Adan de Abajo

Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.

martes, 25 de diciembre de 2012

WILHELM REICH: Defensor de las ninfómanas


                                                            WILHELM REICH en Paloalto California
 

 
La necesidad biológica de la expansión de la vida.

La distorsión del despliegue de la vida en ascetismo,

en estructuras autoriatarias y en negación de la vida

puede aparecer de nuevo;

pero las fuerzas naturales del hombre triunfarán, al fin,

en la unidad de la naturaleza y la cultura.

 

(WILHELM REICH –La Revolución Sexual)

 

 

1.    El psicoanálisis contra la sexualidad

 

No podía dejar de acostarse con cuanto hombre se le atravesaba. Era bonita y lista, buena lectora y conversadora, no carecía de recursos seductivos. Y sabía utilizarlos para encamarse con quien quería. Llamémosla sencillamente: Raquel.

Al inicio ocurrió con sus compañeros de Liceo, con sus vecinos del antiguo edificio habitado por estudiantes, muchos de ellos colegas de clase (no dejo ninguno vivo). Luego con un primo, con quien sostuvo un prolongado y tortuoso amorío, al mismo tiempo que recorría las habitaciones de los estudiantes una por una. Fue una relación plagada de excesos, que incluyeron masoquismo y sadismo en destructivas dosis. Hasta que logró abandonarlo, casi tocando fondo y habiendo sufrido severas lesiones en todo el cuerpo y el sexo, tras intensos frenesís extáticos.

Intentó discreción al máximo, falló. Las habladurías la obligaron a abandonar sus estudios en humanidades. Tuvo que dejar la ciudad e irse a vivir a un poblado en el campo, donde nadie la conocía. Se empleó en una lavandería. Ahí prosiguió con su gusto insaciable por los hombres, cambiando el tipo de comensales por obreros y granjeros. Esto pareció no importarle tanto. El sexo se le había vuelto un hábito, una droga, el asunto más importante en su vida. A veces eran los mismos amantes, algunos recurrentes, casi siempre se trataba de la búsqueda de nuevos prospectos para la cama. El esfuerzo implacable por lo novedoso.

Durante un tiempo, Raquel mantuvo con éxito una relación estable con un chico de su agrado: un atractivo poeta y obrero de su edad, de quien logró encariñarse. Brindándole cierta tranquilidad y paz momentáneos. Pero recayó en el gusto por las relaciones sexuales furtivas y casuales, no exentas de cierta violencia. La relación con el chico se perdió sin remedio, fracturándose al no poder acallar las habladurías y chismes.

            Visitó a varios psicoanalistas y médicos, en ese entonces todos pertenecientes a la Sociedad Psicoanalítica Vienesa. Su caso llegó a oídos del mismísimo
Sigmund Freud, quien lo tomó con cierto sentido del humor, incluso a manera de broma, apoyado por el coro de sus fieles súbditos.

Hasta entonces la ninfomanía era considerada incurable por el psicoanálisis. Aunque parezca paradójico, e incluso irrisorio: las ninfómanas eran juzgadas hasta cierto punto “inmorales” por los propios psicoanalistas y seguidores de Freud. Era un caso semejante al de los homosexuales, a quienes por aquellas fechas se les negaba el tratamiento psicoanalítico por prescripción de su propio fundador.

No seremos los primeros en encontrar similitudes entre la cerrazón del patriarca Sigmund Freud y los profetas del Antiguo Testamento.

Cabe aclarar que para entonces muy pocos se atrevían siquiera a cuestionar un poco los juicios, las teorías y la figura de Freud.

Sigmund comenzaba, con justicia y tras una larga lucha de años, a ganar la batalla contra el mundo de la medicina tradicionalista, demostrando el papel innegable de la vida anímica en las enfermedades. Aún así, el psicoanálisis no estaba exento de prejuicios sexuales y prescripciones morales. Por desgracia, muchos de los psicoanalistas comenzaban a volverse los censores y represores morales contra los que el propio psicoanálisis había luchado desde dos décadas atrás. El psicoanálisis se volvía en contra de la propia libertad sexual en pro de la cual había nacido.

2 La Rebelión contra el Patriarca

Fue un joven egresado de medicina quien le proporcionó una perspectiva diferente.

            Wilhelm Reich era un hijo de militar de origen humilde. Él mismo había estado en el ejército casi cinco años, a donde había ingresado con la inquietud de aprender medicina e ingeniería. Su búsqueda era intelectual, del mismo modo que emocional y sexual. Quería aprender de la vida, de los libros y liberarse de sus propias represiones e inhibiciones. Sus inmensas lecturas y viajes intelectuales lo alejaron de la milicia y lo sumergieron en la ciencia y la investigación independiente.

            Reich organizó un seminario sobre sexología en el sótano de un laboratorio químico. Al inicio estudiaron el sexo desde una perspectiva meramente anatómica y médica, luego coquetearon con el psicoanálisis.

            Freud les sugirió y obsequió lecturas para reorientar sus estudios. Fue un paso casi natural que el joven médico y ex militar se volviera también discípulo y aprendiz del patriarca del psicoanálisis.

            Al inicio su veneración hacia la figura de Freud fue casi total: Reich lo describe como un hombre inteligentísimo, implacable con sus detractores y críticos, así como agudo investigador y atento a los detalles.

            En un momento dado, fue el propio Sigmund Freud quien derivó a Raquel para que Reich la tratara en su consulta privada. Fue el inicio de la ruptura.

            A partir del trabajo clínico y las observaciones no sólo hacia el caso de la ninfómana, sino hacia muchos otros pacientes quienes sufrían de impotencia sexual, disfunción eréctil, frigidez, vaginismo, etc., Reich comenzaría la redacción de una de sus obras maestras: La Función del Orgasmo.

            Sabía las reacciones que su trabajo ocasionaría y la propia acogida que se le daría: bastante negativa, no sólo por parte de la comunidad médica y psicológica, conocidamente conservadora y mojigata, sino de los propios psicoanalistas. Las conclusiones y observaciones de Reich hacían fuerte mella en el papel de la sociedad como represora  y deformadora de la sexualidad humana, así como lanzaban duras críticas al mismo psicoanálisis por obviar e ignorar el papel del orgasmo y de la gratificación sexual en la salud de los hombres.

            La hipótesis fundamental del Reich consistía en brindar a la falta de satisfacción sexual, específicamente orgásmica, un papel primordial en las neurosis y en una basta gama de enfermedades mentales  y físicas: el asma,  la depresión, el cáncer, la esquizofrenia, etc. Se hablaba de una cultura asexuada, reprimida, insatisfecha y enferma por la carencia de orgasmos.

            Al aparecer su libro, las reacciones no se hicieron esperar, la oposición con el padre del psicoanálisis surgió inmediatamente. Freud soltó furibundas críticas, acompañado por las voces del resto de sus alumnos, en aquel momento casi nadie, más que sus pacientes comprendían la propuesta de Wilhelm Reich. Los psicoanalistas ortodoxos hablaban ciertamente del papel de la represión sexual, pero desde un punto de vista del inconsciente. Meramente teórico. De ningún modo se involucraban con el papel concreto y directo de la genitalidad y propiamente del orgasmo, que incluso les escandalizaba y producía escozor con el simple hecho de hablar de él.

            Reich fue echado de la Sociedad Psicoanalítica, pero sus pacientes no lo abandonaron, su consulta creció, también el número de sus lectores y de sus libros, que se multiplicaron con el paso de los años.

En el caso de Raquel, Reich fue el primero en notar el papel de la angustia enorme que le produciría la falta de un orgasmo a la chica. El cual la impelería a acostarse con uno y otro hombre, sin encontrar una satisfacción plena, biológica y emocional. La ninfómana se acostaba innumerables ocasiones en la búsqueda de un orgasmo que nunca había llegado.

            Reich creo a partir de entonces una terapia psico-corporal que iba directamente encaminada a que los pacientes lograran una descarga orgiástica biológica, afectiva y mental absoluta, aliviando todas las tensiones, culpas, y liberándose de sus corazas y armaduras mortales. Según Reich, al obtener un orgasmo pleno y absoluto, el tiempo psicológico del paciente se actualizaba, superando de golpe su complejo de Edipo y todas sus inhibiciones.

3.    Los hombres que se vuelven inmortales

Freud se volvió una figura innegable, y uno de los padres para la psicología y la psicoterapia. Empero, muchos de los seguidores que lo corearan y siguieran fielmente hasta la muerte, caerían en el olvido irremediable.

            Con la Segunda Guerra, Reich también emigró, abandonando Europa y refugiándose  en California, en los Estados Unidos, junto con toda una serie de personalidades quienes conformarían en panorama de la denominada Contracultura en los cincuenta y sesenta.

            Prosiguió dando conferencias, escribiendo libros fundamentales, como La Revolución Sexual, e inventando aparatos y técnicas para la terapia sexual. En un momento dado, llegó a postular la hipótesis del Orgón, la cual habla de un tipo particular de energía sexual que anima y fluye no sólo en la vida de los hombres, sino mueve y potencia la vida misma del universo. El secreto de la vida, era para él la sexualidad que estaba en todas partes.

            En los sesentas fue acusado de prácticas indecentes y de corromper a la juventud, tras declarársele culpable de subversión y faltas a la moral, lo encerraron en prisión, donde murió de un infarto al miocardio. Por su parte, tras encontrar el buscado orgasmo, Raquel logró terminar sus estudios y establecerse como esposa y madre de familia.

            El psicólogo Piotr Ouspensky señala que los hombres verdaderamente grandes, son reconocidos hasta mucho tiempo después de su muerte.