Esfuérzate siempre y en todo, por
obtener a la vez lo útil
para los demás y lo agradable para ti
mismo.
(MULAJ
NASRUDÍN Citado por George Gurdjieff
–Encuentros con Hombres Notables)
Por ser un hombre honrado en sumo grado,
mi padre nunca hubiera edificado
conscientemente
su bienestar sobre la desdicha del
prójimo.
(GEORGE
GURDJIEFF -Encuentros con Hombres
Notables)
1. Infancia en Georgia
Es
curioso, cómo dos personajes tan destacados y a la vez opuestos de la primera
mitad del siglo XX en Europa Oriental, provendrían del mismo y olvidado país:
Joseph Stalin, conocido dictador, enemigo de la humanidad, sobresaliente
exterminador de almas, fratricida y genocida. Uno de los mayores asesinos
masivos que nos dejo la historia del sigo pasado.
El segundo, en contraste: George
Gurdjieff, gran benefactor de los hombres, maestro espiritual, creador (o
resucitador) de la perenne escuela psicológica conocida como El Cuarto Camino.
Legó libros, enseñanzas, charlas e innumerables alumnos y lectores que han
continuado su trabajo a lo largo de décadas.
Gurdjieff acogía niños huérfanos y animales abandonados;
salvó la vida a centenares de rusos blancos del holocausto estalinista, así
como a otros cientos de cristianos armenios, tras el éxodo producto del
conflicto entre Turquía y Armenia. Brindando comida y techo a miles de
refugiados.
En esto último, Gurdjieff se
asemejaría mucho más a su casi coterráneo: el griego Nikos Kazantzakis, autor
de Sorba el Griego, El Pobre de Asís y Cristo de Nuevo Resucitado. A quien se le negó el nobel de
literatura junto con un entierro cristiano por parte de la Iglesia Ortodoxa
Griega, debido a su obra: La Última Tentación. Del mismo modo que
George G., Kazantzakis dedicó su vida no sólo al estudio del pensamiento
antiguo y de los Grandes Iniciados, como Jesús y Buda, sino a la búsqueda del
bien de la humanidad. También protegió la vida de miles de armenios perseguidos
y exiliados por medio de sus contactos en Europa. Ayudando a movilizar pueblos
enteros de cristianos armenios antes que los turcos los masacraran.
En la Georgia del siglo XIX, ocupada
desde siglos atrás simultáneamente por romanos, unos, mongoles, turcos, otomanos, soviéticos; en un contexto
como describen sus biógrafos, casi bíblico, se desarrolla la infancia de George
Gurdjieff. En una región donde culturas muy diferentes y lenguas abismalmente
distintas conviven todos los días unas con otras: persas, rusos, cosacos,
islamistas, sufís, árabes, turcos, cristianos ortodoxos, griegos, armenios,
kurdos, mongoles, tibetanos, afganos, etc. Es en esta región del mundo donde se
encuentran, no sin frecuentes conflictos, Europa, Oriente Medio y Asia, el
lugar que los especialistas en lingüística y antropología consideran como el
nicho donde nació la cultura humana.
De niño, Gurdjieff contempla un
fenómeno que lo deja atónito: varios jóvenes traviesos encierran en un círculo
trazado en la tierra a un kurdo. Quien entre lágrimas y súplicas pide que le
dejen salir, pues él no puede liberarse de tal maleficio y abandonar la
circunferencia en el suelo por sí solo. Finalmente George decide borrar unos
centímetros de la figura y el chico logra huir corriendo hasta su casa.
Gurdjieff pasará horas reflexionando
sobre el evento, entrevistando a científicos, sacerdotes, militares, médicos,
especialistas de todas las áreas con quienes cuenta. Bombardeándolos con miles
de preguntas que de ningún modo le complacen con sus respuestas. Se sentirá
decepcionado al no encontrar ni en el lado religioso, ni en el científico, una
explicación profunda y convincente para su experiencia. Será su propio padre,
quien sin proponérselo, al brindarle una inusual explicación del alma y de los
fenómenos espirituales, facilitará los primeros acercamientos a la hipnosis, el
espiritismo y la meditación por parte de G.
El padre de Gurdjieff pertenecía a
la estirpe de unos antiquísimos
pastores, ovejeros, camelleros y caminantes del desierto. Provenientes de las
tierras de Persia y Afganistán, herederos de una milenaria tradición oral, que habían
llegado desde Oriente hacia el Cáucaso en busca de fortuna desde los últimos
cien años, llevando en sus migraciones hacia Europa su música, poesía,
canciones, comidas y su lengua.
El viejo era recitador y trovador de
ancestrales versos. Gurdjieff cuenta que en dos ocasiones lo acompañó a unos
inusuales torneos de poesía y canto en pleno desierto, en donde los
participantes debían recitar durante toda la noche, improvisando y evocando
viejas estrofas y estribillos que se venían entonando desde hace muchos siglos.
Su padre era muy reconocido como trovador en variadas regiones del Cáucaso y
Medio Oriente.
De su padre, G. aprendió no sólo
poesía y música, sino a desempeñar los más variados oficios, mismos que en el
futuro le serían bastante útiles para sobrevivir: carpintería, mecánica,
comercio, sastrería, pajarero, vendedor y restaurador de alfombras, cocina.
Gurdjieff relata que cuando los soviéticos llegaron a Georgia para expropiar
las tierras de los armenios y los cristianos griegos, el anciano intentó
defender su propiedad junto con otros viejos pastores, muriendo bajo el fuego
de los bolcheviques, quienes entonces se creían ya dueños del mundo.
En la década de los cincuenta,
viviendo en Francia y mucho tiempo después de la muerte de su padre, George
encontraría en una revista de arqueología, un reportaje sobre unas tablillas
asirias recién encontradas por unos científicos. Eran en conjunto la obra: La Epopeya de Gilgamesh. Apenas
descubierta por Occidente. El encuentro le resultó curioso, pues desde bastante
tiempo atrás, cuando era niño, G. conocía de memoria las hazañas del héroe
mesopotámico por medio de la tradición oral y las historias que escuchaba de su
padre y de los pastores del desierto. Los ancianos sufís y camelleros tenían
conocimiento de Gilgamesh mucho antes que los científicos occidentales.
Durante su adolescencia, Gurdjieff
sería acogido como discípulo del padre Borsch, obispo de la Iglesia Griega. De
él tomaría la parte teórica de su formación: teología, filosofía, literatura,
medicina, anatomía. La visión del padre Borsch pretendía que sus sacerdotes
estuvieran muy bien preparados no sólo para atender la salud espiritual de sus
parroquianos, sino también la física. De modo que formaba a los jóvenes
seminaristas tanto desde un punto de vista filosófico, como también médico.
Al acercarse el fin de su formación
como sacerdote, G. abandona el seminario, dedicándose a investigaciones
independientes, ahora desde el punto de vista esotérico. Francamente
decepcionado de las ciencias y las religiones conocidas por la mayoría de los
hombres. Hasta entonces había pasado por una sólida formación como artesano,
mecánico, comerciante y pastor con su padre, así como filósofo y médico al lado
del obispo:
YO
SOY TÚ
ERES
YO.
ÉL
ES NUESTRO,
LOS
DOS SOMOS DE ÉL,
QUE
TODO SEA PARA
NUESTRO
PRÓJIMO.
(GEORGE
GURDJIEFF
–Encuentros con Hombres Notables)
2.
Viajes a Persia, Afganistán, Egipto y el Tíbet
En
Armenia, cerca del Monte Atos, emprende en compañía de otros jóvenes inquietos,
unas excavaciones arqueológicas en las ruinas de una antigua ciudad sepultada
por lava. En los túneles de lo que fuera
la celda de un monje, descubren unos pergaminos, escritos en arameo. Comienzan
su traducción y entran en conocimiento de una hermandad dedicada a unificar
todas las religiones y sabidurías del mundo: una Hermandad Blanca, cuya sede se
encontraría presuntamente en un monasterio llamado Sarmug, oculto en el sur de
Afganistán.
Reúnen todos los recursos a su
alcance e inician un viaje a pie desde Armenia hasta Persia y luego Egipto. El
objetivo es entrar en contacto con la Hermandad. Sin quererlo, en estos
primeros viajes a Oriente, asimilará una de las ideas primordiales del Cuarto Camino: tener un
objetivo espiritual y perseguirlo por encima
de cualquier cosa. Esta es la cosa que más debe importar en la vida.
En Egipto, Gurdjieff se encontrará
de nuevo solo, sin mucho dinero, viéndose obligado a trabajar como traductor y
guía de turistas, dados sus profundos conocimientos de las ciudades antiguas,
los monumentos históricos y las rutas sagradas. Ejerciendo también el oficio de
pajarero y comerciante de flores de papel, cazando gorriones con unas redes
improvisadas, pintándolos de colores y vendiéndoselos luego a los viajeros por
raras aves exóticas. En ningún momento pierde su objetivo prioritario: encontrar
a la Hermandad Blanca y solicitar su admisión a ella.
De esa manera conoce al Príncipe
Pogocian, un filántropo pariente de los zares. No tardarán en hacerse más que amigos:
hermanos, al encontrar variados puntos e intereses místicos en común. Mientras
son asistidos en un antiguo monasterio cristiano, logran hacer furtivamente la
copia de un milenario mapa de Egipto antes de las arenas y antes del Diluvio
Universal. Gurdjieff aprende que cuando los primeros habitantes de las orillas
del Nilo llegaron, gran cantidad de sus pirámides, incluyendo la Esfinge, ya se
encontraban en el sitio donde hoy podemos admirarlos. Probablemente dejados por
otros hombres, aún más antiguos y desconocidos. Algunos señalarían que eran
gigantes. A partir de entonces, Gurdjieff se convertirá en un experto en
dólmenes, menhires, pirámides y monumentos paleolíticos y prehistóricos. Mucho
más que bastantes arqueólogos y antropólogos occidentales.
Remontando el cause del Nilo, apenas
con unos cuantos camellos y cabras, Gurdjieff y el Príncipe Pogocian se
sumergen en lo más profundo de Oriente, encontrando por pura casualidad a un
camellero del desierto, un judío mitad francés y mitad sirio, quien por buena
fortuna suya pertenece a la Hermandad Blanca, a la cual venían buscando desde
mucho tiempo atrás. Para entonces contarán con las habilidades extraordinarias
de Gurdjieff para orientarse a partir de los astros, las montañas y los
monumentos históricos de los antiguos sabios, dejados exclusivamente para ser
leídos por aquellos quienes saben interpretarlos.
Les hacen jurar absoluto secreto
acerca de la ubicación del monasterio. Con los ojos cerrados son guiados a
través del desierto hasta el ansiado Sarmug. Tardarán dos días en llegar hasta
su destino. Lo que los miembros de la Hermandad ignoran, es que a pesar de ir
con el rostro cubierto, Gurdjieff es capaz de orientarse incluso con los ojos
cerrados, a partir de las vueltas y la ubicación de ciertas señales
prehistóricas que sólo él por sus conocimientos puede identificar.
Al inicio sienten no encajar, pues
no logran encontrar más que a algunos pocos niños y mujeres, quienes se
encargan de llevarles la deliciosa comida que les es servida e intercambiar con
ellos unas pocas palabras.
Finalmente son recibidos por el
maestre del lugar, un anciano de más de ciento cincuenta años de edad, quien
perteneció a una secta de derviches antes de formar parte de la Hermandad.
Pronto son iniciados, ejercitándose en diferentes disciplinas: meditación,
danza, música, disertación. Gurdjieff también aprovechará para convertirse en
experto bailarín y maestro de danzas sagradas. Las danzas de los derviches que
les son rebeladas están destinadas a emular directamente el movimiento de los
astros y los procesos del universo. Quienes participan y gozan la fortuna de
haber sido iniciados en ellas, tienen la posibilidad de contactar con energía
universal a través de movimientos muy bien cuidados.
En el mismo monasterio, Gurdjieff
entra en contacto con la música sagrada, interpretada por sabios desde tiempos
remotos, probablemente desde la época de Orfeo y Hermes Trimegisto. George G.
ya poseía variados conocimientos musicales: sabía interpretar la guitarra y su
padre le había legado el dominio del armonio y la flauta. Empero, Gurdjieff
descubrirá que la antigua música de Oriente posee facultades terapéuticas y
espirituales, haciendo entrar en contacto a sus intérpretes y escuchas, con
singulares trances y estados de consciencia. Una de sus conclusiones más importantes
acerca del arte sacro, consistirá en el hecho de que antiguamente las
disciplinas artísticas, incluyendo la música, la escritura y la arquitectura,
tenían la finalidad de acercar a los iniciados con preciosos valores
universales y transmitirles conocimientos muy difíciles de encasillar en el
lenguaje ordinario. La música de Oriente, según G. consistía principalmente en
el alargamiento de una o dos notas solamente, llevándolas hasta alcanzar
estados fuertemente extáticos y espirituales.
Toda esta serie de disciplinas
sagradas le ayudará a formular lo que más tarde será la psicología del Cuarto
Camino. A la cual dedicará el resto de su vida, a practicar, enseñar y
difundir, convirtiéndose más tarde él mismo en uno de los más grandes maestros
espirituales.
Transcurren dos años viviendo,
estudiando y trabajando en Sarmug. En un momento dado, Gurdjieff decide que su
momento de abandonar el monasterio ha llegado. Por su parte, el Príncipe
Pogocian había sufrido fuertes experiencias espirituales en aquel sitio. El
anciano padre provincial le había rebelado que no le quedaba mucho tiempo de
vida. Por lo que Pogocian decide pasar sus últimos días, tranquilo, en
retiro dentro del monasterio.
Con un par de camellos, Gurdjieff
abandonará para siempre el que fuera su hogar y su escuela, dejando a su mejor
amigo y hermano en aquel lugar.
3. El preceptor del Dalái Lama
GEORGE GURDJIEFF de joven,
fungiendo como hipnotista.
Las
informaciones existentes sobre la siguiente etapa de su vida, luego de dejar el
monasterio no son rebeladas por el propio G. Sino que se encuentran presentes
en el libro de uno de sus discípulos tardíos: Louis Pauwells, en su libro: Gurdjieff.
Por medio de contactos establecidos dentro de la
Hermandad Blanca, Gurdjieff es recomendado directamente como preceptor y
maestro del mismísimo Dalái Lama, quien por aquel entonces era apenas un niño.
El propio G. muchas veces señaló que tenía enormes habilidades para ser
admitido en cualquier fraternidad o hermandad espiritual y asimilar toda clase
de conocimientos.
Al mismo tiempo que colabora como
profesor de idiomas, matemáticas y anatomía del joven Lama, Gurdjieff aprovecha
para absorber gran cantidad de conocimientos secretos, vedados para la mayoría
de los occidentales que llegan al Tíbet. Se decía que en un inicio colaboraba
para el gobierno del último Zar, fungiendo como espía en Oriente para Rusia.
En el momento en que el Tíbet es
invadido, Gurdjieff decidirá romper sus relaciones con el Zar, abandonando el
Tíbet como parte de la guardia personal del Dalái Lama, perdiéndose con él
hacia la India, en donde se les dio asilo.
No se volverá a saber nada de G.,
hasta varios años después, cuando reaparezca en Moscú, anunciándose como
director de teatro, maestro de danzas sagradas, sanador e hipnotista. Reuniendo
entre sus colaboradores a buena parte de la élite y la inteligencia europea.
Con quienes más tarde fundaría el Instituto para el Desarrollo Armónico del
Hombre. Entonces la escuela del Cuarto Camino estaría plenamente desarrollada y
sería legada como un bien para toda la humanidad.