ALEJANDRO JODOROWSKY EN SU PELÍCULA: EL TOPO
Sólo un
hombre puede decir “mujer” a una mujer.
Un niño
diría “mamá”, un anciano “mi pequeña”.
Pero un
hombre vería a una mujer ahí donde hay una.
Y para
que un hombre vea a una mujer, es necesario
que él
sea por completo hombre, o si no, no la vería.
Para un
hombre, la única manera de ver a una mujer
es
volverse hombre por entero. Y para una mujer,
el único
modo de ver por completo a un hombre
es volverse
totalmente mujer. De lo contrario
no lo
vería jamás.
(ALEJANDRO JODOROWSKY –Los Evangelios para
Sanar.
1.
La imagen del póster resultaba perturbadora e inevitable
no sólo a primera vista. No podía dejársele de mirar una vez descubierta: la
Mujer Tatuada, exuberante y semidesnuda, encadenada a un potro para tiro al
blanco, a punto de ser sodomizada. Por su parte, el obeso cirquero lanzador de cuchillos,
portador de una daga cercana a su sexo, simulando clavársela en la vagina. La
mujer, de curvas exageradas pero no menos tentadoras: gordibuena, presa de un
éxtasis sadomasoquista, el cuerpo por completo cubierto de tatuajes. Era la
publicidad de la película surrealista Santa
Sangre, de Jodorowsky.
Yo creí
encontrarme frente a un video pornográfico, de los que me encantaban. En aquel
videoclub de los años ochenta, la reina era la película en formato Beta y VHS;
el DVD y la Internet aún eran un sueño lejano para los niños y adolescentes de
finales de la década. Lo mismo era factible encontrar lo mejor del cine
italiano clásico, que las obras de Tarkovsky y Eisentstein, la serie erótica
completa de Emanuelle, Rambo I II y II, Los Gremlins, Los Goonies, Mad
Max, Tron, Chuck Norris, La Escalera de Jacob, La Serpiente y el Arcoíris,
Pesadilla en la Calle del Infierno, Viernes 13, Lola la Trailera, etc.
Además de un nutrido catálogo secreto, exclusivo de los iniciados y amigos del
propietario del club, de pornografía que si se deseaba, podía superar las XXX,
en aquel paraíso ochentero.
Solíamos rentar con mis amigos de la infancia, no sólo
los estrenos de acción y aventuras, sino las más exquisitas historias eróticas
y pornográficas. Acabamos de hecho con el catálogo completo y nuestros ahorros
para rentarlas. Por aquel entonces no todos tenían una videocasetera en su
casa, y el que la poseía, debía sufrir las acuciantes visitas de los
desesperados jóvenes e invitados extras, cuando no se encontraban los padres de
familia, para mirar la última adquisición XXX y luego visitar el baño y hacer
buen uso de él. Más de una vez tuve que hacer caso omiso de los golpes
histéricos en la puerta de mi casa, ignorando a algún compañero o amigo, quien
quería que lo dejásemos entrar a toda
costa, cuando ya nos encontrábamos varios de nosotros bastante metidos en la
ridícula historia que terminaría, como bien decía el buen Alex, de La Naranja Mecánica, en el ineludible
“mete-saca”.
Mirando y leyendo pornografía, videos ochenteros y
leyendo cómics, descubrí muchas cosas buenas, casi por accidente: lo mejor de
West Craven y la más interesante obra sobre zombis de George A. Romero: La Noche de los Muertos Vivientes. Junto
a las lecturas de José Agustín, Sartre, Camus. Erich Fromm, Carl Jung, Kundera
y José Revueltas. Del mismo modo circunstancial, llegó a mí la obra fílmica,
terapéutica y literaria de Alejandro Jodorowsky.
De manera que por mi propia mano alquilé Santa Sangre, aquella noche en que mis
padres se habían ido a la playa, dejándome solo. Creyendo que se trataría de
algún filme erótico underground.
Imaginándome que antes de que se acabase la historia, estaría entrampado, como
siempre, en una importante sesión de onanismo, olvidando el desenlace del filme.
La película tenía su dosis de erotismo, no podría
negarlo, sobre todo al aparecer la tentadura y exagerada Mujer Tatuada, o con
la presencia sublime de Blanca Guerra, bastante joven y hermosa, tocando el
piano, muy pegadita al cuerpo de un Cristóbal Jodorowsky, hijo del director y
protagonista, casi virginal y neófito en aquel entonces de la psicoterapia, el
psicoanálisis, el surrealismo y el cine. Quien le prestaría sus inexpertos
brazos, edípicos, para interpretar a dos voces con ella el bolero: Déjame llorar. Una de las imágenes más
entrañables en mi memoria delirante, fanática desde entonces del cine y de la
obra jodorowskyana.
Aquella noche no hubo sesión onanista. Me quedé mirando
toda la trama, identificado con la lucha sin fin de Fénix, excelentemente bien
encarnado por Cristóbal. La batalla incesante e inacabable contra sí mismo por
liberarse del yugo edípico de su madre, tratando de matar los fantasmas en su
cabeza, que le impelían a terminar asesinando a toda mujer quien osara acercársele,
por órdenes expresas de su progenitora, desde el más allá.
La he visto varias veces desde entonces, durante mis
estudios en psicología y psicoanálisis, y aún hoy es un filme de los que no
puedo dejar de mirar una y otra vez. No he podido encontrar otra película,
junto con Psicosis de Hitchcot, con una
caracterización mejor de la enfermedad mental más grave conocida: precisamente
la psicosis. Tampoco es posible hasta ahora, según yo, una caracterización
gráfica mejor del Complejo Edípico y sus consecuencias catastróficas y nefastas
en los seres humanos: la castración psicológica.
2.
El antropólogo de origen franco-judío, Edgar Morin, descubrió que el Complejo de Edipo es
inevitable para las personas nacidas en la Cultura Occidental. Señala él, que
en las culturas ancestrales, existían diversos ritos de paso normalizados por
las sociedades y los grupos más antiguos desde la Edad de Piedra, los cuales
debían enfrentar los jóvenes miembros de las sociedades arcaicas para
convertirse en adultos. Ya fuera ingresar en una cueva y permanecer en el
aislamiento durante meses, realizar un viaje iniciático en soledad, buscar
fuego, matar a alguna bestia totémica como un oso o un león, ingerir sustancias
psicoactivas y sobrevivir a ellas, etc. La comunidad les obligaba a afrontar
las pruebas, y debían salir victoriosos por sobre todas las cosas. Pero el que
fracasaba o se evadía, no lograba convertirse en hombre, era proscrito,
burlado, rechazado y vilipendiado por su gente. No tenía derecho a gozar de los
privilegios del adulto, acababa siendo violado, asesinado o expulsado de su
tribu. En los tiempos actuales, según Morin, tales ritos de paso y pruebas de
iniciación se han perdido con la vida moderna y la ruptura con las tradiciones.
De modo que la única prueba emocional verdadera con la que contamos en
Occidente y a la que debemos asumir, es la superación del Complejo de Edipo. Es
imposible el superarlo del todo, es a lo mucho asumible, concientizable,
aceptable. Pero aquel quien es incapaz de elaborarlo, o que ni siquiera lo ha
vislumbrado como necesidad de superación en su existencia, está condenado a
vivir en una castración emocional sin remedio, eterna víctima pasiva de la
vida, como hoja al viento arrastrada sin ningún poder de decisión ni voluntad. Dominado
por los demás, juguete de las circunstancias, alfil del la vida. Aunque se sueñe
a sí mismo, ingenuo, dueño de sí y de su vida.
El arte siempre fue el medio más antiguo y tradicional de
psicoterapia. El verdadero artista no sólo era capaz de curarse a sí mismo,
sino que incluso podía llegar a curar a los otros. Si no directamente, cuando
menos conseguía sacar temporal e incluso definitivamente de sus sufrimientos a
quienes gozaban de su obra. Muchos grandes terapeutas como Freud y Lacan,
fueron mitad artistas y escritores, y mitad médicos del alma. Amantes de la
literatura, la plástica y la poesía, al mismo tiempo que conocedores del psiquismo
humano.
Si el Complejo de Edipo no es superable del todo, cuando
menos puede ser asimilado emocionalmente. Y Jodoroswky descubrió que el arte es
uno de los mayores medios para asumir al Edipo. En Santa Sangre, Fénix se enfrenta con su propia madre, ayudado por su
hermosa amiga y amante: La Muda, a quien
desde niño adoró. Acaba matando simbólicamente a su progenitora, por fin,
descubriendo la raíz de sus fantasmas: un maniquí inerte y sin sentido. Fénix
consigue curarse y liberarse de su madre, aunque terminará en prisión, pagando
por todos los crímenes cometidos durante sus delirios. Probablemente esta
escena final de Santa Sangre, sea uno
de los gérmenes de los futuros actos
psicomágicos de Jodorowsky.
El mismo Jodorowsky insistirá décadas después en su
texto: Los Evangelios para Sanar, que
el hombre y la mujer deben separarse y distanciarse sanamente de sus padres,
desarraigarse de ellos, abandonarlos, matarlos simbólicamente, para no acabar muertos en vida, producto de la
castración emocional, la codependencia y el subdesarrollo sexual. El individuo
quien es incapaz de distanciarse verdaderamente de sus padres, jamás podrá
evolucionar mental, espiritual, sexual y emocionalmente. La mayor parte de los
crímenes, neurosis, depresiones, esquizofrenias, asesinatos, adicciones,
envidias, resentimientos y odios, tienen su origen en el árbol genealógico y la
propia familia; en la incapacidad de romper sanamente con ellos:
¿Por qué no vas por ti mismo?
¿Hasta cuándo vas a pedir que papá y
mamá te alimenten?
¡Sepárate de tu padre! ¡Distánciate de
tu madre!
¡Córtate de tus abuelos, de tus
amigos, de la sociedad!
¡Desidentifícate de tu nombre, de tu
cara, de tu sexo, de tu edad!
! !No pidas que te ayuden! ¡Ve tú
mismo al agua sin ninguna ayuda!
(Los Evangelios para Sanar. Mondadori.
España. 2003. P. 313)
3.
Alejandro Jodorowsky llega a la psicoterapia por un
camino inverso al de la mayoría de los psicólogos y terapeutas. Partiendo desde
el arte hacia la terapia y la psicología.
Comienza con la poesía, los títeres y el teatro. Más de
cien obras en escena como autor, director y actor. También fue mimo y payaso de
circo, teniendo como maestro al gran Marcel Marceau. Salta al cine
acertadamente. No estoy seguro de qué tanto se planteaba ya con sus primeras
obras, de manera consciente, la idea de que el cine y el teatro fuesen
terapéuticos para el autor y para los espectadores. Pero Santa Sangre levanta ámpula, reabre viejas heridas espirituales en
quien la contempla, las oprime con incisión y expulsa pus y sangre putrefactos,
albergados por las emociones y los recuerdos malsanos, olvidados y reprimidos.
De joven, Jodorowsky descubre el Tarot, una anciana
vidente le tira su primera lectura con un tarot hecho a mano. En un tiempo, Jodo
se convertirá también en uno de los más grandes tarotistas de la historia. Dice
que nunca cobra ni un peso por leérselo a alguien, que es un acto de ayuda
desinteresada.
El tarot ineludiblemente abre las puertas del
inconsciente y destraba la compuerta del alma apresada del consultante. De manera
que una buena lectura, bien intencionada y sincera, puede resultar por una
parte bastante rompedora de esquemas, pero por otra, si se la sabe llevar,
bastante terapéutica también.
Aprende tarot de Leonora Carrington, la pintora. Se
inicia en la magia y la brujería de la mano de Pachita, la bruja mexicana, a
quien conoce muy de cerca. Jodorowsky dice que se moría de miedo la primera vez
que fue a ver a la hechicera, pues había escuchado que era poderosísima. Por lo
cual asistió disfrazado a su primera entrevista con ella, pero la anciana supo
detectar su miedo y sus barreras protectoras: “¿Hijito mío, porqué me tienes
miedo…?” Le cuestionó la bruja cariñosamente, desbaratando de un golpe amoroso
sus máscaras, mecanismos de defensa psicológicos y murallas mentales.
A partir de entonces iniciará una de las búsquedas
espirituales más fascinantes de la historia de la psicología y el arte. En ella
irá a para en los brazos de Reyna de Asia, una de las hijas de Gurdjieff. Hará
el amor toda una noche con ella y presumiblemente, engendrará una hermosa hija
con la hija del gurú.
La influencia de Gurdjieff en la obra jodorowskyana es
innegable. George Gurdjieff hablaba de que el ser humano evolucionado sería
capaz de erigir a su Jesucristo y a su Virgen María interiores. En Jodorowsky
esto llevará al surgimiento del Dios Interior, de la Divinidad Personal que
todos llevamos dentro, pero casi nadie emprendemos el trabajo de llamar y
despertar. El redescubrimiento del mito es sustancial para Alejandro
Jodorowsky, aquel hombre que ha perdido su mito familiar y personal, puede
llegar a morir espiritualmente, aunque en el plano físico siga cohabitando como
un zombi.
El arte y el tarot poseen la facultad de golpear y hablar
directamente al inconsciente de los espectadores, pacientes y consultantes. En
este punto, la psicología y la psicoterapia intelectuales de Occidente se
quedan varios pasos atrás, dejando a los artistas, chamanes, brujos y
terapeutas autodidactas, mucho muy adelante.
4.
Es de manera errática, después de una prolongada lucha contra
sí mismo, que Fénix descubre un antiguo desván donde se oculta desde mucho
tiempo atrás el fantasma de su madre. En este tipo de sitios, donde las
personas han colocado todo aquello que creían que ya no servía, o que se
negaban a mirar por su carácter perturbador, es donde se ocultan los fantasmas y
espectros psicológicos de todos nosotros. Fénix coge el maniquí inerte que
representa a su progenitora y comienza a azotarlo. Con ayuda de la hermosa
mudita le prenderán fuego, ya hecho girones de por sí.
En el momento que las llamas abracen y reduzcan aquellos
despojos miserables de lo que fue su
figura materna, el protagonista estará listo, finalmente, para poder amar verdaderamente
a su amiga, liberándose del yugo de la mujer que alguna vez le dio la vida.