(yo a los 27 de edad)
A los 27 años me fuí a vivir desde Guadalajara a Colotlán.
Adan de Abajo
Desde la antiguedad los alquimistas intuían la presencia del OTRO YO, nombrándolo Adán de Abajo. El psicoanálisis más tarde lo bautizaría como Inconsciente.
sábado, 15 de octubre de 2011
sábado, 8 de octubre de 2011
GURDJIEFF: EL TORTUOSO SENDERO DEL CUARTO CAMINO

EL MAGO
1.LA LUCHA DE LOS MAGOS
“La Lucha de los Magos”: anunció esa mañana el conservador diario moscovita.
Era 1914. Rusia sufría las embestidas de la Primera Guerra Mundial.
Crisis internas y externas en su sociedad preparaban el escenario para la Revolución de Octubre que sobrevendría. No sólo una cruenta ruptura económica y social agitaba al País Blanco, también las hambrunas y el descontento.
Sectarias y subversivas ideologías nacían y se propagaban, ya sea confundiendo o encendiendo al pueblo. Los errores estratégicos y militares cometidos por el Zar, su ingenuidad y prepotencia, en breve le costarían el trono, su vida y la de su familia.
Los valores de los grupos sociales oscilaban entre un materialismo ramplón, consecuencia de nocivas lecturas de Marx y Engels, un cristianismo místico primitivo; nuevos mesías, hipnotistas, líderes revolucionarios, anarquistas, espiritistas, conspiradores políticos. Todos confluían, se enfrentaban, copulaban, en una densa y explosiva coctelera.
Al joven Ouspensky le desagradó el título del espectáculo: “La Lucha de los Magos”. Escuchó que la dirigía un hindú, luego alguien le dijo que se trataba de un griego del Cáucaso. Pensó que sería un nuevo mercachifles, un farsante, uno más de los múltiples estafadores que visitaban San Petesburgo, anunciando que venían de la India o del extraño Oriente para transmitir y mostrar profundas enseñanzas, con la oscura finalidad de engordar sus bolsillos, aprovechándose de la curiosidad e ignorancia del público.
Todo lo que sonara misterioso y oriental era muy rentable.
Recortó el anuncio del periódico, y por alguna inexplicable razón lo guardó entre sus cuadernos. Acababa de llegar de la India, había buscado maestros, escuelas, quería algo más. Así que el anuncio de un nuevo místico en su ciudad no lo entusiasmó demasiado.
2 El Hombre del Mostacho
Lo encontró a los pocos días en la terraza de un café de San Petesburgo. Lo impresionó a la distancia el amplio y prolongado mostacho, su estatura y la corpulencia de su dorso. El brillo de su cráneo por completo rapado. Luego una voz gruesa y cristalina, límpida, atrapó sus oídos. Acento caucásico.
Resultó imposible no escucharlo sin fascinación. Se sentaron en la misma mesa. El joven Ouspensky era escéptico, desilusionado de los misticismos y las escuelas esotéricas. No quería nuevos maestros, ni prometedoras enseñanzas. No creía ni esperaba ya nada. Tras una búsqueda espiritual de años, luego de su regreso de la India, se volcaba de nuevo en el raciocinio y el análisis científico.

La guerra había trastornado sus jóvenes nervios, se encontraba desilusionado, nervioso, deprimido. Leía sin parar, abrevaba de los avances de las ciencias exactas en busca de un asidero. Sin proponérselo, su encuentro con el mago cambiaría el rumbo de su vida y su trabajo.
Gurdjieff lo escuchó atentamente, enfocó con interés su mirada, y luego refutó tranquilamente cada argumento del joven periodista. Bebiendo una tras otra, decenas de tazas de café turco. Hablando despacio y sin perder un solo instante la calma. De las arraigadas creencias del novel Ouspensky acerca de todo, no quedaría absolutamente nada.
Gurdjieff había nacido en Armenia. Huérfano pero con una curiosidad insaciable, sería educado por un Pope de la Iglesia Ortodoxa, de quien devoraría toda su biblioteca.
Durante la adolescencia emprendería viajes por la Ruta de Seda, Persia, Jerusalén, Palestina, India. Ya como tratante de alfombras, sanador e hipnotista. O como maestro de danzas y organizador de espectáculos orientales. Aprendería de artesanos, alquimistas, cazadores, criadores de animales, cocineros, médicos tradicionales, incluso de los ladrones del Cáucaso, quienes le ayudarían a desarrollar una paciencia de santo, al permanecer durante días y días acechando en la estepa con un rifle y sin moverse.
3 Del Camino del Faquir al Camino del Hombre Real
Gurdjieff explicó a Ouspensky que el desarrollo del ser humano para él consistía en cuatro estadios básicos, pero a la vez fundamentales.
De ellos, los primeros tres se caracterizaban por una lucha encarnizada consigo mismo.
El primero: El Camino del Faquir. Los hombres que se encontraban en este nivel luchaban por dominar su propio cuerpo. Lo sometían a duros ayunos, a mortales ejercicios, dietas, series físicas. Incluso ingerían extrañas sustancias con la idea de manipularlo físicamente. Era el camino del fisicoculturista, del atleta y el deportista sin corazón y sin mente.
Era el camino de los que lastimaban su cuerpo con rutinas físicas inhumanas, dietas infames. Empero, las personas atrapadas en este escalón, no desarrollaban sus sentimientos, ni su pensamiento. Se trataba de un cuerpo sobre ejercitado pero sin alma ni juicio crítico.
Luego se pasaba al Camino del Monje. Si no se moría al asesinar el propio cuerpo con las torturas del Faquir, se llegaba a un nivel en el que la lucha era contra los sentimientos. El Monje luchaba por dominar sus pasiones, deseos, sueños.
La lucha lo podía llevar o a reprimir sus sentimientos, o a desarrollar su corazón aún más. Era el camino del abstemio sexual, del ermitaño, quien buscaba la soledad y eludía el contacto con los otros.
Pero corría el peligro de caer en la vanidad y creer que no necesitaba de nadie más. Esto irremediablemente lo perdería.
Más tarde, si no se había vuelto loco luchando contra sus sentimientos, se pasaba al Camino del Yogui.
Aquí correspondía desarrollar la razón, el análisis crítico y la capacidad de conceptualización. El Yogui leía sin cesar, almacenaba teorías y se la pasaba relacionando unos conceptos con otros.
Era crítico, ciertamente, pero corría el peligro de olvidarse de su cuerpo y de sus sentimientos. Podría incluso remplazar la vida y la experiencia por una imagen teórica de las cosas.
Era un memorístico incansable, un libresco coleccionista de frases, conceptos, teorías y datos. Pero desconectado de su corazón y su cuerpo.
Al fin y al cabo confundido y caótico. También podría acabar loco, muerto al olvidar su cuerpo, o solo y amargado al sentir que nadie comprendería su genialidad.
El Cuarto Camino llegaba finalmente, pero sin buscársele. Sin quererlo, un hombre que había sido faquir, yogui o monje, tal vez en un punto en el que ya no esperaba absolutamente nada, en ocasiones sin haber emprendido ninguna búsqueda particular, se ponía en el Cuarto Camino.
Era el Camino que Gurdjieff llamaba del Hombre Verdadero. En él se encontraba perfectamente conectado con los propios sentimientos, el cuerpo y la mente. Todos eran una unidad indisoluble. Según Gurdjieff la mayoría de la gente no lograba lo que quería porque normalmente querían con la mente algo que su cuerpo y sus sentimientos no deseaban, o a la inversa.
Se trataba de que todo el ser humano fuese un deseo total y armonizado que orientara su vida.
4 El Sufrimiento Conciente
Para aliviarlo de sus depresiones, Gurdjieff aconsejó a Ouspensky no evadir en lo absoluto sus dolores emocionales, sino vivirlos a plenitud, sentirlos en totalidad.
Sabiendo de antemano que el sufrimiento lo volvería finalmente un individuo despierto. El Mago señaló que por lo general el hombre dormido, el hombre que se vuelve combustible para la luna, el hombre masa, vive sin querer sufrir, buscando exclusivamente el placer.
Le pidió a Ouspensky que no hablara absolutamente con nadie de sus dolencias espirituales, que al contárselas a otros, las amplificaba y las vivía como más grandes. Esto se llamaba el Sufrimiento Conciente.
Le pidió beber, contra su nervioso temor a la cafeína, varias tazas de café diarias, asegurándole que estimularía sus nervios e impediría que se deprimiera.
A partir de entonces Ouspensky se convertiría en uno de sus principales discípulos y su secretario. Transcribiría sus enseñanzas en el que más tarde sería el texto: Fragmentos de una Enseñanza desconocida. Estaría con él cuando el Mago fundara en París el Instituto para el Desarrollo del Hombre.
Mismo que Gurdjieff inauguraría tras huir de los comunistas rusos, donde se propondría crear una escuela para enseñar todo lo que no enseñaban en otro tipo de organizaciones educativas: cómo vivir.
Con el tiempo Gurdjieff se interesaría cada vez más en sus danzas curativas, en la terapia individual de enfermedades físicas y mentales y en componer música hipnótica con su armonio.
Viajaría a Nueva York en varias ocasiones y encontraría ahí su último hogar.
Por su parte Ouspensky continuaría escribiendo, poniendo en práctica y difundiendo las enseñanzas del Cuarto Camino.
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