestra trinchera. Antes de voltear hacia el mundo y asustarse, lamentarse y exigir soluciones que vienen de afuera, conviene admitir y mirar hacia dentro.
¿Seríamos capaces de renunciar a nuestros diminutos privilegios, lujos, a nuestras pequeñas adicciones y fatales autocomplacencias, a cambio de una sociedad más madura y algo más sana?

EROS Y PSYQUE

2.   Un psicoanalista de cojones

Y por otro lado, volviendo a la psicología individual, ¿qué puede hacerse precisamente por aquellos casos donde se adolece de determinación y de fortaleza emocional?
¿A qué clínica acudir, qué tipo de terapéutica tener en cuenta en el caso de la ausencia de huevos, de valor y decisión?
¿Dónde encontrar unos implantes de glándulas sexuales y quién los puede colocar? ¡Si jamás los hubo previamente!
En el psicoanálisis se habla de la imagen del falo cuando se refiere a aquel elemento psicológico que aporta la fortaleza, la iniciativa, la voluntad y la acción a la vida de los individuos. El falo tanto en el hombre como en la mujer, consiste en un principio activo rector en las relaciones.
Jacques Lacan fue el primero (sino de los primeros) en documentar un debilitamiento tanto en la imagen masculina como en la figura del padre en la Cultura Occidental en general. Al verse minimizada la imagen del padre en nuestras sociedades, el principio fálico masculino se ve empobrecido paulatinamente y degradado a nivel cultural.
El padre ausente, aunque exista a nivel físico,  encontrándose disminuido, debilitado, incluso devorado u opacado por la figura materna, conlleva depresión constante, nerviosismo e inseguridad generalizada, temor incesante ante causas desconocidas, falta de decisión por siempre y acucia total del ser.
Sin el principio activo del padre y del falo en la propia vida, los sujetos parecen crecer en una suerte de feminización obligada, de ajotamiento social y debilidad psíquica casi congénita. Y no tiene nada que ver con la orientación homosexual, misma que una vez bien definida y asumida, puede dar muestra de los mayores huevos, incluso aún más que muchos presuntos o ficticios heterosexuales. Mucho menos tiene que ver con la búsqueda del machismo o de un discurso que pretenda volver a él. Sino con la consideración y recuperación de un principio masculino venido a menos desde hace varias décadas, depauperado gradualmente a nivel cultural.
Jacques Lacan fue el primero entre toda una horda de psicoanalistas de segunda y tercera generación después de Freud, en admitir homosexuales, esquizofrénicos y suicidas en su diván. Estos grupos acudían gustosos a su consulta en busca de un oído inteligentísimo y sincero, perfectamente libre de prejuicios judeocristianos. Ante un psicoanálisis que hasta antes de Lacan se negó a escucharlos.
Llama la atención que un científico social quien se había empeñado en construir una teoría y un discurso por demás oscuros, abstractos, casi barrocos e inexpugnables, pudiese brindar  un oído tan fino, limpio y dispuesto a todos aquellos locos, locas, lesbianas, suicidas y homosexuales asumidos o no en la Francia de mediados del siglo XX.
La propuesta del psicoanálisis lacaniano consistía entonces en el conocimiento del Otro Yo, en la revelación del verdadero “deseo”, como decía Lacan, y en seguirlo a como diera lugar.
Lacan escuchaba el discurso de sus consultantes y de inmediato contactaba con el Otro Yo, oculto tras los significantes superficiales, ensombrecido detrás de las palabras y las oraciones de quienes se tendían en su diván. La figura del Otro Yo en realidad era mucho más antigua que la propuesta freudiana y lacaniana.
Lacan fue el primero que aprendió a hablarle a ese Otro Yo, desconocido y exiliado. Haciendo sentir verdaderamente escuchados a sus pacientes, independientemente de sus etiquetas tales como neurosis, esquizofrenia, suicidio, homosexualidad, que no eran para él más que simples “significantes”, que Lacan descifraba y develaba con maestría.
Una verdadera escucha es aquella que trastoca las estructuras profundas de quien habla: la que entra en contacto con el verdadero deseo del paciente y lo hace hablar. Aquella quien le concede voz al Otro Yo, al Inconsciente.
Al finalizar su vida, Lacan tampoco pudo superar el principio de la avidez. Muriendo devorado por una demencia vascular y un cáncer de colon. Rodeado de sus inimaginables colecciones de libros, obras de arte antiguo y moderno, sus cuentas de banco y sus incontables discípulos.
Empero, nadie como él crearía unas teorías geniales y un oído accesible, certero y preciso para con la locura. Tuvo los huevos suficientes para crear un nuevo psicoanálisis que podría resultar asequible para la esquizofrenia, la homosexualidad y el suicidio.
Lacan tuvo los tamaños para abandonar en un momento dado, la Sociedad Psicoanalítica Francesa, que lo rechazara y vilipendiara debido a su práctica clínica un tanto sui generis, y construir su propia escuela. Digno heredero de la fuerza creadora patriarcal, fálica, revolucionaria, huevuda, cojonuda e independiente de Sigmund Freud.